5vs5 Angelus 5vs5. 1ª TEMPORADA_parte_a

By 22:32:00

A continuacion pondre los cuatro primeros capitulos de la primera temporada de angelus. Espero que os gusten:


CAPITULO 1. ENCUENTRO

- ¡¡¡NO PIENSO PERMITIRLO!!!

Acababa de aparecer un muchacho de 1.60 m de altura todo vestido de negro, con gorra militar y con una especia de pañuelo que le tapaba la cara salvo los ojos de un azul tan claro que parecían transparentes. A pocos pasos detrás de él se alzaban otras cuatro figuras muy parecidas a él y vestidos de igual manera. Todos iban armados y se preparaban para presentar batalla a los recién llegados que pretendían conquistar el reino de Eirth.

A juzgar por su apariencia no parecían tener más de veinte años pero ya eran conocidos en el mundo entero como los cinco ángeles endiablados de Eirth. Ellos se encargaban de proteger el pequeño reino de aquellos que lo invadían, y cabe decir que, hasta ese momento, habían hecho muy bien su trabajo. También hay que mencionar que tenían bastante porque este reino se caracterizaba por la hermosura de sus habitantes, tanto de mujeres como de hombres (en especial de estos), además de que todos ellos eran fértiles y las características de fuerza eran destacables.

Debido a que, por tales características que los hacían andróginos y andróginas, sumado a su diminuta complexión, altura y tamaño eran muy codiciados, razón principal por la cual eran constantemente atacados. Así pues el sobrenombre que poseían estos muchachos deriva de que, al ser eirthianos, debían sobresalir en belleza (aunque nadie antes les había visto el rostro ya que lo llevan siempre cubierto) añadiendo el potencial de fuerza que los hacía casi invencibles. Hay que mencionar la palabra casi porque, entre los muchos otros países que lo asediaban, solo uno los superaba en estilo, elegancia y manejo de fuerza, el reino de Thorp. Lo que estos chicos no sabían era que muchos atacaban el pequeño territorio buscándolos a ellos, queriéndolos, codiciándolos y desvelando con aquella curiosidad la belleza que escondían.

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- Por fin, nuestros pequeños ángeles dan la cara. El susodicho hombre era bastante alto (1.95m), robusto, musculoso y tremendamente atractivo, se dijo el pequeño muchacho enmascarado. Pero, ¡qué diablos pensaba en esos momentos! Su familia y amigos en peligro y él…… pensando en ese moreno de ojos negros……¡¡pero bueno!! Deja de pensar y punto que al final te pones en un aprieto…. – Todo eso pasaba por la mente de un pequeño muchacho que había acudido en ayuda de su país para ahuyentar a los atacantes pero que no pudo evitar quedarse algo aturdido al ver la imponente figura de un recio hombre apostada en el frente de batalla.

El atractivo hombre llevaba sujeta a la reina consorte del brazo y antes de ser interrumpido estaba preguntándole por el príncipe heredero que, a su mayoría de edad, sería coronado, pues, desgraciadamente, el rey murió años antes defendiendo el reino de unos tipos que pretendían secuestrarlo. Se rumoreaba que el príncipe era, con diferencia, el más bello que nadie hubiera visto jamás, pero como rumor que era, en eso quedaba pues nadie podía afirmar la apariencia del joven que, tras el incidente con su padre, se había refugiado en palacio y no había permitido que se le viera desde entonces salvo por los habitantes de su reino, que, por cierto, no decían ni una palabra sobre el mismo.

La reina consorte, a pesar de rondar los cuarenta y pico años, era hermosa y todavía mantenía un rostro joven a pesar de que por su cara surcaban unas pocas arrugas. Sus ojos eran de un azul muy claro y su pelo, largo y recogido en una trenza, era negro. Vestía un sencillo traje azul celeste que resaltaba en su nívea piel atado por un cinturón marrón oscuro que estaba, a su vez, sujetado por un precioso broche dorado en forma de corazón. A su lado, estaba su hijo pequeño, Alan sin Rossenguer, que intentaba soltar la mano que se cernía sobre su madre para poder liberarla de dicho agarre. Tendría alrededor de los doce años, medía 1.56m, tenía el pelo negro, igual que su madre, le llegaba hasta los hombros, recogidos en una cola pero sus ojos eran de un amarillo intenso como los de su padre. Era delgadito pero de complexión atlética y parecía ser más fuerte de lo que aparentaba, como todos en ese país.

- ¡¡Suelta a su alteza Millenia!!-dijo el chico que momentos atrás se había quedado anonadado por la masculinidad que aquel ser emanaba a su paso.

- Inténtalo si puedes, canijo.- Soltando a la reina y empujándola hacia el príncipe menor, blandió su espada hacia este. Sin hacer ningún otro movimiento se quedó estático a la espera del movimiento del muchacho, momento que no se hizo de tardar ya que el joven no tardó en desenfundar su arma y lanzarse contra aquella amenaza que atenazaba contra la vida de sus seres queridos.

Empezaron a luchar espada contra espada, se oía el entrechocar de las mismas. Se notaba el gran manejo de aquellas manos que las enfundaban; pero el mayor contaba con mayor experiencia, experiencia de los años y de eso se dieron cuenta los otros cuatro muchachos que fueron en su ayuda pero vieron su camino hacia su líder cortado por cuatro grandes hombres que ya tenían sus armas en la mano dispuestos a usarlas de ser necesario.

Los intrusos iban muy bien preparados pues lo que, en verdad, buscaban en ese territorio era a los cinco ángeles y se habían preparado a conciencia para ello, para capturarlos, para hacerlos suyos, y si de paso se quedaban con unas tierras,…. Pues mejor.

De pronto se crearon cinco focos de batallas. Los habitantes de Eirth comenzaron a agitarse para intentar ir en ayuda de sus guerreros pero los invasores poseían un ejercito que los quintuplicaba e iban armados hasta los dientes por lo que en segundos fueron silenciados y acorralados pera evitar una insurrección infructífera que de seguro desembocaría en la muerte de pequeñas preciosidades que podrían tener unos fines futuros mejores.

“¡¡¡Es muy fuerte!! ¡Debo bloquearle como sea! Si seguimos así mucho tiempo, podrá conmigo ya que posee más fuerza bruta que yo y por lo visto, mas resistencia.¡¡ Mierda!!” – Pensó el chiquillo mientras esquivaba uno de sus golpes dirigido a su pierna derecha. – “Por lo visto me quiere vivo porque no apunta a mis puntos vitales. Si me aprovecho de eso…” Así que arriesgadamente el más pequeño expuso parte de su cuerpo para intentar desarmarlo. Por lo visto la acción tan arriesgada sorprendió al mayor que quedó paralizado por tal súbito movimiento, momento que aprovechó el otro para intentar clavar su espada en el robusto hombro, pero, inesperadamente y gracias a los buenos reflejos que el mayor poseía, se revolvió hacia un lado, volteando su cuerpo y colocándose detrás del eirthiano y clavando el filo de su espalda en el hombro del más bajo, atravesándolo.

- ¡¡AHHHHHHHHHHHHHhhhh!! – Sin soltar aun la espalda el herido se puso de pie y se giro para verlo a los ojos, ojos que no demostraban emoción alguna. A lo pronto, se escucharon pisadas que se acercaban velozmente… miró como pudo ya que, a causa del lacerante dolor que sentía en reciente perforación en el hombro y por la consiguiente pérdida masiva de sangre, empezaba a marearse por la perdida…una figura azul distorsionada…parecía correr asustada hacia el…cerró un poco los ojos para fijar mejor la vista…. – ¡¡NOOOO!! – articulé a decir- quédate donde estás…alteza.

- Pero…

- El príncipe menor está asustado, vuelve con él. – La mujer obedeció sin chistar

- Parad de batallar si no queréis que acabe con esta pequeña belleza – dijo el hombre que había estado peleando el pequeño guerrero enmascarado ahora lesionado; que, sin más, intentó asirlo con sus manos. Por supuesto el herido, con las pocas fuerzas de las que todavía gozaba, se lo impidió, aun sujetaba la espada y mientras estuviera consciente seguiría luchando. El intruso pareció reírse cuando le alcanzo superficialmente en un brazo. Momentos después, su mirada se tornó dura y con un leve y fácil movimiento consiguió desarmar al otro y lo envió contra la pared, haciendo que emitiera un quejido desgarrador que hizo que los demás focos de batalla se extinguieran.

El muchacho, atrapado contra la pared, miró alrededor para comprobar el estado de sus amigos, de sus camaradas de lucha y comprobó que estos luchadores eran muy buenos, mejores que ellos. Por su mente, empezó a buscar ideas, planes que les sirvieran para poder salir lo más airoso posible de esa situación en la que se encontraban. Estaban bastante lastimados, comprobó con satisfacción que eran heridas superficiales, pero, muy a su pesar, también comprobó los enemigos apenas estaban cansados. Comprendió que las posibilidades de escape eran mínimas y que aquellos tipos debían ser… eran…

- ¿Sois los guerreros del reino de Thorp? – inquirió de pronto sujetando con su mano derecha su hombre izquierdo, donde había sido herido.

- Sí – fue su escueta respuesta – Ahora pequeño vamos a acabar con esta farsa y a descubrir tu pequeño secreto. – rió. Su risa lo paralizó. Había algo en ella que no le gustó, algo que no pudo distinguir con certeza. Esas carcajadas le produjeron escalofríos.

- ¿Eh?- Y fue por esas risotadas que no le dio tiempo a decir nada más porque aquella imponente figura atractiva se abalanzo sobre el ahora atrapado soldado, dejándolo aprisionado entre su musculoso pecho y la pared central del castillo. Sin darle tiempo a reaccionar le quitó la gorra y el pañuelo que cubría su cara hasta ese momento.

Cuando oyó el estruendo de murmullos de los visitantes no deseados se dio cuenta de la sorpresa que reinaba en sus caras y fue cuando realmente comprendió lo que pasaba. Se habían quedado deslumbrados de la belleza del pequeño cabecilla rebelde, lo que aquel siempre había maldecido, razón por la cual había dejado de mostrarla en público desde hacía siete años. Jamás olvidaría el día que decidió esconderla para siempre y ahora, este…tipo había hecho que incumpliera su promesa.

- Eres más guapo incluso de lo que decían los rumores – esa voz sensual se escuchaba cerca, muy cerca, del oído ajeno hizo que saliera del estupor en el que se encontraba el bello doncel. Nada más reaccionar, lo empujó con todas las fuerzas que pudo reunir e intentó recoger la espada que seguramente se le había desprendido cuando fue bruscamente jalado hacia la pared. La buscó con la mirada, estaba tirada cerca de donde estaba, justo a sus pies y cuando se dispuso a empuñarla, alguien se lo impidió. No llegó a tiempo y fue empujado en la dirección donde se encontraba la reina y su hijo menor.

- Bueno, ya está la familia real al completo, ¿verdad? Príncipe heredero. La verdad es que los rumores, debo decir, no hacían justicia a lo que ahora veo ante mis ojos. Me parece de muy mal gusto habernos dejado sin el gusto de poderlo contemplar durante estos años. – dijo con voz socarrona. La mayoría de los presentes, salvo cuatro soldados fornidos que aun sostenían sus espadas, quedaron sorprendidos ante tal afirmación, unos de sorpresa ante una noticia nueva y otros de miedo al ser descubierto el secreto que habían guardado celosamente durante años.

- ¿Qué? – no pudo más que preguntar. Estaba sorprendido, asustado por saber descubierta su identidad.

- No seas estúpido, mejor dicho, no te lo hagas o tendré que ponerme serio y empezar a castigar a tus súbditos hasta que lo aceptes. Tú dirás. Si quieres empiezo con tu madre o con tu …

- ¡¡BASTA!! – le cortó – Bien, ya me has descubierto. Soy el príncipe heredero. ¿Quieres una presentación? – pregunté iracundo. Al ver que movía afirmativamente la cabeza, continuó con su discurso. Sus palabras salieron forzadas, tenían un tinte hipócrita y sus palabras destilaban ira y odio conforme salían pronunciadas de sus labios- Soy Reiv Christopher Remusant, hijo de lady Millenia y lord Christopher, rey de Eirth, príncipe heredero y futuro rey de Eirth. Dentro de un año, tendré la edad suficiente para ejercer el cargo en función. Hasta entonces, la regente es mi madre, la reina Millenia a la que tan bien habéis tratado. Ahora pues, hecha mi presentación, ¿sería mucho inconveniente que me dijerais el motivo de su “visita” y su nombre?- estas últimas palabras las dije escupiendo entre dientes.

Tras hacer una pequeña reverencia, bastante estúpida y en tono de burla, comenzó a hablar alzando la voz para que todos los presentes consiguieran oírlo y, aunque pereciera imposible, consiguió llevarlo a cabo. Además, su voz era tan varonil y sensual, que se hizo un silencio sepulcral tan solo roto por los débiles quejidos de cierto príncipe herido.

- Soy Ethan Luc Van Diel, rey de Thorp, esos de ahí son mis cuatro lugartenientes y amigos, lo que resta una cuarta parte de mi ejército principal. Y en cuanto al motivo de mi visita, creo que queda bastante claro, ¿no, mi pequeña majestad? – Comenzó a mirar al príncipe Reiv de arriba abajo contemplándolo con esos ojos que parecían devorarlo.

Se quedó maravillado contemplando la anatomía de esa pequeña joya. Medía 1.60m, tenía el pelo corto y era de un color tan claro que parecía blanco, en realidad, uno podía atreverse a decir que así era, sus ojos, además, eran de un azul tan claro que parecían cristalinos, su piel también era blanca por lo que parecía una muñeca de porcelana. De figura delgada, poseía musculatura,… Era la reliquia más preciosa jamás vista y muchos reinos se matarían en cuanto la viesen; si ya lo hacían sin la certeza de que existiese, ahora con mayor razón. Su atractivo era tal… que dejaba a aquel que lo viera sin respiración.

Ethan comenzó a cercarse al lugar donde estaba la reina abrazando a su hijo herido y a Alan pero se detuvo al comprobar el jaleo que se formaba tras de él. Al mirar comprobó que los restantes muchacho guerreros que habían estado observando la escena habían decidió actuar e intentar salvar a su príncipe.

Antes de que tuviera tiempo de decirles algo, se oyó una débil voz tras de él que intentó que se oyera por encima del estruendo y revuelo causado:

- ¡PARAD AHORA MISMO! – se hizo el silencio y prosiguió, esta vez dirigiéndose a la alta figura que se alzaba delante de él – haremos un trato y ahorraremos tiempo, esfuerzo, fuerza y sangre, pues si no aceptas no me rendiré hasta que acabes con mi vida- tuvo que interrumpirse para consolar a su madre que había emitido un gritito al oír esa palabra, no quería que uno de sus pequeños muriera como lo había hecho el amor de su vida. Prosiguió: -supongo que es a mí a quien quieres. Pues yo me ofrezco y me comprometo a aquello que tú quieras si a cambio dejas a todo mi pueblo en paz y te marchas por donde has venido. Eso sí, tenerme a mí, no significa hacer con mi reino lo que se te venga en gana. ¿Qué me dices?

- Bueno,… sí es a ti a quien quiero pero, ¿seguro que quieres ofrecerte así de voluntario? Pues pretendo hacerte mi amante, y hacerte mío tantas veces quiera hasta que engendres un hijo. Entonces te desposaré y englobaré este reino. Aun así, permitiría que tú lo gobernaras a tu antojo bajo mi mando y yo a cambio lo protegería de otros invasores. Si decides venirte ahora conmigo, dejaré a tu gente aquí tal y como deseas pero esos amiguitos tuyos creo que querrán ir contigo porque, por lo que he deducido, son tus guardaespaldas. Además, como yo que he demostrado interés por ti, mis tenientes lo han hecho por tus guardianes. Esto es lo máximo que te concederé-Antes de que el otro protestara añadió en un tono que no admitía discusiones: - Sabes que tu posición no es ventajosa y que un trato mejor no conseguirás. – y ensanchó de una forma un tanto extraña su sonrisa.

De pronto todo comenzó a dar vueltas a su alrededor tras conseguir decir en un susurro que aceptaba.

- Algún día te mataré, bastardo. Que no te quepa la menor duda.

Solo pudo ver la sonrisa de prepotencia del que estaba de pie frente a él y, luego todo se volvió negro.

Ya no se pudo oír nada más.

Sintió unos brazos que lo rodearon con una gentileza inusitada que lo hicieron gratamente confortado y seguro. Se quedó profundamente dormido y relajado al saberse abrazado por su madre.

Lo que no pudo notar era que esos brazos musculosos y trabajados por el ejercicio lo habían levantado del suelo y lo llevaban dentro del palacio para acomodarlo en una habitación, mientras todo era preparado para partir hacia el reino de Thorp y su herida atendida.


CAPITULO 2. EL PACTO

Oscuridad. Los recuerdos fueron opacados cuando definitivamente quedó desmayado y cayó en la inconsciencia, llevándose, por ahora, todos los recientes recuerdos y el dolor… aunque, solo fuera algo pasajero…

Reiv comenzó a sentir que todo el cuerpo le dolía y prueba de ello eran la emisión de algunos quejidos que se escapaban por sus labios…. En especial, el hombro le punzaba… ¿por qué?... De pronto todas las vivencias se agolparon en su mente y recordó. “¡¡¡claro!!! Me han herido, seguramente caí inconsciente, pero, ¿que paso luego?” Esas palabras no paraban de formularse en su mente.

Con mucha dificultad intentó salir del estado de estupor en el que se encontraba. Comenzó a abrir los ojos para ver a un hombre que le parecía vagamente conocido…intentó centrar bien la vista hasta que lo reconoció. ¡Es Hank! Hank es un hombre de unos cincuenta años y ha sido, desde antes de que Reiv naciera, el médico personal de la familia real Eirthiana. A su lado y cogiendo la mano del convaleciente muchacho se encontraba su progenitora. Está llorando.

“¡No lo soporto! Me prometí aquel día que no volvería a hacer sollozar a mi madre. ¡¡Maldito sea!! ¡¡Lo mataré por esto, por hacer incumplir mis promesas!!” – pensó con amargura el príncipe.

- No pasa nada, mama; me encuentro bien. Solo es una herida superficial, ¿verdad, doctor? – mi misión era la de tranquilizar a su madre.

- Tiene razón, su alteza real. Por suerte, la lesión no dejará ninguna consecuencia permanente que impida el normal funcionamiento del hombro. Le dolerá, pero es normal. Volveré mañana para curar la herida y mirar los puntos de sutura – contestó el médico.

- Creo que eso no será necesario – El que se encontraba recostado tembló ligeramente al oír y reconocer esa voz. Era la voz del hombre que mataría. Por el momento, se conformaría con maldecirlo hasta la saciedad, pero cuando se encontrara mejor….¡¡¡¡¡¡¡¡que ganas le tenía!!!!!!! Esos eran sus pensamientos. Era la meta que se había fijado y le sería un verdadero placer cumplirla. Por lo visto, se dijo para animarse, tiempo tendría para lograrlo.

Reiv se enfureció tanto al verlo otra vez que no se di cuenta de que se había levantado de la cama a pesar de las súplicas implorantes de su madre y comenzó a tambalearse hacia él. Según su instinto solo pegándole se podría quedar un poco más satisfecho y se tranquilizaría enormemente, aunque fuera un simple guantazo para borrarle la media sonrisa que, en esos momentos, asomaba en su boca. Se conformaría con tan solo eso, al menos, así de seguro se le quitaría un poco ese sentimiento de venganza que recorría sus venas.

En esos instantes, empezó a encontrarse débil, muy débil. Se le notaba porque las piernas le temblaban y era fácil imaginar que éstas no le sostendrían por mucho más tiempo… Así, Reiv, de pronto, notó unos brazos que le rodearon y le abrazaron, estrechándolo contra un poderoso cuerpo que olía a flores frescas.

- ¿Qué crees que estás haciendo? – susurró el más joven entre dientes para, a continuación, intentar golpearle la cara con uno de sus puños pero, entre que se encontraba débil y que era más, mucho más alto que él, solo consiguió golpearle tan suavemente en el pecho que su acción tuvo como consecuencia que el golpeado soltara una risita. ¡Un día haría que se las tragase! – Reiv volvía a sentir hervir su sangre

- Creo que en estos momentos estoy abrazando a un pequeño peluche que no puede tenerse en pie. – comenzó a reír, esta vez de manera sonora- que intenta sacar sus garritas de porcelana… pero no puede.

- Te creerás muy gracioso, pero no lo eres ni una pizca. Solo espera que me recupere… - masculló como respuesta.

- ¿Te tengo que recordar como quedó nuestro primer enfrentamiento? Y creo recordar que te encontrabas en perfectas condiciones – y su abrazo, del que el doncel, debido a la furia, había olvidado momentáneamente, aumentó en fuerza dejándolo casi sin aire en los pulmones. Pareció darse cuenta pero no aflojó su agarre. – Solo venía a perfeccionar las cláusulas de nuestro acuerdo.

- ¿Qué?

Ethan tuvo que explicarle lo cedido horas atrás debido a la cara que el abrazado puso cuando le comentó el susodicho contrato: – Te recuerdo que hicimos un trato: tú a cambio de la protección de tu reino.

- Querrás decir yo a cambio de que no destruyeras mi reino – la furia y su abrazo del que no había parado de intentar zafarse mientras discutían, cabe decir que dichos intentos, todos, fueron infructuosos, lo que enrabietaba más aun al pequeño, hicieron que su voz, cuando habló resonara por toda la habitación.

La reina consorte, reaccionando ante el tono de voz de su primogénito, y su hermano que había estado en una esquina que escapaba del radio visual del mayor, ya de por sí borroso, intentaron acercarse; pero Ethan los detuvo a ambos con la mirada y, como sí de un saco de patatas se tratara, lo levantó y colocó cómodamente entre sus brazos. Por supuesto los gritos de asombro y humillación del otro no tardaron en hacerse notar, pero fueron bajando de intensidad a los pocos segundos… estaba muy cansado, soñoliento. Seguramente, el doctor le habría dado tranquilizantes y algún relajante para suavizar el atenazante dolor del hombro y de la reciente batalla, así que el ahora “saco de patatas” decidió guardar fuerzas para lo que podría surgir.

- ¿Parece que por fin has decidido que la mejor forma de enfrentarme no es romperme los tímpanos? – musitó. (“Encima bufón, lo que me faltaba” – maldijo para sus adentros Reiv.).

Cuando fue a abrir el picaporte de la puerta de roble, Reiv cayó en la cuenta que esa no era su casa ni ninguna otra que conociese. Entonces, ¿dónde se encontraban? Un temor comenzó a recorrerle la espina dorsal.

Anduvieron, dejando a su única familia en aquella habitación, la cual estaba custodiada por dos fornidos y grandes soldados, por un largo pasillo enmarcado por hermosas puertas de madera tallada, todas ellas cerradas. Era bastante ancho y de las paredes laterales colgaban cuadros de paisajes y retratos de lo que se suponía serían los antepasados del amo y señor del recinto. El suelo, a su vez, estaba cubierto por alfombras granate oscuras que daban al lugar una elegancia añadida al lugar. Al fin, llegaron a la última puerta situada al final del pasillo; era más grande que las demás y, a diferencia de éstas, estaba formada por dos alas.

Su sorpresa fue mayúscula cuando, al ser abierta esa puerta y entrar a un enorme despacho compuesto por grandes estanterías llenas de libros, sillones y una gran mesa de despacho, observó aquellas caras, algunas de sorpresa y otras… otras, como la de aquel tipo que lo sujetaba, sostenían una risa maliciosa e insoportable. “¡Es que todos los de ese pueblo eran iguales! No sobreviviría si todos los días van a ser así. O se muere de un infarto, de la rabia y o de una úlcera” – Ese sentimiento de futuro le atenazaba.

Todavía sin dejar en el suelo su valiosa carga, y portándolo como una novia a la que conducen por primera vez a su casa y la jalaban entre brazos para pasar el umbral de los que sería su casa, se sentó en la gran silla con respaldo alto que coronaba aquella habitación y que se encontraba detrás del escritorio. Luego, dijo:

-Ya que todos los implicados estamos aquí podemos aclarar definitivamente las cosas y poner en orden las pautas de “nuestro contrato” – En esos momentos solo se oyeron las risas de cinco personas. Las cinco restantes solo mascullaban avergonzados y vencidos, sobre todo una que, sentada en el regazo de la otra comenzaba a comprender con gran temor que era lo que éste quería de él. El otro pareció darse cuenta y, sin dejar la maldita sonrisa, le susurró: - si no quieres comenzar la fiesta antes de tiempo, mejor no te muevas ni un milímetro; aunque, a decir verdad, tampoco me importaría. – El criterio de conservación de Reiv le decía que debía levantarse de aquel molesto sitio enseguida, antes de que al “amiguito” del rey le diera por salir a buscar espacios nuevos.

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“Tengo que hacer algo inmediatamente”. Reiv estaba planeando qué podía inventar para librarse de aquella situación tan embarazosa y que dañaba considerablemente su orgullo. Esa era su prioridad, luego vendría la del trato y la de por qué sus amigos estaban sentados y atados en aquella habitación.

Ese hombre es muy fuerte y lo tenía bien sujeto así que con cabrearlo no bastaría para soltarlo, así que consideró que tan solo conseguiría liberarse si lo sorprendo o si… tal vez, ambas cosas… “¡a la mierda! ¡Cómo lo voy a hacer!... ponerlo más caliente no me parece una manera muy sutil de liberarme, pero… es una urgencia… pero si luego quiere más…lo patearé. ¡Eso es! y, ¿mi orgullo? Bueno, me lo estoy jugando de todas maneras porque antes muerto que dejarme tocar por…éste.” – decidió arriesgar el todo por el todo.

Y sin más preámbulos y antes de que su pudor y orgullo se arrepintiera, ladeó su cabeza; tras decir en un susurro el nombre del mayor, se acercó a su cara y le dio un pequeño, tímido beso en la boca al otro. La cara del rey era de tal sorpresa que al pequeño le dieron ganas de reír, desde luego le gustaba esa cara, le gustaría volver a verla… pero, el rey reaccionó más rápido de lo que esperaba y lo acomodó dándole la vuelta para que sus rostros estuvieran uno enfrente del otro, tras lo cual colocó una de sus manos en la nuca del muchacho para así profundizar el contacto.

“¡Mierda!. Esto no me está saliendo según lo planeado. ¡Pero cuando algo me sale derecho!” Intentó separarse sabiendo lo que ocurriría a continuación más el más grande lo atrajo hacia así para acto seguido colocar su lengua en su boca y, con ella, comenzar a inspeccionar aquella cavidad húmeda. Al mismo tiempo, buscaba su pequeña lengua y cuando dio con ella comenzó una lucha en la boca del pequeño, aquel músculo mojado jugueteaba en la boca del príncipe, no dejaba ningún recoveco sin explorar.

“pero, ¿qué…?” pensó Reiv. Desde luego eso no se lo había esperado pero tampoco se habría imaginado que le iba a gustar tanto y que, para su sorpresa, no quería que acabara. “Si esto sigue así… pero me gusta… ¡no puede ser! A ver que se piensa. ¡Ahora te vas a enterar!” – determinó el chiquito.

Acto seguido con sus dientes atrapó el labio inferior y lo mordió con todas las fuerzas que pudo recoger. La reacción no se hizo esperar y con un “Mierda” que resonó en la habitación, se separaron interrumpiendo el beso y Ethan se levantó del sillón, aunque todavía tenía sujeto a Reiv. El chico de ojos azules cristalinos aprovechó el momento en el que el otro se limpiaba la sangre de la boca con una de sus manos y, tal y como había ideado en su plan inicial, le pegó una patada en sus partes nobles. Ahora sí que retumbó todo en la habitación y si antes había soltado un taco, lo de ahora era una retahíla de palabrotas tal que algunas de las pronunciadas, Reiv no sabía ni que existían. El muchacho fue soltado de inmediato y mientras que corría hacia el sitio donde estaban sus compañeros, echó un pequeño vistazo al hombre que ahora estaba arrodillado en el suelo con ambas manos sobre su zona sensible.

“Quizá me haya pasado un poco…no sé. Tendré que adarme con cuidado, no creo que, cuando recupere las fuerzas, le apetezca gastarme una de sus bromas especialmente; pero, con este brazo, no creo que pueda defenderme… ¡joder! ¡Debería haberle dado con menos fuerza! ¡De esta no salgo vivo!” – se lamentaba. “¿Alguna vez podré hacer algo medianamente bien?”

Miró hacia abajo, en dirección donde estaban sus camaradas sentados forzosamente, y vio la cara de su amigo que, con sus ojos verdes azulados, intentaba ayudarle, pedirle que intentara soltarle de las cuerdas para enfrentarse a lo que vendría. Reiv lo entendió de inmediato pero, el moreno de ojos negros, ojos que denotaban una furia intensa, ya comenzaba a levantarse y a dirigirse hacia el lindo y pequeño príncipe. Cuando se disponía a correr, una voz lo detuvo. Al dirigir su mirada hacia donde provenía ésta, comprobó que todos aquellos desconocidos que, por cierto, eran gigantes y atractivos, pero no tanto como aquel bobalicón “¡en qué mierda estoy pensando otra vez!”, estaban riéndose a carcajada limpia salvo uno que pareció darse cuenta de que la situación requería algo de seriedad y se había adelantado del grupo para detener a Ethan, cosa que le costaba.

- Venga, cálmate un poco, Ethan. No querrás lastimar al mocoso… otra vez – la voz provenía de un individuo alto de ojos marrones verdosos y pelo castaño.

- Déjame Kaito. Este impertinente necesita una lección y yo se la voy a dar ahora mismo. Cuando acabe con él no podrá sentarse en semanas – rectificó. - que digo, meses – Forcejeaba con su amigo Kaito hasta que consiguió que el otro sujeto, que intentaba calmar la situación ahora reinante, trastabillara y perdiera el equilibrio, momento que aprovechó para dirigirse hacia Reiv, el cual, habiendo observado prudencialmente la escena, ya comenzaba a alejarse del mayor y estaba más que dispuesto a salir corriendo. Había considerado la posibilidad de, si las cosas se ponían demasiado feas, saltar por uno de los grandes ventanales que, adornados con preciosas cortinas granates, enmarcaban el habitáculo. Pero, para su sorpresa, Kaito, que así lo había llamado Ethan, aun estando en el suelo, lo había enganchado por una de las piernas para evitar que siguiera avanzando y éste, al perder el equilibrio, cayó al suelo.

- Me cago en…… Pero, ¡qué haces estúpido! – y ya en el suelo ambos amigos comenzaron a revolverse, uno intentando pegarle un puñetazo al otro para que lo soltara y el otro, evitar que el puñetazo llegara a término.

- Dejad de reíros de una vez y ayudadme a calmarlo un poco antes de que haga algo de lo que luego seguro se arrepentirá – gritó mientras evitaba por enésima vez un golpe de su compañero.

- Vamos, tampoco creo que sea para tanto – Esa voz anónima pertenecía a otro de las personas que, hasta hace un momento, estaban riendo. Se fijó para mirarlo y comprobó que era de la misma estatura que Ethan, que tenía un color de ojos muy raro, violetas, y que su cabello era de un gris muy brillante que tenía recogido en una cola.

- Luck, te pregunto, ¿crees, entonces, que ahora mismo lo estaría sujetando para que no me matara ni a mi ni al chiquillo mocoso si la situación no lo requiriese? – dijo Kaito mientras seguía esquivando los golpazos de su mejor amigo, aunque sabía que no duraría mucho pues, entre todos era sabido que, aunque los cuatro tenientes que acompañaban al rey de Thorp eran poderosos, su capitán lo era aún más.

Tras pronunciar dichas palabras recibió un golpe en el estómago que lo dejó sin aire momentáneamente, hecho por el cual los otros comprendieron que, Kaito, además de ser su mejor amigo, se habían criado juntos, era el que mejor lo conocía y que si tenía razones para preocuparse era por motivos fundados. Si había algo que todos sabían, salvo al parecer cierto principito de ojos azules cristalinos, era que, entre el vocabulario de Ethan Luc Van Diel, no existía el vocablo “paciencia, aguante y tranquilidad”.

Así pues, momentos después cuatro fornidos muchachos intentaban calmar al que estaba fuera de control.

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Ya era la segunda vez que lo llamaba mocoso y eso no le gustaba para nada. Mientras que los otros discutían e intentaban sujetar a su jefe, decidió que lo más prudente y aconsejable era soltar a sus protectores e intentar salir de ahí porque la situación había escapado de sus manos.

Comenzó quitando la mordaza de su mejor amigo pero, al intentar quitar las sogas que unían las manos de su amigo a su espalda, observó que estaban muy fuertes y que, como contaba solo con un brazo, pues el otro estaba herido y lo tenía sujeto con vendas al pecho para que el hombro no se moviera y así evitar posibles aberturas de la herida, no podría quitarlas. Antes de intentar buscar algo con que poder cortarlas, echó una mirada fugaz a la escena que allí se estaba llevando a cabo y sonrió.

“Eso los tendrá entretenidos el suficiente tiempo hasta que consiga soltarlos. A ver si hay algo por aquí con el suficiente filo que me pueda ayudar a cortar las cuerdas…” Una voz interrumpió su letargo de pensamientos.

- ¿Te puede servir aquel abrecartas que se encuentra en aquella mesita de cristal que está al lado de la estantería de aquí al lado? – contestó Nitsuga como si respondiera a los interrogantes que habían surgido en mi cabeza. Pero, bueno, era mi mejor amigo, nos conocíamos desde… desde que comienzo a tener recuerdos. Nos llevamos días de diferencia por lo que estuvimos juntos siempre. Su madre trabaja en palacio por lo que Nitsuga siempre estaba allí con ella y yo me acercaba siempre que podía para jugar con él. Es más o menos de mi estatura. Recuerdo que siempre estábamos discutiendo a ver cual de los dos era el más alto y, para comprobarlo, hacíamos marcas en un roble que se encontraba en los jardines. Sus ojos son de un verde azulado que, a veces, daban la impresión de estar mezclados, de ser imposible saber cual era su color real y sus cabellos eran de un azul oscuro intenso que, al ser largos, le daban una apariencia increíble de chica. Esa era una de las razones principales, a parte de que no me gustaba, por la cual no me lo dejaba largo.

- ¿Cómo te…?- Nitsuga no le dejó terminar la frase.

- Porque llevamos más tiempo que tú en esta sala y lo hemos aprovechado para buscar posibles salidas. Venga, ahora date prisa para soltarme y yo haré lo propio con Karel, Yuuri y Sakuya y después hablamos, cuando estemos a salvo – aunque había susurrado las palabras para que tan solo ellos cinco las oyeran, Reiv pudo darse cuenta que su camarada estaba muy preocupado y, dada su mirada, estaba seguro de que el porqué estaba con ese estado de ánimo era culpa del príncipe.

“¿Es que tan mal me veía?” – se preguntó. “Puede que sí, la verdad es que me encuentro muy cansado y me duele horrores la herida, pero eso ahora mismo no es mi prioridad, así que me dirigí hacia la cercana mesita, cogí el abrecartas que estaba bien afilado y corté las sogas. De lo demás ya se encargaría Nitsuga. Yo necesitaba descansar un poco…” – Su cuerpo comenzaba a resentirse. “Esto no es bueno, no consigo enfocar bien las cosas. ¡Mierda! No tenía otro momento para que la herida me diera problemas” Miró y comprobó que Nitsuga ya ha desatado las manos de Yuuri y de Sakuya. Reiv siempre se sorprenderá, a pesar de lo mucho que los vea, de lo poco que se parecen: uno pelirrojo y otro moreno, uno jovial y el otro maduro, pero desde que vinieron a casa cuando tenía él era apenas un bebé han sido muy buenos amigos. Eran más que eso, eran como hermanos aunque no tuvieran la misma sangre. Nitsuga hace lo propio con Karel. Lo desata. Estos a su vez se han quitado las mordazas y las cuerdas que también sujetaban sus piernas y las tenía inmovilizadas.

- ¡Es imposible! cuando está de este humor parece que su fuerza es infinita. – gritó desesperado Kyo que, en esos instantes, tenía una cara de muy mala hostia. La verdad es que, salvo con estos cuatro, con los demás, era muy antipático e, incluso, antisociable. A pesar de eso, era, como los demás, muy popular pues su cabello rubio oscuro, su complexión atlética y sus ojos azules lo hacían irresistible.

Mientras intentaban frenarlo en su avance, Ethan consiguió zafarse de Shion, que, a pesar de ser un año mayor que él, consiguió tirarlo al suelo.

- ¡Ya basta! Os estáis poniendo muy pesados. Lo único que quiero es darle una lección al enano éste para que aprenda y vosotros lo que hacéis es sacarme aún mas de mis casillas. Así que dejadlo ya, es una or… den – Ethan se quedó mudo al observar, por primera vez desde que comenzó el forcejeo con sus hombres, la escena que se llevaba a cabo en el sitio donde habían estado los prisioneros. Los otros, al ver que se había detenido de inmediato, fijaron su atención al punto donde lo hacía su capitán y lo que encontraron fue…nada; efectivamente, donde tenían que estar cuatro preciosos guerreros atados, quietecitos y callados, sentados en un sofá, no estaban y otro que debería estar cagado de miedo y tiritando por algún rincón tampoco se veía.

- ¡Me cago en %&%&%&! (aquí se insertan todo tipo de palabrotas)- Ethan se puso a maldecir por su estupidez. Y, por si fuera poco los otros se lo recordaron ávidamente porque no solo era él el interesado por el “bienestar” de esos muchachitos; aunque no estaba seguro de si uno de ellos lo seguiría estando después de aquello. No se había sentido tan avergonzado desde hacía años, cuando…mejor ni recordarlo. – Llamad a los patrulleros para que vengan aquí y a los guardias, que cerquen todo el palacio, que no dejen salir a nadie. Quiero a todo soldado disponible aquí. No podemos dejar que se vayan ahora que los tenemos con nosotros por fin.

- ¡SI, SEÑOR! – respondieron al unísono.

La pelea había concluido.

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Cuidadosamente los cinco guerreros de Eirth salieron de la habitación, dejando la puerta abierta para que el ruido no atrajese la atención de los demás presentes en la habitación.

Una vez que hubieron salido, esperaron unos segundos, y tras comprobar que la discusión había seguido sin interrupción, comprendieron que se habían olvidado de sus “invitados” por completo.

Anduvieron unos pasos pero se dieron cuenta de que uno de ellos se estaba retrasando del grupo y eso no era bueno. Reiv iba muy por detrás de los otros cuatro.

- Reiv – susurró Karel - ¿qué te pasa?

Reiv no respondió a la pregunta y tan solo se apoyó en una de las paredes que formaban el enorme pasillo, recorrido con anterioridad, dejando en la misma una marca de sangre. Fue entonces cuando Sakuya se imaginó lo que ocurría y, acercándose a Reiv, pudo observar las gotitas de sangre que había en el suelo. Intentó alzarlo en brazos pero se detuvo al escuchar los gemidos procedentes del príncipe.

- La herida se te ha abierto, ¿verdad? Los puntos de sutura han debido de soltarse, probablemente, cuando peleaste con aquel thorpiano grandote y burro. ¿Por qué no nos has dicho nada? Y ni se te ocurra decir que fue para protegernos que te pego una bofetada para que se te quite la tontería. Te recuerdo que nosotros juramos protegerte y que eso no cambiará nunca así que no vuelvas a hacer una tontería como ocultarnos una herida por la cual te estás desangrando… - no le dio tiempo a decir nada más porque Reiv cayó desmayado y se hubiera ido al suelo si no hubiera sido por Sakuya que lo sujetó y alzó en brazos.

En ese momento oyeron pasos y, sin saber cuantos eran los que se acercaban y teniendo que proteger al obstinado príncipe, se metieron en la primera puerta abierta que encontraron. La habitación era gigantesca, en ella había dos camitas con muchos peluches por encima de las mismas, los juguetes se encontraban desparramados por el suelo y todo, todo lo que había era de color rosa.

-¡Madre mía! Esto parece rosalandia – dijo Yuuri con cara de sorpresa – me da incluso un poco de cague todo esto. Parece como si una de esas muñequitas fuera a sacar de su vestido un cuchillo para atacarnos.

- ¡Yuuri! – nombraron todos, salvo el inconsciente.

-¿¡Qué?! ¿Qué he dicho? Es verdad – Por respuesta recibió un golpe en la nuca cortesía de Karel.

- ¡Ay! Pues si no lo sabías eso duele.

- Gracias, Karel – dijo Sakuya, que lo hubiera hecho por sí mismo si no hubiese estado cargamdo a Reiv entre sus brazos.

Acostaron a Reiv en una de las camas y, cuando comenzaron a quitarle las vendas (estaba desnudo de torso para arriba ya que, al curarlo, tuvieron que quitarle la parte de arriba de sus vestimentas), se oyeron pasitos que se acercaban a la puerta. Como relámpagos, Nitsuga, Yuuri y Karel, se acercaron a las jambas de la puerta y se escondieron allí para recibir a los que entrarían por la misma. Mientras tanto, Sakuya seguía con su trabajo de ver el estado en que se encontraba el hombro de Reiv y, al mismo tiempo, ellos dos hacían de cebo ya que, al ser imprudente moverlo en ese estado, era mejor que alguien estuviera con él para protegerlo.

Sin embargo, nadie esperaba que por la puerta entraran dos niñitas que no aparentaban más de diez años. Iban con dos vestiditos rosa y hablaban entre ellas fogosamente. Antes de darse cuenta o de poder gritar unas manos le taparon la boca y metiéndolas con rapidez a la habitación, cerraron la puerta y corrieron el pestillo.

- ¡Madre mía! ¿No saben que existen más variedades de colores?– ya había vuelto a hablar Yuuri con su buen humor. - Alguien debe enseñarles la escala de colores: amarillo, azul, negro, gris,… verde, el verde es mi favorito – esto se lo dijo a las niñas para que se calmaran un poco ya que, como era obvio, parecían estar muy asustadas. Continuó: - y, ¿el vuestro cuál es?... bueno, es verdad no podéis contestar porque mis amigos os tapan la boca. Les diré que quiten sus manos si me prometéis no gritar. Es que mi amigo está malito y como necesitamos dos guapas enfermeras y os hemos visto… ¿qué os parece la idea? – e hizo un gesto para que Karel y Nitsuga soltaran a las niñas, cosa que hicieron en seguida ya que sabían de buena tinta que a Yuuri se le daba muy bien tratar con niños. Debía ser porque él se consideraba uno.

- ¡ROSA! – gritaron al unísono. (Era de imaginar, ¿no?)

- Entonces, ¿nos ayudan? – y con su dedo índice, señaló al precioso niño que dormitaba inquieto y quejándose en una de las camas. Prosiguió: - me llamo Yuuri, el que está acostado es Reiv – y acercándose a los oídos de las dos niñas que miraban expectantes, dijo: - ¿a qué es guapo?

- ¡Yuuri! – el tono denotaba enfado.

-¿¡Cómo me has oído?! Bueno, da igual. Ese de ahí, que acaba de hablar es mi hermano mayor Sakuya. ¡Es un cascarrabias! - E hizo muecas intentando imitarlo lo que tuvo como respuesta la risa de las dos hermanas. Parecían dos muñequitas idénticas. Eran muy bonitas y no pudo sino recordar cuando su hermano y él eran pequeños y como jugaban los cinco juntos; y ahora, Reiv estaba herido y se encontraban prisioneros en quien sabe donde. - ¡ah! Se me olvidaba. El que tiene el pelo largo es Nitsuga, y el que hay a su lado, Karel.

- Encantado – su sonrisa hizo que las niñas se sonrojaran – siento haberos asustado antes pero pensábamos que erais personas malas que querían encerrarnos y tenernos vigilados.

- Sabemos que es eso. Nuestro hermano siempre….

- nos manda a alguien para tenernos vigiladas, aunque el dice…

- que es para protegernos

- ¡menuda chorrada! – dijeron ambas, en esta ocasión a la vez.

Se notaba que aquellas niñas, a parte de inteligentes y de poseer un buen vocabulario a pesar de tan corta edad, eran gemelas porque lo que empezaba a decir una lo terminaba la otra. Un poco lioso, pero bueno… Además, se habían percatado de que debían ser importantes porque vestían preciosos vestidos que debían ser caros, su educación era la propia de señoritas de alto rango y la vigilancia lo único que hacía era corroborarlo todo.

- Me llamo Lena y mi hermana Sasha, aunque en realidad la llamaron Natasha…

- y estaríamos encantadas de ayudar. Nos habéis caído bien. Eso sí… - y miró a su hermana soltando una risita, que fue devuelta pro la otra.

- cuando terminemos, tendréis que jugar con nosotras o si no…

- gritaremos.

- ¡¡¡HECHO!!! – a Yuuri le encantaba jugar y no tardó en contestar, aunque, pensándolo bien, ¿a qué jugarían? Además, por qué estaba pensando en jugar en vez de escapar luego.

- ¡¡¡¡BIEN!!!! Nuestro hermano no juega ya nunca…

- con nosotras. ¿Qué necesitáis?

Esta vez contestó Sakuya, que había echado una mirada de reproche por haberles hecho ilusiones a las niñas. No era momento para pensar en trivialidades. Deberían haberlas amordazado: ¿tenéis tijeras?

Las niñas fueron a uno de los cajones y sacaron tanto unas tijeras como una navaja.

- ¿Pero qué son estas niñas? – fue la única respuesta de Yuuri

- Mmnnn - Karel solo lanzó ese gruñido, mientras se encogía de hombros.

Así, mientras que Yuuri jugaba con las niñas y Karel vigilaba la puerta, Nitsuga y Sakuya se dispusieron a curar de forma inmediata la herida sangrante de Reiv. Cogieron algo de ropa, la desgarraron y, tras quitar las húmedas vendas empapadas de sangre., limpiaron la herida, y la volvieron a vendar con las gasas provisionales, apretándolas para que la herida no se volviera a abrir. Durante todo el proceso, Reiv estuvo removiéndose inquieto y lanzando pequeños quejidos de molestia pero no gritó en ningún momento.

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- Hay un rastro de sangre y, más adelante, una mancha decora la pared izquierda del pasillo central. – fue el escueto informe de Kyo.

- Bien, llamad al médico de urgencia. La sangre debe provenir de Reiv. ¡Joder! Debe habérsele abierto la herida; y ¿dónde acaba el rastro? – El semblante de Ethan estaba bastante pálido. Se sentía culpable por lo sucedido y, en verdad, lo era.

- Cerca de los aposentos de sus hermanas pequeñas – fue la cortante aclaración de Kyo.

- ¿Qué? Y ellas, ¿dónde están? – Sin esperar respuesta se dirigió a la habitación de las niñas. Sabía que aquellos soldaditos no harían daño a sus princesitas pero no podía evitar preocuparse por ellas, eran su vida, al igual que se sentía intranquilo por el ojiazul de cabellos blanquecinos.

Llamó a los soldados y al médico que habían llegado a la orden de su líder y se dispusieron a entrar en la habitación, pero fueron interrumpidos cuando iban a echar la puerta abajo.

- Esperad. El rey solo os ha dicho que os quedéis en la puerta. Vosotros cuatro – dijo dirigiéndose a cuatro soldados – Id a los aposentos donde se encuentra la familia del príncipe de Eirth y vigilad que no salgan. No os mováis de allí – aquellos respondiendo con un sí, señor, se dirigieron presurosos a obedecer la orden que el teniente Kaito había lanzado- Y bien, ¿vamos a entrar nosotros solos, Ethan? – Nadie, salvo los cuatro tenientes y aquellas dos monstruitos, osaban llamarlo por su nombre.

- Sí, a menos que alguno de vosotros tenga miedo… lo entendería. De hecho, de ahí dentro solo estoy interesado por tres personas – dijo con sonrisa picarona. Sabía que los otros cuatro estaban tan obsesionados con los delicados ángeles como él lo estaba por el suyo y que no los dejarían escapar por nada del mundo.

- ¿A qué estamos esperando? – el impaciente Kyo había hablado.

Y, si más preámbulos, se dispusieron a entrar por la fuerza en aquella habitación cuando oyesen la señal de Luck y Shion que iban a sorprenderlos entrando por las ventanas.

[¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡CRASHHHHHHHHHH!!!!!!!!!!!!] – Un sonido de cristales rompiéndose y cayendo estrepitosamente al suelo.

Los que había dentro de la habitación dejaron sus tareas para enfrentarse a los que habían roto las ventanas, pero, sin tiempo para reaccionar, otros tres aparecieron con suma tranquilidad por la puerta, la cual habían abierto con la llave. Nadie, se imaginaría que tan solo cerrarían con el cerrojo, pero así fue.

La situación era cuatro contra cinco. Las niñas corrieron hacia su hermano pero una mano lo impidió. Todos se quedaron estáticos en su sitio. Yuuri sabía, que, aunque fueran muy buenas niñas, eran la única posibilidad de salir de allí. Y agachándose y abrazándolas, les dijo:

- Lo siento. Cuando esto termine jugaré con vosotras otra vez pero ahora os necesito para salir y escapar de los hombres malos. Tapaos los oídos con las manos cuando diga, ¿vale? Y no creáis nada de lo que ahora señale porque es una mentira para espantarlos, ¿vale?

- ¿Esos son…

- Los hombres malos? – pero a pesar de conocer a los presentes, algo les dijo que debían hacer caso, necesitaban, querían ayudar a sus nuevos amigos y asintieron con un leve movimiento de cabeza.

- Si- les contestó tapándole las bocas a ambas chiquillas. Y dirigiéndose a los presentes, grito: - bueno, y ahora, ¿qué vamos a hacer? Ofrezco varias posibilidades: - le susurró a las gemelas:- ahora tapaos los oídos preciosuras- Ellas obedecieron. Continuó con su discurso: - dejadnos salir tranquilamente o pelead y ved morir a las niñas. Elegid.

Iba a contestar Ethan, pero alguien se le adelantó y le dijo en un tono neutral, que denotaba tranquilidad y, sobre todo, confianza pero dicho en un tono muy tosco:

- No os dejaremos pasar. Además, lleváis un herido al que se le pondrían las cosas feas si lo queréis transportar. Y por si fuera necesario añadir, vuestra misión es protegerlo – Kyo fue quien habló. Y no pudo sino pensar que, a parte de los únicos a los que había mostrado algo de afecto desde que lo recogieron los reyes de Thorp, le encantaría abrir su corazón a aquel pequeño que, a pesar de querer demostrar un trato frío hacia las pequeñas, las abrazaba con dulzura.

- CALLATE. Todo es por vuestra culpa. ¡Malditos!- pero se tranquilizó al ver que las dos púberes temblaban en sus brazos. Las abrazó más fuerte y comenzó a decirles cosas en susurros que las hicieron reír.

- Y si ahora me dejas, continuaré diciendo que sé que no le harás nada a las niñas así que deja de amenazar con eso o tendré que ponerme serio – comenzó a acercarse a donde estaban los otros tres peligrosamente. Yuuri retrocedió pero comprendió que nada se podía hacer y tras pedir consejo a su hermano que meneó la cabeza en sentido afirmativa, soltó a las zagalas, que corrieron hacia su hermano, que las abrazó; seguidamente, mandó llamar a dos soldados que entraron por la puerta que se acababa de abrir, y Ethan les ordenó que se llevaran a las niñas con su nana. Así lo hicieron. Tras lo cual volvió a cerrar la puerta para que nadie los molestara o escuchara la conversación que allí se iba a dar lugar.

- ¿Cómo está? – preguntó Ethan preocupado, viendo como la colcha de la cama estaba manchada de sangre y las vendas que, ahora en el suelo, antes adornaban el torso del príncipe.

- ¿Y su labio? – nadie en la sala esperaba oír esa voz, al menos, no en esos instantes. Reiv había despertado y no se le había ocurrido otra cosa más que descargar su rabia en él. Después de todo, todo había comenzado con él, con su llegada a su reino.

“Con esto me siento algo mejor…bueno, la verdad es que me siento como una mierda, pero esto ayuda…y mucho, cabe decir”

Pero, esta vez, Ethan se prometió que no caería en el juego y dijo: - me alegra que te encuentres despierto, así podremos ultimar los detalles del acuerdo a seguir sin más preámbulos. Ya después hablaremos sobre lo del labio y de lo que pasó en mi despacho. – Ethan recalcó el “mi” último que había pronunciado.

- ¿eh?

- Sí, pequeños, nos encontramos en el reino de Thorp y esta es mi morada. No es mi palacio, es como si fuera una casa para las vacaciones – rió al recordar que había sido construida especialmente para cuando llegara este momento - ésta se encuentra cerca de las fronteras con vuestro reino, pero ni soñéis que os dejaremos llevar a buen término ningún intento de fuga. Además, te recuerdo Reiv que tu familia se encuentra en esta mansión.

El rostro del muchacho palideció por lo que sus guardaespaldas comprendieron que no mentía al decir que la familia real de Eirth se encontraba allí presente. Las posibilidades de escapar eran nulas lo que alegró a unos cuantos y enfureció a otros.


CAPITULO 3. REIV & ETHAN. EL REENCUENTRO

- ¡NUNCA! ¡ME OYES! ¡ANTES QUE PONERME ESTO, TE MATO! – Y mientras que seguía despotricando palabrotas de su boca, se oyeron unas risas en el pasillo.

FLASH BACK

- Me alegra que te encuentres despierto, así podremos establecer definitivamente el acuerdo a seguir sin más preámbulos. Ya después hablaremos sobre lo del labio y de lo que pasó en mi despacho.

- ¿eh?- “¿despacho?”- pensó.

- Sí, pequeño, nos encontramos en el reino de Thorp y esta es mi morada. No es mi palacio, es como si fuera una casa para las vacaciones – rió al recordar que había sido construida especialmente para cuando llegara este momento - ésta se encuentra cerca de las fronteras con vuestro reino, pero ni soñéis que os dejaremos llevar a buen término ningún intento de fuga. – Fijó su vista en aquel a quien iban dirigidas las últimas palabras y continuó:- Además, te recuerdo, Reiv, que tu familia se encuentra en esta mansión.

- ¿Pero de que va todo esto? Como broma es suficiente, así que déjennos regresar porque… – Esta vez fue Yuuri el que se puso a rechistar, pero fue acallado por unas manos que, hábilmente, fueron colocadas en su boca. La respuesta del pelirrojo no se hizo esperar.

- ¡Mocoso de mierda! – Kyo se miraba como en su mano había surgido unas marcas rojas de la que manaban hilitos de sangre. Yuuri lo había mordido con bastante fuerza.

Kyo lo enganchó de los brazos y sin esperar respuesta las retorció bruscamente lo que ocasionó un quejido proferido por Yuuri y las ató a su espalda con unas esposas (NOTA: al ser soldados, siempre van preparados y armados). Y como sabiendo que el otro no tardaría en abrir su boca para protestar, se la amordazó con un pañuelo que llevaba atado en su cuello.

Sakuya, al comprobar como estaba siendo tratado su hermano, se alejó de Reiv y se dirigió hacia “aquel burro antipático” para quitar de sus garras a su hermano pequeño; pero algo se lo impidió, unas manos lo sujetaban de uno de sus brazos como si de una garra de acero se tratara.

- Pero, ¿qué…? – cuando se disponía a reclamar al de ojos grises azulados, unos labios se juntaron a los suyos y tras un leve forcejeo que el mismo Sakuya paró por la excitación que aquel beso le estaba proporcionando, se dejó llevar, e, incluso, abrió la boca para que el otro introdujese su lengua en ella. Tras unos minutos que a Sakuya le supieron a gloria, el mayor se separó de los labios del más pequeño con una sonrisa de autosuficiencia al comprobar como le había respondido el otro, con la pasión con que lo había hecho. Fue en esos momentos, cuando Sakuya se dio cuenta de lo que había pasado, muy rojo y avergonzado se sentó al lado de su hermano que estaba intentando decirle algo; “seguramente burlarse” pensó el mayor de los hermanos, porque, cuando se acercó, no hizo otra cosa que reírse. Nadie le impidió que se dirigiera allí, ni siquiera el que lo había besado que no era otro que Shion. Sin poder evitarlo, lo volvió a mirar a los ojos, unos ojos preciosos que indicaban lujuria y pasión. “Será mejor no estar cerca de él porque ahora no puedo ni siquiera confiar en mi mismo. ¿Por qué me pasa esto? Mi corazón late desbordado y tan solo por un mísero beso” se dijo Sakuya.

Tras dejar que la sorpresa e incredulidad dieran paso otra vez a la rabia, Reiv se dispuso a ayudar a su amigo que se sentía abochornado mientras el otro no paraba de carcajearse.

- Quiero ver ahora mismo a mi familia. ¿Dónde la tenéis? Os exijo que la traigáis aquí.

- Creo que ni tú, ni tu familia ni los aquí presentes – recalcó- tenéis el poder de exigirme a mí, así que te aconsejo que te quedes quieto y escuches o de lo contrario… - Ethan dijo todas las palabras con una sonrisa en la boca.

- Cálmate, Reiv. Tu herida, por favor cuida de que no se vuelva a abrir por segunda vez. Además, muy a mi pesar, ellos tienen razón. Yuuri está atado y Sakuya,… bueno… Sakuya está indispuesto, aturdido y tu herido. Eso nos deja en un dos contra cinco y debemos ser francos, si nos podemos ganarles con cinco, Karel y yo no podremos con ellos. – Y susurrándole a su mejor amigo le dijo:- debemos esperar la situación propicia, ¿de acuerdo? No creo que le vayan a hacer algo a tu familia, al menos por el momento porque, de otro modo, ya lo habrían hecho, ¿no crees?- Reiv, todavía recostado en la cama, porque la pérdida de sangre y el desmayo lo habían debilitado, miró a Karel que hizo con su cabeza un gesto afirmativo. Con ese simple gesto le había dado la razón a Nitsuga.

- Yo estoy de acuerdo con lo que ha dicho tu amigo. Será mejor que observéis lo que mejor os conviene, y creo que ese algo en estos instantes es escuchar lo que el rey Van Diel os viene a proponer – Esta vez la voz había provenido de Kaito que ya se estaba cansando de que la cosa se demorase tanto. Lo que más quería era conquistar a aquella pequeña figura que momentos atrás había hablado con un dejo de sabiduría en su voz. Quería que el juego de conquistarlo para que lo amara comenzara.

- Bueno, empieza a decir lo que tengas que decirnos, pero luego quiero ver a mi familia – Exigió demandante. Reiv había decidido que lo que le había dicho su mejor amigo no carecía de lógica y que, para salir de aquello, debía buscar la oportunidad y no dejarse llevar por sus sentimientos, que ahora ardían de rabia.

- Eso será después de que tu y yo tengamos una pequeña charla por lo de antes… ya sabes…un castigo – Ethan solo recibió un bufido por respuesta.

“Como se atreva a hacerme algo, como lo de la otra vez lo castro y tan tranquilo. Que se atreva que le tengo unas ganas…”

- Así pues, sin más interrupciones, prosigo a contar lo que nosotros cinco queremos proponeros a vosotros. De todas formas, Reiv tú ya te haces una idea, ¿verdad? Pues ya te dije lo que quería de ti.

“Como odio esa risa endemoniada. Cuando pudiese no lo dejaría tan solo eunuco, también le remodelaré la cara y le dejaré sin dientes”- paró de súbito sus pensamientos para gritarle a aquel engreído todo lo que había estado callando hasta ese segundo.

- ¡¡VETE AL DIABLO Y NO VUELVAS QUE ASÍ ME HACES UN FAVOR!! – y no pudo sino recordar las palabras que le dijo el día en el que se conocieron, antes de que se desmayara -pretendo hacerte mi amante, y hacerte mío tantas veces quiera hasta que engendres un hijo. Entonces te desposaré y englobaré este reino. Y enrojeció al recitarlas mentalmente.

- Solo si tu vienes conmigo, de ese modo seguro que el infierno no se me hace aburrido – Reiv iba a replicar cuando el más mayor le hizo un gesto indicándole que la riña había concluido; e, inexplicablemente, Reiv le hizo caso y calló en espera a lo que el otro quería decir. Éste, sin más interrupciones, continuó – Como sabéis el reino de Thorp es el más poderoso y no hablo solo de soldados sino también en lo que a armas se refiere. Además sabemos que Eirth es un pequeño reino al que le cuesta que no lo conquisten y dominen – Añadió – y ahora no negarán que es verdad. Pues bueno, propongo una alianza entre vuestro reino y el mío.

- ¿A cambio de qué? – fue la escueta y tajante pregunta formulada por Karel.

- De nosotros, ¿verdad?- fue Sakuya el que respondió la pregunta de su amigo, que ya se había repuesto de shock.

- Correcto. Eres muy perspicaz. – Ethan fue el que habló, y dirigiéndose a Shion le dijo – te va a costar domarlo porque por lo visto va a ver venir tus jugadas. – Rió.

- No te preocupes, soy muy paciente. Además, viste como me respondió hace un momento, ¿no? – Y también comenzó a sonreír.

Por su parte, Sakuya no compartía el entusiasmo de esos que no paraban de mofarse a su costa, y eso no le hacía ninguna gracia. Para parar ese bochorno, expuso la duda que le corroía desde que había descubierto por qué estaban allí:

- Y, ¿qué mierda se supone que quieren que hagamos? Porque lo único que sabemos hacer es luchar.

- En eso te equivocas pequeño mío y no utilices palabras tan vulgares que no pegan nada con tu delicadeza – Shion, mientras hablaba, se había acercado peligrosamente a Sakuya, consiguiendo agarrarle y abrazarle. Una de sus manos la pasó por su cintura, asiéndole con una fuerza descomunal para evitar que se soltase y con su otra mano empezó a manosear su cuerpo hasta que llegó a los glúteos, los cuales apretó lo suficiente para que el otro se alterase, emitiese un gruñido e intentase zafarse. Y si más, lo levantó cual saco de patatas, lo colocó en su hombro y se dirigió hacia la salida. Al mirar a Ethan dijo – Voy a responderle a su pregunta. Con permiso, me retiro, bueno nos retiramos a “nuestra” recámara.

Tras lo cual se marchó. Los cuatro amigos rieron sabiendo lo que ocurriría y lo envidiaron en cierta manera por habérselo llevado de allí tan rápido para hacerlo suyo. Pero en ese tiempo, debían cuidar de que los otros no salieran detrás para ayudarlo, cosa que intentaron hacer pero sin éxito.

- No os preocupéis, seguro que lo disfrutará.

- Disfrutar, ¿el que?

- Lo mismo que vosotros porque os queremos para que seáis nuestros amantes. Como ya habéis visto, Shion estaba interesado en Sakuya. Y yo te quiero a ti, Reiv. Como te dije te tendré en mi cama, me darás un hijo y entonces, si así lo deseas gustoso me casaré contigo. Y no me preguntes por tus amigos, porque su destino está atado al de sus dueños, ellos decidirán que hacer con su propiedad.

- Pero, ¿quién te has creído que somos? Y estás equivocado si piensas que conseguirás hacerle eso a mi príncipe. Lo protegeré de ti y de quien sea. – dijo Nitsuga

- Estoy de acuerdo – corroboró Karel

- Mmmmmmm – intento decir Yuuri que seguía amordazado. Había dejado de luchar y algunas lágrimas habían salido furtivamente de sus ojos cuando se habían llevado a su hermano de la sala. Su cara no reflejaba la despreocupación e inmadurez que le caracterizaban. Era la seriedad y madurez lo que en esos momentos la impregnaban.

- Creo que no entendéis muy bien la situación así que os lo repetiré. No es necesaria vuestra opinión: seréis nuestros si o si. Ahora el modo en qué lo hagáis es decisión vuestra. Si queréis podéis sacar algo de provecho de la situación. Así, tenéis dos opciones: o aceptar por las buenas o por las malas. El resultado para nosotros es el mismo pero vosotros podéis ganar protección, seguridad y evitar algún que otro derramamiento de sangre. Elegid rápido, que la paciencia no es una de mis virtudes

- ¿Me das la seguridad de que mi pueblo no sufrirá daño alguno ni tiranía por tu parte? – A Reiv le costaba trabajo decir dichas palabras por el nudo que se le había formado en la boca del estómago.

- Como te dije en Eirth, dejaría que tú gobernaras a tu pueblo, aunque yo supervisaría algunas cosas. Mi oferta expira dentro de diez segundos…nueve…ocho…siete…seis….cinco… - su cuenta atrás fue interrumpida.

- ¡¡¡ESPERA!!! Prométeme que a mi familia no le pasará nada y que la devolverás a mi casa. Y prométeme también que a mis amigos no les pasará nada, al menos dile a tus hombres que no los maltraten, torturen o violen. – rogó el principito, que aguantaba las lágrimas que pujaban por salir de sus preciosos ojos.

- Y, ¿qué pasa contigo? ¿¡No me exiges nada?! … - suspiró - Está bien, prometo que mis hombre no harán nada que dañe físicamente a tus guardaespaldas ni los forzarán contra su voluntad y tu familia partirá mañana hacia tu reino. ¿Contento?

- ¿Cómo puedo estar seguro de que cumplirás tu promesa? Estaremos de acuerdo que hasta ahora nada demuestra que deba confiar en ti – Reiv se calmó un poco al asegurar las vidas de aquellos que amaba. No podía perder a nadie y menos por su causa. Nunca más lo permitiría, aunque tuviese que acostarse con ese… vikingo que pensaba que podía coger aquello que le gustase.

- Comprendo que no confíes en mí, pero aquí tengo un manuscrito que iniciará una alianza entre ambas tierras. Toma – dijo, entregando el papel para que pudiese leerlo. Seguidamente le dio un bolígrafo para que lo firmara una vez que lo terminase de hojear.

Tras examinarlo minuciosamente, decidió que lo más sensato era firmarlo. Él estaría atado, pero sus amigos podrían escapar cuando quisieran y pudiesen ya que en el mismo no se los mencionaba. En él, se establecía que quedaría comprometido con el rey, con Ethan y que, por ello, al menos, ganaría la protección de su reino.

Así pues, se dispuso a garabatear su nombre en el papel, pero una mano se lo impidió.

- No, no lo hagas, Reiv, por favor, no – Nitsuga, su mejor amigo, no quería que ese pacto llegara a realizarse.

- Lo siento, pero al menos tu… - sollozó antes de continuar hablando - tendrás alguna posibilidad de escapar- A Reiv ya le surcaban lágrimas por sus mejillas.

- ¡NOO! Yo soy el encargado de protegerte, no tu, ¿entiendes? Nosotros te juramos protegerte – fue sostenido por Kaito y Kyo, momento que aprovechó Reiv para firmar y entregar el maldito papel a Ethan. Ya no se molestaba por esconder sus lágrimas y dejaba que estas fluyesen de manera natural por su rostro.

- No llores, no seré malo contigo, lo prometo – y diciendo esto le rozó la mejilla, limpió sus lágrimas, lo levantó de la cama y se dispuso a salir con él cuando miró a sus subordinados:

- Por favor, no les hagáis daño, al menos, no mucho.- y se marchó con el pequeño en brazos. Fuera se dispuso a llamar al médico que lo siguió con su maletín en mano para curar al jovencito que llevaba en brazos. Otra vez.

Allí, todavía en la sala, quedaron tres muchachos desolados al ver la partida de su amigo y futuro soberano sin haber podido hacer nada.

-Yo me llevo a éste a mi habitación- Kyo también se marchó por el umbral de la puerta cargando a Yuuri, que no dejaba de patalear y llorar.

- Estaréis contentos, ¿no? A ver con cuál de los dos me tengo que ir como si fuera su perrito faldero… – Nitsuga estaba considerablemente cabreado y alguien se lo pensaría dos veces antes de contestar a su pregunta.

- Conmigo. Y no hace falta que seas mi perro pues para eso ya tengo tres y si necesitase a otro, te aseguro que no te elegiría ti, así que vamos- y lo aventó para que saliera delante de él por la puerta. Antes de marcharse, dijo a los guardias – Decidles a las sirvientas que limpien y cambien las sábanas de las camas de sus altezas las princesas, ¿de acuerdo?

-¡¡¡¡ SI, SEÑOR!!!! – respondieron estos ante la solicitud de su señor.

- ¿NO decías que solo tenías tres perros falderos? Aquí deben de haber al menos unos veinte – La insinuación de Nitsuga solo trajo consigo las miradas acusadoras de los guardias, pero no la de Kaito que reía alegremente por el pasillo, pensando que, aunque le costara sudor y sangre, ese pequeño peliazul sería suyo.

En la habitación solo quedaban el gracioso de Luck y el callado de Karel.

- Esto es muy aburrido, ¿qué tal si nos damos una vuelta por los jardines del castillo? – dijo Luck

- ¿eh? – A Karel le sorprendía que le propusiese eso, pero aprovecharía la oportunidad para buscar una vía de escape. Mientras pensaba notó algo frío que se cernía sobre una de sus muñecas y, al fijar la vista hacia ella, vio una esposa ¡lo había esposado! Sin embargo, lo más gracioso era que la otra parte de las mismas estaba en la muñeca de Luck y no en la suya.

- ¿No pensarías que te dejaría vagar tu solo? No me creas tan tonto. ¡Vamos!- y salió corriendo arrastrando consigo a un Karel muy avergonzado y abochornado por la situación en la que se encontraba. Siendo arrastrado por su mano por aquel mastodonte.

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- Necesita descansar por la pérdida de sangre, pero, por lo demás está bastante bien. La herida, milagrosamente, no se ha infectado. – Dijo esto tras haber examinado a Reiv durante poco más de tres cuartos de hora.

- OK. Entraré a verlo, así que si me disculpa doctor- tras lo dicho, abrió la puerta y entró silenciosamente a la habitación donde, por el cansancio, el dolor o la fiebre o todas ellas a la vez, estaba dormitando Reiv. Ethan lo miró con ensimismamiento durante algún tiempo, cogió unas esposas, lo amarró a uno de los respaldos de la cama y se acostó junto a él dispuesto a dormir como tantas veces había imaginado, con su fiera entre sus brazos.

FIN FLASH BACK

De eso ya había pasado una semana. Reiv se recuperó bastante bien y ya casi no le dolía la herida, aunque seguía atado a la cama. Ethan lo visitaba muy a menudo y dormía con él. Todas las noches se oían sus gritos cuando el otro lo intentaba abrazar y ruidos cuando pretendía golpearle o las maldiciones que lanzaba al comprobar que todos sus intentos no fructiferaban y quedaban en eso: intentos.

Esa mañana, había ido muy temprano a la habitación y sobre su muñeca cernió un brazalete, lo aseguró y lo liberó de las esposas. Reiv quedó extrañado con la acción, pero agradeció el poder levantarse de la cama a la que forzosamente lo había postrado. (Solo se las quitaba para que fuera al baño y para asearse, cosa que siempre hacía acompañado)

- Esto es un vigilante. Lleva un transmisor que nos dice tu posición exacta las 24 horas del día, no se puede quitar sin introducir la clave exacta, y si lo intentes sin saberla te inyectará automáticamente un anestésico en la sangre. Además, está hecho con un metal irrompible. Es por eso que ya no me hace falta que estés atado. Ya puedes recorrer el castillo a tus anchas, aunque siempre llevarás escolta, que, por cierto, están haciendo guardia en la puerta; o, si estos no están, estarás bajo mi compañía. A tus amigos también les han dado este regalito así que esta noche os podréis ver de nuevo ya que cenaremos todos juntos.

- ¿De verdad? – a Reiv se le iluminaron los ojos, pero no duraría mucho ya que Ethan tenía una sorpresa para él.

- Sí, pero antes tenemos que hablar de tu castigo por lo que ocurrió hace una semana en mi despacho – Dicho esto le tendió una caja que llevaba en la mano y de la cual Reiv no se había dado cuenta hasta que se la lanzó a su regazo. La cara que se le quedó al abrir el paquete no pasó desapercibida para Ethan que intentaba controlar su incipiente risa – Ese es tu castigo y te lo pondrás ahora mismo. Unas doncellas te ayudarán a colocártelo. Lo llevarás esta noche, así que ponte guapo.

La caja contenía un precioso vestido negro que se entallaba en el pecho, y caía con vuelo por debajo del mismo. Llevaba un cinturón plateado y unos guantes que llegaban hasta los codos del mismo color, y que dejaban a la vista los dedos de las manos. No tenía escote pronunciado y como una blusa se cernía sobre el cuello. El vestido le llegaba por las rodillas. Era hermoso y se vería hermoso en una mujer, aunque, no, por ello, debía verse bien en un hombre. Además venían complementos, como un velo con una diadema plateado semitransparente que le cubriría hasta las rodillas y unos zapatos de hombre plateados. “menos mal, al menos no voy a tener que lidiar con tacones, ¿pero que digo? ¡Si ni siquiera me voy a poner esto!” – se reprendió mentalmente.

Y, mientras que se cerraba la puerta, gritó para que el pelinegro lo pudiese oír:

- ¡NUNCA! ¡ME OYES! ¡ANTES QUE PONERME ESTO, TE MATO! – Y mientras que seguía despotricando, se oyeron unas risas en el pasillo.

“Eso ya lo veremos” dijo mientras se dirigía a hacer sus quehaceres y obligaciones como rey. “Esta noche será divertida”

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Media hora más tarde el vestido seguía donde Reiv lo había dejado: tirado por los suelos, y, según él, ahí seguiría hasta el fin de los días. Reiv seguía blasfemando por su boca todos los apelativos cariñosos que se le pasaban por la cabeza, y todos ellos dirigidos hacia cierto pelinegro.

Una hora más tarde entraron dos sirvientas del palacio, acompañadas por Ethan que reía al ver lo desordenada que estaba la habitación. Por lo visto había descargado su furia con ella; estaba todo destrozado, al igual que el vestido. Éste estaba desperdigado por toda la habitación, lo había echo añicos y estaba completamente destrozado. Pero, muy a pesar de Reiv, Ethan había contado con ello, y había comprado otro modelo exactamente idéntico que sostenían ahora las doncellas, que habían acompañado a su alteza para vestir a su futuro amante y consorte.

Si ya de por sí estaba enfurecido, el ver lo que las sirvientas llevaban entre sus manos, le dejó desencajada la cara y apretó desmesuradamente la mandíbula para evitar emitir un grito de desesperación. El rey no pudo sino reír al ver su triunfo sobre el más pequeño.

-Bueno, lo podemos hacer de tres formas: por las buenas y ellas te ayudan a vestirte, por las malas en cuyo caso yo me encargaré de cambiarte de ropa, y por las muy malas, y entonces serán mis hombres los que te desnuden y pongan el vestido; y puedo asegurarte que lo haré. Así pues tú decides. – Su cara denotaba seriedad y dejaba entrever que aquello que decía, lo había dicho con un tono de voz tan grave y decidido que no dejaba dudas sobre sus intenciones. No era ningún farol.

Ethan había considerado que esa era la mejor manera de controlar al principito, y si, para ello, tenía que controlar un poco sus celos y permitir que otros lo vieran, pues así sería; porque, en efecto, había decidido, cumplir con lo que le acababa de decir.

Reiv no estaba dispuesto a correr ningún riesgo ni a enfadarlo más de la cuenta, así que, tras pensarlo unos segundos, quitó de una manera un tanto brusca el vestido de las manos de la muchacha del servicio más joven que había presenciado la reciente conversación y se dispuso a mirar a los ojos a Ethan para decirle:

-¡LARGO! ¡FUERA DE MI VISTA! Te juro que ésta me la pagas, que me las pagas, me la pagas, tenlo por seguro – y fue arrastrando hacia la puerta al más alto, éste se dejó hacer; cuando Reiv se dispuso a cerrar, lo detuvo con uno de sus brazos y le comentó:

- La cena estará lista a las nueve. Vendré a buscarte dentro de dos horas así que estate listo para entonces. ¡Ah! Se me olvidaba. Toma- Le tendió una bolsa- para que la vergüenza no sea tan insoportable. Con un poco de suerte, ni te reconocerán- Lanzó una carcajada y, entonces, permitió, entonces, que el otro cerrara la puerta que, por cierto, hizo pegando un fuerte estruendo.

Reiv por curiosidad abrió la bolsa que se le acababa de entregar y su ira aumentó otra vez, si era posible, ya que lo que había era una peluca que le debería llegar por la cintura y de una tonalidad igual al del color de su pelo. “Seguro que así no me van a reconocer…ufff” ironizó Reiv, que ya no sabía si reír o llorar por la frustración.

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Las sirvientas eran muy amables con él y comprendían como debía sentirse; pero en todo momento intentaban llenarle la cabeza de ideas de que su rey era bueno, justo, equitativo…

- El señor y sus hombres nos salvaron cuando unos bandidos atacaron nuestra aldea y nos trajo consigo. Hemos sido tratadas desde entonces muy bien – me decía la más joven que se había presentado como Cassandra. Tenía el pelo rojo fuego y tenía la misma edad que yo,

Me terminaban de colocar los arreglos del pelo y acomodaban bien la peluca (ha decidido ponérsela) cuando se oyeron golpes en la puerta y, sin esperar respuesta, entró.

Reiv se quedó asombrado de la belleza de aquel moreno que iba con una blusa blanca y unos pantalones negros ajustados. La simpleza de la ropa le daba más atractivo a su esbelto cuerpo, pero no se dejaría engatusar por él. Antes muerto.

Pos su parte, Ethan, aunque ya sabía, que aún vestido de mujer, estaría hermoso, aquello fue más allá de sus expectativas. Era un ángel vestido de negro. En verdad, parecía una mujer, el vestido escondía bien su forma masculina y su falta de pechos. La peluca además facilitaba el conjunto del disfraz y las sirvientas le habían echado un poco de maquillaje y brillo de labios.

-¿qué estás mirando? – A Reiv no se le ocurrió otra cosa para que el moreno dejara de escrutarlo minuciosamente con la mirada, una mirada que le estaba poniendo muy nervioso.

- Lo hermoso y bello que luces esta noche. ¿Nos vamos? Tus amigos deben estar impacientes por verte. A lo largo de toda la semana han estado preguntando por ti- Reiv se sonrojó por la sinceridad del otro.

- ¿y por qué no me has dejado verlos, eh? – en su voz había reproche, aunque sus mejillas todavía tenían cierto color carmesí.

- Parte de tu castigo – Sin decir nada más lo cogió de la mano y lo sacó por los pasillos para llevarlo al salón principal donde aguardaban todos su llegada.

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El salón era inmenso. En el centro había una gigantesca mesa rectangular que ocupaba gran parte del espacio, y a su alrededor había muchas sillas recubiertas de terciopelo. En una esquina, había un piano, y en la otra un arpa. De las inmensas paredes colgaban hermosos cuadros y los grandes ventanales estaban adornados por balcones gigantescos que contenían flores bien cuidadas. También había una alfombra que cubría casi todo el suelo de parqué de la estancia.

Reiv estaba temblando cuando Ethan le obligó a que pasara su brazo por el suyo de modo que quedaran entrelazados y, al llegar a pocos metros de las puertas principales, dos sirvientes las abrieron dándoles paso a la sala donde aguardaban ya sentados los cuatro tenientes y sus cuatro amigos. Todos se voltearon a mirar y quedaron anonadados al ver lo que sus ojos captaban. Una hermosa joven iba acompañando al rey.

Las caras de sorpresa dieron paso, instantes después, a caras de estupefacción al reconocer al que se ocultaba tras el vestido, que no era otro que el príncipe de Eirth.

Fue tanta la sorpresa que se quedaron en silencio, hasta los amigos de Ethan no sabían que decir. Ethan aprovechó la confusión de todos para llevar a un cabreado, avergonzado y rojo Reiv hasta su asiento, que estaba la derecha del suyo.

Una vez sentado, Reiv se dispuso a mirar a sus amigos, cuyos estados de ánimo variaban desde la felicidad hasta la amargura.

Nitsuga tenía una cara de bobalicón enamorado que no podía con ella. En cambio, Sakuya tenía una mirada asesina. Yuuri estaba como siempre, pero, en cambio, su acompañante tenía unas enormes ojeras. Y en cuanto a Karel, parecía estar cansado y pidiendo a gritos que lo mataran, que le hicieran ese favor.

En esos momento, una pregunta rondó por su cabeza, ¿qué demonios había pasado en esa semana en la que había estado convaleciente? De seguro, que esa noche lo descubriría. Lo pondría en su lista de tareas pendientes, después de matar al que tenía sentado al lado, que, ahora mismo, era su prioridad. Nunca su orgullo había sido dañado tan tremendamente.

Y no pudo sino recordar lo mucho que en esos momentos le hacía falta su madre, la cual tuvo que marcharse a regañadientes para seguir gobernando el pequeño país. Incluso, echaba en falta al enano de su hermano.

Recordó melancólico que se había despedido de ellos en su semiinconsciencia. Y que, por ello, no recordaba casi nada de ese momento.

“MALDITO”- gritó para sí. Por supuesto, se convenció, que en su lista de prioridades se encontraba él, Ethan, más de una manera diferente a la que quería el mayor.” TE ODIO”. – determinó completamente colorado.


CAPITULO 4. NITSUGA & KAITO. EL REENCUENTRO

RECORDATORIO

- Estaréis contentos, ¿no? A ver con cuál de los dos me tengo que ir como si fuera su perrito faldero… – Nitsuga estaba considerablemente cabreado y alguien se lo pensaría dos veces antes de contestar a su pregunta.

- Conmigo. Y no hace falta que seas mi perro pues para eso ya tengo tres y si necesitase a otro, te aseguro que no te elegiría ti, así que vamos- y lo aventó para que saliera delante de él por la puerta. Antes de marcharse, dijo a los guardias – Decidles a las sirvientas que limpien y cambien las sábanas de las camas de sus altezas las princesas, ¿de acuerdo?

- ¡¡¡¡¡SI, SEÑOR!!!! – respondieron estos ante la solicitud de su señor.

- ¿NO decías que solo tenías tres perros falderos? Aquí deben de haber al menos unos veinte – La insinuación de Nitsuga solo trajo consigo las miradas acusadoras de los guardias pero no la de Kaito que reía alegremente por el pasillo, pensando que, aunque le costara sudor y sangre, ese pequeño peliazul sería suyo.

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Caminaron por los pasillos hasta llegar a unas hermosas puertas de madera que tenían un grabado en las mismas para reconocer a quien pertenecían esas dependencias.

Nitsuga leyó la plaquita que ponía el nombre de aquel que iba detrás de él: Kaito. Estaba tan cerca que podía sentir su respiración en el cuello, lo que le ocasionaba ciertos e inquietantes escalofríos que intentaba disimular para que el otro no se diera cuenta. NO podía demostrar debilidad ante el enemigo, por muy apuesto que fuera.

Algo lo sacó de su estupor momentáneo. El otro le había hablado, y tan absorto que estaba que no había podido deslucir lo que acababa de decirle.

- Perdón, ¿qué me acabas de decir? – “y, ¿por qué rayos me disculpo? MIERDA”

- He dicho que por qué estabas tan ensimismado mirando la puerta y no te decidías a entrar ya.

- Discúlpeme su excelencia, pero si tantas ganas tienes de entrar, ¿porque no lo haces tu mismo o temes que me escape mientras tienes el picaporte en la mano? – (0-1 para Nitsuga)

Kaito sonrió. - Eres muy gracioso, lo que ocurre es que quiero que la abras tú para que veas lo que tengo preparado especialmente para ti…. ¡Ah! Y lo que, en verdad pasa, entonces y a mi parecer, es que tienes miedo de lo que te espera tras esta puerta, ¿no? ( 1-1 para Kaito)

- ¡NI HABLAR! – Gritó Nitsuga, y sin más dilación, abrió la puerta de golpe para quedarse sin respiración al ver lo que el destino le había deparado. Se había quedado mudo de la impresión. (2-1 para Kaito)

- Espero que te guste. No sabía cual eran tus preferidas así que he traído las que más me han gustado. Pero pasa, o la cena se enfriará. Si no te importa me gustaría que cenaras conmigo y hablásemos un rato para conocernos mejor – Kaito estaba bastante satisfecho con la reacción de su pequeño guardaespaldas. Parece que le había gustado el presente y eso lo alegraba porque significaba un paso hacia delante en su camino hacia la conquista del que se hallaba estupefacto a su lado. Se había enamorado de él y quería que el pequeño sintiese lo mismo por él. No pararía hasta lograrlo.

- ¿eh? – Lo que estaba contemplando ante sus ojos no era lo que él había imaginado que se encontraría. A decir verdad, nadie en su situación podría pensar que eso podría pasar. Se suponía que era un prisionero, o una mascota, o algo por el estilo. Quizás debería replantearse su papel, quizás ese hombre alto que se erguía a su lado no fuera tan malo…quizás…NO, no debía pensar eso, o se engatusaría fácilmente por él y entonces estaría a su merced. No debía dejarse engañar…pero…era una imagen tan bella y romántica…

La habitación estaba llena a doquier por flores de distintos colores, cual de ellas más bella. Había rosas, amapolas, pensamientos, y otras tantas que no reconocía, posiblemente eran autóctonas de esa zona. Todas ellas eran de una tonalidad que rozaba lo imaginario, parecían iluminar la estancia por sí solas; además, los colores eran tan cálidos que daban a la sala una sensación de acogimiento y familiaridad, parecían ejercer sobre él un sentimiento de enorme tranquilidad. Además de las flores, había velas que iluminaban la habitación, pétalos cubrían el suelo de la habitación y…el lecho. Había una mesa con dos comensales. La comida ya estaba preparada y lista para servir. El espacio estaba realmente bello y había quedado de ensoñación, muy romántico.

Nitsuga pensó que sería muy difícil resistirse al hermoso encanto y buen gusto de ese hombre, para su desgracia.

- Te pregunto si me harías el honor de cenar conmigo.

- ¿Por qué me lo pides? ¿Es que acaso puedo negarme?

- NO, pero me satisfaría mucho pensar que estás aquí por voluntad propia – tenía una sonrisa y una dentadura tan blanca que parecía perfecta.

- mmmm - fue la única contestación de Nitsuga antes de dirigirse hacia la mesa para sentarse en una de las sillas, pero Kaito se le adelantó y meneó la silla para que el otro se sentara en ella, la acercó a la mesa, le ofreció una servilleta y le tendió algo de cava en una copa, que el otro bebió de un solo trago.

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La velada pasó muy silenciosa. Kaito intentaba dar conversación, pero el otro hacia caso omiso y se mantenía callado. Es más, se pasó todo el tiempo con la copa de cava en la mano, la cual no paraba de vaciar y llenar.

“Esto se me va a hacer difícil. El muchacho está muy intranquilo y no confía en mí para nada; avanzo un paso y retrocedo dos.” Pensó Kaito, observando como Nitsuga se terminaba ya su ¿vigésimo cuarta? Copa. Ya no recordaba cuantas llevaba.

“Creo que he bebido demasiado” La cabeza le daba vueltas y no podía enfocar bien la vista, lo veía todo borroso. Recordaba las cosas vagamente, éstas circulaban independientes por su cabeza. “No debería haber bebido… Reiv siempre me está diciendo que no tolero bien el alcohol… ¡es cierto! ¡Reiv! Tengo que buscarlo, es mi deber protegerlo”

Y, con ese propósito, giró su cabeza para encararse a Kaito, para exigirle llevarle ante su monarca (bueno, futuro monarca) ya fuera por las buenas o por las malas; pero el movimiento de cabeza fue demasiado rápido para su actual estado de embriaguez y, perdiendo el equilibrio, acabó en el suelo.

Kaito, que se imaginaba que algo similar podía suceder ya que el pequeñín había bebido tanto como uno de sus regimientos, se levantó para auxiliarlo y cuando iba a cogerlo en brazos para llevarlo a la cama, la sorpresa lo hizo detenerse.

- ¿eh? No me…hip…habías dicho…hip…que tenías hermanos. – Las palabras le salían entrecortadas ya que el hipo del que se había hecho dueño no le dejaba hablar seguido. - Por cierto, ¿qué hacen aquí? – preguntó sin saber que esas alucinaciones, inciertas, eran producto de su ebriedad. – Da igual puedo….hip….con…los tres – momentos tras los cuales se quedó durmiendo.

Segundos después, se oyeron risas en la habitación que rompieron el silencio imperante hasta ese momento de un hombre que llevaba en brazos a otro más pequeño, inconsciente y borracho, y que no dejaba de pensar en la resaca que tendría al día siguiente el pequeño.

Tras desnudarlo, acomodarlo en la cama y taparlo con cuidado, llamó a unos sirvientes para que recogieran la habitación, eso sí, con cuidado y que se marchasen. Él, mientras tanto, se duchó, se puso unos pantalones largos negros de raso y se acostó al lado de su enano, lo abrazó y se quedó durmiendo con una sonrisa en la cara. Recordaba pocos momentos en los que había sentido una intensa paz como en aquel instante.

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- mmmm – la luz de la mañana le molestaba los ojos. Un dolor punzante cruzó sus sienes cuando intentó levantar la cabeza lo que ocasionó que soltara un gemido y que se volviera a acostar en la cama. Fue entonces cuando se dio cuenta que tenía algo pesado que rodeaba su vientre. Con mucho cuidado levantó las sábanas que le cubría y pudo ver que aquello era un brazo…un brazo… un ¿qué? A pesar de que le martilleasen los sesos, se levantó bruscamente y observó que a su lado, en la misma cama y abrazándole, se encontraba Kaito.

Tardó unos segundos en dilucidar con nitidez los acontecimientos recientes, momento en el cual su reacción no se dejó esperar.

-PERO, ¿QUÉ…? – se calló de súbito al ver, que al intentar levantarse de la cama por el movimiento, las sábanas se fueron desprendiendo de su piel, dándose cuenta de que estaba desnudo, completamente desnudo. Rápidamente se volvió a meter entre la seguridad que le daban las mismas y, en un ataque de furia, cogió el cuerpo que tenía al lado, que aún dormía, lo empujó y lo tiró al suelo. Observó que al menos el mayor llevaba los pantalones puestos.

“Así mi orgullo sufrirá menos” pensó Nitsuga con ironía, ocultando sus ganas de llorar. Las cosas no podían estar peores. “Hay que admitir que buen cuerpo tiene. ¿Para qué negarlo? – Recapacitó - ¡Dios mío! Cada vez me parezco más a mi padre”

Tenía ganas de llorar, muchas, y más todavía al no recordar casi nada de la noche anterior. Se maldijo por haber bebido tanto durante la velada. Pero las ansías de patearle el culo al que, tirado en el suelo, todavía dormía eran mayores.

“¿Cómo puede seguir durmiendo tan campante el cretino? Ahora verá”

Así pues se lió la sábana al cuerpo como puedo, se bajo de la enorme cama y se dirigió hacia donde estaba tendido el cuerpo durmiente para arrearle una patada. Cuando estaba a punto de llegar a su estómago, unas manos le inmovilizaron la pierna y lo tiraron contra el suelo.

- Desde luego, ten por seguro que la próxima vez no te dejaré beber. No te sienta muy bien. Admítelo – Ambos sabían que el más pequeño, jamás y menos bajo esas circunstancias se rebajaría a admitir tamaña verdad. El chico seguía intentando pegarle, así que no tuvo más remedio que paralizarlo con su propio cuerpo, quedando el cuerpo del muchacho entre el suyo, separados por la sábana, y el suelo. - ¿Qué pasa para que montes tal revuelo a estas horas de la mañana?

Nitsuga ya no pudo soportar las lágrimas y comenzó a llorar como si le fuera la vida en ello. Sus sollozos iban en aumento lo que dejó anonadado a Kaito.

Lo ayudó a levantarse del suelo y lo abrazó, el pequeño se dejaba hacer bajo el pensamiento de que ya nada podía ser peor.

Kaito intentó calmarlo susurrándole palabras dulces al oído, y masajeándole con sus manos la espalda. El muchacho comenzó a dejar de emitir esos lamentos tras un tiempo, momento que aprovechó Kaito para preguntarle el motivo de su llanto. Después de todo no se había portado tan mal con él.

- ¿qué te pasa?

Aquellas palabras devolvieron a Nitsuga sus ganas de lucha y, rompiendo el abrazo, se dirigió contra Kaito gritándole:

- Y ¿¡TU ME LO PREGUNTAS?! MARICÓN, PENDENCIERO,… (Infinidad de palabrotas más que dejo a la imaginación) – siguió despotricando por la boca hasta que las cuerdas vocales se resintieron, y entonces, en un tono más débil que parecía hasta sumiso, dijo: - ¿qué me hiciste anoche?

Kaito se preguntó como podían existir tantas palabras malsonantes y, aun más curioso, cómo aquel serafín conocía tantas. Lo que Kaito desconocía era que esas palabras se pronunciaban y dejaban oír con suma facilidad en el hogar de su casa. Su papá era propenso a ellas.

Recordando lo que probablemente sucedió ayer en esa misma habitación comenzó a llorar otra vez, sin embargo, esta vez intentó ocultarlo; aunque no pasó desapercibido por Kaito, que por fin, comprendía por qué estaba tan cabreado y triste su pequeño. Le hizo hasta gracia su comportamiento ahora que comprendía la razón, pero no lo podía dejar pensando algo que no había ocurrido, no todavía.

Intentó calmarlo como la vez anterior pero en esta ocasión Nitsuga no se dejó hacer por lo que tuvo que gritar para que el otro se calmara, dejara de sollozar, de gritar y de tirarle cualquier cosa que entrara dentro de su campo visual.

No quería admitirlo pero el libro le había dolido. Ese doncel también tenía cualidades para el lanzamiento – se dijo adolorido. Le habían dicho que su cabeza podía ser dura, pero no quería comprobarlo de aquella manera, ni mucho menos.

- ¿TE DUELE EL TRASERO? ¿TIENES ALGUNA MARCA?

- ¿A que viene eso ahora? – Nitsuga se quedó estático al oír esas palabras pronunciadas por Kaito. ¿Qué si le dolía algo? Pues la verdad, no, no le dolía nada, salvo por el dolor de cabeza intensificado por sus llantos y por sus gritos, nada más, se sentía perfecto. Ahí recordó una conversación que tuvieron en su pueblo unas mujeres mayores en las que dijeron lo que dolía la primera vez. También se acordó como él y sus amigos se quedaron petrificados al oír esas palabras, y como Sakuya prometió, aquella vez, que nunca se dejaría penetrar por nadie o cuando su papá no podía andar por varios días cuando su padre no le dejaba salir de la habitación tras varios días o semanas de abstinencia debido a los castigos que se inflingían uno al otro. No pudo sino evocar una imagen de su familia y de cuanto los echaba de menos, aun a pesar de avergonzarlo seguían siendo su sangre y los quería. Entonces, eso significaba que…- entonces eso significa…que…tu y yo….

- Nada, no pasó nada. Ahora si no te importa, siéntate en la cama que quiero que dejemos algunas cosas claras – el muchacho, ya mucho más tranquilo, obedeció – Me he enamorado de ti – las palabras le dejaron sorprendido, desde luego no se imaginó que el que estaba de pie enfrente suyo le diría eso y, menos aún, imaginó las palabras que vendrían después de esa declaración- y quiero casarme contigo si tu quisieses aceptarme. No es necesario que me contestes, tan solo quiero que lo medites y que me dejes cortejarte- Y antes de proseguir, le colocó una pulsera en una de sus muñecas. Intuyendo lo que preguntaría, le resolvió sus dudas – Una medida de seguridad.

-Pero…

- Ya se que es difícil de aceptar pero te propongo algo. - Interrumpió.

- Pero…

- Si en un mes no aceptas ser al menos mi pareja te dejaré libre.- Kaito parecía no oír lo que Nitsuga trataba de decirle.

- ¡¡¡JOLINES!!! ¿Quieres hacer el favor de callar un rato y dejarme terminar una frase o al menos formular una coherente? Te pareces a mi papá –Farfulló desesperado. Ante el silencio que promulgó Kaito ante sus palabras, continuó – Gracias. Quería decirte, antes de que me interrumpieras, que acepto con una condición.- “total, este hombre me cae bien y debo proteger a Reiv” – que durante el cortejo, nada de relaciones prematrimoniales. Solo y digo solo si acepto ser tu esposo, las habrá y no antes de la noche de bodas. ¿Aceptas? – Y le tendió una de sus manos.

- Acepto con mucho gusto.- Por él, Kaito esperaría lo que hiciera falta. Además, aunque tuviera que estar en celibato, merecía la pena. Es más, le gustaba esa faceta y lo hacía más bello a sus ojos. Tenía que conquistar a aquella joya a como diera lugar. Y le estrechó la mano al pequeño que todavía estaba sentado en la cama rodeado por la sábana que los había cobijado a ambos aquella noche.- Ahora será mejor que nos vistamos. Te quiero enseñar los jardines que son preciosos.

Ante la mirada inquisitoria que le mostró Nitsuga, supo que no se cambiaría con él delante. Suspiró. Tampoco podría recrearse la vista al ver tan hermoso cuerpo cuando se cambiase. Así recordaba su cuerpo ya que la noche anterior, cuando desvistió al pequeño, se quedó unos segundos contemplándolo y nada en el mismo le parecía más perfecto. Para sus ojos, era Adán en personificación. Se vistió rápido sin importar que Nitsuga estuviera delante, el cual en un ataque de vergüenza, se tapó los ojos cuando Kaito se dispuso a quitarse el pantalón.

Cuando se disponía a salir de la habitación, Nitsuga lo detuvo:

- Ummm… perdona…Kaito… ¿Qué ropa me pongo?- escuchar como nombraba su nombre de pila fue el cielo para sus oídos.

- Es verdad- se fue a donde había un gran guardarropa, abrió una de sus alas y mostró un montón de ropa colgada - Aquí tienes, elige cual gustes. Son todas de tu talla. Te espero en la puerta. No tardes mucho, ¿ok?- Ahora sí se dispuso a abrir la puerta, de hecho cuando la tenía abierta se paró en seco, andó hasta el muchacho y le dio un casto beso en los labios al pequeño que ya se dirigía hasta el armario para coger unas prendas para ponerse ese día.

- Nunca dijiste que no podía darte besos.- Contestó ante la mirada inquisidora del receptáculo de aquella muestra de amor. Salió por la puerta dejando a un colorado Nitsuga paralizado por el reciente suceso y la cerró.

Mientras que avanzaban por el castillo para dar aquella vuelta por las afueras, Nitsuga, culpable, en un arrebato le preguntó:

- ¿Te hice daño?

- ¿Daño?

- Sí… bueno… ya sabes… cuando pensaba que y cogí… y te di – balbuceó.

- ¡Ah! Cuando me diste – Kaito estaba jugando con el otro – Ya, pero hablas de cuando me golpeaste con el libro, con la almohada, con el zapato… - empezó a enumerar.

- Vale, ya lo entendí. – cortó Nitsuga.

- La verdad es que el libro me hizo algo de daño. Aquí – señaló Kaito en su frente, acercándose al más bajito para que pudiera ver la pequeña y nimia marca que había.

- Lo siento – susurró avergonzado por lo que se le pasó por la mente y que no era otra cosa sino darle un casto besito en la herida, si es que se le podía llamar así.

Tal era el apocamiento que ello le provocó que ante la no muestra de reacción del mayor que quedó gratamente sorprendido, se dispusiera a correr al ver la luz que procedía del exterior.

Kaito le siguió y jugaron en el jardín todo el día a pillarse.

No hace falta añadir que acabaron exhaustos aquel día de tanto correr.

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Aquella semana que estuvo con Kaito fue inolvidable. Le regalaba cosas, salían por los alrededores, reían, hablaban, jugaban,… pero siempre que preguntaba por sus compañeros y amigos, Kaito evadía la pregunta lo que irritaba sobremanera a Nitsuga. Todo hasta que una tarde, Kaito le dijo que se preparara que aquella noche volvería a ver sus amigos pues iban a cenar todos juntos en el gran comedor, y, ante la insistente preguntadera de Nitsuga, le contestó que Reiv también estaría presente y que podría comprobar por sí mismo que se encontraba bastante recuperado de su herida.

Nitsuga se puso tan contento al escuchar la noticia que abrazó efusivamente y sin pensar a Kaito lo que agradó a éste último, al punto de excitarse. Tan pronto como comenzó el abrazo, terminó al darse cuenta Nitsuga de lo que acababa de ocurrir. Con considerable esfuerzo, pues el contacto con Kaito le agradaba mucho, aun cuando quería negarlo pues lo había podido comprobar a lo largo de esa semana, se separó.

- Lo siento.

- No pasa nada, es más creo que me merezco un premio por lo de la cena de esta noche.- contestó entre risas y poniendo muecas graciosas con los labios lo que hizo reír a Nitsuga, que se acercó a la cama de manera juguetona y sin previo aviso, le tiró un cojín en pleno rostro.

- Tomaré eso como un no - Kaito no pudo hacer otra cosa que reír sumándose a la risa de su pequeño Adán.

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Se arregló lo más rápido que pudo e instó a Kaito para ir lo antes posible al salón. Kaito, ante su insistencia, no tuvo más remedio que aceptar y se dirigieron al mismo.

Al llegar no había nadie.

- Te lo dije, hemos llegado temprano. Me lo merezco por hacerte caso.

- No seas cascarrabias.- Nitsuga entonces aprovechó el momento para contemplar aquella enorme estancia.

El salón era inmenso. En el centro había una gigantesca mesa rectangular que ocupaba gran parte, y a su alrededor había muchas sillas recubiertas de terciopelo. En una esquina, había un piano, y en la otra un arpa. De las inmensas paredes colgaban hermosos cuadros y los grandes ventanales estaban adornados por balcones gigantescos que contenían flores bien cuidadas. También había una alfombra que cubría casi todo el suelo de parqué de la estancia.

Nitsuga no podría recordar cuanto tiempo quedó embelesado caminando por la estancia, pero sus pensamientos llenos de halagos hacia el decorador, terminaron cuando las puertas se abrieron, dieron paso a un demacrado Karel que parecía falto de sueño y que no podía casi tenerse en pie acompañado por un ojivioleta con pelo grisáceo que entró muy alegre a la habitación y se sentó en una de las sillas.

Nitsuga se acercó corriendo a Karel y le preguntó:

- ¿Qué te ha pasado?

- mmmm… ahora no... Estoy muy cansado… no he dormido nada por su culpa, no me deja descansar ni un momento, no para, es muy enérgico….y le da igual que no hable, él lo hace por los dos. Para lo que hacemos, no hace falta ni conversar. Hazme un favor, pégame un tiro- y se recostó con un estrepitoso golpe en un sillón e intentó relajarse.

¿Qué demonios le había hecho ese tipo para que Karel tuviera ese aspecto? Al menos, mirando el lado bueno, Karel había hablado bastante con él. Quizás y solo tal vez, aquello fuera el preludio de algo bueno para ambos. Y esperaba que para los otros también lo fuera. Eso lo vería cuando llegaran.



Continuará...

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