5vs5 Angelus 5vs5. 1ª TEMPORADA_parte_c

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Y a continuacion, los cuatro siguientes capitulos de angelus:

CAPITULO 9. DOBLE FILO.

Llegó tambaleándose a la habitación que se suponía compartía con el enano. A Ethan no le sorprendería no encontrarlo acostado en la cama en la que debían “dormir” ambos, pues no sería la primera vez que se había fugado buscando algún rincón inhóspito en el que permanecer hasta que llegase el alba.

Pero, al abrir la puerta, entrar, cerrarla y encender un pequeño candelabro para no quedar sumido en la total oscuridad, un gemido lo hizo voltearse para ver el bultito acurrucado en posición fetal que dormía bajo las sábanas, las cuales estaban enredadas por su piernas dejando ver las finas, esbeltas y blancas extremidades de Reiv.

A Ethan le encantaba verlo dormir porque tan solo en esas contadas ocasiones lo podía hacer sin terminar con dolor físico por recibir golpes del príncipe o con dolor de cabeza por sus gritos cuando discutían. Ese era el único momento en el que podía decir que era un ángel.

Las cortinas que enmarcaban el lecho estaban corridas pero dejaban entrever la luna llena, lo que permitía que ciertos rayos provenientes de la misma se introdujeran a la estancia sin ser invitados.

La imagen en conjunto era irresistible y si así le añadíamos el poco autocontrol del que en esos momentos gozaba Ethan, era una situación bastante tentadora y erótica.

En otras circunstancias personales, habría dado media vuelta y se hubiera alejado lo más posible de aquella tentación del diablo, pero su embriaguez y quizá su ya despertada imaginación y miembro se lo impidieron.

Su cerebro le indicaba que se estaba adentrando en una situación peligrosa, que debía marcharse cuanto antes pero sus piernas no le respondían, no querían moverlo de donde había quedado estático, de pie, a la orilla de la cama. Es más, en vez de alejarse hacia la puerta y salir de la calurosa habitación, sus piernas los condujeron hacia donde se encontraba el pequeño dormitando.

Acercó peligrosamente su rostro al de Reiv, y su aliento alcohol llenó las fosas nasales del pequeño durmiente que, al oler tal “fragancia” despertó aletargado de su dulce sueño.

Y, sin apenas haber abierto los ojos, notó como sus labios eran apresados por otros demandantes que lo besaban de forma furiosa, apasionada. Debido a su pronto despertar todavía no cavilaba con lucidez por lo que reaccionó tardíamente al eso tan solo para separarse cuando el mayor le mordió efusivamente el labio inferior con un grito de dolor y asombro.

Lo contempló allí vestido como esa tarde cuando lo rechazó otra vez más. Reiv ignoraba las veces que iban ya con ésa, y, otra vez, el otro se había ido despotricando y maldiciendo; pero, nunca había vuelto en ese estado. Parecía que había vivido un huracán o se había enfrentado a alguna batalla. Sus ropas no estaban pulcramente colocadas y su rostro mostraba fatiga, cansancio y ahora también,…lujuria.

Reiv nunca lo había visto borracho, no en ese estado de embriaguez y esa mirada…tampoco la había visto, ni siquiera el día que se conocieron, cuando lo hirió y se lo llevó a la fuerza. Bueno, la verdad es que la situación había cambiado un poco desde entonces porque, aunque muy en el fondo, creía tener cariño por él. Esa mirada que ahora tenía, para decirlo en pocas palabras, le daba miedo, mucho miedo.

Se limpió la sangre que corría por la comisura de su labio y que dejaba caer pequeñas gotas por la barbilla y que estaban empezando a manchar las finas sábanas, e intentó desplazarse para evitar la cercanía tan peligrosa que se había formado entre los dos. Apenas, Ethan se había separado unos milímetros cuando el otro gritó por la mordida.

Ethan impidió que el que todavía estaba recostado en la cama se moviera de la misma. No quería separarse de la calidez que el pequeño desprendía. Quería volver a sentir esos labios, quería saborear otra vez esa sangra, tan dulce como la miel para su paladar. Y así lo hizo.

Cogió brutalmente a Reiv de los hombros, lo que hizo que éste soltase pequeños gemiditos de dolor y lo acercó a su boca para atrapar la del otro. El beso no fue ni dulce, ni romántico.

Las lenguas de ambos se enzarzaron en una feroz batalla, pero la del mayor consiguió introducirse en la boca del más pequeño y salvajemente, soltándole uno de los hombros y tirándole del pelo, profundizó el beso. Además también, cuando tenía oportunidad, le mordía la lengua y los labios para luego, en breves instantes, lamer la sangre que ahora circulaba por las heridas recién abiertas.

Reiv estaba verdaderamente asustado, nunca en su vida lo había estado tanto. Le dolía mucho la boca y si seguía así no sabía bien que podría ocurrirle a ésta. Ya estaba bastante maltrecha así que, notando que el otro comenzaba a recostarse entre sus piernas, pero sin impedir el movimiento de las mismas, con un rodillazo le dio por segunda vez en ese mes en sus partes nobles.

El beso terminó tan pronto como Ethan recibió la inesperada patada en su zona viril. Se incorporó un poco, ocasión que Reiv aprovechó para asestarle otra patada que lo alejó un poco más de su cuerpo, lo suficiente para que el pudiese bajarse del lecho y poner el mismo por distancia entre ambos.

- ¡¡¡MIERDA!!! Esta me la pagas enano del demonio. Ven aquí ahora mismo – la voz todavía no le salía con total gravedad, quizá por el golpe, quizá por la bebida. Lo que era seguro es que todavía le dolía porque mascullaba entre dientes evitando emitir grititos y a pesar de que se había levantado de la cama, todavía permanecía algo encorvado hacia delante.

- NI LO SUEÑES, ESTÚPIDO Y ESO TE LO MERECES POR IDIOTA Y SALIDO MENTAL – Se tranquilizó y prosiguió – me voy de esta habitación y cuando se te quite la borrachera hablamos, si es que contigo se puede hablar.

Comenzó a dirigirse a la puerta, no iba corriendo pero se notaba el paso presuroso y tembloroso que llevaba, lo que indicaba sus ganas de alejarse de aquel borracho. Pero, a pesar de moverse de forma tambaleante, sus reflejos parecían no haber disminuido porque se percató a los pocos segundos de los que Reiv intentaba hacer y lo asió con garras de acero para tirarlo brutalmente a la cama.

Reiv, que no se esperaba esa reacción tan rápida ya que la borrachera disminuía facultades, no reaccionó y fue jalado con brusquedad como una marioneta, y, con tan mala suerte, que su cabeza dio en el cabezal de la cama.

Se dio un fuerte golpe que lo dejó semiinconsciente. Ethan sonrió satisfecho por el resultado y mientras se acercaba sigilosamente a la cama, Reiv comprobaba como manaba sangre de la nueva herida al comprobar como había gran cantidad de ésta en la mano que había llevado instintivamente cuando notó el dolor.

Era tanto su mutismo que tan solo cuando perdió el aire, se dio cuenta que Ethan le había golpeado en la boca del estómago. Lo último que vio antes de que todo quedase oscuro fue la cara del hombre que había acabado con todo lo que tenía.

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Todo le daba vueltas, le dolía mucho la cabeza. Instintivamente, iba a dirigir uno de sus brazos a su cabeza para ver el causante de tanto malestar pero se sorprendió cuando comprobó que no podía mover sus extremidades superiores. De forma irremediable y a pesar de las punzadas de dolor que sentía abrió con dificultad los ojos para encontrarse sentado a un costado a Ethan, ya sin ropa. Tan solo lo cubría su ropa interior. Fue entonces cuando Reiv comenzó a recordar apesadumbrado todo lo que había acontecido pocos momentos antes de caer inconsciente.

El miedo se apoderó de su cuerpo y de su ser. Estaba a merced del bruto que se mostraba ante él, y recién se daba cuenta, estaba completamente desnudo. Nada, absolutamente, nada de la ropa que anteriormente le cubría su blanquecina piel estaba en el lugar que correspondía. Ahora ya no era miedo lo que sentía, sino terror. Ya se imaginaba lo que el otro planeaba teniéndolo así.

Lo que a Reiv no se le pasaba por la cabeza era, que lo que temía en esos momentos no era ni una quinta parte de lo que sufriría esa noche.

Intentó girar la cabeza hacia los lados para poder situarse mejor, pero lejos de ayudarle, lo que consiguió fue que todo alrededor le diera vueltas y que lo que había cenado aquella noche amenazara con salir de su estómago hacia su garganta.

Ethan, que había estado, oscuro, callado, sentado en un sillón, se levantó para comenzar con lo que había estado planeando desde que el otro se desmayara y que no comenzaría hasta que despertara.

Era inimaginable que alguien tan borracho y que quizás al día siguiente no se acordara de lo sucedido, pudiese hacer lo que allí iba a dar comienzo.

Reiv pudo atisbar que algo se movía entre sombras y concluyó que no podía ser otro que Ethan. Quería gritar, pedir ayuda paro sabía que era imposible que a esas horas alguien rondara cerca de los aposentos. Además, el castillo era muy grande y su voz no quería salir, se apagaba en su camino hasta la garganta dejando salir leves sollozos.

Ethan sonreía por la imagen del joven: labios hinchados y todavía sangrantes, desnudo y en la cabecera se notaba la sangre que había brotado hasta hacía poco de la brecha situada en su cabecita, en su preciosa cabecita. La imagen era sublime y él la mejoraría en los instantes siguientes. Sin pensarlo más, sacó de su vaina una daga de preciosas incrustaciones de diamantes y zafiros, acompañados y adornados por algunos rubíes. La empuñadura acababa con forma de dragón e imitaba toda ella las escamas propias de uno. Ésta era de un color negro plateado que brillaba en la oscuridad. El filo tenía una anchura aproximada de dos dedos y era bastante fina, pero hecha de un material casi irrompible daba a la pieza una imagen aterradora. Además estaba muy bien afilada.

Reiv, que vio destellos entre la oscuridad, no se percató de donde venían los mismos hasta que Ethan encendió un pequeña vela que, aunque no alumbraba mucho sí lo conseguía lo suficiente. Solo esa llama le fue suficiente a Reiv para ver que era lo que empuñaba el rey de Thorp: una hermosa y valiosa daga.

Si ya estaba asustado y temeroso por la incertidumbre y las pasadas acciones del hombre, ahora lo que sentía ya no podía ser nombrado con palabras. Quería gritar, pedir auxilio pero justo cuando creía que su voz saldría lo suficientemente fuerte, su boca fue tapada en una mordaza que giraba en torno a su cara y le impedía el habla.

Si Reiv había pensado en alguna posibilidad de escape, sus esperanzas yacían ahora extintas, se habían esfumado, no pudo hacer otra cosa que llorar lágrimas saladas, amargas llenas de miedo y frustración por lo que ahí sucedería.

Ethan las lamió con lo que parecía hasta con ternura para, sin previo aviso, clavar el filo del arma blanca de forma superficial en la blanca y perfecta piel del príncipe heredero del reino de Eirth. Como su boca estaba tapada, solo se oyeron gemidos, gemidos que no pararían en toda la noche pues Ethan no se conformó con una sola cortada.

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Tras una hora, tiempo que para Reiv había sido una auténtica eternidad, Ethan dejó el cuchillo ensangrentado en una de las mesitas que acompañaban la cama.

No se había desmayado en ningún momento porque la tortura que le había profesado había sido lenta, minuciosa y con tiempos de lapsos entre ellas.

Le dolía todo el cuerpo. Ya no le quedaban lágrimas que derramar y, aunque no había podido gritar, su garganta le dolía horrores y sus muñecas estaban desgarradas, en carne viva por los nefastos intentos de escapar del acero.

Dolía a la vista mirar ese cuerpo casi de ángel manchado de sangre, cubierto por ella. Los cortes se sucedían por todo el cuerpo. Solo se salvaba la cara, el cuello, las manos, pies y el trasero, espalda y partes pudientes. Cara y cuello porque a Ethan le parecía un sacrilegio, manos y pies porque ya estaban lastimadas con ataduras y para lo otro ya tenía pensada otra función.

Al ser heridas superficiales, dejaron de sangrar relativamente pronto ya que Ethan, sin pulcritud y suavidad, las ungió con alcohol. A pesar de ser superficiales eran muchas y la curación a la que había sido sometido había dado a entender a Reiv que podían doler horrores, más que una herida de gravedad. Y aunque, su cara no tuviera marcas de cortes sí las tenía de heridas psicológicas que comenzaban a ser visibles. Su rostro estaba muy pálido debido a la pérdida de sangre, sus labios morados, demasiado, y a sus ojos le rodeaban estelas oscuras que le daban una visión fantasmal. Aún, a pesar de todo, seguía mostrando belleza infinita o eso imaginó Ethan al verlo.

En total debían haber, dispersas por todo el cuerpo, unas veinte lesiones aproximadamente. Y con el sudor de una hora de torturas escocían sobremanera.

Ethan, tras dejar el cuchillo y echar el alcohol, cogió un trapo que tenía preparado y limpió el cuerpo de la sangre reseca. Por supuesto no lo hizo de forma dulce pero evitó que de las llagas empezara a brotar sangre otra vez

Una vez terminó, Reiv suspiró aliviado al ver como le desataban de sus dolorosas cadenas; pero no se movió ni un ápice. Sus fuerzas le habían abandonado. También le quitó la mordaza para comprobar que sus mandíbula estaba adolorida de haber apretado tanto aquella tela.

Ahora solo tenía que descansar, recuperarse y… vengarse. Eso no quedaría así, ni mucho menos. Tal fue la sorpresa de Reiv al ver que su tortura, su verdadera tortura daba comienzo.

Vio como Ethan se quitaba lo que restaba de su ropa, adherida a su cuerpo. Intentó moverse, bajarse de la cama y correr pero no pudo, solo pudo resignarse a ver como aquel monstruo se recostaba encima suyo para toquetearlo a su antojo. Las lágrimas comenzaron a aflorar de nuevo, eran regueros que parecían no tener fin aquella noche.

Ethan estaba extasiado, no sabía lo que hacía. No pensaba, solo quería saborear aquel cuerpo que tanto tiempo atrás estaba deseando. Por fin, esa noche lo conseguiría. Consideró que el pecho y abdomen no podían ser víctimas por las cortadas que las atravesaban así que directamente volteó de forma tosca el cuerpo profanado consiguiendo que el otro lanzara grititos que no dejaron de salir. Reiv sabía que no tendría nuevas oportunidades de salir de aquel calvario y empezó a gritar como alma que se la lleva el diablo a pesar de que se le desencajase mandíbula y se le quemasen las cuerdas vocales. Nadie lo pararía. Pero se equivocó.

Como respuesta a tales gritos recibió un bofetazo en una de sus mejillas para luego ser empotrado contra los almohadones con una mano mientras la otra se introducía bestialmente en su ano para luego ser sustituido por un miembro grande y excitado.

- ¡¡¡¡¡¡AHHHHHHHHHHHHHH!!!!!!

-mmmmmm….que estre…cho…eres. Me gusta – decía embargado por la lujuria Ethan.

- de-ja-me. Me sien...to…mo…rir - no pudo terminar la frase. Tanto era el sufrimiento aguantado que se desmayó por segunda vez en la noche.

Ethan maldijo por lo bajo pero no salió de él hasta venirse dentro. Emergió de su cuerpo brutalmente haciendo que las ya sangrantes paredes anales se quejasen por tal vil trato.

Ethan esperaría despierto a que el pequeño despertara para volver a tenerlo entre sus brazos. Estaría así toda la noche, hasta el alba.

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-mmmmmmn

No pasaron ni quince minutos cuando Reiv comenzó a sentirse morir. Le dolió horrores el trasero y notaba como toda esa parte estaba mojada, empapada. No tardó en recordar lo ocurrido, sus ojos ya estaban opacados por el agua salada de sus pupilas. No podía ser. Había dejado de ser virgen de la peor de las formas.

Ethan oyó los quejidos, ansioso, del menor para posicionarlo otra vez. Esta vez comenzó a masajear la espalda. Reiv se intentaba zafar aun sin conseguirlo.

- DEJAME BASTARDO. Te matare – los sollozos interrumpían sus palabras y los latigazos de dolor en su faringe no ayudaba tampoco. Entre los inútiles forcejeos logró arañar a Ethan en un pómulo lo que enfureció a éste último que, a pesar de haber intentado que el otro disfrutase algo del momento de intimidad, lo penetró ferozmente, como la vez anterior para, sin esperar a que se acostumbrase, dar fervientes y brutales embestidas dentro del cuerpo del menor que, ya sin fuerzas para quejarse se hizo hacer. Eso sí, su imagen era borrosa por las joyas aguales que se desplazaban por su hermoso y ahora también demacrado rostro.

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Tras terminar de violarlo incontables veces, para en su conciencia, darse cuenta de que debía parar si no quería matarlo por la pérdida de sangre. Salió del delicioso e inconsciente cuerpo por última vez para acostarse a su lado y dejarse llevar por un reconfortante sueño. Quedó dormido enseguida, nada más recostarse y acomodarse en la gran cama matrimonial ahora cubierta por grandes manchas de sangre.

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Se despertó debido a los rayos que entraban por los grandes ventanales a pesar de haber rogado antes de desvanecerse, e inconscientemente, que la muerte se lo llevara entre los sueños. Se le rompía el cuerpo y el alma. Ya no tenía nada, ninguna razón para existir.

Observó que el ser que había ocasionado su eterna desdicha estaba plácidamente durmiendo a un costado suyo, como si de un inocente niño se tratase.

Dentro de esos pozos azul cristalino ya no quedaba agua que derramar pero esos ojos bellos que destilaban alegría estaban opacos, vacíos.

Con el dolor no solo de un cuerpo sino también de un alma desgarrada miró el destrozo y encontró aquel instrumento con el que comenzó a torturarle.

Reiv empezó a ver ese filo de una manera diferente a la vez anterior, no con miedo, sino como una mano que lo ayudaría a acabar con su sufrimiento…

-¿Sabes lo peor? Que esto duele más, al saber que no puedo odiarte como en verdad quisiera… - susurró al bello durmiente antes de dar por terminado todo. - porque… – pero le fue imposible decir las últimas palabras, se quedaron mudas en su boca. Jamás se le pasaría por la mente esas tres sílabas, ya fuera para bien o para mal.

Durante ese mes, había empezado, muy a su pesar, a comprender que esas peleas, que casi siempre él empezaba, sus discusiones, sus pláticas,...le encantaban; había entendido que Ethan era un muy buen rey, un muy buen hermano y una muy buena persona que aunque no fue correcto que le obligase a ese pacto, lo trataba bien en casi todos los aspectos. Quizás como el síndrome de Estocolmo, había comenzado a enamorarse de su captor y eso lo enfurecía sobremanera aunque, en estos últimos instantes, le pareció un pequeño rayo de luz, su último rayo de luz.

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Se despertó debido a los rayos que entraban por los grandes ventanales. Le dolía mucho la cabeza y no recordaba el por qué. Todavía con los ojos cerrados, empezó a indagar en su subconsciente lo que había ocurrido el día anterior….se peleó con el enano….se fue al despacho….bebió…..y mucho según recordaba….Empezó a darle fuertes pinchazos en las sienes los que le hizo desistir, por el momento, en su intento de seguir recordando, para colocar, las manos que yacían a sus costados, en la frente. Tal fue su sorpresa al notar un líquido que las bañaba. Abrió con dificultad los ojos para observar que sus manos estaban cubiertas de sangre, de mucha sangre. Se asustó y presa de una angustia inhumana, se levantó lo que ocasionó que el dolor se incrementara. Cuando iba a quejarse, la escena que vio lo dejó paralizado por el terror.

¿Qué había ocurrido aquella noche? ¿Qué le había hecho al pequeño? Eran las preguntas que desfilaban por la mente del mayor. Pero no era el momento de hacérselas. Cogió la ropa que había en el suelo, se puso sus pantalones y con la restante comenzó a hacer torniquetes por las destrozadas muñecas del chico para cortar la hemorragia.

Seguidamente comprobó con alivio que el chico, su amor aún respiraba. Notó de todas formas, que las heridas en las mismas se habían hecho hacía poco porque la sangre brotaba incesante y el cuchillo todavía estaba en la muñeca no lesionada.

Notando como la vida del pequeño se le iba de las manos, lo aferró, lo acogió entre sus brazos para gritar a plena voz que alguien lo auxiliase, que acudiesen enseguida y que llamaran a un médico.

Los rayos del sol se introducían a través de las cortinas, parecían ajenos a lo acaecido en esa noche y realizaban su trabajo sin inmutarse, al igual que la noche anterior o habían hecho los rayos de la luna. Pero la imagen que entre dejaban ver no era la más bonita que hubieran presenciado en sus largas estadías mientras pululaba el sol, de eso se podía estar segura.

Las puertas de la gran habitación no tardaron apenas un segundo en abrirse para dar pasó a una apresurada y apurada servidumbre que enmudecieron al ver la escena.

Ethan solo agradeció que a esas horas de la mañana la servidumbre ya estuviera trabajando pues de otro modo nadie los hubiera oído ya que los aposentos reales, a pesar de que sus guardias le aconsejaban lo contralor, estaban alejadas de las demás salas concurridas por personas para darle intimidad, al menos en la noche.

Y, sin demorar un segundo, ordenó:

- ¡¡¡¡TRAIGAN AL DOCTOR INMEDIATAMENTE!!!!- No hubo esperar más para que el castillo entero se revolucionara en un ir y venir de pasos que se oían correr por los pasillos y estancias.

Mientras que esperaba la llegada del médico real que vivía en palacio para cualquier urgencia, susurraba:

- dios mío no te lo lleves. Haré lo que sea pero no te lleves lo que más amo a parte de mis hermanas – y unas lágrimas empezaron a rodar por sus mejillas.


CAPITULO 10. LA CALMA ANTES DE LA TORMENTA

- PLUF

Lo siguiente en escucharse en el gran despacho fue el ruido de alguien caer estrepitoso al suelo, pero, salvo eso, nada se volvió a oír. Ningún grito, ningún quejido, ninguna palabra de irritación porque todos los presentes en esa sala sabían que el golpe era bien merecido, incluso el que ahora, sentado en el suelo, tenía su llorosa mirada fija en el suelo.

Era imposible que él fuera el causante del mal que azotaba al pequeño rubio casi platino, que él le hubiera hecho aquellas atrocidades de las cuales solo recordaba resquicios, que él fuera tan desalmado para haber cometido tales actos… Nadie se lo explicaba pero sí, había sido él y ahora tenía que cargar con su conciencia, con su culpabilidad y con los reproches.

- ¡DIOS MÍO, ETHAN! – Kaito intentó calmarse a pesar de la situación. Era su mejor amigo y por él, hubiera puesto la mano en el fuego de que jamás le haría algo así al principito de Eirth; pero se equivocó. Continuó bajando el tono - ¿Cómo has podido?

Sus quejas fueron interrumpidas por otro de los presentes en el despacho, ese despacho en el que le propusieron aquella barbaridad a sus “parejas”. Shion intentó calmar la situación. Él también estaba incrédulo por lo ocurrido; a pesar de ello, sabía que Ethan no era así, quería creerlo, no, lo sabía con certeza. Además, la situación en la que se encontraba desde que encontró a Reiv, la de llamar al médico, desde que éste habló con él y cuando salió de la habitación lo demostraba.

Todavía recordaban las palabras que el doctor, que acababa de salir de la estancia tras revisar el estado del muchacho durante algo más de cuatro horas, cuatro suplicantes, agotadoras e inciertas horas.

Tiene una de las muñecas rotas, el corte en la otra ha requerido de quince puntos de sutura, tiene veinte cortadas en el cuerpo, diez de ellas en el pecho y las restantes repartidas por sus extremidades. Todas son superficiales, tan solo he tenido que suturar cuatro. Además, se ha roto dos costillas y sus paredes anales están completamente destrozadas. A pesar de todo he conseguido estabilizarlo. Ha perdido mucha sangre debido a todos los cortes que recorrían su cuerpo y especialmente al de su muñeca y, por ello, le he tenido que hacer una transfusión de sangre.

No les engañaré ha estado muy grave – y viendo la cara de los presentes, les tranquilizó diciendo – pero ahora está estable.

Está sedado, y tiene puesto una vía por la que entra suero, analgésicos y antibióticos para evitar posibles infecciones.

Volveré dentro de unas horas. – Antes de salir por la puerta, añadió- Debe estar vigilado constantemente mientras no esté. Cualquier cosa por nimia que sea me avisan. Hay que estar al pendiente ya que su estado es muy delicado y no quiero que nada lo empeore pues podría ser fatal para su estado de salud.

Los presentes todavía recordaban el precioso estado del cuerpo ensangrentado de Reiv cuando entraron a la habitación momentos después de ser llamados por la servidumbre por órdenes expresas del mismo Ethan con la coletilla de que algo malo había sucedido. Pero nunca imaginaron qué era eso lo que había pasado.

La morada se llenó de un silencio sepulcral tan solo interrumpido por los sollozos de un muy arrepentido Ethan, que no podía controlar ni su llanto ni sus temblores.

Sus amigos no podían sino sentir pena y compasión por su amigo. Kaito se acercó y abrazó a su mejor amigo, dispuesto a apoyarlo a pesar de sus acciones, pues para eso están los amigos: para lo bueno y, sobre todo, para lo malo.

El problema sería como decírselo a los guardianes earthianos. Eso sí que iba a ser una batalla campal.

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Estaban muy impacientes. Desde que aquellos que los secuestraron se marcharan tras ser avisados de urgencia, Yuuri, Nitsuga, Sakuya y Karel habían sido introducidos en una habitación lejana a donde transcurrían los hechos, cerrada con llave y con soldados apostados en las puertas.

Había ocurrido algo grave y ninguno de ellos lo discutía. Estaban preocupados. No sabían nada de Reiv y eso los inquietaba sobremanera. Si ocurría algo y los querían proteger, Reiv debería estar con ellos. Eso sí, conocían el carácter de su príncipe pero también el del rey y de seguro que no le dejaría campar a sus aires si por ello corría peligro. Eso todavía era más frustrante: no saber el paradero de Reiv.

- Esto no me gusta nada. Hay que hacer algo. – habló Yuuri que había perdido la sonrisa, y muy pocas veces ésta se borraba de su cara.

- A mí tampoco. – dijo Karel.

- Además, Reiv no está con nosotros. Algo le pasó, estoy seguro y nosotros, como sus guardianes, debemos encontrarlo y protegerlo. – prosiguió Nitsuga.

- Tenéis razón. ¿Alguna idea de cómo salir? – más le hubiera valido a Sakuya no preguntar.

- Bueno, yo… - Yuuri comenzó a explicar el plan que había surgido en su cabecita a sus compañeros. Todos afirmaban con gestos mientras éste hablaba, todos menos uno que era la pieza principal para salir de aquel habitáculo.

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Los guardias, por órdenes claras, precisas y exactas de que nadie saliera o entrase de la habitación, oyeron, intrigados, el ruido proveniente del interior de la habitación. Su curiosidad pronto se vio interrumpida por unos golpes en la puerta, seguidos de unos ruegos:

- ¡Por favor! Abran la puerta. Sakuya se encuentra mal. Llamen a un doctor o algo, pero entren a comprobar el estado de mi hermano. Ha empezado a sangrar de pronto y estoy muy preocupado – Yuuri era un muy buen actor y si no, que se lo dijeran a Kyo.

El pobre guerrero thorpiano tenía que aguantar cada una de las actuaciones del doncel. Cada una más sofisticada que la anterior. Aún así, Kyo siempre conseguía romper ese papel auto impuesto por Yuuri y lo dejaba al descubierto, es decir, no se dejaba guiar por la falsa apariencia. Eso lo intrigaba. Nunca Yuuri se había planteado ser tan mal comediante.

- Pero, señorito, tenemos órdenes de…

- Pues entonces se las verán con Shion.

- Llamaremos a Shion. Él sabrá que hacer.

- Si por su culpa algo le pasa a mi sobrina, no verán un nuevo amanecer… - y para completar la farsa, se oyeron gritos que parecían gemidos proferidos por Sakuya que, mentalmente, maldecía su suerte.

Los soldados, ante las amenazas, súplicas y los ruegos se decidieron a abrir la puerta pues cuando le dieron órdenes nadie contaba con el imprevisto de una indisposición por parte del atractivo amante embarazado del general Shion, pues ya todos conocían la noticia. ¡Si se pasaban el día entero gritando en público sus desavenencias! ¡Cómo para no saberlo!

Y ante el panorama de su superior cabreado, se apresuraron a introducir las llaves en su correspondiente cerradura para abrir la puerta. Al entrar, se encontraron a Sakuya recostado en el sofá. Había lo que parecía sangre en el suelo que conducía a donde se encontraba el pelinegro que parecía más pálido de lo normal por la supuesta pérdida de ese líquido vital. Los pantalones estaban oscurecidos lo que sorprendió de manera no grata a los soldados que se petrificaron al ver lo que allí ocurría. ¡¿El amante de Shion estaba teniendo un aborto!?

- ¡Tenemos que llamar a un doctor! Leo corre y tráelo lo más rápido posible – pero sus mandatos no se pudieron realizar porque en cuestión de segundos el soldado estaba inconsciente en el suelo, al igual que los restantes.

El único militar todavía consciente se disponía a preguntar la razón de tal ataque cuando de unos rápidos movimientos invisibles para el guardia, Sakuya se levantó del asiento y lo noqueó dejándolo desmayado al instante en el piso.

- ¡Jamás he pasado tanta vergüenza en mi vida! No vuelvo a haceros caso. Y, ¿ahora cómo salgo con estas ropas? Porque no quiero imaginarme a Shion viéndome con estas fachas. Ya la tendría para más de una semana. – Se refiere a broncas con el futuro padre de su hija. Sí ya de por sí, es un latoso, si lo observara en ese estado, el hermano mayor de Yuuri no podría apartarlo de su lado en ningún momento. Sería como una lapa, como una sanguijuela que le chupa la vitalidad, como la sombra que permanece siempre a tu lado. Sakuya, colorado al igual que la solución dispersa por el suelo, mezcla de unos polvos con vino que se encontraba en la estancia, todo producto de Karel, un experto en pócimas, no paraba de quejarse. La verdad es que era bastante denigrante para él y muy gracioso para los demás ver su estado actual.

- No te quejes tanto, que casi todo el trabajo lo he hecho yo: primero, he ideado yo el plan; segundo, he tenido que hacer dote de mi magnífico don de interpretación; tercero,… ¿alguien me está escuchando? – Preguntó Yuuri cuando vio que los otros estaban atando y amordazando a los cinco guardias para evitar que escaparan y dieran la voz de alerta, todo ello mientras ignoraban al pequeño.

- ¡¡¡¡¡NOOOOOO!!!!! – dijeron los cuatro al unísono, mientras seguían con sus tareas para terminar lo antes posible, para así poder buscar a Reiv.

- Buahhhh, que malos – Yuuri soltó unas lagrimitas de cocodrilo para luego ayudar a su hermano y a los demás, instándolos a ir más deprisa.

- Si tú forma de ayudar es metiéndonos prisa, mejor estate quieto y cállate – Sakuya no estaba de muy buen humor.

- Encima que os estoy animando. ¡Desagradecidos!

- Me da igual si te quejas pero, mientras que lo haces, ¿me puedes pasar aquello? – Karel señaló el cordón que ataba las cortinas. – O mejor, átalo tú. Los nudos se te dan bien.

- ¿Me has visto cara de mulo?

- De mulo, no… pero de burro – completó Sakuya.

- Que gracioso. Eso ha sido muy gracioso – Ironía por parte de Yuuri que hizo lo que Karel le había solicitado. – Pero que muy gracioso – mientras maldecía en voz baja.

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La habitación estaba en total tranquilidad, no parecía que unas horas antes hubiera pasado todo, aquello lo que lo había dañado.

Todo había transcurrido con una lentitud inquebrantable. Y esa mañana cuando vio la daga, su doble filo, le pareció atrayente, muy atrayente y se hizo un corte que cruzaba la muñeca hasta el antebrazo sin pensarlo.

El dolor que albergaba, acumulado de la noche más éste hizo que su desmayo fuera casi instantáneo. Había llegado a su límite.

A partir de ahí todo fueron pesadillas agravadas por murmullos en la lejanía.

Notó manos que lo tocaban, su cuerpo se estremecía cada vez que se posaban sobre sus heridas, dolía horrores, los puntos que las suturaban le hacían gemir de daño pero aún así se negaba a despertar. También, advirtió como notaba pinchazos, una vía en su muñeca, como lo vendaban,… De pronto, las pesadillas acabaron para ser sustituidas por un plácido sueño donde el padecimiento desaparecía y quedaba en el olvido.

Otra vez comenzó a oír voces que provenían del exterior. No quería volver a la realidad, se negaba a despertar; pero su subconsciente, reconociendo las voces, le obligó a abrir muy despacio y casi con sufrimiento los ojos.

Al principio solo distinguió unas figuras borrosas que, tras unos minutos, se fueron definiendo consiguiendo vislumbrar entre las sombras a sus amigos, a sus guardianes que mostraban en sus rostros una clara muestra de preocupación, cólera y malestar. Además, podía observar como intentaban formular las preguntas que se les atoraban en la garganta. Reiv se había dado cuenta de ello pero todavía no estaba preparado para dar explicaciones.

- mmm… yo… - comenzó a decir pero fue interrumpido por unos dedos que taparon delicadamente su boca.

- Ahora no importa. Duerme, que nosotros velaremos tu sueño. No volveremos a separarnos. Te lo juro – aunque solo habló Sakuya, supo que la promesa era hecha por el corazón de sus cuatro amigos.

Los miró agudizando su vista y no pudo hacer otra cosa que llorar amargamente. Se sentía sucio, dolorido y demacrado.

- Necesito un baño – solo atinó a decir eso antes de que el sueño lo volviera a vencer. Después de todo, tenía el suero puesto y en él había tranquilizantes bastantes fuertes para el dolor.

- Tranquilo. Cuando despiertes – Reiv no consiguió vislumbrar a quien pertenecía esa voz y se dejó caer en la inconsciencia más tranquilo que la vez anterior pues sabía que ahora estaban ellos para protegerlo de cualquier cosa o persona.

Persona…

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Nunca se hubieran imaginado encontrar esa escena al decidir que en primer lugar irían a los aposentos que el príncipe compartía con el rey.

Tras voltear la puerta y deshacerse de los guardias que custodiaban la estancia, entraron para ver a unos sirvientes acomodando la habitación y a Reiv en ese penoso estado.

¿Qué demonios había pasado? Era la pregunta que abordaba el ambiente.

Tras ordenar secamente que salieran, se acercaron a la cama para ver los daños con más minuciosidad y lo que notaron, lo que la sábana les permitía ver, les horrorizó. Les sorprendió tanto que, a parte de Sakuya y Karel, los demás lloraban a lágrima suelta.

Fue entonces cuando Reiv se despertó. Se notaba cansado, triste, dolorido y el halo de luz y fogosidad que debería emanar de sus ojos ya no estaba.

Comprobaron así que no solo se había dañado el físico.

Reiv, debido a la medicación y a la prontitud de los acontecimientos transcurridos, no les contó nada y se quedó durmiendo al poco de despertar, algo más sereno que cuando entraron pues su rostro denotaba una tranquilidad distinta a la anterior.

A pesar de no decirse nada, Sakuya, que era el que había analizado con más detalle la situación, se imaginó lo que podría haber sucedido y la ira cobró vida dentro de su ser. No sabía que había pasado exactamente pero de algo estaba seguro: la culpa la tenía ese estúpido rey de Thorp, Ethan. No podía evitar tener la sensación de que ese hombre tenía algo que ver en el asunto. Y él le haría pagar tal tremenda ofensa.

- Con llorar no vamos a ganar nada. Calmaos y dejad de hacer ruido que no quiero que despertéis a Reiv. Necesita descansar y que él vea que sentís pena por lo ocurrido, os aseguro que no ayudará en su recuperación. - Karel habló con un tono más gélido del normal cuando se trataba de sus amigos por lo que Sakuya comprendió que también él se había imaginado lo acontecido e intentaba controlar su rabia.

- Pero…

- Yuuri, Karel tiene razón. Además, ellos saben algo que nosotros no somos capaces de ver. ¿Me equivoco?

- Tan perspicaz como siempre Nitsuga pero solo son suposiciones. Solo os diré que estoy casi seguro de que todo es culpa de… - pero la frase que terminaba de decir Sakuya fe completada por Karel.

- ETHAN.

- Justamente.

- Te mataré. – dijo Karel entre dientes.

- ¿eh?

Sakuya que estaba sentado al borde de la cama mirando a Reiv y tocándole suavemente el cabello y la frente, estando de espaldas a la puerta y a sus compañeros, mientras platicaban, no se había dado cuenta de que la puerta se había vuelto a abrir y que en ella habían entrado cinco personas.

Karel, sin pedir permiso, se lanzó furibundo hacia el susodicho dispuesto a matarlo a golpes, sin embargo una voz le detuvo.

- No será ni aquí ni ahora, Karel – Sakuya estaba bastante serio. Se había levantado del lugar del que hasta ese momento había estado y se dirigió con tranquilidad fingida hacia su compañero.

- Tranquilízate, Reiv no se merece eso. – le dijo cuando hubo estado a su costado.

- Tienes razón.

Pero no pudieron decir nada más porque Shion se lanzó hacia su pequeño amante lanzando gritos desmedidos de desconsuelo al ver el estado en el que se encontraba.

-¿Pero… pero qué te ha pasado? Dios mío llamad a un médico- y continuó en lo que parecía el fin del mundo para él-

- Os lo dije. Dije que tendría que haber ido a cambiarme primero pero nada,… ¿Ahora quién lo aguanta? ¿Vosotros?

- Hermano, has dicho que no había tiempo tú mismo – Yuuri había dejado de llorar para dar paso a una tímida sonrisa que, debido a la escena de dramatismo, pugnaba por convertirse en carcajadas que aguantaba debido al estado de su amigo.

- Eso, y tú recuérdamelo.

De pronto, Shion se calló, cogió en brazos a Sakuya y lo sacó dando una pequeña disculpa a los presentes para poder atender a su flamante acompañante de cama de manera más tranquila para así, de paso, calmar los humos del que llevaba, pataleando pero sin hablar, chillar o maldecir, en brazos.

Entretanto, agradecidos, Nitsuga corrió hacia su prometido para llorar en brazos de éste cuando el mayor lo acogió entre los mismos.

Karel, ahora más calmado, miraba con rabia mal contenida a los presentes y Yuuri callaba, algo incomprensible en su naturaleza.

Rompiendo por fin el silencio, Ethan habló:

- Vayamos a otra habitación. Allí contestaré sus preguntas.

- En cuanto termines de contar tu historia, nos traerás de vuelta - el tono utilizado por Yuuri sorprendió a más de uno, no así a Kyo que ya conocía el carácter cambiante del pequeñín.

Todos obedecieron aun con algo de renuencia y siguieron al mayor hasta el despacho en el que se encontraron por vez primera tras su intento de huida. Nitsuga seguía abrazado a Kaito, aunque había dejado de sollozar para interesarse por lo que el otro les iba a contar. Tenía que estar atento y con sus cinco sentidos en pleno funcionamiento.

Cuando Ethan y los demás, todavía en el despacho, fueron interrumpidos por la servidumbre para avisarles de que los jóvenes señoritos estaban en la habitación contigua en donde reposaba Reiv, se sorprendieron y fueron lo antes posible para sacarlos de allí.

Entrar de nuevo a aquella habitación desde que salió para dejar al médico trabajar tranquilo fue muy duro. Los remordimientos corroían su piel, su alma y no lo dejaban en paz. Sabía que se lo merecía, pero no recordar nada… o casi nada… era más frustrante.

Ahora estaba en el despacho otra vez para intentar explicar por segunda vez en el día como habían transcurrido los hechos. Ojala y se acordase para saber a que se enfrentaba; pero el único que tenía todas las respuestas era Reiv y él se encontraba incapacitado para completar sus lagunas. Es más, dudaba que lo dejase estar el tiempo suficiente a su lado para poder preguntarle y no lo culpaba por ello.

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Llegaron rápidamente al habitáculo que compartían desde hacía poco más de un mes y medio. Shion se encontraba jadeando por la carrera y se disponía a salir de nuevo para ir en busca de un médico de manera urgente cuando se vio interrumpido por una voz.

-¿Se puede saber que mierda te pasa ahora?

- ¿Y tú me lo preguntas? Mírate

- ¿Y tú no te puedes dar cuenta de que hay cosas más importantes que atender que mi ropa untada?

- ¿Más importante que tu salud y mi hijo? NADA

- JEJE, ¿es que no te das cuenta de que es pintura? Todo fue una treta para salir de la habitación. Y no me hagas hablar más que no quiero recordarlo.

Lo siguiente que se oyó fue un golpe seco y Sakuya pidiendo al sirviente que pasaba por el pasillo ayuda para levantar al estúpido que se acababa de desmayar.

Mientras Sakuya se bañaba, Shion despertó sobresaltado por una pesadilla para luego recordar que a su amado no le pasaba nada. Oyó el ruido del agua, se acercó al baño y vio a aquel ángel desnudo con gotas cayendo por todo el cuerpo de manera sensual. También notó que su amigo despertaba. Como un resorte, se desvistió y entró en la gran bañera dispuesto a tener un encuentro de sexo irrefrenable.

Eso sí, después de tener relaciones íntimas, Shion llamó al doctor; de otro modo no se sentiría seguro; mientras que Sakuya, todavía cansado por la intensa sesión, yacía recostado en la cama tan solo tapado por el albornoz que Shion le puso cuando lo sacó de la tina tras hacerle el amor cuantas veces quiso.

Cada vez le costaba menos resistirse a aquel bombón de cabellos rojizos, pero antes muerto y mudo que decírselo. Por lo visto, estaba enamorado.

El médico que atendió a Sakuya dijo que el embarazo iba a buen término cosa que tranquilizó definitivamente a Shion y le dio fuerzas para querer tener relaciones otra vez. Ver a Sakuya con un albornoz que le cubría parte del cuerpo, se entreabría por el pecho y dejaba al descubierto desde los muslos sus preciosas piernas; además, el cabello mojado, las gotitas repartidas por su cutis y la carita ensoñadora del pequeño ayudaba bastante a esa escena erótica.

Con caminar gatuno y silencioso se acercó a donde reposaba Sakuya y comenzó a besarle el cuello.

- ¿No has tenido suficiente? Enfermo – a pesar de sus palabras atrajo el cuerpo del mayor hasta pegarlo al suyo para atacar con su lengua la boca del que se encontraba encima de él.

- Enfermo sí pero de ti.

Sakuya no pudo menos que responder a su cumplido con otro apasionado beso seguido de otra tanda de desenfrenado y apasionado sexo.


CAPITULO 11. FLASH BACK. PESARES

- ¡Papi! Espera, que yo también quiero ir. – su padre iba a replicar a lo que el niño puso una de sus miradas implorantes a las que nadie se le resistía. – Por faaaaaaaa.

- No me mires con esa cara, lagartija. – Intentaba no sucumbir a los encantos de su pequeño hijo. “¿Cuándo había aprendido a utilizar tamañas artimañas? Se parecía a su madre cuando quería conseguir algo de él” pensó con pesar pero no así con disgusto. Le volvían loco, eso sí, pero los amaba por encima de todo. - ¿Por qué no eres un buen niño y obedeces tal y cómo hacen Sakuya y Yuuri? Ellos no replican como tú cuando les digo que no.

- No me digas así, sabes que odio que me llames así. Las lagartijas son asquerosas y se meten por todos sitios – dijo con mohín. – Y no me compares, es que soy diferente. Yo me aburro – berrinchó.

- Pues por eso, por eso. Porque siempre te encuentro en todos lados – El mayor no pudo evitar reír como poseso ante los arrebatos de ira de su hijo biológico.

El pequeño bandido estaba haciendo una rabieta que llamó la atención de aquellos que merodeaban por los pasillos. No podían evitar reír divertidos al ver la escena. A su padre se le colorearon las mejillas, como tantas veces atrás cuando a su hijo rubio le daba por montar el numerito delante de toda la servidumbre, amigos, compañeros… la verdad es que al pequeño le daba igual quien estuviese de testigos.

Su padre suspiró agotado. El niño estaba demasiado consentido. Pero no era para menos, era el niño más bonito que jamás hubiera visto nadie y él alardeaba orgulloso de él, y no era porque fuera su padre. En verdad, el chiquillo con su sonrisa alegre y sus azules ojos inocentes denotaba belleza sin igual. Parecía un ángel caído del cielo, aunque, para su padre, fuera un pequeño diablillo vestido con piel de corderito.

Además, pensándolo bien, Sakuya y Yuuri eran tan bellos como Reiv y estaban de igual manera malcriados como el tercero y no se comportaban así. Espera, recapitulando bien, era mejor no incluir a Yuuri en el mismo saco que a Sakuya. Esa fiera era peor que Reiv mil veces. ¿Cómo es que no estaba dándole el follón al lado de Reiv? Si esos dos diablillos, siempre estaban incordiándolo y mangoneándolo.

“¡Pues claro! Hoy se fue a casa de Gaby y de Kein a jugar un rato con Karel.” – recordó el monarca.

- Cariño, déjale. Además, ya es grande – dijo una mujer. A su lado, había un precioso muchacho de doce años, de cabellos negros y ojos verdes.

- Mami dice la verdad, ya tengo diez años. – Y con sus manitos les mostró todos los dedos alzados. – Porfiiiiiiiiii – Otra vez la sonrisa endiablada.

- Diablillo… pues… - tanto madre como hijo le miraban con ojitos suplicante, Sakuya tan solo le lanzó una mirada de compasión – madre mía… vale, puede venir… pero que se esté… - ambos se pusieron a dar grititos de alegría – quieto. Creo que me voy a arrepentir – dijo más para sí que para aquellos dos que ya volvían a montar otro numerito ya que estaban absortos dándose abrazos. – Sakuya, ¿te apuntas?

- Si, Sakuya vente – jaleó el pequeño príncipe.

- Hoy no puedo, ya he quedado para ir a la ciudad.

- ¿A la ciudad, tú solo? ¿Con el permiso de quién, jovencito?

- Esposo mío, yo le he dejado salir. No puedes tenerlos bajo tu abrigo siempre.

- ¿Pero si es todavía un crío? ¿Dónde quieres que salga?

- Padrino, ya tengo doce años.

- Sakuya, no me contestes. – Aquello no le gustaba para nada a Christopher. No quería que al hijo mayor de uno de sus mejores amigos y a aquel que consideraba como a su propia sangre le pasara algo malo.

- ¡Por favor, querido no seas tan estricto!

- ¡Sí papi! Ya conoces a Sakuya. Él siempre se porta bien.

Otra vez esas caras a las que no podía negarles nada.

- De acuerdo, pero te acompañarán varios guardias- concedió. Observando las réplicas que iban a salir de varias bocas, continuó – Y esto sí que no es negociable.

Suspiraron resignados. No había más que pudieran hacer. Sakuya se dio por contento ya que el dejarlo salir así que porque así de palacio ya era un auténtico logro. No quiso tentar la suerte y se dispuso a marchar no fuera que se arrepintiera a último momento su tío, como así lo llamaba desde que tenía memoria y habla para hacerlo.

Ellos dos, calcados en personalidad junto con sus otros tres pequeños eran las tres joyas más preciosas de su reino, aquellas por las que daría hasta su mismísima alma si por ello los salvaba y protegía.

- Y tu, lagartija alístate, que saldremos dentro de una hora.

- Sí – dijo el pequeño, contento por haberse salido con la suya, motivo por el cual no objetó en cuanto al mote que otra vez le había dedicado su padre – madre, ayúdame, ¿Vale? – dijo jalándola para llevarla al dormitorio consigo no sin antes darle un beso a su padre en la mejilla, cosa que aceptó gustoso.

- ¿Y mi otro premio? – preguntó dubitativo, pero mostrando una gran sonrisa en su rostro.

- Perdone, mi alteza – le dio un pequeño y tierno beso en los labios – Gracias. Debes dejarlos crecer – Añadió, yéndose después con su hijo para prepararlo para la visita rutinaria a las lindes del pueblo. No le agradaba la idea, pero irían mucho guardia y el niño jamás había salido de palacio. Era hora de dejar de ser tan sobre protectores. Era tiempo de que el pajarito abriera sus hermosas alas para volar del nido.

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- No sé como explicar esto pues ni siquiera yo sé qué ha pasado. Tan solo que ha sido culpa mía – Ethan estaba sentado en la silla y se encontraba resguardado por el pupitre.

Tras comprobar durante poco más de una hora que Shion y Sakuya no aparecían, debido al nerviosismo de los presentes por la espera silenciosa decidió comenzar con el relato.

- ¿Qué mierda le has hecho? – ninguno de los presentes esperó esa reacción; bueno, esa renuencia sí pero no de quien provenía. Nitsuga se había zafado del abrazo de su prometido y encaraba con mirada fría al susodicho, al que le había formulado la pregunta.

- Estaba… borracho… sé que no es excusa pero no recuerdo casi nada de lo que… ocurrió anoche – se le trababan las palabras al salir. Las ganas de llorar aumentaban.

- Tienes razón, no es excusa.

- ¿Qué tiene? ¿Qué ha dicho el doctor? – Esta vez fue Karel, el más calmado de los tres, el que habló. Nitsuga, cabreado como nunca y Yuuri, simplemente, no reaccionaba.

- Pues…

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- Estás muy guapo. Ahora corre que tu padre debe estar esperándote en las cuadras con el resto de guardias.

- Gracias mami. Volveré pronto a contarte todo lo que he visto – Dándole a continuación un sonoro beso y un fuerte abrazo salió corriendo por los pasillos en busca de las caballerizas.

Denotaba alegría allí por donde pasaba. Saludaba a todo el mundo con una sonrisa en la cara. No lo podía evitar, por primera vez salía de los límites del palacio. Había que admitir que era muy grande y que había mucho espacio, hasta un hermoso lago, montañas, un bosque…pero ya no era suficiente. Él necesitaba ver más. Incluso hasta sus mejore amigos habían salido, pero,… él, debido a su condición, debía permanecer encerrado. Hasta hoy. No podía evitar sentirse irradiante de felicidad.

Llegó en cuestión de minutos al lugar donde le habían mandado.

- ¡papi!

- Sube, lagartija que nos vamos. Tu caballo ya está listo. Había pensado en traerte un burro que iría muy bien contigo, justamente a tu medida pero no he tenido tiempo.

- ¡papaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa! Se lo voy a decir a mami para que te haga dormir en el suelo como aquella vez que… mmmmmmm – su padre bajó raudo y veloz para taparle la boca para evitar que el pequeño siguiera hablando. Lo subió al caballo y le dijo:

- Vale ganaste pero por favor cállate. No me avergüences delante de las tropas.

- Empezaste tú, que lo sepas – le sacó la lengua – pero, de acuerdo, te perdono.

- ¿Y?

- No le diré nada a mamá. – Se le ocurrió otra idea mejor – pero le contaré a Yuuri – planeó malicioso.

- ¿Has dicho algo?

- ¿Yo? Nada – A Christopher le pareció ver un halo de ángel en la cabeza de su hijo, adornado por dos cuernos y una cola de demonio.

- Así me gusta, buen chico- y le revolvió sus preciosos cabellos rubios platinos, aún sabiendo que su retoño tramaba algo.

- ¡¡¡¡Papá!!!

Las tropas que resguardarían al rey y al príncipe intentaban aguantar la risa ante la escena que sus ojos habían visto. No podían evitar sentir que tenían mucha suerte de tener una familia real así de humilde, buena y justa. Debían sentirse muy orgullosos. Los protegerían así les costase la vida.

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- Según nos ha dicho hace poco el médico tiene varias costillas rotas, una muñeca rota, mucho cortes de los cuales algunos han necesitado puntos. El más grave es el del antebrazo, que ha necesitado quince puntos de sutura.

Aunque ha perdido mucha sangre, el doctor ha conseguido estabilizarlo. Se ha ido un momento a descansar pero supongo que tiene que estar a punto de volver a la habitación donde está Reiv. No quiere dejarlo solo. Todavía está muy débil y su estado es muy delicado.

- Hay algo más, ¿verdad? – karel era muy observador y no pasó por alto las miradas que se lanzaban entre sí los mayores mientras Kaito había dicho lo que el médico había comentado.

- Kaito, ¿Qué más ocurre? Dinos – Nitsuga estaba al borde del colapso nervioso. Temblaba sin parar, le sangraba el labio inferior de mordérselo para evitar gritar a todo pulmón y desatar todo el malestar y culpa que le carcomía por dentro.

A pesar de negarse en un principio, Kaito lo abrazó con fuerza contra su pecho y con uno de sus dedos limpió los rastros de sangre que circulaban libremente por su barbilla.

Sin mediar más palabra, fue el propio Ethan el que contestó pues nadie más se atrevía a decir nada:

- Lo violé. – No dijo nada más.

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- Te lo dije. Mis fuentes nunca fallan.

- Siento haber dudado de ti. Los rumores eran ciertos. Es el ser más bello que jamás haya visto. Ojala pudiera probarlo antes de dárselo al jefe.

- Imposible. Sabes que te mataría, incluso antes de que pasara.

- Lo sé, lo sé.

- Prepara a los nuestros, que se preparen. Cuando lleguen cerca del bosque, atacaremos. Que no dañen al muchacho, ni un rasguño o será lo último que hagan.

- Ok.

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- ¿Qué has….? TE MATARÉ, CABRÓN. BESTIA INMUNDA.

Karel se había puesto iracundo y tuvo que ser parado por Luck que, a pesar de ser más fuerte, le costaba manejarlo. No podría aguantarlo mucho más tiempo.

-Ayudadme. Está fuera de control. – dijo entre lo gritos y palabrotas que despotricaba Karel mientras intentaba zafarse del “abrazo”. Kyo corrió en su ayuda y entre ambos consiguieron someterlo; pero, fue entonces, cuando Yuuri, callado desde que había entrado en la habitación, el que entró en escena.

Con rápidos y concisos movimientos, se acercó a donde estaba Ethan y con agilidad se le lanzó encima. Nadie esperó lo sucedido y quedaron embobados mirando como Yuuri pegaba a Ethan, sin que éste hiciera intención alguna por defenderse. Sabía que se lo merecía.

- Yuuri, cálmate. Así no arreglaremos nada – Nitsuga estaba intentando dilucidar el por qué de todo aquello. No podía creérselo. Él podría haber asegurado el amor del rey hacia su amigo. Y mirando al susodicho, que tenía sangre por los golpes que Yuuri había conseguido lanzarle, dijo: - ¿Por qué?

- Ni yo mismo lo sé, y te juro que, aunque no me creas, jamás me lo perdonaré. – Y sin aguantarlo comenzó a llorar amargamente. Era un llanto que, aun a pesar de todo, conmovió a todos los presentes en aquella reunión.

- Eso lo decidirá Reiv, no yo, ni tú, ni ellos. Te aseguro que yo no te voy a perdonar, pero espero que remiendes el grave error que acabas de cometer o yo mismo te lo haré pagar.

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- Papá, ¿Cuánto queda para llegar a un pueblo?

- Cinco minutos menos que hace cinco minutos, cuando preguntaste.

- ¡Pues me duele el culo!

Toda la tropa no paraba de carcajear, le dolían las mandíbulas de tanto reír, pero era imposible no hacerlo cuando estaban de por medio esos dos.

- Queda poco.

- Eso me dijiste la última vez que pregunté – dijo algo mosqueado. Ya no le parecía tan buena idea el haber salido a cabalgar.

- Algo normal si me lo preguntaste hace cinco segundos.

Estaban pasando por los límites de un frondoso bosque. El muchachito fijó su vista en lo que le había parecido un animal escondido entre los arbustos más cercanos y así se lo hizo saber a su padre.

- Papá

- ¡Reiv Christopher Remusant!, ¡me estoy cansando de tu actitud infantil!

- Pero…- trató de replicar

- Pero nada, ahora te estarás…

- ¡HE VISTO UN ANIMAL EN EL BOSQUE! – gritó lo más fuerte que pudo para poder ser oído.

Esto hizo que las alarmas entre la guardia real se disparasen, pero también, habiendo sido oído por los emboscadores, el ataque se precipitó.

- ¡AHORA! Y RECUERDEN, ¡AL NIÑO LO QUIERO INTACTO!

Los soldados no tuvieron mucho tiempo de reaccionar ante tal inesperado ataque; pero, salieron pronto de su sopor y sin reparos por perder la vida se dispusieron a defender a su rey a su primogénito.

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- PERO,… - trató de calmarse y continuó hablando ero de manera más floja: - merece morir.

- Ya me he percatado, pero así no conseguirás que Reiv se ponga bien. Ahora mismo necesitas calmarte, Yuuri.

-…

- Y tu también Karel. – y mirando a Luck, le dijo de manera respetuosa pero a la vez imperiosa – Suéltalo – al ver reticencia por parte del otro, añadió – por favor.

A regañadientes, el otro obedeció.

- Con su permiso, estaremos con Rev. Y con todo el respeto, espero no verlo ahí hasta que el mismo Reiv lo mande llamar.

- Nitsuga… - A Kaito le dolía mucho la situación que se abría ante sus ojos. Por un lado, su mejor amigo y, por el otro,… su prometido, su mitad gemela.

Nitsuga pudo ver dolor en las pupilas marrones verdosas de su amor, y abrazándolo, intentó aplacarlo:

- Lo siento, aunque sea tu amigo, Reiv es el mío y ambos sabemos que aunque lo ame, no es justo lo que hizo. Te quiero, te seguiré queriendo y quiero proseguir con nuestro matrimonio, pero no me pidas que lo perdone y tampoco quiero que tú lo odies. Es tu amigo, es tu deber como tal estar con él. No me enfadaré por ello. – Y le dio un casto pero lleno de sentimientos beso en los labios.

- Gracias. Te quiero – y lo dejó marchar acompañado de Yuuri y Karel.

En la sala, solo quedaron cuatro desoladas personas, aunque una de ellas sufría lo entredicho y todo por algo que él mismo había ocasionado con su incompetencia.

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- PAPI.

- shhhhh. Tranquilo, lagartija. Aquí no vendrá nadie – le costaba respirar, pero al menos su hijo no había sufrido ningún daño mientras, en su huida de la emboscada, se lo llevaba hacia el castillo con tan mala suerte de que le dieron y salieron disparados de la montura para caer bruscamente al suelo.

Cuando comenzó la emboscada, El rey Christopher cogió a su hijo y lo montó a horcajadas en su caballo para salir al galope mientras que la guardia real intentaba contrarrestar al enemigo y resguardaba la huída de su monarca.

- Pero, papi… hay sangre. No veo al papá de Karel ni a ningún otro… snif… estoy asustado… quiero volver con mami, con Sakuya y con el estúpido de Alan y de Yuuri

- No llores, ya sabes que si no luego tu hermano y Yuuri se reirán de ti. Y no los llames estúpidos. Sabes que todavía son pequeños y que te quieren. Tranquilo, yo te protegeré y luego de unos días todo te habrá parecido una mala pesadilla que habrá quedado como una anécdota.

- Lo siento, papi. Tienes razón – Y con la manga de su polo azul oscuro con bandas blancas, se limpió las lágrimas – Ya soy todo un hombre. Mami lo dijo, ¿Verdad?

Empezaron a oírse ruidos que cada vez se acercaban más a lugar donde se encontraban escondidos.

- Quédate aquí y no hagas ningún ruido, ¿entendiste, Reiv?

- Pero, papi…

- Hazme caso por una vez, por favor. Prométeme que no saldrás pase lo que pase.

-… - el niño no quería prometer eso.

- Reiv…

- Lo prometo.

- Así me gusta.

El rey cogió su arma y salió al encuentro de sus perseguidores. Cuando se vieron las caras, observó a unos cinco bandidos que se aproximaban. Entre ellos parecía que emergía uno, lo que le hizo suponer que sería el líder.

- ¿dónde está el niño?

- Si piensas que te daré a mi hijo, estás muy equivocado. Es más, ya está de camino al castillo.

- Espero que por tu bien que no sea así.

- Pues es una lástima.

- Sí que lo es, porque no es justo que alguien tan apuesto como tú tenga que morir por un simple mocoso. Una verdadera lástima, pero por lo que he podido vislumbrar del enano – Reiv tembló de rabia ante tamaños insultos, pero se contuvo de gritar por la promesa que le había hecho a su padre – será, incluso, más hermoso que tú, además de fértil. Entiendo el por qué de tanto alboroto de mi amo por el chiquillo.

- Y, ¿quién es? De todas maneras, según tú, voy a morir.

- No soy tan estúpido de decírtelo. Te lo preguntaré por última vez, ¿el enano precioso?

- Te lo volveré a decir… ve-te al de-mo-nio si piensas que te lo diré – silabeó.

Con una orden mímica consistida en levantar verticalmente su brazo en dirección al cielo, uno de los que acompañaban a aquel tipo, lanzó una flecha al rey que no pudo esquivarla a tiempo y le dio en un hombro; con suerte no le traspasó el corazón.

- ¡AHHHHHH! –

Christopher no pudo evitar soltar un alarido de dolor, la herida dolía horrores, y supo al instante que Reiv estaría a punto del llanto si no lo estaba haciendo ya. Maldijo su suerte. Jamás permitiría que se llevaran a su pequeña joya.

Reiv estaba temblando, caían lágrimas silenciosas por sus ojos y murmuraba en contra de la maldita promesa realizada a su padre. Se debatía entre incumplirla y salvar a su padre o quedarse tal y como éste le había ordenado resguardado entre las matas.

- LA PRÓXIMA FLECHA NO ERRARÁ EL TIRO. DILE A TU MOCOSO QUE SALGA SI NO QUIERES MORIR – lo dijo tan alto que Christopher supo que, en realidad, no le estaba hablando a él, si no que quería comprobar si su versión de los datos obtenidos era cierta y que el niño no se encontraba cerca. Sus sospechas pronto se vieron resueltas.

- NOOOOOO – Reiv tan pronto lo dijo se arrepintió.

Había gritado tan alto como pudo al escuchar las palabras e instintivamente se levantó como resorte de donde se encontraba agazapado. Había facilitado las coordenadas de su situación y pronto se vio rodeado de dos hombres que lo cogieron sin mucha dificultad. Después de todo eran más grandes y fuertes que él, por muy preparado que estuviese, con su edad, era imposible vencerlos.

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- ¿Cómo se encuentra, doctor? – preguntó Sakuya una vez se abrió la puerta de la habitación.

Llevaban una semana entera desde lo acontecido en la cual los cuatro guardianes earthianos se turnaban para no dejarlo nunca solo.

Algunos y Shion, por supuesto, se quejaron cuando Sakuya insistió en que lo incluyeran dentro de los turnos, es más, el doctor le aconsejó que descansara bien; pero tozudo como él solo, se empeñó en hacer compañía a su príncipe. Es más, se sentía muy culpable el día que lo encontraron herido y él no hizo otra cosa que revolcase con el “estúpido” de su amante. Y como castigo, el otro todavía estaba en abstinencia, muy a su pesar.

- Bastante mejor que hace una semana, cuando lo atendí por primera vez. Acabo de quitarle todos los puntos y he cambiado las vendas, desinfectado las heridas y vuelto a vendar. A pesar de estar anímicamente bien, no entiendo por qué todavía no despierta. No sabré de su psiquis hasta que lo haga. Por ahora le estoy suministrando lo necesario por vía intravenosa así que tan solo hay que esperar a que él mismo decida abrir los ojos. Volveré mañana otra vez. Cualquier incidente o si despierta avísenme.

- De acuerdo. Y gracias por lo que está haciendo.

- Es mi trabajo. Además, ese pequeñín es muy carismático y simpático. Lamento muchísimo lo que le ha ocurrido.

Durante todo ese tiempo, no habían visto el rostro de Ethan por ningún lado. Parecía que los evitaba a propósito y no se acercaba a los aposentos, tal y como le habían dicho y pedido, lo agradecían sobremanera. En cuanto a los demás, debían verlos aunque las cosas estaban frías y como mutuo acuerdo evitaban hablar de temas “espinosos”.

Sakuya volvió a entrar a la estancia una vez salió el médico y permitió que las asistentas arreglaran la habitación como hacían cada mañana desde hacia una semana.

Observó el bonito paisaje de la mañana y abrió una de las ventanas laterales, no muy cercana a la cama para que la brisa matutina no le diera a Reiv y evitar así que se resfriara, pero, de igual modo, permitiera un renovado cambio de aires; y cayó en la cuenta de que los demás, tras desayunar, estarían al poco de entrar por la puerta para quedarse ellos, mientras que él salía a tomar su comida. No tenía hambre y casi todo le daba arcadas, pero era inevitable; debía comer, era eso o estar escuchando interminables broncas, reclamos, discursos a doquier y por quien fuera. Le parecía inconcebible que hasta incluso su hermano pequeño le reclamara. Ya lo hizo una vez cuando se negó a cenar para estar al lado de Reiv, no quería dejarlo solo ni por un momento y comenzó a regañarlo de una manera jamás vista que lo dejó anonadado y sin darse cuenta ya lo habían llevado a cenar al comedor. No podía explicarse como en tan poco tiempo podría escribir un libro de las peores vergüenzas de su vida tan solo transcurridas en un lapso de un mes y poco.

- ¡¡¡¡Hora de desayunar!!!!

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- ¡NO LE TOQUÉIS NI UN PELO, DESGRACIADOS! – Christopher hervía de rabia pero sus dos heridas y la incipiente aumento de temperatura corporal, le impedían moverse de su sitio, recostado contra un árbol, que le servía de apoyo para su espalda y estar así semiacostado, pudiendo tener un aceptable ángulo de visión.

- ¡PAPAAAA! – reiv se debatía entre los brazos que lo habían alzado y que lo llevaban ante el líder que, implacable, lo miraba con lujuria. Estaba cogido y llevado por debajo del hombre, uno de los brazos del que lo sujetaba, agarraban su cintura. Con rapidez, se revolvió y con tremenda agilidad, le mordió un brazo. El hombre, instintivamente, lo soltó y lo dejó caer al suelo mientras profería unas cuantas maldiciones, todas dedicadas al pequeño que cayó al suelo; pero se repuso rápidamente, corrió sin pensarlo a donde se encontraba su padre para abrazarlo.

Reiv observó con horror que el cuerpo de su padre ardía, que perdía la consciencia poco a poco y que había sangre a doquier, manchada por todo el uniforme. No le importó untarse él también, lo abrazó con más fuerza intentando convencerse de que así su padre no se iría a ningún lado.

- Hermoso… y salvaje. Le encantará – Cuando el tipo se dispuso a acercarse para llevárselo consigo y dar por terminada su misión, el sonido de caballos lo disuadió, miró a la dirección de donde provenían. Era lo que parecía un ejército que corría hacia donde se encontraban.

De los arbustos, surgió un hombre perteneciente a los villanos, que informó al jefe de que algunos habían escapado y que se habían dirigido al castillo sin que pudieran hacer nada. El tipejo maldijo su suerte, pues buscando al enano, había perdido valiosas horas que aprovecharon los fugados para venir con refuerzos. Renuente a dejarlo escapar, intentó cogerlo para emprender la huida, pero una flecha le atravesó la mano, haciéndolo rugir de dolor y sin más, corrió hacia donde tenían escondidos los caballos y se marchó del lugar antes de que los atrapasen. Habría más oportunidades de enganchar al mocoso impertinente. Ahora solo debía esperar que el castigo de su señor no fuera muy duro.

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- Tal y como me pidió, he venido a informarle del diagnóstico como cada día. El señorito Reiv se encuentra mejor, no tengo razones aparentes para explicar por qué no despierte. Habrá que esperara señor. – Se dirigió hacia la puerta, y cogiendo el pomo, continuó: - Si no es mucha indiscreción, le aconsejaría que comiera. Necesita de la plenitud de sus fuerzas para afrontar lo que viene. Su reino lo necesita y si quiere reconquistar a la fierecilla que se encuentra en el cuarto, le aseguro que la necesitará. Con su permiso – Sin más salió del despacho para hacer sus demás quehaceres del día.

- Ethan, el médico tiene razón. Debes alimentarte mejor. – Kaito estaba muy preocupado. Veía a Ethan decaído y con enormes ojeras bajos sus ojos. No había descuidado sus deberes reales pero apenas comía y no salí casi nunca del despacho. Incluso, no jugaba ni hablaba ni quería ver a sus hermanas y eso era muestra inequívoca de que no se encontraba bien, nada bien pues las niñas eran sagradas para él y nunca las había descuidado tanto como hasta ahora. Las niñas lo sabían y demandaban todos los días ver a su hermano pero éste las rehuía el mayor tiempo posible.

- No tengo apetito, no hasta que despierte y sepa que se encuentra bien.

- Ethan, Kaito tiene razón. Con esa actitud, además de enfermar, no conseguirás nada salvo preocuparnos.

- Pero… - intentó demandar Ethan.

- ¡pero nada! Kaito y Shion, lo dicen por tu bien, así que no nos vengas otra vez con que te lo mereces, con que es tu culpa y cosas por el estilo porque estoy cansado de oírlas. Además, ya tengo pesadillas con esas frases persiguiéndome por todos lados – Luck intentó dar algo de humor a lo dicho.

- Imbécil – dijo escuetamente Kyo.

A Luck no le dio tiempo a replicar pues sus palabras murieron en su boca al ser sorprendido, como los demás, cuando las puertas se abrieron de sopetón para dejar entrar a dos pequeñas preciosidades que miraban con cara acusadora a su hermano mayor.

- Nosotras te…

- ayudaremos. – y rieron animadamente ambas.

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- Papi, han venido a rescatarnos. Tenías razón. Me preocupé por nada – pero, al no ver contestación, volvió a preguntar: - ¿Papi? Contesta, porfi. ¿Papi? Me estás asustando. – Entonces recordó cuando sus profesores le enseñaron primeros auxilios y juntado su oído al pecho de su padre, observó que no había latidos. Comenzó a llorar amargamente, dejando escuchar a los que se acercaban sus sollozos lo que solo hizo que apremiaran su carrera a donde se encontraban padre e hijo – NO ME DEJES, Seré… snif… un niño bueno, el mejor lo… snif… lo prometo así que… snif… despierta y volvamos con mamá… snif… Además, te… snif…te prometo ser bueno con Alan ¿Vale?... incluso, le diré… le diré a Yuuri que sea bueno… Snif… ¿VALE, PAPÁ? – No podía dejar de llorar amargamente y comenzó a jalar a su padre para obligarlo a despertar.

Para entonces los refuerzos ya se encontraban al lado de tan angustiosa y terrible escena. El niño, su príncipe y futuro rey, zarandeaba de los hombros a su padre, le instaba a que se levantase, le recordaba constantemente que debían volver para no preocupar a su madre.

La escena estaba tan cargada de dramatismo que algunos no podían dejar escapar sus lágrimas y maldecir el no haber llegado a tiempo. Junto a los soldados, había un médico que se acercó al rey, palpó que no tenía pulso y comprobó que las sospechas de todos eran inevitables. Ya no se podía hacer nada salvo coger el cadáver del difunto rey, al heredero de la corona real y volver para informar del desastre acaecido.

- Alteza…

Reiv volteó su cabeza y dejó entrever a los presentes su lloroso y desaliñado aspecto. Reconoció la voz y mostró una triste sonrisa al mencionado:

- Tito Kein – Él era el padre de karel - ¿Me puedes ayudar? – Intentó hacer otro amago de sonrisa pero sus ojos dejaban un rastro muy amargo y de gran dolor – Papá se esta haciendo el dormido, no quiere despertar. ¿Me ayudarás, verdad? – las palabras temblaban cuando salían de sus labios. A decir verdad, su cuerpo entero temblaba, no lo podía evitar y las lágrimas caían como cascadas sin fondo por sus hermosas y sonrojadas mejillas.

- Pequeño, tu padre, el rey,… - tomó aire.- Christopher no se levantará porque…

- MENTIRA. Mientes… él no me puede hacer esto – y comenzó a llorar más amargamente si aun era posible. Sus gritos y sollozos desgarraban el alma de los presentes, que no podían hacer otra cosa que lamentarse y mirar impotentes.

- Reiv, debemos…

- NO, no me iré sin mi padre.

El padre de Karel, uno de los soldados que peleó fervientemente, intentó separar al niño de su padre para dejar que el médico lo revisase pero éste lo impidió agarrándose más fuerte al cuerpo inerte, gritando y pataleando. Estaba al borde de un colapso nervioso, así se lo dijo en voz baja el doctor. Lo tranquilizó y cogiendo de su maletín un tranquilizante, siendo ayudado por Kein, se lo suministraron al pequeño. Le hizo efecto enseguida, lo pudieron despegar del abrazo al cual, aun inconsciente, todavía se aferraba, lo revisaron y depositaron, arropado con una manta, en una carreta que habían mandado llamar para transportar los cuerpos caídos fruto de la batalla.

Y tras un examen más exhaustivo, el doctor comprobó que las flechas, impregnadas de un poderoso veneno, habían sido las causantes de la muerte del rey.

Volvieron desolados de vuelta al castillo.

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- No es un buen momento para vuestras bromas Lena, Sasha. Iros a jugar a otro lado, con vuestra nana.

- Encima que venimos ayudarte. – dijo Lena

- Desagradecido. – escupió Sasha.

Ethan se sorprendió, las niñas hablaban en serio pues completaban por sí mismas las frases. Era curioso saber que le deparaban.

- Ese vocabulario.

- ha sido Sasha, a mí no me mires.

- Chivata – acusó la otra.

- Tonta, si estaba delante cuando lo has dicho así que no me ha hecho falta decírselo.

- Pero bien que se lo has recordado.

- Basta las dos. El vocabulario que habéis empleado ambas no es el adecuado. No quiero volver a oírlo salir de vuestros labios, ¿entendido?

- SIIII – dijeron al unísono.

- Por cierto, ¿con qué me pretendéis ayudar?

Las chiquillas cambiaron otra vez su semblante a uno más serio del que normalmente usaban y Ethan supo al momento que lo que querían decirle era importante, al menos ellas así lo creían.

- Con Reiv.

- Lo sabemos todo.

Ethan, y no solo él, sino los tenientes allí presentes, enmudecieron y quedaron sorprendidos ante tal afirmación. Era imposible, bueno, poco probable, que supieran lo que había pasado allí hacía una semana y así lo demostraban sus rostros. De todos modos, Ethan quería seguridad ante las sospechas infundadas:

- Con todo, ¿a qué os referís? – Las pequeñas callaron - Lena, Sasha… - dijo en tono de advertencia para que desembucharan lo que sabían.

- Todo, todo.

- Es decir, lo mal que te portaste.

- Pero te queremos, sabemos que lo que hiciste no lo hiciste queriendo y…

- que estás muy arrepentido.

- ¿verdad? - hablaron ambas a la vez. Su voz demostraba que estaban nerviosas y que esperaban, deseaban una respuesta afirmativa.

- ¿cómo…? – pero no concluyó la pregunta. Decidió ir con la verdad por delante. Sus hermanas la merecían. Conocía que tan solo eran unas crías pero le habían demostrado sus cualidades maduras – Sí, lo estoy y mucho.

Fue entonces que las chicas respiraron de nuevo tras oír la contestación del mayor.

- Entonces, te ayudaremos.

- Sí, con nosotras será más fácil.

Y, sin esperar contestación se fueron hacia la puerta para salir por ella. Pero, se pararon a escasos centímetros de la misma y se giraron para encarar a su hermano y advertirle por última vez.

- Esperamos que vengas a jugar con nosotras

- y si le vuelves a hacer daño a Reiv otra vez, entonces, jamás te perdonaremos.

- ¿ok? – esta palabra la soltaron alegremente ambas.

- Pasaré esta tarde por vuestra habitación. Ahora marchaos y portaos bien.

- Te queremos- Tras lo cual corrieron a los brazos de su hermano y tras darle un sonoro beso en la mejilla salieron corriendo de la sala.

Al poco de irse las gemelas, entró su niñera preguntando por las niñas a lo que los hombres riendo a carcajada limpia por lo que acababa de pasar puesto daban crédito a lo recientemente ocurrido, respondieron como pudieron que acababan de marcharse.

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- Papi, dijiste que esto sería una pesadilla de la cual, pasada unos días, me reiría pero ya ha pasado una semana y todavía no despierto – Lloraba amargamente.

Oía como le llamaban desde el otro lado de la madera pero no le importaba. Desde que despertó después que lo sedaran se había encerrado en la habitación, la cual solo abría cuando le traían la comida que dejaban en una mesita aparadora y otra vez cuando se la llevaban casi intacta. No hablaba con nadie y no quería ver a nadie, ni siquiera a su madre o a sus amigos de los que era inseparable.

Pero esta vez los ruidos no cesaban, seguían y seguían sin parar. Cuando se disponía a lanzar unas cuantas maldiciones para que parara el escándalo, estos se detuvieron bruscamente. Reiv agradeció el gesto y se dispuso a seguir llorando bajo su almohada. Pero un estruendo seco en su balcón lo detuvo de la actividad que se había convertido en, prácticamente la única desde una semana tiempo atrás. Los ventanales se abrieron de golpe y dejaron entrever una pequeña figura que rápida se acercó a la majestuosa cama. Reiv que había levantado el rostro no pudo vislumbrar con claridad la figura hasta que la tuvo a su lado. Era Alan, su hermano pequeño. Cuando iba a reclamarle por su comportamiento, el más pequeño le lanzó una bofetada que el mayor encajó sin esperársela.

- Pero, ¿qué…? - No terminó la frase al verlo llorar como nunca lo había hecho.

- No eres el único que ha perdido a su padre. Con tu actitud no sufres tú solo, nos haces sufrir a los demás, a mí, a mamá. Sakuya y Yuuri han perdido al que consideraban su segundo padre. ¿El segundo, entiendes eso? Quiero de vuelta al hermano gruñón que no quiere que le persiga, que coja sus cosas, que maldice cuando me ve, cuando me acerco… snif… eres un estúpido. Mamá ha perdido a su marido y su hijo mayor que debería estar… snif… que debería estar apoyándola está muerto en vida. Llora por tu culpa a todas horas. Eres un egoísta que solo piensa en él mismo… snif… Te odio,… snif… odio odiarte… snif…no hagas que te odie… snif… por favor… snif… vuelve. – ya no pudo aguantarse y comenzó a lagrimear con toda las fuerzas que fue capaz de sacar.

A Reiv se le rompió el corazón a atrayendo a su hermano, lo abrazó con todas las fuerzas que la debilidad de siete días le permitió.

- Solo los niños tan tontos y bebés como tú son capaces de llorar con tan poco estilo y elegancia. ¡Regadera! – Reiv le sacó la lengua al pequeño, gesto que el otro aceptó con una sonrisa en principio, y con un mohín después al procesar los datos que esas palabras entrañaban. - ¿Donde está mamá? Necesito pedirle perdón por todo.

- En su habitación. Apenas sale desde el entierro, al cual no quisiste asistir. Te quiero – dijo mientras veía a su hermano mayor salir corriendo en bata de la habitación. Su aspecto era tan desaliñado que no pudo evitar reírse. Cuando lo vieran por lo pasillos…

- Buen trabajo, Alan.

- Gracias… por todo y por ayudarme a entrar por el ventanal.

- Yo también estaba preocupado. Vayamos con Yuuri que está destrozado.

- Pues no sé como lo vamos a animar si él es el encargado de hacer reír.

- Puedes llorar, Alan. Allí, con Yuuri y conmigo.

- Sakuya… - se lanzó a sus brazos para soltar las lágrimas que había estado reteniendo.

Mientras se dirigía a los aposentos de su madre, comenzó a arrepentirse por todo. En verdad, se había comportado como un egoísta y había hecho sufrir a otros por su inmadurez; pero no volvería a ocurrir. No, no lo permitiría, nadie más sufriría por su culpa.

Al llegar frente a la puerta, el miedo recorrió su espina dorsal lo que le produjo un escalofrió que tensó su cuerpo; aun así, tras dar unos pequeños golpes a la puerta, entró sigiloso a la estancia. Su madre estaba sentada en una mecedora mirando absorta y con mirada perdida el paisaje que se dejaba ver por las grandes ventanas. Cuando reparó en el intruso, su rostro se iluminó al momento:

- Cariño… - dijo mientras abría sus brazos para dar cobijo a su pequeño principito egoísta.

- lo siento, lo siento tanto… snif… todo fue mi culpa. Me quería a mí, por mi papa y otros muchos murieron. Si yo… snif… si yo…

- no, mi pequeño, no es tu culpa. – su madre calló al pequeño que la abrazaba con mucha fuerza - Eres mi angelito y sin ti hubiera muerto de agonía y pena. Tu padre lo sabía y por eso dio su vida por ti. No te lamentes por ello porque estoy muy orgullosa de él y de ti. Eres todo un hombre y ahora tendrás que ocuparte de tu hermano, de Yuuri, de Sakuya y de mí porque si no lo haces entonces papá si estará cabreado y no nos lo perdonará.

- ¡Te quiero mamá!

La mujer, alegre como no lo había estado desde que le dieron la noticia del fallecimiento de su esposo y del estado de mutismo de su primogénito, sonrió como no lo hizo nunca. Dejó que el pequeño se desahogara, meciéndolo, cantándole y dándole pequeños masajes en la espalda para tranquilizarlo. Así estuvieron mucho tiempo, aunque no sabían el tiempo exacto transcurrido, tampoco importaba. Una vez que éste se calmó, con mueca graciosa, le dijo:

- pequeña lagartija (desde ese momento sería ella la que se lo dijese en conmemoración a su marido), hueles fatal, estás en pijama, tu pelo está enmarañado,… te ves horrible.

El grito que se escuchó fue tan fuerte que hubiese sido casi imposible no haber sido escuchado por todo el castillo. Las personas que allí estaban y que lo habían oído, reconocieron la procedencia de la voz y sonrieron satisfechos. Si había lago que reiv, el príncipe heredero no soportaba, era ir mal arreglado. Se caracterizaba por su coquetería y ese grito demostraba que su carácter, a pesar de lo acontecido, permanecía intacto. Suspiraron aliviados. El pequeño terremoto estaba de vuelta.

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- Mira como te mimo, para que luego te quejes. Te lo he traído y todo – dijo Yuuri mientras portaba una bandeja con un vaso de leche, unos bollos y unas magdalenas para acompañar, además de dos tostadas de generoso tamaño. Ante la mirada reticente de su hermano, agregó - ahora comes por dos, ¿no? – y alargó su sonrisa lo más que pudo.

Detrás de él, aparecieron Nitsuga y Karel con cara de resignación y mirada que venía a decir algo como “no lo pudimos evitar”. Sakuya suspiró resignado y cogió la bandeja para comer algo de lo que en ella había.

- Gracias – dijo para colocarla en una mesilla cercana a la cama para coger un bollo y empezar a comerlo.

- ¿Cómo se encuentra hoy? – preguntó muy interesado Nitsuga. Le hubiera gustado haber estado presente cuando llegó el médico pero Yuuri lo empujó al comedor literalmente impidiéndole el ir.

- Igual que ayer, y anteayer y al otro… no quiere despertar. Al menos ya le han quitado los puntos y las heridas parecen ir desapareciendo de su cuerpo, bueno, salvo la de la de la muñeca. Esa no creo que se vaya a ir.

- Habrá que esperar. – dijo Karel.

- Ya, pero la espera es desesperante – agregó Yuuri – Venga, Reiv, despierta que tengo que contarte un montón de chismes frescos, como que Karel juega a las manitas con Luck en la bañera o que… - fue silenciado por tres pares de manos que se peleaban por taparle la boca.

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- Siento no haber estado en tu entierro. Espero me perdones. Esta semana me he comportado como un estúpido pero he recapacitado y juro que de ahora en adelante los protegeré como tú me protegiste a mí, aún a costa de mi vida. - Reiv se encontraba frente a la tumba de su padre, al cual visitaba por primera vez desde que ya no se encontraba entre los vivos. – Nadie sufrirá por culpa de mi belleza. Y prometo no rendirme ante nada y seguir adelante pase lo que pase.

- y nosotros, si tú nos lo permites, juramos protegerte a ti y a tus sueños de todos y de todo. No permitiremos que nada ni nadie te haga daño.- Cuando volteó su cabeza, Cuatro muchachos se encontraban arrodillados a sus pies, pidiéndole afirmación a su juramento.

- ¿Estáis seguros? ¿Nitsuga, Yuuri, Sakuya, Karel?

- Lo estoy. Eres mi mejor amigo y no permitiré que sufras otra vez un daño como éste. La próxima vez lo evitaré. – dijo Nitsuga.

- Pero, ¿tus padres…?

- Estarán orgullosos de que su hijo sea un protector. Ya sabes que la servidumbre de palacio y el ejército no son lo mío.

- Nosotros también queremos ser tus guardianes. Sabes que nuestros padres están muertos y que tu padre nos dio cobijo en tu castillo. Es lo menos que te debemos – aclaró Sakuya, mientras que Yuuri afirmaba en silencio las palabras de su hermano.

- y mi padre, como soldado regio que es, estará orgulloso de mí – prosiguió Karel.

- Gracias, muchas gracias a todos. Os quiero – dijo con lágrimas en los ojos.

Así daría comienzo a la leyenda de los cinco ángeles endiablados.

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“Es verdad. Se lo prometí a mi padre. No me puedo dejar vencer ahora. No podría ver a mi padre a los ojos ni caminar erguido. No puedo dejarles solo”.

Con alguno quejidos, empezó a mover los párpados con dificultad intentándolos abrir; le costaba, le dolía mucho pero con tenacidad y esfuerzo consiguió despertar de la inconsciencia en la que había estado sometido.

Lo primero que vio fue figuras borrosas, dolor de cabeza, agarrotamiento y debilitamiento general debido a la inactividad y alimento sólido. Tras forzar un poco la vista, empezó a enfocar la vista y a dar forma a las figuras desfiguradas cobrando forma de sus amigos que lloraban emocionados.

Con dolor, sonrió a sus cuatro guardianes e intentando hablar dijo en un ronco sonido:

- tengo hambre.

En verdad, ahora, podían llorar de alegría y respirar de alivio. Tan solo quedaba ver el estado psicológico en el que había quedado Reiv tras la violación, tortura y su reacción cuando se mostrara en frente de Ethan. Solo quedaba esperar.

- Bienvenido de vuelta, dormilón – dijo Nitsuga mientras no paraba de llorar.

- ¡ya era hora! Tengo de cosas que contarte. ¿Sabes que…? – Otra vez fe callado por tres pares de manos. Es que yuuri era un bocazas de cuidado. Reiv, ante la reacción, no pudo más que sonreír.

- estoy de vuelta – dijo en un tenue susurro. La garganta le dolía debido a la inactividad de las cuerdas vocales.

- Llamaré al doctor para que lo revise – afirmó Karel. Irradiaba felicidad. A decir verdad, parecía que de un momento a otro había salido el sol y con él habían florecido un nuevo amanecer que no salía desde hacia poco más de dos semanas.

- descansa – le dijo Sakuya. Reiv iba a protestar pero éste añadió: - Estaremos aquí cuando despiertes. Lo prometo. No nos moveremos. – Y aseguró sus palabras cogiéndole de la mano y apretándola contra la suya.

Reiv se relajó y se dispuso a dormir. Estaba agotado y necesitaba un sueño reconfortador que esperaba que fuera tranquilo teniendo a sus amigos presentes. Al menos, así sentía algo más de seguridad. Decidió no pensar más y dejarse abrazar por los cálidos brazos de Morfeo.

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- Dudo que te lo merezcas; pero he considerado adecuado, antes de comunicárselo al médico, que Reiv ha despertado. Pero te advierto que no quiero que te acerques a él. Todavía no lo han revisado y no se como reaccionará al verte. – Karel se había debatido entre decírselo o no cuando ya se encontraba frente a la puerta del enorme despacho. Con paso trémulo la abrió sin llamar y comunicó lo que había ido a decir.

Observó cambiar el semblante de Ethan y por unos escasos segundos se compadeció de aquel atractivo y hermoso hombre. Con una reverencia algo fingida y una muestra de su dedo querido a Luck, se despidió en busca del doctor.

- Aunque no lo entienda, me quiere con locura – dijo sonriendo tras ver como Karel salía tras dedicarle tan arduo y “cariñoso” saludo (en palabras claras: le ha sacado el dedo corazón).

- Ya – contestó Kyo, mientras pensaba con gracia que Luck estaba en una situación más peculiar que la suya con el chivato de Yuuri.

Entre tanto, Kaito, posando una mano sobre el hombreo de Ethan, le dijo:

- Tienes una segunda oportunidad, no la desaproveches.

- No lo haré. Intentaré conquistarlo así me deje la piel en el intento. Además, recuerda que mis hermanas se han ofrecido a ayudarme y ellas son muy persistentes cuando se lo proponen.

- Díselo a sus niñeras. Por cierto, ¿Cuántas van con ésta ya?

- Perdí la cuenta cuando llegué a la vigésimo primera… - dijo Ethan encogiéndose de hombros algo más tranquilo al saber que su amor había despertado por fin.

Le daba igual que lo odiara, lo repudiara, evitara, insultara, ignorara… lo importante era que siguiera viviendo y al menos eso se le había sido concedido.

En la vida, lo único que no tiene solución es la muerte.


CAPITULO 12. ¿¡Rayos de esperanza?!

Los rayos de sol entraban golosos por los grandes ventanales. Su luz irradiaba en toda la estancia, cosa aumentada dado que las cortinas permanecían corridas y atadas a los lados con grandes lazos que impedían que éstas taparan la belleza del paisaje de la mañana.

La imagen se veía opacada por una extraña tristeza que embriagaba el aire matutino de las montañas. A pesar de que los cristales permanecían abiertos para airear la habitación, el ambiente era pesado y se caracterizaba por tener impresa la tristeza de aquella pequeña figura sentada en el alféizar del gran ventanal abierto.

Estaba sentado, apoyado en el gran marco de la ventana, la cual daba a un pequeño balconcito. Observaba sin ver el paisaje que se abría ante sus ojos.

Los preciosos ojos azules se perdían en el horizonte con la mirada vacía. Estaba aislado del exterior y sus sentidos parecían haber perdido sus funciones vitales pues parecía ni oír, ni escuchar, hablar o ver. Estaba autista y, en verdad, era una situación lamentable el comprobar su estado. Ni siquiera pensaba, tan solo se levantaba y se sentaba en aquel lugar en lo que parecía un intento de escapar de alguna manera. Por su cabeza, en ocasiones, pasaban pensamientos desoladores, tristes, amargos, melancólicos y ocultos, de segundas intenciones.

Era en esos momentos cuando imaginaba el fin a todos sus males, e, inconscientemente, se agarraba su muñeca donde se encontraba el rastro evidente de su sufrir. En su hermosa y nívea piel todavía permanecían las marcas de aquellas heridas infringidas y que no desaparecían. Habían quedado marcadas a fuego convirtiéndose en cicatrices que ya formaban parte de él y que simbolizaban sus sentimientos.

Era en esos instantes cuando maldecía que lo hubiera salvado. ¿Él? Justamente él, el que ahora se desvivía por una sola palabra, porque algún vocablo saliera de sus preciosas cuerdas vocales para deleitarle.

Una furtiva lágrima salió furtivamente de uno de sus ojos. Se la limpió con denotada tranquilidad y molestia. Estaba tan ensimismado que ni cuenta se dio de que, antes de que sus finos, delgados y esbeltos dedos llegaran a la gota salada, alguien lo hizo antes. Sus manos eran como las suyas y desprendía un calor conocido que lo embargaba y le daba cobijo.

Se asustó ante la inesperada visita pero su rostro, su semblante y su cuerpo permanecieron impasibles. Giró su rostro para ver la faz del que había entrado sin permiso en su recámara cuando en un arrebato histérico dijo que no quería ver a nadie. Ese acontecimiento había transcurrido apenas hacía unas horas; pero debía imaginarse que él no se dejaría amedrentar por tamaña rabieta.

FLASH BACK

- ¡HE DICHO QUE ME DEJÉIS SOLO!

- Pero…

- ¡NO LO ENTENDÉIS O QUERÉIS QUE OS LO REPITA!

- Reiv…

Reiv comenzó a respirar a una velocidad demasiado rápida y sonora lo que le provocó el tener que ante abrir sus labios para poder coger aire por la boca y seguir respirando. Al mismo tiempo, se relajaría ya que sus palpitaciones habían aumentado de forma alarmante y comenzaba a temblar sin poder evitarlo.

Intentaron acercarse para poder calmarlo y tranquilizarlo. Cuando la mano de uno de ellos se acercaba a su hombro para mostrarle apoyo, Reiv lo evitó, y con un manotazo que pareció instintivo más que cualquier otra cosa apartó el brazo amigo.

- ¡NO ME TOQUES!

Fue en ese mismo instante en el que Reiv pareció darse cuenta de que los presentes eran sus amigos y, a pesar de todo, sabía que ellos solo querían ayudarlo y que jamás le harían daño; aun así, no podía evitar culparlos en parte de lo ocurrido aun sabiendo que no tenían la culpa de nada, que si pudieran lo evitarían, hubieran hecho lo imposible por evitarlo. Pues, incluso así, les recriminaba el no haber estado con él cuando se lo prometieron. Y eso le dolía sobremanera: el no poder evitar ese “odio” hacia sus amigos, y eso lo hacía sentir como el más vil de los hombres, el más rastrero que se escudaba en cualquier cosa para no seguir lamentándose el mismo.

Suavizó su expresión y excusó una disculpa:

- Lo siento, Nitsuga. No pretendía… - No sabía que decir, se arrepentía de su comportamiento y así lo dejó reflejar e su demacrado y ojeroso semblante al alzar su vista hacia la habitación donde estaban sus guardianes mirándolo con rostro melancólico, culpable y apenado.

- Ya lo sé, no es problema.

Para reparar la densa situación, reiv hizo un intento de amago, intento porque en eso se quedó. Viendo que su plan inicial no había dado resultado, cogió fuerzas de voluntad de donde no tenía, se levantó del alféizar donde estaba situado y se acercó a los presentes que estaban de pie situados en el centro de la habitación, encima de una gran alfombra de coloridos motivos.

Estaba débil por la falta de comida y su estado era anémico por lo que le costó algo más del tiempo habitual que hubiera necesitado en su condición normal. Se puso al frente de Yuuri, ya que parecía el más afectado, rozó con el dorso de su mano el rostro del pequeño y le dijo:

- Tienes que contarme un montón de cosas. Eso dijiste, ¿no?

El rostro de Yuuri se iluminó como si hubiera visto el cielo ante sus ojos y unas resbalosas lágrimas pugnaban por salir de sus ojitos y esa boca que había estado callada, empezó a abrirse para sonreír y su lengua comenzó a moverse para hacer su trabajo: dejar salir las palabras.

- Esperaba ese momento ansioso por lo que, para que no se me olvidara, lo he ido apuntando todo en mi agenda; bueno, ahora es una libreta porque se han acumulado tantos chismes que en esa pequeñetrez no me cabía todo y yo quería escribirlo con lujo de detalles para que luego no se me olvidara nada. Mira, lo tengo aquí… - y pensándolo durante un momento siguió: - si quieres empiezo ya… a ver… lo tengo dividido según el protagonista. ¿Por quien quieres que empiece?

Solo habían bastado unas palabras de Reiv para que Yuuri volviese a ser el que era antaño. Nadie había logrado que se animara tanto desde que el príncipe earthiano se autorrecluyó y de eso hacía ya dos meses.

Yuuri sacó de donde tenía escondida su agenda para comenzar con su tarea. Había conseguido esconder muy bien aquel objeto de su delito de espionaje y nadie conocía la existencia del mismo ni de la actividad que a su alrededor se desarrollaba.

Estaba tan bien resguardada que hasta que la hubo sacado de debajo de su camiseta, los presentes habían reparado en ella. La verdad es que la camiseta no era ajustada pero tampoco demasiado holgada y por ello se marcaban las formas de la libreta bajo el contorno de la misma. Hay que decir que, en esos momentos, era comprensible su no descubrimiento.

La pequeña agenda estaba dividida en tres partes, según de quien se trataba el chisme, de quien fuera el protagonista principal; y estos no eran otros que dos de sus amigos y su querido hermano mayor.

Yuuri, que había comenzado con este medio de entretenimiento hará dos meses atrás, cuando acaeció la desgracia, se divertía bastante y le servía de distracción y era algo así como un modo de escape de la realidad para centrarse tan solo en situaciones comprometidas, graciosas y embarazosas. Y el primer y principal motivo era que cuando Reví se recuperara de su estado de depresión pudiera saber lo que había ocurrid durante su “ausencia”.

- a ver... veamos...-

Comenzó a ojear las páginas al azar para centrarse en uno de los sucesos apuntados de su letra y mano por escrito n aquellas páginas. Pero no le ido tiempo para más ya que tres coloradas y furiosas personas, que denotaban en sus rostros a parte de vergüenza incertidumbre y curiosidad por saber lo que ahí se contenía de sus vidas, se lanzaron contra su persona para arrebatarle aquel objeto diabólico.

A pesar de que Yuuri era más ágil, al ser tres contra uno, la batalla por la libreta no se demoró mucho, pudiéndola conseguir Sakuya y quitársela de sus manos a su enano y metiche hermano. Y, sin esperar mayor respuesta de cualquiera de los que allí estaban, se dirigió hacia la lumbre que aún permanecía encendida para en un posterior y veloz movimiento tirar sin miramientos ni cargo de conciencia aquel revoltijo de palabras embarazosas para que se deshicieran en cenizas y quedar allí para siempre, en el secreto.

Una vez hubo desaparecido por completo aquellas páginas, tres de los cinco allí reunidos sus piraron tranquilos, aunque estaban a la espera de los gritos de cierta figura que permanecía quieta, como asimilando lo sucedido; pero los susodichos gritos de despotricación no llegaron nunca y ello sí que sorprendió a los demás. Más aún, podían observar que en el rostro de Yuuri no había marca de enfado ni nada que se le pareciera; es más, podía afirmar que había una tenue sonrisa enmarcando su juvenil rostro. Fue en esos instantes que una alarma en su interior se despertó, alarma que pronto se vio solidificada con los vocablos dichos por Yuuri.

- Lo siento Reiv. Estos... – buscaban palabras para denominarlos- energúmenos... eso, buena palabra para describirlos – la última frase la dijo más para sí que par los demás allí congregados – No te preocupes, otro día vuelvo y te cuento, ¿vale?

Eso no era nada bueno para Karel, Sakuya y Nitsuga. A decir verdad, de los que estaban vigilados, Nitsuga era el que tenía menos que esconder pero le gustaba anotar lo que ocurría para conocimiento de Reiv. No debía escapársele ningún detalle o si no, no podría ser un buen informador.

Yuuri, mirando a los que habían destrozado su agenda sin siquiera mirarla, le advirtió:

- para que sepáis lo que habéis quemado era una copia. Si la hubieras visto os hubieseis dado cuenta. – y les sacó, en una mueca divertida, la lengua – Como si fuera tan tonto... – completó en un susurro que, gracias al silencio originado por la anonadación ahora imperante en los muchachos logró oírse en la sala.

Nadie había prestado atención a Reiv en el nudo de los acontecimientos. Había permanecido en silencio y cuado se voltearon a verlo, vieron que estaba ligeramente agachado y que su cuerpo temblaba ligeramente. Cuando se disponían a acercarse, asustados, pudieron escuchar ligeros gemidos que los pusieron en alerta pero que, en segundo, pudieron distinguir como carcajadas aguantadas. Sus suposiciones fueron acertadas porque Reiv, sin poderlo aguantar más tiempo, dejó salir su risa, sonrisa que no podían ver desde hacía mucho tiempo.

Reiv reía y reía sin parar. La verdad es que los había echado de menos, sus charlas, trifulcas,... Y desde hacía mucho tiempo tenía ganas de sonreír otra vez. Sabía que estaba mal desternillarse de las desgracias ajenas pero, aun a pesar de haberlo intentado evitar, no lo logró y allí estaba carcajeándose de lo sucedido.

Sus guardianes, más lejos de enfadarse, en cuestión de segundos, acompañaron a Reiv en sus risas. Había que decir que la situación, para un tercero pasivo que no había participado en la disputa, debía ser poco menos que graciosa.

Sus amigos no solo reían por lo de la libreta y por su comportamiento, cabe decir, infantil; sino que, mayoritariamente, lo hacían porque Reiv estaba alegre. Habían hecho sinfín de cosas por lograrlo y solo por un hecho cotidiano lo habían logrado. A partir de ahora, sabían que es mejor actuar de forma natural a hacerlo de una manera algo forzada, comprometiendo situaciones para conseguir específicos resultados.

Sin embargo, las risas duraron poco porque Reiv, todavía recostado en el alféizar de la ventana vio algo fuera de ella que hizo que, súbitamente, parara de morirse de risa para quedar paralizado y con una mueca de terror en sus ojos. Su rostro permanecía impasible en lo que se refería a la exteriorización de cualquier otro sentimiento.

Al ver que ahora sí debían preocuparse las risas pararon por completo y quedaron observando una reacción de Reiv. Más éste, solo dijo:

- Os... ¿os importaría dejarme solo?

- Pero... – dijo Nitsuga

- Por favor, os lo suplico

- Pero... – continuó Sakuya.

- Si me hacéis este favor, os juro que desde esta tarde saldré al jardín con vosotros. Por favor...

- ¿Lo prometes?- intervino Yuuri.

- Sí – contestó sonriendo Reiv. Era una sonrisa sincera y auténtica lo que hizo que creyeran en ella.

A pesar de saber que Reiv iba a llorar pues habían observado sus ojos llorosos y su voz quebrada cuando les habló, hicieron caso de las súplicas.

Una vez fuera, Yuuri preguntó:

- ¿Qué ha ocurrido? Estábamos tan bien y… zas... de pronto...

- ¿No lo has visto? – Yuuri negó con la cabeza con una expresión en el rostro que decía “por algo pregunto, ¿no?” – Ethan.

- Ethan, ¿Qué? Que yo sea no se acerca a él para nada, salvo por aquello que está haciendo con sus hermanas y por lo que Nitsuga y Sakuya le aconsejó.

- Lo ha visto. En la ventana – dijo para que Yuuri no siguiera preguntando.

- Debemos esperar y por la tarde volveremos. No tenemos que presionarlo y más ahora que comienza a ser, otra vez, el de antes. – concluyó Sakuya, dando por finalizada esa charla.

FIN FLASHBACK

La cara de sorpresa dio paso enseguida a una de incredulidad al verlo ahí, parado enfrente suya con una cara que fue la que más le sorprendió. Estaba sonriendo. Era la primera vez en dos meses que lo veían así, no con simpatía, melancolía, lamentación, culpa… solo una sonrisa. Y no sabían cuanto le había hecho falta comprobar que ya no era visto como un sujeto que proporcionaba lástima y que podía dar felicidad a aquel que lo viera, como antaño.

- Ya son las cinco. – dijo con la sonrisa siempre presente. – Prometiste salir con nosotros esta tarde, y viendo que no bajabas he subido por ti.

- Nitsuga… - no sabía cuanto más podría aguantar las lágrimas que, otra vez, aunaban por salir

- Reiv, sé que no me he portado muy bien estos meses, que te he fallado. Pero, te aseguro, no, te juro que no… - Sus palabras fueron detenidas por el dedo índice del principito que no lo dejó terminar en su disculpa. Y, sin más, se arrojó a los brazos de su mejor amigo para llorar en sus hombros, para poder dejar salir todo aquello que había guardado ese tiempo. Tan solo quería desahogarse.

Reiv lloró como nunca lo había hecho en soledad. Sus sollozos desgarraban el alma de Nitsuga pero éste sabía que ese desembolso de emociones era necesario para que Reiv intentara comenzar a vivir otra ver, retomar su vida y no lo haría teniendo tantas heridas en su alma sin cicatrizar.

Tras quince eternos minutos de angustia y dolor, Reiv dejó escapara un último sollozo. A pesar de que se encontraba mal, avergonzado y dolorido, cansado y fatigado, miró a la persona que lo dejó llorar sin decir nada, tan solo lo abrazaba fuertemente, como si así le pudiera proteger de sus propios recuerdos. Otra vez la escena lo sorprendió porque Nitsuga lo veía con esa sonrisa en su cara, como cuando lo recibió forzosamente en su habitación, cuando hacía memoria, otra vez ese día. Si no fuera porque lo había oído sollozar, aun intentando ocultar ese hecho, se notaba en sus ojos aún acuosos y en sus labios de donde manaba un hilito de sangre. “Seguramente al tratar de callar sus propias lágrimas” – pensó Reiv. Y por vez primera, desde hacía lo que a él le parecieron siglos volvió un resquicio de su personalidad antigua.

Esa personalidad juguetona, jovial, alegre, peleaba por salir a la luz, por conseguir abrir los barrotes que se habían convertido en su cárcel; y, poco a poco, comenzaba a salir de aquel encierro de autocompadecimiento.

- Gracias. – Fue lo único que dijo antes de agradecerle a Nitsuga lo hecho con una tímida pero auténtica sonrisa.

Nitsuga nunca recibió tal agradecimiento con tanta alegría en su vida. No cabía de júbilo al ver ese dichoso y casi extinguido gesto.

Yuuri, Sakuya y Karel, que hasta hacía unos momentos estaba esperando en el vestíbulo que daba al jardín, se encontraban reunidos y en total silencio a la espera de que todo terminara para salir, dejando que Reiv se desahogara.

En verdad, se habían quedado preocupados cuando Reiv les pidió soledad; pero sabían, algo en su interior se los decía, que a partir de esa tarde la situación comenzaría a cambiar. Reiv comenzaría a cambiar, a retornar.

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Estaban situados en la puerta desde lo menos cinco minutos, cuando asustados, oyeron los lamentos proferidos desde esa habitación. El personal, también asustado, se había acercado pero Sakuya, con un ademán de su mano y una mirada de tranquilidad, los hizo partir; ordenándoles con un tono de aviso que indicaba peligro, que no se acercaran.

- No entiendo como te hacen tanto caso. A mi me cuesta horrores que me dejen en paz. – reclamó una vez se fue la servidumbre que había acudido curiosa y preocupada al lugar.

- Es porque no te toman en serio. – Y, en sus pensamientos, añadió – “Y porque tienen miedo del instinto protector y terrorífico de Shion.”

- Ya no se oye nada. – Karel dio por resuelta la charla.

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Tras agradecer a Nitsuga su presencia, reparó en los sonidos que prevenían del pasillo; y, aunque no podía ver de quienes provenían debido a la sólida puerta que los separaba del mismo, supo quienes eran y por qué estaban allí.

- Es de mala educación escuchar tras las puertas. Creo que ya os lo dije una vez, ¿no? - Dijo mientras abría la puerta con rapidez, dejando asombrados a los que allí se erguían esperando a la salida, más solo uno se calló de la impresión por estar apoyado en la puerta, intentando escuchar. ¿Quién más si no podía ser? Yuuri.

Con un además, los instó a pasar, no perdiendo su pequeña sonrisa en ningún momento. La verdad era que la situación era chistosa: Yuuri tirado en el suelo, adolorido en sus partes traseras que habían amortiguado la caída, y Sakuya y Karel aturdidos y sonrojados al haber sido acusados de chismoso, cuando solo lo era Yuuri. La verdad es que Nitsuga tampoco pudo aguantar la risilla y al poco tiempo estaban todos riendo sin razón aparente. Unos y otros se preguntaban el por qué, pero no les importaba ya que Reiv no paraba en su carcajeo. Tan solo debía atañerles que éste había sido el que había contagiado con su risa a los demás.

Tras un largo tiempo, ya cansados de reír y con las mandíbulas adoloridas, estaban todos dentro de la estancia. El silencio fue interrumpido por Yuuri que se acercó a Reiv, lo abrazó y le tendió una libreta. Tan solo le comentó:

- Ésta es la auténtica – y le susurró para que solo él pudiera oírlo: - no contiene chismes como dije antes, tan solo he ido aportando sucesos que creía importantes… para tenerte al tanto; es que Kyo me ha estado dando clases de “discreción” según él - viendo que se desviaba del tema, lo dio zanjado para preguntarle - pero como has vuelto ya no hace falta, ¿verdad? – imploró nervioso a la espera de una respuesta positiva. Reiv tan solo afirmó con un gesto decidido de su cabeza.

- No te preocupes. Comenzaré a leerlo esta noche misma – Y levantándose, aclaró: - ¿Nos vamos?

La reacción no se hizo de esperar pues dos escasos segundos después ya todos estaban fuera esperando en el umbral la salida del pequeño príncipe.

Reiv se disponía a salir, pero se paró en el umbral par luego salir al pasillo. Éste le parecía largo, demasiado largo y comenzaba a sentirse mareado. Aún así, no comentó nada a nadie y siguieron su marcha hacia fuera. Pero lejos de calmarse conforme iban avanzando, cada vez se sentía peor. Comenzó a temblar incontrolablemente y su respiración era errática, los mareos iban en aumento, su garganta estaba reseca y no conseguía anticuar palabra alguna. Tal era su sufrimiento que, al llegar a las escaleras, no pudo aguantarlo más y sin poder sostenerlo sus piernas, se calló al suelo de improviso. El temblor se intensificó y tuvo que abrir ala boca para tomar grandes bocanadas de aire ya que no conseguía introducir oxígeno en sus pulmones. Sentía la sensación de asfixia y no pudo evitar que el rostro se le contrajese por las lágrimas.

Los otros oyeron un ruido seco detrás suyo y al darse la vuelta observaron con horror tal escena. Sakuya se le acercó corriendo y lo abrazó. Los demás estaban demasiado asustados para reaccionar.

Sakuya lo acunó entre sus brazos y empezó a mecerlo tranquilamente, sin perder la calma, siguiendo un compás reintervalos mientras le susurraba palabras tranquilizadoras. Mientras lo hacía calmó a los que aguardaban asustados la imagen y les dijo que debía ser un ataque de ansiedad ya que en dos meses se había refugiado en la habitación sin salir de ella y que sufría un episodio de claustrofobia. Una vez dicho esto, siguió con su tarea para con Reiv.

- Cálmate, escúchame. Quiero que cojas aire por la nariz y lo sueltes lentamente por la boca. Yo marcaré el ritmo, ¿ok? – Tras lo cual comenzó a darle las pautas a seguir - Coge aire… muy bien, suéltalo por la boca.

Así estuvieron un buen rato hasta que la respiración del menor se acompasó y relajó. A la misma vez que lo ayudaba a respirar le tocaba la espalda con una de sus anos otorgándole suaves caricias que, en un principio fueron rechazadas.

A continuación, Sakuya hizo que pusiera su oído en su pecho para que pudiera sentir los latidos del corazón. Y así le dijo, que solo estuviera atento de ello y que sincronizase los suyos a los de él. En el oído le murmuraba cosas relacionadas con el mar, la brisas, las olas,… que tan solo estuviera atento a su voz, la cal tenía un timbre dulce y suave.

Fue de esa forma en la cual, Reiv comenzó a remitir de sus recientes malestares. Nunca hubiera pensado que por salir de la habitación, le pasara esto. Había tenido esos síntomas, pero, en ese momento, no se imaginó su aparición.

Sakuya, como leyéndole la mente, le comentó:

- No te preocupes. Estoy seguro que es un episodio pasajero. Solo se ha producido por tu actual situación anímica y psicológica. Además, no has salido de esas cuatro paredes en mucho tiempo. Suponía que podría pasar algo similar y estuve informándome para, por si ocurría, poder calmarte. Aún así, me preocupaste, será mejor llamar al médico e ir poco a poco con lo de salir. No hay que hacerlo todo en un día, ¿no?

Sin esperar respuesta, lo alzó en brazos, y lo cobijó contra su cuerpo. Las protestas no se hicieron esperar, y que el embarazado no debía levantar peso, pero fueron ignoradas por el aludido tal y como hacía con las súplicas que le profería su amante nocturno y había que admitir que en eso era un experto. Pero fue una voz, un sonido, el que hizo que evitase que comenzara su marcha hacia la habitación de la que habían salido haría cinco minutos con la intención de que lo revisase el médico.

- Sakuya… bájame, no quiero volver. Así me cueste un desmayo, quiero salir. – Miraba con ojos suplicantes al mayor, que permanecía reticente. - Por favor, lo necesito, si no nunca saldrá de este vacío y ahora, más que nunca, tengo que seguir adelante. Y tampoco quiero que me vea un médico, no quiero que… que él… se entere.

- pero, Reiv…

- Tú harías cualquier cosa por tu pequeña, ¿verdad? – Y le dio más énfasis a sus palabras tocando a la pequeña y ya lago abultado vientre del que lo sostenía y sin más continuó – Yo también.

Esperó a que los presentes asimilaran sus palabras para luego ver que el abrazo se hacía más fuerte para después aflojarlo y dejarlo con cuidado en el suelo.

Nadie cabía en su asombro por tal afirmación, tal era que sus bocas no pronunciaban sonido alguno.

- Reiv… - Nitsuga fu el primero en decir algo.

- Tampoco debéis poner esas caras. No quiero que volváis a tenerme lástima. No… no lo soportaría - Reiv hizo acopio de toda la fortaleza y valor de la que disponía para decir aquellas palabras sin derramar lágrima alguna; pero esa fortaleza se quebraba por segundos. – Dejad que lo asimile un poco, además, tampoco ha cambiado mucho, aunque al menos, ahora sé que tengo que comer más y cuidarme. ¿Me ayudaréis, no?

- ¡Felicidades! – Yuuri se le acercó corriendo para abrazarle y empezar a preguntarle tonterías sobre el nuevo neonato. – Y, ¿niño o niña? Sakuya tiene una niña, bueno, ya lo sabes, porque tú se lo dijiste y tu nunca te equivocas pero dime,…

- Niño - le interrumpió Reiv. Hizo una pausa para que, al volver a hablar, la voz saliese segura y prosiguió - Gracias – Reiv solo pudo decir eso antes de dejar salir las lágrimas.

Nadie preguntó nada ni Reiv dijo algo, tan solo quedaron allí juntos, dándose ánimos los unos a los otros hasta que la situación volvió a tranquilizarse. Se limpiaron el agua salada de sus ojos, dispuestos a salir al jardín.

Las preguntas vendrían mas tarde, ahora lo mejor era no profundizar en las heridas abiertas y profundas que querían ser sanadas. La paciencia y la espera darían buenos resultados. Tarde, más tarde.

Aún así, en ese momento, nadie cayó en la cuenta que el pacto que meses atrás Reiv realizó decía que una vez embarazado se dispondría la realización de la boda real, que uniría, en teoría, definitivamente a dos reinos. Tan solo faltaba que Ethan lo descubriera.

¡Un bebé! Un pequeño milagro nacería de una horrible acción. En algunas ocasiones, un mal podía traer consigo un bien, algo que consiga opacarlo.


Continuará...

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