5vs5 Angelus 5vs5. 1ª TEMPORADA_parte_d

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Bueno, pues aquí están los tres último capítulos de la primera temporada de Angelus. Espero que los disfruteis:

CAPITULO 13. UNA TARDE EN EL JARDIN.

La brisa fresca que inundaba el paisaje enjuvenecía todo el paraje e impregnaba a todo aquel que se topara con él de una sensación de frescura tan pura que hacía una función reparadora del cuerpo humano.

El jardín estaba en todo su esplendor. El color predominante era el verde y en ocasiones, éste se veía opacado por lo vivos colores de las flores que adornaban el cálido césped, a pesar de saber que estaba frío. Pero era inevitable, la imagen era tan bella que era imposible permanecer impasible a la misma, y no creer en la calidez de la misma. Quizás ayudara también el fulgurante sol de la tarde que permanecía en su esplendor. Atraía la atención con sus rayos que se colaban por los árboles bien situados y a distancia similar entre ellos con sus tonos anaranjados. Parecía llamar a atención con su fulgor ocasionando sombras con todo aquel con el que sus rayos se topaban.

Había asientos colocados estratégicamente y en lugares donde se había hecho un camino de gravilla, delimitado por piedras, aunque no muy grandes, era lo suficiente para determinar la vía; así evitaban pisar la hierba o la hermosa flora allí plantada, y era allí donde los bancos estaban situados.

El paisaje llegaba hasta donde los ojos perdían su vista. De hecho, el castillo estaba rodeado de todo aquel paraje.

Se oían las risas de unas infantes, que jugaban en una parte especializada en la que no había nada que se pudiera matar con pisotazos o destrozar con las manos. Se tiraban una pelota mientras corrían para ver quien conseguía atraparla sin caérsele de las manos. De vez en cuando, miraban hacia un costado para comprobar que las estaban mirando, y de cuando en cuando gritaban para llamar su atención.

Ethan, a pesar de haber prometido pasar un rato con sus pequeñas diablillas, y así, dar un descanso a la nueva niñera, no podía dejar de pensar en su pequeño angelito, aquel que no había podido ver desde lo acontecido dos meses atrás. Se lo merecía, se lo tenía merecido. Además, no podía dejar de especular si lo que había estado escribiendo por orden expresa y mandona de sus hermanas había tenido algún efecto. Ellas le decían que sí, pero él dudaba de que siquiera hubiera abierto el sobre. Aún así, no se rendiría. Jamás. Él no era un cobarde, así pues, debía cargar con las consecuencias de sus actos, e intentar enmendarlos por muy malas que las consecuencias fueran.

FLASHBACK

- Ya sabéis que no soy persona que hace estas tonterías – dijo. Su rostro estaba enrojecido solo de haber oído la propuesta de sus hermanas y de tan solo imaginarse realizándola.

- Pero...

- Nosotras te...

- ayudaremos.

Ethan las miró, todavía colorado, con un cierto aire de incredulidad. “Eran listas, muy inteligentes, pero de ahí a realizar una elaborada carta de disculpa cuando apenas sabían de lo ocurrido...” se dijo el mayor de los hermanos.

Las chiquillas, pendientes de la reacción de su hermano, parecieron intuir lo que éste pensaba y añadieron al unísono:

- Le entregaremos las cartas que vayas escribiendo.

Y continuaron:

- al menos así...

- ...no deberá verte...

- ...y a nosotras...

- ...nos hará el favor...

- ...de coger las cartas...

- ...a pesar de ser tú el remitente de las mismas – concluyeron con su razonamiento, no tan mal encaminado.

Ethan vio la verdad en las palabras de las niñas, y, a pesar de su ahora algo taimada reticencia y creciente vergüenza, supo que, dada la situación actual, debía intentar llevar a cabo cualquier acción que le prodigara cualquier progreso con su pequeño principito ahora desmadejado e indefenso por su culpa; y si para ello, debía dejar a un lado su orgullo masculino para escribir unas malditas cartas donde pondría su alma e intentaría plasmar sus sentimientos en ella, lo haría.

- de acuerdo. – confirmó. “En que lío me he metido” – pensó resignado Ethan. Ahora, ¿a quién pediría ayuda? Él jamás había redactado una carta, bueno, una carta dirigida a un enamorado al que pretendiese halagar con cursilerías y sentimientos que pudieran ser transmitidos con tan solo palabras y al cual le había hecho, posiblemente, un daño irremediable… lo dudaba Nunca.

Al momento, por la cabeza de Ethan solo pasó el nombre de Kaito. Definitivamente, él le daría algunas clases para escribir correspondencia. Seguro. – confirmó.

FIN FLASHBACK

De forma involuntaria, recordó cuando, entre gritos y risas, le explicó a Kaito el plan de sus hermanas. En cuanto entendió el mensaje que Ethan intentaba transmitirle, el susodicho comenzó a reír como un poseido sin dejar que el otro terminara de explicarse. Aquel día fue más vergonzoso aún que cuando sus hermanas le dijeron lo de las cartas. Nunca lo olvidaría, jamás en lo que le restaba en la vida. Fueron unas situaciones muy graciosas a pesar de todo.

FLASHBACK

- Espera, que no lo he entendido bien. EL gran señor rey de Thorp quiere que le ayude con un pequeño problema dándole clases sobre cómo ser romántico – dijo Kaito entre risas. Las palabras le salían entrecortadas por los vanos y poco sutiles intentos por ocultar su risa.

- Ya sabes que sí. ¡Cuántas veces lo vas a repetir!- dijo Ethan colorado a más no poder. Y, en verdad, esa tonalidad no le quedaba nada favorable. Y cada vez más rojo por la vergüenza, prosiguió: - ¡Bien! Si no quieres ayudarme… ¡BIEN! No se ni para que te digo… ¡Ah! SÍ, porque pensabas que eras uno de mis mejores amigos y que harías un amago por comprenderme y no por intentar reírte abiertamente en mi cara.

Cuando se disponía a salir de la recámara a la cual había hecho llamar a Kaito a solas para comentarle lo de las cartas, Nitsuga lo asió suavemente del brazo:

- No te enfades, solo es que me sorprende un poco tu reacción. Jamás en la vida me hubiera imaginado esa petición por tu parte, que esas palabras salieran de tu boca. – Había parado de carcajear – Te ayudaré, sabes que siempre lo haré. Te ayudaré a que el príncipe Reiv vuelva a ser como era – y añadió mentalmente “Al menos intentaré que no parezca un vegetal.” – Y no lo haré solo por ti, sino por él, por Nitsuga y por sus amigos.

- Gracias. – contestó Ethan ya más calmado, aunque todavía persistía cierto ápice del pavor pasado al realizar dicha petición.

FIN FLASHBACK

Era verdad. Él tampoco se hubiera imaginado haciendo el papel de galante romántico. De hecho lo odiaba. Pero hará cualquier cosa por enmendarse, así tuviera que ir al infierno por conseguirlo.

Las pequeñas diablillas eran las encargadas de darle las cartas a su angelito desgraciado. En una muesca un tanto inconsciente, Ethan recordó la reacción que tuvo al recibir la primera carta tras un mes de encierro.

FLASH BACK

- Hola

- Reiv

- ¿Qué tal estás?

- Sentimos no haber venido antes…

- Pero no nos dejaban.

- Recién…

- Podemos.

Tras un mes de insistencia, reclamos, gritos y lloriqueos, por fin, las dejaron entrar en la habitación del príncipe. Pero era ahora, en esos momentos, cuando comprendían por qué no las dejaron pasar antes.

La atmósfera que allí se respiraba se caracterizaba por la pesadez, la melancolía y la tristeza. Además, la visión que recibían el que antaño parecía un rayo de luz que todo lo alumbraba allí por donde pasaba… ¿Dónde estaba? ¿En qué había quedado reducido?

Era ese día cuando entendieron las negativas por parte de los mayores a dejarlas entrar. Aún así, todavía se negaban y a regañadientes pudieron hacer esa visita, visita que apenas duró unos minutos. Afuera las estaban esperando. No era que pensaran que Reiv les haría algo, es más, no hacía ningún movimiento, no se quejaba, no hablaba, no comía, su mirada se perdía en el vacío de sus preciosos ojos… necesitaba ayuda para todo. Había sirvientes que se ocupaban de ello, pero principalmente, eran sus cuatro guardianes los encargados de cuidarlo. Lo hacían por turnos y nunca lo dejaban solo. Le hablaban constantemente pero Reiv era un muñeco que, a simple vista, carecía de vida aun cuando seguía respirando y su corazón bombeara sangre. Y era por ello, precisamente, que temían que las niñas tuvieran una mala experiencia por verlo en ese estado tan lamentable.

Las gemelas, al no recibir respuesta, se acercaron al bulto que se escondía entre las sábanas y observaron al muchacho que entre ellas se escondía. Tenía los ojos abiertos, pero era imposible saber si estaba despierto o dormido.

La imagen era desoladora. La piel pálida, el estado famélico y las horrorosas ojeras que adornaban sus ojitos eran solo la cumbre del estado general del muchacho.

Empezaron a sopesar la posibilidad de no hablarle de la carta. ¿Las escucharía tan si quiera? Era poco probable.

Sin decir ni una sola palabra, golpearon suavemente el cuerpo que permanecía inmóvil e impasible antes las manos de las niñas. Viendo que no daba resultado, lo jalaron para subirse a la cama, y lo abrazaron como pudieron. Como estaba en el centro de la cama, cada una lo hizo por un costado diferente.

En un primer momento no hubo reacción alguna, al igual que había ocurrido en ese mes, pero comenzaron a notar el estremecimiento que empezó a convulsionar el cuerpo del mayor. Se asustaron y gritaron el primer nombre que se les pasó por la cabeza y que, lamentablemente, no era otro que el de su hermano mayor. Eso fue un gravísimo error.

El grito que emitió Reiv fue ensordecedor y lleno de sentimiento. La puerta no tardó ni una milésima de segundo en abrirse. Por ella, pasó Sakuya que, preocupado por un mal presentimiento, se quedó vigilando fuera, al igual que el médico personal que lo atendía. En el rellano también estaba Ethan pero, por orden expresa del doctor, no entró. Era mejor no empeorar la situación.

Reiv perdió el control y comenzó a revolverse, a gritar y a autolesionarse. Tras sacar a las asustadas niñas de la habitación y abrazarlas Ethan, Sakuya corrió en la ayuda del médico y de dos guardias que vigilaban los aposentos, cuyos intentos por retener a Reiv no funcionaban.

El follón allí armado se oía por gran parte de los pasillos, que hacían de conductor del sonido y del eco.

En un momento repentino, durante el forcejeo, Reiv lanzó una mala patada que, desafortunadamente, fue en dirección hacia el vientre de Sakuya que, dado su condición de embarazado de tan poco tiempo, fue algo muy desafortunado.

Yuuri y los demás llegaron en el momento justo de la caída de Sakuya que, instintivamente y a causa del dolor, se atrapaba la parte baja de su barriga.

Y, justo en ese instante, ya fuera por suerte, por el destino o ya fuera una cuestión de azar, Reiv se tranquilizó por completo; momento que aprovechó el médico para comprobar el estado del embarazado. Afortunadamente no fue nada, no había sangrado ni moretón… tan solo había una pequeña persistencia de dolor. Con suerte, el golpe solo le rozó. Aún así, el susodicho le aconsejó que no volviera al lugar hasta que el príncipe recuperase y alcanzase un estado de conciencia cuerdo y estable.

Fue, cuando se marchaba acompañado de Yuuri, que estaba preocupado, muy preocupado, al igual que los demás, que ya le habían advertido de la peligrosa situación a la que hacía frente, cuando Reiv, que se había dejado caer en el suelo, tras un mes de completa no vida y silencio, le dijo:

-…… - fue tan flojo que nadie escuchó con claridad lo que intentó vocalizar pero, era normal, si había estado un mes sin utilizar sus cuerdas vocales. Sin temor ni miedo, se deshizo del agarre de sus acompañantes, del médico y de Yuuri, que lo llevaban a su habitación para que reposara, y se acercó “peligrosamente” al enfermo. Esta vez sí pudo escuchar lo que dijo: - estoy en casa. He vuelto.

Ante tales palabras lo pudo abrazar como si le fuera el último hálito de vida en ello a Reiv, como si así evitara que el mundo le volviera a golpear, para así poder resguardarlo de sus propios recuerdos, sí aquello era posible.

Ethan lo había visto todo desde un resquicio de la puerta, atento a no ser visto por el pequeño que había vuelto a la vida, sí, como el fénix resurgía de sus cenizas.

Ese día fue un gran avance en la recuperación de Reiv. A partir de esa fecha, todo eran pasos en dirección al frente en lo que a la recuperación del chico se refería. Así lo expresó esa noche el doctor delante de los allí presentes. Y no se equivocó.

Las niñas fueron a visitarlo al día siguiente y, a pesar de todas las reticencias, dejaron la carta en un cajón, que cerraron con llave. De ese modo evitaban que Reiv las destrozara sin dudar sin antes haberlas leído pero tampoco lo hacían sufrir viéndolas. La llave, desde entonces, la guardaron las chiquillas colgada del cuello hasta que Reiv tuviese la fuerza necesaria y la voluntad suficiente para leerlas. Entonces, él mismo le pediría la llave. Mientras tanto, ellas metían todas las cartas que su hermano, trabajosamente, ahi. Eso sí, siempre se lo decían a Reiv cuando las colocaban en el cajón, a modo de información.

FIN FLASHBACK

Ethan no pudo dejar de pensar que quizás todo su esfuerzo estuviera mal enfocado porque sabía de buena mano que Reiv no se había leído ninguna de las palabras escritas, es más, ni siquiera se había molestado en interesarse por ellas. No lo culpaba, era la verdad; pero a lo mejor, era hora, de que intentara de otro método. Definitivamente, éste no funcionaba.

Sus cavilaciones fueron interrumpidas por los gritos de dos chicas que le estaban haciendo señas para… que la pelota no le diera en la cara. Demasiado tarde. EL golpazo que las niñas, que habían dejado el pase de la pelota para jugar a los golpes con el pie, le habían dado al balón le dio de pleno en el rostro.

- La madre… - la sorpresa dio paso al silencio y del silencio, más silencio… las niñas lo miraban absortas, calladas, esperando la furia de su hermano; pero éste, de pronto, dio un salto adelante que las asustó y fue detrás de ellas para darle un escarmiento por no tirar el balón en línea recta mientras mostraba su sonrisas más traviesa.

Fue esa distracción la que ocasionó que no oyera el crujir de una rama y el movimiento sigiloso de unos arbustos. El sonido que hacían los tres hermanos era ensordecedor.

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El ambiente era muy cálido pero refrescado al mismo tiempo.

Los cinco muchachos iban recorriendo el inmenso paraje. Reiv lo veía asombrado, era aún más hermoso que cómo lo observaba desde la ventana cuando tenía ocasión.

Había sido buena la ocasión de salir de allí. Pero, aún a pesar de que eso había sido difícil, todavía tenía que venir lo otro.

- ¿Jugamos a algo? ¿Cómo cuando éramos más críos? – la propuesta había sido realizada por Yuuri, que no cabía en sí de gozo. No paraba de saltar alrededor de los presentes. Estaba hiperactivo y no intentaba poner ningún medio para relajarse. Tal era su estado de felicidad que no importaba. En realidad, a nadie le importaba. Así pues la pregunta tampoco fue recibida de mala manera por ninguna de los cuatro restantes. No era mala idea, después de todo.

- ¡Al escondite! Y ¡tú te la quedas! – inexplicablemente fue Reiv el que pronunció dichas palabras; mientras que las decía, ya había empezado a correr para esconderse. Los demás se quedaron anonadados ante tal propuesta. Y añadió: - ¡hasta cien, y no vale mirar que recuerdo que eras un tramposo!

- ¿Por qué siempre yo?- reprochó Yuuri. – Además, si hago trampas es porque vosotros os escondéis y nunca os encuentro. Y así, siempre me la estoy quedando yo… no es justo – dijo con una vocecilla lastimera que distaba de lo que en realidad sentía, que no era otra cosa que un gran sentimiento de alegría.

- De eso trata el juego – respondió Karel.

- ¡Ten cuidado al correr no vaya a ser que te lastimes! – gritó Sakuya que, ignorando a su hermano y a lo dicho por él mismo, había empezado a acelerar el ritmo de sus pasos para después empezar a trotar y seguidamente correr para también esconderse en algún lugar del jardín.

- Y tú también. Ten cuidado. No quiero luego reproches por parte de nadie. – dijo Nitsuga que siguió a los otros dos corredores.

- ¡Qué vergüenza! – Esta vez fue Karel el que contestó, ya estando solo con Yuuri pues los otros ya se habían perdido ente la maleza.

- Uno… dos… tres… cuatro – empezó a contar Yuuri que había posado su cabeza en su antebrazo el cual, a su vez, lo había apoyado en un árbol cercano que le serviría para esperar mientras contaba. Lo hacía con la voz lo suficientemente fuerte para ser escuchado por los que se habían escondido.

- ¡Espera! ¡Que yo todavía estoy aquí! – mencionó Karel para salir corriendo por el camino por el cual se habían ido momentos atrás sus amigos.

- Cinco… seis… siete…ochonuevediez…- siguió Yuuri. Desde luego, la paciencia no era una de sus virtudes; en cambio, el ser un tramposo, siempre hablando en el buen sentido de la palabra, en los juegos era una de sus virtudes más desarrolladas - ¡anda! ¡Me perdí! ¿Después que número venía?... ¡ah, si!... veinte… veintiuno…

- ¿Será tramposo? Ya verás cuando termine la partida. Se va a enterar - Susurró no muy fuerte Reiv que se había escondido tras unos matorrales. Al fijar la vista en esa dirección, pudo observar que allí se erigía una hermosa plaza. Estaba rodeada de verde, de hermosas flores que lo cubría y bordeaban. Había bancos de piedra en los alrededores y caminos de arena para pasear. ¡Era muy hermoso el paraje! Y era la primera vez que lo veía ya que con los grandes y majestuosos árboles que se erguían en tan enorme terreno era imposible de vislumbrar desde las habitaciones del castillo.

Tras quedar maravillado por tal imagen, reparó en tres siluetas que corrían, reían y jugaban. Y, al fijar su vista y comprobar de quien se trataba no pudo evitar que su cuerpo, aun cuando él se negaba a que ocurriera, aunque él no quisiera, comenzara a temblar ligeramente y su corazón empezó a bombear más rápido.

“¿Me está empezando a dar un ataque de ansiedad? – se preguntó asustado Reiv. Hasta hace un momento estaba feliz, riendo jugando… al igual que las gemelas con Ethan… Espera, ¿cuando comenzó a llamarlo otra vez por su nombre? ¿Cuándo dejó de ser el troglodita inhumano, bestia insensible y un cabrón, entre otras cosas? A pesar de todo, no podía odiarlo con todo su ser pues parte de él aún le pertenecía al mayor. Pero que se hubiera sentido atraído por él, no justificaba para nada el comportamiento del otro. Es más, se había negado a verlo y a hablar con él. Y allí estaba, sonriendo y corriendo detrás de sus hermanas. Hacían una bonita familia. Sin percatarse, se llevó inconscientemente una mano a su bajo vientre y comenzó a pasarla suavemente por la misma. ¿Podría tener el bebé ese tipo de familia? ¿Podrían si quiera formarla? No paraba de pensar en ello, mientras no dejaba de seguir con sus ojos la silueta de Ethan. Era algo inexplicable, no quería ni podía despegar la vista de su figura. Estaba embelesado.

Había que admitir que aquella escena era digna de envidiar. Reiv sintió el impulso y la necesidad de formar parte de ella.

En la lejanía, se escuchaban murmullos: - cincuenta… ¡madre mía! Solo llevo la mitad. – Yuuri era muy lento contando y si a eso le añadíamos que se distraía cada vez que nombraba un número…

Y si… quizá y solo tal vez… ¿no fuera aberración lo que sentía en esos momentos y era otra cosa que era confundida con ello?... En la boca de su estómago empezó a sentir cosquillitas que lo envolvían y que, en realidad, cuando se percató de ello, no le proporcionaba malestar alguno. Analizándolo, era una situación un tanto extraña: le odiaba, pero, en realidad, no; no le quería ver, pero se moría de ganas de estar con él, de escuchar su voz, de sentir su presencia… era todo muy contradictorio.

- Mierda, ¡que dolor de cabeza me… - no terminó de susurrar lo que él mismo se decía pues, cerca de donde estaba, algo más cercano al sitio donde estaban los tres consanguíneos, escondido al igual que él, pero no con tan inocentes intenciones, reparó, por primera vez desde que estaba allí, en un hombre agazapado. Vestía todo de negro y cubría su cara con un pasamontañas también del mismo color. Giró su vista hacia los alrededores para comprobar si estaba solo o venía acompañado. Respiró tranquilo al observar que, a simple vista, no parecía haber otro sujeto de las mismas características.

Reiv comenzó a idear el modo de atraparlo sin montar ningún alboroto. Tampoco estaba en tan buenas condiciones para prescindir de la mejor arma que tenía en su poder: el factor sorpresa.

En cuanto a pedir ayuda, estaba descartado. En primer lugar, sus guardianes estaban esparcidos por la flora del lugar y no tenía tiempo de buscarlos. En segundo lugar, no quería arriesgarse a avisar a Ethan por lo que pudiera pasar. Si se lo anunciaba y alertaba, era posible que la situación no fuera afortunada ya que, aunque no había visto a nadie, no podía asegurar la zona como segura; tampoco es que le preocupase mucho pues sabía que Ethan podía cuidarse pero las dos niñas eran un lastre… para ambos si surgía cualquier pelea. Y, en tercer lugar, él no tenía la condición física y la fuerza necesarias para hacer frente a una disputa en términos reales y de igualdad.

Como si de un gato se tratara, tan sigiloso y silencio, empezó a acortar las distancias que los separaban de aquel extraño. No sabía que intenciones tenía pero, según su instinto, no debían ser muy buenas.

Cuando iba a lanzarse para interceptarlo y noquearlo, éste sacó un pequeño puñal que parecía con intención de tirar. Ya no pudiendo atrasar el momento se tiró hacia el desconocido a la vez que éste se disponía a lanzar contra Ethan el arma blanca. Mientras se caía encima de aquel extraño individuo, Reiv gritó el nombre del rey que quedó alertado al segundo. Además, Reiv, al tirarse sobre el sujeto, cayó rodando hasta la explanada que conducía y constituía la plaza.

La sorpresa inicial dio paso rápida y velozmente a una situación de alerta. De entre las frondosas y verdoladas plantas, salieron otros cuatro hombres igualmente ataviados que el que acababa de noquear Reiv, que le había golpeado rápidamente con el puño en un intento de dejarlo inconsciente.

- setenta, setenta y uno… - El muchacho era ajeno a lo que ocurría y seguía con su cuenta en voz alta.

- Reiv, pero qué…- No tuvo tiempo para formular la pregunta que le venía a su mente pues vio como los otros sujetos se le acercaban peligrosamente. Las chiquillas también habían dejado de jugar al oír el grito proferido por el doncel de sangre real y se habían quedado paralizadas por la situación. Ethan las aventó hacia un lado y gritando mientras se preparaba para luchar les dijo: - corred hacia los arbustos, id con Reiv y escondeos. Rápido.

Las niñas no se hicieron de rogar pues estaban muy asustadas y corrieron hacia Reiv que ya se les había acercado con rapidez. Éste había escuchado lo que Ethan les había dicho a las gemelas. Las cogió y en rápidos y precisos movimientos las llevó a la orilla del bosque que se cernía sobre el parque. Ninguno de los personajes que allí habían aparecido les habían seguido puesto, como Reiv ya había deducido, no iban detrás de ellos. No eran sus presas. Tal, en cambio, no era el caso de Ethan y ambos lo sabían.

Las depositó en el suelo e intentando tranquilizarlas, le indicó:

- Sakuya, Nitsuga y los demás están por aquí cerca. Daos prisa e id con ellos. Os protegerán. Yo tengo que quedarme a ayudar a vuestro hermano. No podemos dejarle solo, ¿no creéis?

Cuando ya se disponía a volver a la escena en donde se había creado una pelea, las niñas lo llamaron:

- Esta noche cenarás con nosotros, ¿verdad? Todos juntos – en esta ocasión solo habló Lena mientras que la otra, Sasha, tan solo asentía con la cabeza, dándole la razón a su hermana.

- Lo prometo. Ahora iros – ordenó.

Sin más dilación corrió a ayudar a Ethan. Los desconocidos sabían luchar muy bien, además de que los superaban en número y de que iban armados a diferencia de ellos.

- noventa y cinco, noventa y seis, noventa y siete…

Reiv se estaba acercando. Estaba viendo como, con gran maestría, Ethan luchaba contra los cuatro hombres. A pesar de tener ventaja numérica, Ethan, él solo, los estaba venciendo. Lo que nadie se esperaba es que, entre la maleza, hubiera otro tipo escondido.
Cuando se hubo acercado lo suficiente, el tipo se lanzó en un ataque sorpresa con espada en mano. Lo que nadie se esperaba era que Reiv lo hubiese visto antes de que se arrojase contra Ethan, y en un unos momentos, se había colocado entre la espada y su objetivo.

- noventa y ocho…

La espada se clavó cerca del hombro de Reiv, en su pecho, cerca del corazón; la cual, una vez sacada de su tierna carne, tan solo volteó su rostro para ver que Ethan estuviera bien. Le sonrió para luego tocar su herida, intentar taponarla y empezar a caer al suelo ante la mirada asombrada de todos.

- noventa y nueve…

Ethan no pudo si no ver con horror aquella escena. Ahora el cuerpo de Reiv caía y sin pensarlo corrió a recogerla pequeña carga que yacía inmóvil.

- noventa y nueve… espera, ¿no acabo de decir noventa y nueve ya? ¡Jolín!. Entonces…

Los extraños individuos también se quedaron abrumados pues las órdenes expresas eran la de matar al rey de Thorp y se les quedó advertido que si fallaban o si tocaban algún cabello del precioso rubio y príncipe de Eirth su pena sería la de una muerte dolorosa y lenta, muy lenta. Sin esperar ni un momento más, desaparecieron de la vista humana. Debían huir si no querían morir de la peor manera posible. Tenían reorganizarse y planear algo para tal fracaso estrepitoso.

- ¡cien! Comienzo a buscaros…

En seguida aparecieron Karel y Nitsuga que habían llegado corriendo a la escena tan pronto como vieron a las pequeñas corriendo y gritando sus nombres. Pronto salieron de su escondite y las niñas les explicaron lo sucedido. Les indicó donde quedaba el parque y las mismas se quedaron con Sakuya que a pesar de su negativa a hacer de niñero pues era un guerrero y no lo otro, tuvo que aceptar debido a su estado actual. Se dirigieron al castillo para alertarlos, mientras que los otros dos buscaban el lugar para ayudar mientras Sakuya daba el aviso.

La escena que vieron fue desalentadora. Allí solo estaban Ethan y Reiv. El primero abrazaba fuertemente al segundo mientras que lloraba y llamaba desesperadamente.

- reiv… no me hagas esto… por favor… no te vayas - lloraba amargamente mientras, entre sus fuertes brazos, balanceaba el cuerpecito del pequeño. - ¿por qué lo has hecho?... no me dejes solo, te lo suplico. Aguanto que no me hables, que no me veas, incluso, que me odies, pero, al menos sé donde estás, y que puedo solucionarlo, pero… esto… no, por favor, abre los ojos… háblame, dime algo. – lo movía dulcemente para que saliera de ese estado de sopor y semiinconsciencia.

- Lo sien… to… - balbuceó en dos tandas Reiv que, medio inconsciente tras la cuchillada, había abierto los ojos tras notar como algo mojado cubría sus párpados. Intentó levantar su manita para tocar el rostro del mayor que no dejaba de sollozar. Ethan observó el intento en vano de Reiv de levantar su brazo y con cuidado la envolvió con la suya propia para depositar un casto beso en la palma de la misma para, poco después, hacer lo mismo con sus pálidos y cada vez más fríos labios.

El pequeño sonrió ya dentro del aturdimiento para luego dejar el brazo sostenido por el de Ethan si fuerza alguna y cerró con pesadez sus brazos.

- de ver... dad… lo siento – fue tan flojo el tono de su voz que apenas fue audible para los oídos de Ethan.

- ¡Qué alguien llame a un médico! - dijo con todas las fuerzas que pudo encontrar. Los pájaros, ante tal alarido lleno de sentimiento, volaron de los árboles con el suave tintineo que sus alas hacían al moverse entre el cielo.

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- ¿Qué has dicho, pedazo de animal? – La furia que desprendía el tipo que había comenzado a destruirlo todo a derredor era inmensurable. Por un lado, sus hombres más eficientes habían fallado en la misión de matar a aquel tipo que parecía que tuviera más vidas que un gato o que tenía un ángel protector y, por el otro, y eso sí que lo enfurecía en demasía, cuando ya lo había advertido, su principito era el que había resultado herido en la disputa.

Su sangre hervía a más no poder. Intentando controlarse, mandó decir al otro que todavía permanecía vivo tras contarle lo sucedido:

- Encuéntralos, tráemelos que yo mismo me encargaré de darles lo que se merecen por tan buena acción. – El otro ya se disponía salir por la puerta cuando fue interrumpido por la misma voz: - E infórmame de la situación del príncipe. Por el bien de esos, espero que esté bien o desearán no haber nacido cuando los tenga a mi merced.

- Si. Como usted diga, alteza – Y, ahora, sin más, salió de los derruidos aposentos para acatar las nuevas órdenes recibidas.



CAPÍTULO 14. SIEMPRE HAY UN COMIENZO

El ruido en el castillo, las personas en un ir y venir de pasos que resonaban contra el suelo, las palabras que se abrían paso entre los murmullos y la multitud… El silencio había desaparecido y en su lugar solo se encontraba una gran desazón ante la incertidumbre de lo que había pasado esa tarde en los alrededores a sus altezas y un gran pesar ante el posible y desalentador final del pequeño príncipe.

Su llegada fue avisada de antemano y ya los médicos reales esperaban la arribada de los príncipes. Reiv estaba situado entre los brazos de un derruido Ethan que se negó a soltarlo hasta que llegó a su habitación para acomodarlo suavemente en el cómodo colchón. Todo estaba ya habilitado para atender las posibles heridas que hubieran podido surgir.

Cuando Sakuya llegó para alertar a las tropas, después de haber sido avisado por las gemelas, muy acertadamente, también llamó a los sanitarios y les ordenó prepararlo todo para viables y futuras situaciones nefastas. No erró en sus suposiciones.

Todos los presentes, angustiados, vieron llegar a los afectados con gran pesadumbre. El pequeño niño que, antes de su “enfermedad” era una gran joya, amable, bondadosa y con un gran corazón, yacía inconsciente en los brazos del rey de Thorp que no podía evitar que las lágrimas corrieran imperiosas por su desencajado y desolado rostro.

La camisa de Ethan estaba teñida del rojo de la sangre, al igual que sus manos, en especial la de una. La misma camiseta, estaba hecha jirones, de seguro la había utilizado para taponar la herida del hombro del durmiente y parar momentáneamente su hemorragia, tal y como se mostraba al ver el torso del durmiente, que estaba rodeado por una tela enrojecida que no pertenecía a sus vestimentas. Estaba bien apretada pero, aun así, la pérdida de sangre era constante y la palidez del rostro del muchacho lo corroboraba.

Iban seguidos por Yuuri, angustiado e impotente por no haber podido hacer nada cuando sucedieron los hechos. Se lamentaba la situación; mientras que el jugaba al escondite la vida de su amigo peligraba. “Menudo guardián he sido” – se lamentaba y lo decía constantemente en su mente como un mantra interminable. A su lado iban Karel y Nitsuga que tampoco podían controlar sus lágrimas. El primero iba abrazando a Yuuri, que apenas se podía sostener por sí mismo y el segundo, ni tan siquiera pensaba. Iba caminando por inercia sin tener nada en su mente, tan solo el recordar como sí de un dejavú se tratara una situación anterior y similar a la presente. La misma angustia, la misma incertidumbre, la misma impotencia, el mismo dolor… Las lágrimas caían raudas y no evitaba que lo siguieran haciendo.

También iban acompañados por las tropas que fueron llamadas por Sakuya y que acudieron en ayuda de los asaltados. Para su desgracia y la de todos, al igual que la de los eirthianos, llegaron tarde, demasiado tarde para algunos y en sus rostros quedaba marcado tal sentimiento.

Al llegar al lugar de los terribles acontecimientos vieron a Ethan suplicando por la vida de su ser amado y a dos individuos enmascarados desmadejados y tirados en el suelo. Estaban atados de pies y manos, y yacían inconscientes sobre la hierba. Uno de ellos presentaba unas heridas todavía algo sangrantes en su cabeza, lo que supusieron debido a una aparatosa caída; el otro,… bueno, el otro presentaba lo que había sido el fatal destino de una lucha en la que había sido el gran y único perdedor. Y al ver los nudillos de las manos de su rey, intuyeron acertadamente que él había sido el causante del actual aspecto del individuo.

De pie se encontraban los chicos eirthianos, que habían sido capturados con anterioridad y que se suponían las parejas de sus superiores.

Los soldados quedaron apostados en la gran puerta que daba acceso al edificio majestuoso y casa principal del complejo mientras recibían órdenes, todas ellas destinadas a evitar nuevos y posibles ataques y a reforzar la defensa del complejo.

Ethan y los demás se movilizaron en la puerta que daba acceso a la gran habitación principal, una vez éste dejó a Reiv con mucho cuidado en la cama para que fuera atendido. Su deseo era el de quedarse junto al más pequeño, pero entorpecería la tarea de los médicos y, muy a su pesar, abandonó la recámara.

Todos estaban disgustados y tristes por tal situación. Desesperados por no saber que ocurría tras los muros de cementos y la puerta de madera y angustiados porque sabían de la herida de Reiv y no conocían la gravedad de la misma. Ethan se preocupaba por la salud de su pequeño salvaje e incontrolable principito. Sus amigos ya no solo estaban acongojados por la salud y vida de Reiv, sino también por la del reciente bebé que sabían que esperaba. Conocían de la localización de la puñalada y temían por no una, sino por la existencia de dos vidas.

Ahora, por segunda vez en apenas unos meses, debían sentir dentro de su interior tal acumulamiento de sentimientos y aflicciones. Ahora, tan solo quedaba esperar.

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“cinco años atrás”

- ¿Estás seguro de que era por aquí? Yo que tú diría que te has perdido y nos llevas por un camino equivocado y de manera azarosa. – dijo con su voz tranquilota. Denotaba un deje de burla cuando comentó dichas palabras.

- ¿Quieres callarte? No me dejas concentrarme.... – tras unos segundos de meditación, lanzó un bufido y continuó hablando: - será mejor que paremos. Miraré el mapa… - y añadió rápidamente:- solo para asegurarme de que es por aquí.

- ¿Otra vez?

- Lo que yo decía… perdidos.

- Tienes razón – Y enfatizó sus palabras marcando cada una de las letras: - P.E.R.D.I.D.O.S

- ¡OK! ¡YA OS VALE! – gritó y suavizando el tono de voz, prosiguió: - ¿queréis dejaros el cachondeo de una vez? A mi no me hace ninguna gracia.

- Pero, Ethan, porque no lo reconoces. Tampoco es tan difícil decir que nos hemos perdido. A todos nos pasa alguna vez - contó Kaito.

- A mi no - dijo Shion.

- Ni a mí. – acotó Kyo.

- Por ahora,… tan solo a él - terminó Luck.

Cada uno de ellos se echó a reír al ver la cara de amargura y de resignación que adornaba la cara de Ethan. Eso sí, estaban perdidos pero las risas no sobraban entre aquel grupo de adolescentes que habían escapado de la gran mansión que se encontraba limítrofe a las fronteras para explorar un poco.

Todo había comenzado con la ingeniosa idea de Ethan que, para escapar de sus arduas tareas de aprendizaje en lo que se refería a protocolo, había planteado dicha idea a sus amigos. Los otros no solo no se negaron, sino que aceptaron dichosos tal plan de fuga ya que dicha clase no constaba de un solo alumno, sino que la componían cinco. Luck, Kyo, Kaito y Shion, a pesar de no pertenecer a la rama principal de la familia real, sí que formaban parte de la nobleza y de la gran corte real. Sus padres eran muy importantes y temidos en cuenta dentro del gran y poderoso reino de Thorp y, por ello, debían conocer y aprender todo lo que un buen noble debía saber. Y eso, muy a pesar de los cinco, no solo se limitaba al conocimiento del terreno, de las armas y de la lucha. Muy a su pesar.

Ethan se había vanagloriado del buen conocimiento que tenía de los terrenos y tras llevarse un mapa, a insistencia de Kaito, una brújula, y, tras robar algo de comida de la alacena de la cocina, se marcharon a hurtadillas y evitando a la escolta del lugar.

Y, ahora, tras dos horas de caminata ya se encontraban perdidos por el bosque. No paraban de mofarse de Ethan y de burlarse por la situación en la que se encontraban debido a la buena orientación de su alteza.

De pronto, se quedaron mudos al escuchar ruidos. Se oían lejanos pero la suave brisa traía el tenue sonido con ella.

- ¿Habéis oído lo mismo que yo? – preguntó Luck.

- Si – fue la escueta respuesta de Kyo.

-Yo también – dijo Kaito.

- Será mejor que nos acerquemos cuidadosamente al lugar de donde procedía. Es aconsejable que nos aseguremos del origen de dicho sonido. Bien, ¿de dónde venía? – terminó por preguntar Ethan, que daba gracias por no ser ya el centro de atención de sus camaradas, por haber tenido un pésimo sentido de orientación.

Los otros cuatro adolescentes marcaron, cada uno, una dirección diferente. Cada uno de los cuatro señalaba con uno de sus brazos una dirección. Norte, Sur, Este y Oeste. Parecían una brújula marcando los cuatro puntos cardinales.

Ethan, ante la cómica situación, tan solo añadió mentalmente: “Y luego soy yo el del poco sentido de ubicación. ¡Qué se lo creen ellos!” Sin más, comenzó a andar dirección noroeste. Los otros le siguieron sin chistar. Sabían que Ethan podía ser malo leyendo mapas y entendiéndose con brújulas, pero tenía el oído más fino y certero que cualquier thorpiano del lugar. Eso lo sabían todos y nadie lo dudaba tan siquiera.

No tardaron ni diez minutas tras escuchar los casi inexistentes sonidos, cuando los pudieron percibir con nitidez. Esos ruidos que los habían alertado no eran otra cosa que risas, carcajadas provenientes de lo que se escondía tras unos arbustos. Y por dichas risas pudieron distinguir que, por el grado en el timbre de voz que las producían, se trataban de chicas; lo que ocasionó que esa alarma surgida minutos atrás se apaciguara para dar paso a una desbordante curiosidad.

Tras un cortísimo segundo transcurrido ya había cinco chicos agazapados tras unos arbustos para poder vislumbrar con sus propios ojos lo que escondían aquellas melodiosas y atrayentes voces.

La escena les dejó boquiabiertos. La imaginación solía ser más desbordante que lo que en la realidad se mostraba y más cuando se trataba de mentes de jóvenes en su tránsito a la adultez; pero, en esta ocasión, la realidad superaba a la ficción. La situación que se erguía ante sus ojos era más sensual y hermosa de los que sus mentes habrían podido imaginar en ese momento, bueno, ni en ese momento ni nunca antes.

Ante ellos, se iluminaban las figuras de cuatro diosas majestuosas en su plenitud tal y como Dios las trajo al mundo bañándose en un precioso lago con aguas cristalinas que eran reflejadas por anaranjados rayos de luz que se filtraban por entre las ramas de los árboles. Todo aquello parecía el paraíso… pero, ¿¡un momento?! Lo que estaban vislumbrando no eran diosAs, sino dioses. Por su frágil, bella y andrógina apariencia, debían de tratarse de donceles. Eso sí, eran los más hermosos y perfectos donceles que jamás habían visto ni verían.

Había cuatro muchachitos jugando y chapoteando dentro del agua. Sus ropas se encontraban bien ordenadas en una roca cercana, situada en la orilla. Su pieles blanquecinas, por las que caían gotas de agua y mojadas por éstas, tenían un resplandor único, que se veía acentuado por el reflejo que los mismos cuerpos creaban en las aguas de la laguna.

En resumidas cuentas, el ambiente estaba de lo más caldeado debido a la exótica visión que se hallaban avistando.

Tan ensimismados estaban que prácticamente no habían reparado en las voces de los chiquillos que jugaban con movimiento gráciles y elegantes con el líquido insípido y ligeramente azulado.

Fue, tras salir de la ensoñación, cuando prestaron atención a los sonidos que se oían y que procedían de las voces de tan bellos sirenos.

Justo en ese momento, un quinto muchacho, tan agraciado como el resto, apareció ante la visión de los escondidos, el cual, se dirigió con paso firme a las rocas situadas lo más próximas posibles a donde estaban los otros jugando para hablarles:

- ¿Qué demonios estáis haciendo aquí? – enfatizó la última palabra. No dejó que los demás contestaran su pregunta y siguió con el regaño:- Primero: no deberíais estar sin escolta. Es peligroso. Lo sabéis. Segundo: ¿qué mierda hacéis bañándose en un lugar público?, y, encima, ¡desnudos! Sois donceles ¡por el amor de Dios! Y tercero: teníais a todos muy preocupados. Qué sepáis que os he tenido que cubrir las espaldas tapando vuestra huida. Me debéis una y una muy grande que me cobraré con intereses. – Su tono de voz, aunque tranquilo, mostraba molestia.

- Sakuya, no te cabrees tanto. Te dejamos una nota, ¿No? Para que nos acompañaras en cuanto pudieses. – apaciguó el muchacho de pelo azul oscuro.

“Sakuya, que hermoso serafín. Es lo más bello que jamás haya visto. Sería insuperable tenerlo al lado mío como mi…”

- No sé a que viene tanto escándalo. – acompañó el peli castaño.

- Estoy de acuerdo con Karel. Tan solo es un baño. Además, para bañarse, es mejor quitarse la ropa. Aparte de que este lugar es muy recóndito, está escondido y nadie sabe de su paradero, así que no te preocupes tanto y ven a jugar un rato con nosotros. – qué equivocados estaban.

“Un precioso niño llamado Karel. La de salidas que haría yo con tan ilustre criatura. Me lo pasaría genial con ese bellezón”

- Reiv tiene razón. ¡Ven y diviértete con nosotros! De hecho, ya nos preguntábamos por qué tardabas tanto. – siguió el peliazul.

“Así que el muchachito de pelo rubio platino se llama Reiv. Bonito nombre, que por cierto, me recuerda a algo que no consigo identificar”

- Pero Nitsuga, aunque vosotros creáis que nadie sabe de este lugar no estáis seguros. No podéis estarlo. Sigue siendo igualmente peligroso. Alguien, sin que nos demos cuenta puede estar husmeando por el lugar y por lo que veo lo pueden hacer sin problemas ya que todo esta rodeado por frondosos arbustos.- Unos chicos, escondidos, no pudieron sino afirmar con un inconsciente toque de su cabezas en un movimiento afirmativo a las indicaciones hechas por Sakuya.

“¡Qué criatura más tierna y frágil!, que es acompañado por el nombre de Nitsuga. Hermoso nombre para hermoso doncel. Al menos así ahora podré darte un nombre cuando piense en ti, mi hermoso ángel”

A pesar de lo cierta que eran las palabras de Sakuya, los chicos necesitaban un descanso de tanto hostigamiento y protección. Desde lo ocurrido con el difunto padre de Reiv, la vigilancia, todo llevado a cabo por orden de la reina Millenia, se había incrementado considerablemente y, sobre todo, en lo que a ellos se referían. Después de todo, deslumbraban por su perfecta belleza más que por otra de sus muchas cualidades y, a decir verdad, ni ellos mismos se veían en la difícil tarea de negarlo.

Sakuya no vio venir a su hermano que, sigilosamente, mientras los demás conversaban, había trepado por las duras rocas hasta situarse detrás de su hermano mayor para, posteriormente, tirarlo sin compasión alguna. La reacción por parte del mayor no se hizo esperar.

- ¡YUUUUURRRRRRRRIIIIII!

“Yuuri, ¿eh?”

Yuuri se tiró tras su hermano para ser perseguido por éste unos instantes después. Su rabia menguó enseguida. Se tranquilizó y salió a la orilla para quitarse la ropa mojada, colocarla al sol, tendida en una de las rocosas y volverse a meter para jugar con sus amigos. Tal acción acarreó una serie de subidas de temperatura en ciertos chicos y, en especial, de uno que no cabía en sí cavilando en la posibilidad de que fuera suyo.

En uno de esos momentos, cuando miraban tal cuadro digno del mejor pintor y memorable en la historia por ser inigualable, Ethan, que, como los demás, había escuchado los nombres de los ángeles personificados, recordó el motivo por el que le sonaban tales nombres.

- ¡ya me acuerdo! – dijo sin medir su tono de voz y, éste fue algo desmedido teniendo en cuenta las circunstanciasen las que se encontraban.

Ese timbre de voz asustó a algunas aves que, despavoridas y asustadas por aquel estruendo, volaron de las ramas en las que habían estado posados momentos atrás. Y, al igual que los pájaros, los bañistas también pararon su juego para mirar en una dirección aproximada de donde creían que había venido tal sonido. No consiguieron reconocer el origen del mismo pero eso les alertó y, de un momento a otro, ya se encontraban vistiéndose, todo ello habiéndose guarecido en los arbustos más tupidos para no ser vistos, más aún si cabía, y quedar así más protegidos.

La mirada que Ethan, por su parte, recibió no tenía palabras. Era lo más escabroso y temerario que recordaría en toda su vida. Se sorprendió, incluso que la recibiera también de manos de Kyo, que casi siempre no mostraba sus sentimientos de forma tan abierta y clara.

No se quedaron a esperar la salida de los niños para ser descubiertos y sin más se dispusieron a correr en la trayectoria por la que habían venido. Una vez, cuando creyeron que había bastante terreno de por medio, se pararon para coger aire y, así, poder acusar al causante que fastidió la visión de tal imagen.

- ¡Ethan! Pero, ¿tú eres tonto o qué? Casi nos descubren. Hubiéramos sido el hazmerreír. El príncipe heredero y los sucesores de las casa más importantes del majestuoso reino de Thorp… unos mirones. – Dijo Luck – ya se que mi reputación me precede pero esto… - terminó por admitir.

- Luck tiene razón. ¿En qué demonios pensabas? – Shion compartió su opinión.

- Pues si no tenéis interés, no os diré lo que he recordado de esos jóvenes. – dijo con tono burlón Ethan.

- ¿De qué? – esta vez intervino Kyo.

- ¿Queréis verlos nuevamente? – En un tono algo más suave y flojo, prosiguió: - aunque va a ser algo difícil según he oído. – dejó de meditar al ver las caras curiosas de sus mejores amigos. Le hacía gracia el interés de estos por los críos y se sorprendía del suyo por uno en especial. Eso lo debía dejar claro. Ese sería para él una vez consiguieran verlos de nuevo. De aquello no cabía ninguna duda: - Son del reino vecino de Eirth. Todo encaja. Su belleza, porte, elegancia, perfección… ¿no creéis? – Y antes de que fuera interrumpido por alguno de ellos, dijo en voz alta lo que sus amigos podrían estar pensando en dicho momento: - Ya sé que me diréis que son solo suposiciones, pero estoy seguro porque a los que acabamos de ver son los más bellos donceles que dicho reino posee. Pertenecen a la nobleza. Os puedo decir que, incluso uno de ellos, es el heredero del país.

Las caras de incredulidad de los otros no se dejaron esperar. Pero, puesto que ellos también habían recibido lecciones sobre a lo que respecta a la nobleza de otros países y, en especial, de aquellos colindantes, pronto cayeron en la cuenta. Los nombres, el sitio… todo tenía un sentido y una lógica.

- Pero, ¿no que el príncipe no se deja ver desde hace dos años? Corrían rumores de su muerte y secuestro – dijo Karel.

- Sí, aunque si habéis sido observadores… las ropas que llevaban… son idénticas a la de los soldados - habló Kaito.

- De unos soldados que aparecieron poco después de la muerte de su rey. – concluyó Ethan.

Ahora solo quedaba aclarar de cual habían quedado prendidos. Porque si algo había quedado claro esa tarde es que ninguno había resultado impasible a tales encantos mostrados por los muchachos. Ninguno. Y eso lo sabían los cinco. No hacían falta las palabras para asegurarlo.

Algunas horas más tarde, cuando lograron encontrar el camino de vuelta, se hallaron con un panorama del cual se habían olvidado completamente tras aquel encuentro.

Allí estaban. Un aura furiosa imperaba en el ambiente y rodeaba a las altas figuras que, imponentes, daban órdenes a doquier. La cara de los lugartenientes, del rey de los soldados, unas de sorpresa, otras de tranquilidad… y otras de… impasibles, silenciosas, cabreadas… La voz grave y de un tono que no daba lugar a negociaciones y, mucho menos, por la propia integridad física de aquel que osara contradecirlo, a discusión:

- Muy bien. Ya veo que os habéis dignado a aparecer. Pues si creéis lo suficientemente mayores para hacer los que os guste, me lo podríais haber dicho y nos hubiéramos ahorrado tiempo y esfuerzo. Ahora trabajaréis como tal. Desde ahora, haréis lo que un adulto normal hace. No estudiaréis, nada de clases aburridas… eso se acabó.

El castigo que recibieron duró un mes, y que, en un principio, parecía una bendición más que lo que propiamente se conocía como castigo fue el mismísimo infierno. Los levantaban de madrugada para correr por los terrenos cercanos, para nadar en aguas heladas, y durante todo el día, entrenaban, guerreaban, practicaban hasta altas horas de la noche. Tras el primer mes de arduo trabajo, rogaron, suplicaron para volver a sus clases diarias y aburridas. Nunca jamás osaron escapar y despertar la furia de sus progenitores, y de sus tutores.

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Hacía ya una hora que esperaban, impacientes, a que algún médico apareciese por el dintel de la puerta para comunicarles hasta donde había alcanzado la gravedad de la herida inflingida en Reiv.

Oían los pasos de varias personas ir y venir, los de unas pisadas, cada vez más fuertes, que se aproximaban. Vieron girar el pomo de la puerta y abrirse la misma. En el umbral se encontraba el médico jefe.

Para que la conversación fuera más privada y no en el pasillo, donde cualquier sirviente podría escucharla perfectamente, se fueron al despacho, cercano a la habitación y donde otras tantas veces ya se habían concentrado, para poder tener una conversación un tanto privada y confidencial.

Allí se encontraban Ethan, los cuatro guardianes de Reiv y, segundos más tarde, antes de que el profesional médico pudiera comenzar con su diagnóstico, arribaron al lugar, también los que, cuando llegaron tras el terrible incidente ocurrido, se habían ocupado de calmar el alboroto, manejar la situación y hacerse cargo de todo; y que no eran otros que Kaito, Luck, Kyo y Shion. Éste último, como últimamente siempre hacía, tras divisar a su amante, se acercó raudo y veloz al mismo para abrazarlo por la cintura y tocar su pancita. Ya se había convertido en una costumbre de la cual Sakuya, tras mucho resistirse, acabó por resignarse.

Todos tomaron asiento dispuestos a escuchar lo que el doctor tenía que decirles sobre el estado de salud del convaleciente.

- Su alteza, sus excelencias, quiero comunicarles que el estado de su magnificencia, el príncipe heredero de Eirth, es…

¿No podía ser posible? ¿Qué es lo que acababa de decir el facultativo? ¡No podía ser verdad! La cara de los presentes le daba la certeza de que lo que acababan de escuchar sus oídos era cierto. ¿De verdad? Jamás se lo perdonaría, cómo había podido pasar eso. Él no quería que ocurriese bajo esas circunstancias. Había perdido a Reiv para siempre, ahora era seguro que no lo recuperaría. Jamás lo podría perdonar.

- El príncipe heredero de Eirth está durmiendo en estos momentos. A pesar de que en un primer momento todo apuntaba a que, por la sangre, había algún órgano dañado, no ha sido así. El corazón y el pulmón están intactos. Si me permiten decirlo, ha tenido mucha suerte. Tan solo es un rasguño. Y, aunque su vida no corre ningún peligro, la de la criatura que crece en su vientre aún no está fuera de riesgo. A pesar de que ambos están con vida, la herida, aún siendo superficial, fruto de una puñalada, ha sido llevada a cabo en un sitio un tanto delicado debido al actual estado del paciente. Por ahora, hemos lavado y saturado la herida y la hemos vendado.

El príncipe se ha dormido debido al cansancio ya que, debido a su delicada situación no hemos considerado oportuno medicarlo con antibióticos. Deberá soportar en gran medida el dolor. Y, lo más importante, es necesario que tome reposo absoluto. Todavía hay grandes posibilidades de aborto como resultado de la abundante pérdida de sangre. Tampoco deben inducirlo a graves cambios de estado de ánimo. Conviene que permanezca tranquilo. Estaremos al pendiente y lo revisaremos continuamente para evitar lo máximo posible dicha situación y que pueda surgir cualquier imprevisto innecesario y perjudicial para ambos.

Bueno, si ya no requieren de mi presencia me retiro. Y, si me permiten decirlo, espero no tener que volver a tratar a su excelencia.

- Gracias, doctor. – Ethan ni siquiera pudo articular palabra alguna, y en su lugar, lo hizo Kaito, que, con su mano, le dio permiso al hombre que había revisado a Reiv, para abandonar la sala.

Ethan, una vez hubo salido el médico de la estancia, el cual no había sido lo suficientemente cuidadoso para cerrar la puerta del todo, quedando un resquicio que permitía ver algo del exterior; aun así, no se preocupó por ello pues su atención residía en otra parte; empezó a entender completamente lo que sus palabras habían querido decir y lo que ello conllevaba y acarreaba.

¡Un hijo! ¡Reiv esperaba un hijo! Pero, a pesar de estar feliz, su hijo, su primogénito, nacería fruto de una macabra y violenta violación. Reiv jamás lo perdonaría. Ni el mismo podría perdonarse. Ahora sí que ya no cabían esperanzas para ello, para ser perdonado y amado por su ser querido.

Las miradas de los presentes le confirmaban que de lo que acababa de enterarse era cierto, que su imaginación no le había jugado una mala pasada.

¡Sería padre! Quizás, y solo quizás… eso les podría unir… pero, solo quizás. Al fin y al cabo, la esperanza era lo último que se pierde.

Aún así, las miradas que los guardianes de Reiv echaron cuando el médico habló de la “situación” del convaleciente le dieron a entender que ellos ya sabían de aquello, más no le importó. Era concebible que no supiera nada debido a todo lo sucedido con anterioridad. Era bastante legítimo que lo hubieran hecho.

Una voz interrumpió su aún estado de incredulidad y embeleso.

- Ahora ya lo sabes. ¿Qué piensas hacer? Porque no te voy a permitir, no te vamos a permitir otro fallo. – Sakuya utilizó para hablar un tono bastante serio y decidido.

- Él os a… – pero Ethan no pudo continuar hablando porque se vio interrumpido.

- Quiere el bebé a pesar de haber sido concebido como lo hizo. Ahora pues, ¿qué tienes planeado hacer? – recalcó la pregunta hecha por su hermano mayor. Yuuri ya no contaba con ese tono infantil y esas acciones propias de él. Ahora se mostraba como alguien maduro y sensato.

- Todo me ha pillado tan de sorpresa… - Dijo algo inseguro. Así pues, consideró adecuado decir aquello de lo que sí se encontraba seguro: de sus sentimientos: - Pero algo que sí os puedo asegurar es de que lo amo, lo amo desde el primer momento en que lo vi.

- Vaya forma de amar – soltó Karel.

- Ya sé que Ethan cometió un error y sé que está muy arrepentido. También conozco que no tiene perdón por sus acciones, pero lo que acaba de decir es cierto. De hecho, todos nosotros hicimos…

- Kaito – éste fue interrumpido por Shion que consideró adecuado para lo que el otro pretendía decir en esos instantes.

- ¿vosotros qué? ¿Qué hicisteis? – Sakuya comenzaba a inquietarse por no poder vislumbrar lo que aquella conversación decía entrelíneas. Se removió algo inquieto de los brazos de su gran y alto amante.

- Cuanto antes conozcamos la verdad, mejor. Vuestras simples palabras para algunos no nos bastan – Karel utilizó un tono de voz seco y cortante.

- Él tiene razón. - dijo Ethan. – Todo se reduce a la razón de por qué os trajimos aquí. Es muy simple: todo…

Ethan había conseguido atraer la atención de cuatro de los allí presentes.

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Los sanitarios, tras comprobar que Reiv no tenía fiebre, ni dolores agudos, ni sangrado decidieron marcharse para dejar al muchacho descansar que era lo que en verdad necesitaba. Dentro de unas horas ya volverían para revisar la condición física del prócer.

Reiv se despertó aturdido y algo mareado. No podía concentrar su mente y no recordaba nada de lo sucedido. Conforme fue despejando su sentido, los recuerdos se agolparon y fue comprendiendo lo que había ocurrido. Instintivamente se tocó allí donde aproximadamente debía encontrarse la herida que le habían inflingido por proteger a Ethan. El hombro estaba vendado y su brazo se encontraba anexionado a su torso.

No podía explicarse cómo, sin pensar en su salud física o en la de su propio hijo, se había lanzado en pos del maleante para evitar que lo hiriera. Se suponía que lo odiaba. Muchas veces había deseado su muerte; en muchas ocasiones, él mismo había pensado, maquinado acabar con la vida de ese sucio y bastardo violador… pero, en el momento de la verdad, sin pensarlo, había corrido a salvar su vida. No podía imaginarse su existencia sin que en ella estuviese la de Ethan. Se sentía desbordado por sus sentimientos, aunque, ahora, no era el mejor momento para replanteárselos.

Estaba exhausto y cansado, pero le inquietaba pensar que le podía haber sucedido algo a su retoño. Ahora él era su razón para vivir. Lo era todo. De eso sí estaba seguro. De sus sentimientos de amor y de cariño por su pequeño. No podía vislumbrar un futuro si por su causa había muerto aquella pequeña vida.

Decidido, aunque algo dolorido y a paso lento se dirigió afuera de la habitación para encontrar a alguien que le pudiera ayudar a calmar su incertidumbre. Necesitaba calmar la congoja que atenazaba por salir y le ocasionaba el respirar con dificultad y el tragar con pesadez.

Una vez llegó a la puerta, la abrió con mesura y cuidado, salió al pasillo. Tras mirar en ambas direcciones y no encontrar a nadie, salió hacia él con sumo cuidado para dirigirse en una de las direcciones. ¿Izquierda o derecha? Cuando aún se preguntaba que camino escoger, no muy lejos de allí, pudo observar una puerta entrecerrada de la que salían voces, voces que le eran muy conocidas.

Como pudo, aun cuando la herida, aun fresca, le dolía y escocía, se acercó a la misma , una vez lo suficientemente cerca, empezó a entender los que aquellas voces decían con nitidez.

La que oía era la voz de Ethan.

- Es muy simple: todo lo que hemos hecho ha sido para protegerlos, en especial, para proteger a Reiv.



CAPITULO 15. RECONCILIACIÓN.

- Mi nombre es Reiv Christopher Remusant, príncipe heredero del reino de Eirth. Es un placer y un gusto conocerlo en persona señor…

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- Es muy simple: todo lo que hemos hecho ha sido para protegerlos, en especial, para proteger a Reiv.

- ¿Qué? ¿Para protegernos? – protestó Karel

- Pues menuda manera de demostrarlo. No me parece una buena forma la utilizada. Primero, nos atacan, para después secuestrarnos y atarnos a vosotros mediante patrañas y todo… ¿para qué? Para que dos estén embarazados, uno a punto de morir y el resto aquí “protegidos” como decís sin poder hacer nada, sintiéndonos impotentes – Nadie, pero nadie absolutamente se hubiera imaginado que el poseedor de esa voz, que residía en tal cuerpo hubiera dicho tales palabras. No eran por las palabras en sí, que estaban cargadas de razón, sino por quien las dijo. Era imposible de dilucidar que Yuuri las hubiera soltado de su pequeña boquita.

En verdad, todos salvo uno eran los sorprendidos. Kyo ya había podido dilucidar en sus encuentros con la dulzura aparente del pequeño de los eirthianos y había descubierto lo que se escondía tras él. Lejos de acobardarse o desilusionarse, le había encantado descubrir esta nueva faceta y esperaba ansioso poder romper esa barrera que se cernía sobre el más chico. Ni siquiera su propio hermano había podido entrever esa característica del otro. La escondía bastante bien. Todo lo hacía por el bien de su hermano mayor y de sus amigos, no les gustaba que se preocuparan por él, por eso siempre estaba haciendo tonterías, para que se rieran. Pero todo aquello siempre tenía un inconveniente… ¿quién lo animaba y apoyaba a él? Quizás por eso Kyo sí había podido internarse en su personalidad oculta. Todo el mundo necesita ayuda. Todo, y no hay excepción. Lo único que importaba era descubrir el punto de apoyo básico sobre el que sostenerse para no caer.

- Yuuri… - Sakuya no supo que más decir. Algo en su interior siempre se lo dijo, en su mente siempre supo que algo andaba mal con su hermano pero nunca lo quiso admitir.

Desde lo acontecido en ese extraño suceso del que poco se sabía y muy pocos conocían, Yuuri era un llorón que no reía para nada. Si no estaba serio, estaba llorando. Siempre era por tonterías. No había nadie que lo supiera callar.

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- Venga, vamos. No llores.- intentaba consolar a un pequeño que llevaba entre gritos, pataletas y sollozos unos tres días. Tan solo se callaba cuando le dolía en demasía la garganta y cuando necesitaba beber algo ya que su adolorida garganta, además de dolerle, estaba demasiado reseca debido a la falta de saliva y al sobreesfuerzo. – Debes ser más fuerte. Los niños grandes como tú deben comportarse como lo que son: Hombres.

Las palabras dichas tuvieron el efecto deseado. El niño se calló estrepitosamente y reinó el silencio en lo que se podría decir un minuto aproximado. El niño tomó aire y lo expulso con calma, como si estuviese cogiendo las fuerzas que en esos momentos de seguro le faltaban. Ya todos pensaban que lo que iba a hacer a continuación era comenzar otra vez con su berrinche, tal y como había hecho en ese tiempo, que lo dicho por Sakuya no iba a funcionar, pero, para sorpresa de todos, el niño habló. Desde la muerte de sus padres pronunció con su vocecita, ahora un susurro debido a la demacrada faringe, laringe y cuerdas vocales, demasiado exhaustas y sobreexplotadas, afónico.

- Primero: no soy un hombre, soy un niño, un niño pequeñito,… bueno también soy muy guapo, bello (en eso no había nadie que lo refutara. Todos asintieron), pues eso… en segundo lugar, soy un cielito, no doy problemas (algunos de los presentes tuvieron que sujetar a ciertas personas importantes para evitar que saltaran sobre el “pequeño cielito” engreído. – El niño seguía con su monólogo sobre sí mismo – Además, en decimoquinto lugar, podría decir que soy una nena, tal y como dijo aquel hombre de allí. Y me trató como una – terminó tras quince minutos aproximados de incesante ir y venir de vocablos.

Ahora sí que se hizo el silencio.

El rey, que se había hecho cargo de los chiquillos y ahora eran como sus hijos; de hecho, su madre había sido la mejor amiga de su mujer y, en cuanto a su padre, bueno… era mejor dejar ese tema aparte.

Llegaron a su cuidado y al de su esposa cuando tan solo contaban con tres años uno, y unos once meses, casi un año el otro. Habían sido criados junto a su hijo primogénito, el cual había tardado bastante y tras buscarlo incansablemente en nacer. Y ahora, dentro de poco tendría otro hijo. ¡Cuatro! Serían ya cuatro hijos. Así lo sentía él y de seguro que su mujer también. En realidad dos de ellos no tenían su sangre, y para ser sinceros, eran sus padrinos tan solo. Pero, para él, también serían sus hijos. De hecho, en una ocasión, se informó de sí Sakuya podía heredar parte del reino, pero el consejo lo denegó. ¡Maldita sangre real! Así pues, quien siquiera pensara en dañarlos, tendría un lenta y dolorosa muerte.

El rey hizo un gesto, alzando su mano hacia el techo, gesto entendido por los presentes adultos que cerraron inmediatamente las puertas de la gran habitación donde estudiaban los niños. Allí se daban clases personalizadas a Yuuri, Sakuya y Reiv. Debido a que los dos más jóvenes no paraban de molestar, interrumpir y jugar entre ellos, o si no se dedicaban a llamar a Nitsuga para que se le uniese en las chiquilladas, cosa que casi nunca hacía por vergüenza, tuvieron que ser, además, individualizadas y con distintos profesores particulares.

La cara que en esos momentos mostraba su alteza era verdaderamente reveladora. No cabía en sí de furia. De tan solo pensar lo que las palabras del niño podían dilucidar y dar a entender… el aura maligna que emanaba de él enrarecía el ambiente. Era bien sabido que el humor del rey era tremendo y más en ocasiones como esas.

El tipo, que no era ni más ni menos que el tutor del más pequeño de los tres, por días; pues días eran los que separaban a Reiv y a Yuuri respecto a sus edades pues ambos contaban con cinco añitos.

Los guardias lo apresaron cuando éste intentó, sigilosamente, escaparse durante el tumulto cuando compendió que la situación comenzaba a irse de sus manos.

Entre los presentes, se encontraban Reiv, Sakuya y Yuuri, además de la consorte embarazada. Con voz atronadora, pidió a su mujer, ya acostumbrada a sus cambio de humor cuando el momento lo requería, y ese, en especial, era bastante desconcertador y oscuro, que se llevara a los niños al salón de juegos que se encontraba bastante alejado de la sala de estudios. Una medida de precaución para que los infantes no pudieran escaparse a jugar a la otra habitación o no se llevaran juguetes escondidos para no aburrirse en las clases. A pesar de eso, ya había ocurrido en alguna que otra ocasión.

Millenia obedeció sin replicar y, solicitando la ayuda de las niñeras principales, se llevó a los niños. Consiguió que Reiv y Sakuya abandonaran la sala, no así de fácil fue con Yuuri, que se negaba a abandonar la sala, tal y como había ocurrido en el transcurso de esos tres días; pero el lloriqueo, más el cansancio, la falta de sueño, el esfuerzo que acababa de hacer y la falta de comida pudo con el pequeño que quedó inconsciente entre los brazos de su madrina que miró con preocupación a su marido. Este le devolvió el gesto, dándose a entender que dejaban las cosas en las manos del otro. Una, descubrir porque el aniñado y adorable Yuuri estaba así. Otra, cuidarlo.

Abandonó la estancia para dirigirse a las habitaciones de los niños que se encontraban una al lado de la otra, mientras llevaba a su pequeñín mimado y consentido entre sus brazos, que dormitaba inseguro y molesto.

Sakuya estaba, a pesar de contar con solo siete años, muy preocupado. Reiv, otro mimado y consentido en gran proporción, miraba con envidia a su mamá y a su hermano postizo que acurrucado dormía entre los brazos de la mayor.

En tanto, la reina solicitó la presencia inmediata del médico, más ésta no fue necesaria pues había estado presente desde que se supo del raro comportamiento del ahijado más menudo del rey y de la reina.

En la gran sala, quedaron los guardias que custodiaban las puertas, que más, tarde, abandonaron también la estancia para resguardar desde fuera la entrada. En la habitación ya tan solo quedaron los dos hombres de confianza del rey Christopher. Además de ser los mejores amigos del mismo, eran grandes expertos en la guerra. Uno se caracterizaba por las estrategias y se llamaba Kei. El otro, era el encargado de adiestrar y organizar las tropas. Su nombre era Nitsuga, y su pareja trabajaba en el palacio, al igual que él. Ambos podían comprender perfectamente el estado en el que se encontraba el rey puesto que ellos también tenían retoños de la edad de Yuuri y Reiv, y sabían cómo debía de sentirse, como un buen padre preocupado se sentiría de su padre. Además, todos sus hijos estaban creciendo juntos-

Junto a ellos, estaba el furioso rey y, un poco más alejado, el susodicho, que había intentado escapar cuando Yuuri pronunció dichas palabras.

El ambiente era bastante tenso. La cara de esos tres hombres asustaba al tutor.

- Bueno, ahora solo estamos nosotros y tú. Hay algo que quieras contarme antes de que te mate - El rey tan solo dijo eso, pero fue recalcando palabra por palabra, con suma tranquilidad y enfatizando la última que pronunció.

La reacción del profesor se observó claramente reflejada en su cara de Terror. Miedo ante lo que le podría suceder. Era conocedor del carácter que el rey se procuraba cuando estaba furioso.

La apariencia del que ahora temblaba de miedo no era indiferente a la vista. No era tan apuesto, gallardo y guapo como los otros residentes en la habitación, pero tampoco era feo si se comparaba con una persona normal y no con eirthianos de casta noble. Era moreno y sus ojos eran verdes, tan verdes que parecían hipnotizar a quien los mirase. Era alto, de la misma altura que los restantes en la sala, pero su musculatura no estaba tan bien labrada como la de ellos. Así, Ruphert descartó el intentar escapar usando la fuerza bruta pues era bien sabido y conocedor que no lo conseguiría nunca.

- Yo... bien… pues…- se le trababa la lengua - yo no sé que quiere que le diga – consiguió articular Ruphert tras coger la mayor cantidad de aire posible.

- Ninguno de los presentes se va a tragar ninguna de tus tonterías. Por ti bien, y por el bien de la poca paciencia que me queda espero que no me hagas repetirte la pregunta. Quiero saber qué ha pasado con mi ahijado. EL jamás se ha comportado así y tiene que haber una buena razón - atajó el rey.

- Pero mi señor, yo no he hecho nada. ¿No podría haber…? – dejó inconclusa su frase pues fue interrumpido por la grave voz del monarca.

- No seas idiota, y no intentes hacerme pasar por idiota. Ambos sabemos del comportamiento del niño tras verte una vez se puso en ese estado incontrolable. Fue cuando tú estabas presente cuando el pequeño se puso a llorar y ya no paró hasta hoy. Sus lloriqueos se han incrementado hoy cuando te mandé llamar. ¿Por qué crees que te he estado vigilando desde entonces? No empeores tu situación – Sin más se levantó y de su asiento cogió una pequeña daga, bella como las haya, con un filo tan fino que parecía cortar el aire mientras era blandida por el rey en tanto se acercaba a Ruphert que retrocedió todo lo que pudo hasta que chocó irremediablemente contra la dura puerta de madera que, inmensa y sólida, lo separaba de la calle por la que podría escapar y vivir.

Resignado, suspiró. Ya no había forma de escapar. Y sin más se dispuso a hablar antes de que el rey le diera una buena utilidad al arma blanca que lucía en una de sus manos.

- No fue mi culpa, no fue culpa mía- empezó a repetir como si de un mantra se tratara. Parecía que intentaba exculpar su propia culpa diciendo eso, como si así se sintiera menos responsable.

- ¡MIERDA! – y con un ligero movimiento de su mano, marcó su mejilla, la cual comenzó a sangrar inmediatamente, goteando, tal y como la gravedad requería, y manchando la camisa de Ruphert. Este pegó un pequeño grito y se llevó la mano a la dolorida mejilla. De seguro que dejaría cicatriz- Contesta y dime la verdad. Los dos sabemos que conoceré que demonios ha pasado. El único problema es si estarás presente “entero”, ¿entendido? – las palabras salieron cargadas de odio e impregnadas de violencia, violencia que era mal contenida por el propietario que las pronunció.

- Le juro que no quería. Cuando me di cuenta ya estaba encima. Era tan pequeño, bello… es una tentación. – El monarca hacía hasta lo imposible para evitar degollar a ese malnacido, pero deseaba saber todo lo que había sucedido antes de hacerlo.- cuando recapacité…yo… - era mejor decirlo que quedarse callado. Ruphert pudo comprender, por fin, a pesar de ser un reino tan pequeño como todavía se mantenía a flote. Aquellos hombres eran implacables y majestuosos. Dignos de temer y adorar a un tiempo – lo estaba besuqueando por el cuello y le había quitado la camiseta.

Ya no pudo hablar más porque el rey no pudo contener el cúmulo de emociones que pugnaba por salir y, sin pensarlo, dejó caer el arma para, con sus propias manos, comenzar a asfixiarlo. Y, a pesar de que los otros dos también querían realizar la misma acción, sabían que esa no era la mejor manera por lo que optaron por separar, con gran dificultad, al rey del ahora prisionero. Como pudieron, pues el rey no paraba de gritar y lanzar improperios hacia los presentes, uno por cabrón y los otros por no dejarle acabar con el trabajo que había dado comienzo hacia unos segundos antes, llamaron a los guardias para que se lo llevaran.

El rey se sintió culpable, muy culpable por no poder protegerlo como hubiese querido. Ese día se prometió a sí mismo que no volvería a ocurrir tal cosa mientras estuviese con vida.

Al poco descubrieron, con algo de alivio, que no llegaron a abusar de Yuuri. Había marcas, eso sí que inundaban el cuello y el torso del pequeño, pero no había indicios ni de penetración ni de que le hubieran quitado la parte de debajo de su indumentaria. Aun así, el impacto psíquico que ese fatídico plazo tuvo fue tremendo porque, al ser tan chiquito y no comprender con exactitud lo que ocurría, instintivamente adquirió un método de defensa y como era aún un niño inmaduro era más difícil superar aquel shock.

El tipo en cuestión, Ruphert fue condenado a muerte…

Yuuri, a partir de ese momento, se volvió un muñeco sin vida que o estaba cabreado o lloraba. Recibió ayuda psicológica, pero, de un día para otro, volvió a ser el que antaño era. Todo se achacó al apoyo que recibió. Empero, ¿una herida podía curarse de manera tan radical?

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- Creo que es hora de que le cuentes la verdad, Ethan – esta vez fue Kyo el que habló.

- Seguro lo entenderán – apoyó Shion. El baboso tenía cogido a Sakuya que, resignado, ya no se debatía. ¿Para qué? era una causa perdida.

Ethan ya no pudo hacer más que comenzar con aquello que había sido el detonante que los había impulsado a realizar tamaña acción.

Reiv, que permanecía en sentado y bien cubierto tras la puerta entreabierta, esperaba ansioso y curioso conocer las razones por las cuales su vida se había vuelto un verdadero infierno. Si hubieran sido en otras circunstancias…si lo hubiera conocido de una manera normal y sencilla, no obligado… las cosas hubieran sido muy diferentes

- Bueno…no se por donde comenzar… Bien, periódicamente se llevan a cabo unas reuniones entre los principales jefes de estado, es decir, entre aquellos reinos que gozan de mayor poder político y militar. Entre ellos se cuentan cinco. Y es por eso que realizamos tales concilios: para mantener controlado el poder del resto de países pues de otro modo cualquiera podría hacer un mal uso del mismo e intentar controlar algún reino más pequeño.

- ¿Estás insinuando que estamos en constante peligro?- la explicación fue interrumpida por Karel.

- Ya lo intuía – agregó Sakuya. Y continuó ante la cara que alguno de los presentes puso – Es bien sabido que en estos últimos siete años el reino ha comenzado a peligrar en lo que a seguridad se refiere. El rey era bastante competente para protegernos pero, desde que murió y está en el poder como regente la reina, las cosas se han vuelto más difíciles. Nos cuesta más trabajo mantener el orden para con otros Estados. Y era por ello que buscábamos alianzas, pero no de esta forma – Añadió por último.

- Como imaginaba, eres muy perspicaz – dijo Shion – Tienes toda la razón, pero será mejor que lo siga contando Ethan, ¿no crees?

- Supongo que todos sabéis de los cinco Estados a los que me refiero así que omitiré… - no pudo continuar porque otra vez fue interrumpido, esta vez por Yuuri que volvía a reír de manera inocente.

- A verdad es que yo al menos… no. Me salté esa clase y pues… la verdad es que no pude recuperarla y no me interesó hacerlo. Temas aburridos – movió una mano como si de una escoba se tratara. Los demás lo miraron incrédulos. Después de todo, seguía siendo Yuuri de quien se hablaba. Reiv, por su parte, dio las gracias a Yuuri mentalmente por realizar dicha pregunta. La verdad: él tampoco tenía la más remota idea de qué reinos eran.

- Me detendré un poco y lo explicaré ligeramente para que sepas de que localizaciones hablamos. El primer reino es el mío, por lo que tan solo quedan cuatro territorios potencialmente peligrosos en el mundo.

El primero de ellos es Orpheon, situado al noroeste. Su rey es ya mayor y acude a las audiencias en compañía de sus dos hijos, que heredarán conjuntamente el reino. Nuestras relaciones con este país vecino son bastante buenas. Además, dicha región también linda con Eirth así que os deberá sonar, al menos de haberlo oído.

Al oeste de dicho reino y separado por el mar, se sitúa el territorio de Mirthil. Sus gobernantes también son muy pacíficos.

Al sur y sureste se encuentran, respectivamente, los reinos de Wolfs y de Liszt. El último es de los cinco de los que os he hablado el que menos poder tiene. No supone un grave problema; no es así con la otra región. Y es por esto, por lo que mis preocupaciones empezaron a surgir.

La comarca de Wolfs está gobernada, desde hace un año aproximadamente por el hijo, el único hijo del fallecido monarca. Ya desde un principio, el tipo este no nos gustó a ninguno de nosotros porque adquirió el trono bajo una situación bastante enrevesada, complicada y un tanto extraña. Su padre murió en extrañas circunstancias que nadie pudo o quiso explicar. Desde ese momento, reina la incertidumbre sobre ese reino. No sabes lo que puedes esperar de él.

Centrándome en lo que ahora atañe y que, por cierto, tiene relación con este tipo, todo dio comienzo cuando oí una conversación privada que tenía con otra persona que no pude reconocer con claridad.

Ese reino es muy poderoso. Puede hacer y deshacer a su antojo. Además, solo lo separa de Eirth el gran lago que, además, le brinda protección y le da una gran ventaja.

En esa conversación oí como pretendía atacaros. Su principal objetivo era Reiv y os aseguro por lo que escuché que sus intenciones no eran nada honorables. He ahí mi razón principal para hacer lo que hice. Yo tan solo quería protegeros y no encontré otra vía más rápida, segura y que, además, funcionara.

- Pues tus intenciones no parecen distar de las de ese “tipo” – aclaró Karel.

- Te aseguro que la situación se me fue de las manos. Yo nunca quise dañarlo. De hecho no lo iba a obligar a tener relaciones conmigo de manera obligada – con una mano hizo un ademán para que no lo interrumpieran – No os voy a negar qué quería, sería una tontería, pero jamás en mi cabeza se me pasó el obligarlo y el dañarlo de la manera en la que lo hice. – Cogió aire para decir aquellas palabras que pugnaban por salir de su boca – Lo amo, y por eso no me lo perdonará jamás. No me cabe en la cabeza como le pude hacer tal daño a la persona que más amo desde el primer momento en que la vi.

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Reiv se sorprendió al escuchar esas palabras. ¿Serían ciertas? Como deseaba que así fueran pero no podía confiar en él, a pesar de todo, aún no.

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- Entonces, ¿por qué no buscaste otros medios para que cediéramos, para que cediera? – acotó Nitsuga. – te hubieras ganado fácilmente su amor.

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“Me está diciendo facilón. Nota mental: me las pagarás Nitsuga. De esta no sales vivo” – pensó Reiv que estaba escuchando toda la conversación. Comenzaba a entender que todo lo hizo por protegerlo, pero habían otros modos de hacerlo, o ¿no?

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- ¿Te crees que no lo intentamos? Pero debes admitir amor que a parte de cabezotas y cabeza huecas, eráis muy escurridizos, no atendíais a razones. – dijo Kaito. – Ansiamos y solicitamos tener audiencia con vosotros un millar de veces pero siempre nos lo denegaban, lo intentamos con la reina pero os negasteis, no acudíais a ninguna de nuestras invitaciones y ninguna de nuestras cartas era respondida.

- No nos distéis ninguna otra opción. Tampoco nos quedaba mucho tiempo así que tuvimos que optar por la opción más radical pero era, en esos momentos, la más fiable, apta y la que nos proporcionaba una solución factible. – terminó por hablar Luck, que había permanecido bastante en silencio durante la conversación, cosa muy extraña proviniendo de él.

Todos se quedaron callados. Remontando en sus pensamientos, recordaron de una temporada en la que no paraban de recibir invitaciones y correspondencia que siempre tiraban, rompían o quemaban sin tan siquiera abrirla.

- Bueno… ¿y por qué no nos lo dijisteis nada más venir a este lugar? Así no hubieran sido necesarias estas muñequeras/ pulseras permanentes? Nos hubiésemos quedado gustosos – aventuró Yuuri. La curiosidad le mataba y muchas preguntas circulaban aglomeradas por su mente.

- ¿Nos hubieseis creído? – Tan solo con formular esa pregunta como respuesta había quedado claro- Por supuesto que no. A un desconocido, a un hombre, a alguien que tan solo los veían como mercancía... Claro que no. Hubieran pensado que todo era una farsa para poder manipularlos a su antojo.

- Y, ¿por qué no lo acusaste ante el consejo? - volvió a preguntar.

- Sin pruebas, Ethan no puede acusar a nadie. Hubiera quedado mal ante todos y hubiese dado la alerta sobre este individuo. Desde entonces lo hemos estado vigilando, pero no hemos encontrado pruebas sólidas para poder culparlo y destronarlo. – respondió Kyo. Le dolía la garganta de hablar tan seguido.

- Fue así como supimos cuando tenía planeado atacar vuestra residencia. Lo lamento muchísimo, sé que soy un egoísta pero debía evitar por cualquier medio que se lo llevara. Ese hombre es un desalmado… y lo más gracioso – Ethan, que había agachado ligeramente la cabeza y miraba fijamente al suelo, levantó su rostro hacia los presentes y les obsequió con una de las sonrisas más tristes que habían visto en sus vidas. – es que yo soy como él. Soy…

- Todos cometemos errores, unos son más graves que otros pero la mayoría tienen solución. No me opondré a que intentes formalizar una relación con él, incluso, te ayudaré si así lo crees conveniente, pero, como se te ocurra volver a equivocarte con él y lo vea llorar por tu culpa… te juro que te mataré - las palabras de Nitsuga, que se había acercado al soberano y le había golpeado levemente el hombro con el puño de su mano en un gesto físico que acompañaba a las palabras que acababa de pronunciar, denotaban y aseguraban su sinceridad.

Los otros tan solo asintieron con la cabeza, dándole el visto bueno y el consentimiento para que intentara reconquistar, esta vez, de la manera correcta el corazón de Reiv. Ahora ya no estaban ellos dos.

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Ahora, por fin, lo entendía todo. Las lágrimas caían silenciosas por su rostro, pero su cara estaba enmarcada por una sonrisa que ocupaba gran parte de su tez y que lo iluminaba. Una de sus manos se encontraba reposando y su plano vientre.

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- Por cierto, yo aun tengo otra pregunta. – Como no, Yuuri. - ¿Cuándo te enamoraste de Reiv? Porque planeasteis todo esto antes de vernos. Además, ya sabíais quien éramos, y cada uno de vosotros – les señaló con el dedo acusador a pesar de saber que era una falta de cortesía - vosotros también lo teníais todo bien concebido. Cada uno se encargó de “cuidar” a cada uno de nosotros.

La pregunta había desconcertado a unos cuantos y embravecido al resto. Yuuri tenía gran razón para preguntar eso. No había otra explicación. Debieron haberse conocido antes de los sucesos por los cuales fueron atrapados. Era de lógica que, para preocuparse por ellos y planear todo eso de manera tan desesperada tenía una razón de peso y, para ello, debían saber de ellos con anterioridad.

- ¿Es verdad? Esto es algo extraño. Nosotros, desde hace poco menos de siete años, no nos dejamos ver en público, al menos con nuestra apariencia y nombres reales; así que no me explico como es posible que...a menos que... – Sakuya, mientras pronunciaba las palabras comenzó a vislumbrar la manera en la que podrían haberlos visto. No había otra forma para conocerlos salvo la del espionaje, e imaginarse eso no le agradaba.

- Tan suspicaz como siempre – Shion se calló tan pronto de su boca salieron tales palabras, se arrepintió pues eso solo confirmaba las sospechas de su amante y eso no era bueno. Nunca era conveniente cabrear a la pequeña fiera que tenía a un costado – Espero, no es exactamente lo que piensas.

- Y, ¿qué pienso? Venga, dime – ironizó Sakuya

- Yo también quiero saber que pasa. – La curiosidad de Yuuri era insaciable.

- No me digas que... – La mirada de Karel delataba que comenzaba a comprender, y eso era todavía peor que enfurecer a Sakuya. Luck lo sabía muy bien y su abstinencia aun más.

- Entonces, dime pedazo de pervertido, ¿cómo demonios piensas contestar a esa pregunta? Y mejor que no me mientas porque no estoy de humor para tonterías. – Sakuya no le dejó contestar – Depravado, degenerado, golfo, calavera... – y así otros insultos que, enumerados, eran peores que el anterior.

- Bueno, yo... nosotros no queríamos, pero es que... menudo espectáculo. Soy, somos hombres... era normal... – Shion no sabía como salir de aquella situación.

- Kaito, Luck, Kyo... ayudadme – suplicó.

La mirada de los otros no distaba de la suya. Estaban preocupados por lo que pudieran pensar.

- Ya va siendo hora que nos contéis algo, ¿no crees? – Kaito solo miraba al suelo, muerto de la vergüenza, mientras Nitsuga profería esas palabras, que tenían un tinte cómico en el que, Kaito debido al nerviosismo y culpabilidad, no reparó.

En tanto, Ethan estaba sumido en sus pensamientos, sentado en su silla de despacho, analizando todo lo que había hecho hasta ahora. Ninguno de sus planes había salido tal y como él quería.

Tan aislado estaba de lo que ocurría a su alrededor que no se dio cuenta de que alguien se le había acercado hasta que estuvo prácticamente pegado a él y pudo vislumbrar de reojo la sombra de su cuerpo. Lentamente levantó su mirada para toparse con la del ojiazul. Se sorprendió.

Reiv estaba llorando pero reía y ver sus lágrimas surcando ese hermoso rostro no le dolía. No daban a entender dolor y amargura como antaño ocurría. Le daban otra sensación, una de alegría. Pero no era posible, ¿o sí?

- Encantado. Me alegra haber aceptado su invitación para venir a conocerlo. Mi nombre es Reiv Christopher Remusant, príncipe heredero del reino de Eirth. Es un placer y un gusto conocerlo en persona su alteza.

Los que hasta ese instante se encontraban profiriendo voces, exigiendo respuestas y solicitando perdones, al oír la voz e identificar su procedencia, se quedaron en absoluto silencio.

Reiv seguía llorando.

Ethan se había quedado sin palabras. Su principito, su pequeño... ¿le estaba dando una segunda oportunidad?

- El placer es mío. Y no me llames alteza, para vos soy simple y llanamente Ethan. Si me hicierais el favor... – su voz salió quebrada y de sus ojos comenzaron a brotar más lágrimas idénticas a las de Reiv. Con el dorso de su mano, quitó el resto de gotas saladas que aun corrían libres.

- Con sumo gusto... Ethan. Y, por favor, te suplicará que me tutearas. – la sonrisa que le dedicó bien valdría todo el reino.

Pero tanto ajetreo en ese día, estando Reiv en la posición delicada en la que se encontraba, le pasó factura. Comenzó a marearse levemente y comenzaron a darle leves punzadas en el hombro y brazo. Ethan lo notó enseguida, igual que el resto, con presteza y con toda la suavidad que le fue posible, lo acuno en su brazo. Uno se encontraba recogiendo las piernas del pequeño, que se encontraba descalzo, mientras que la otra se colaba por su delgado y delicado cuello atrayéndolo hacia su cuerpo. Lo pegó lo más posible. Depositó un suave y casto beso en la frente de su amado, éste, sonriéndole y, como si se encontrara en el lugar más seguro y cálido, empezó a cerrar sus ojos para dormitar. El cansancio y el ajetreo pudieron con él.

Más de uno en esa habitación había llorado al ver tal escena.

Con paso lento, se dirigió hacia la salida, seguido por los demás. Llamó al médico, que de inmediato y una vez de vuelta en la habitación lo volvió a revisar. Por suerte, la herida no se había vuelto a abrir, pero regañó a los presentes por dicha acción tan temeraria.

Una vez Reiv despertase, las cosas serían de un modo diferente. De eso más de uno estaba seguro.

Uno a uno fueron abandonando la estancia hasta que solo permaneció en ella Ethan que resguardaría y protegería el sueño del más joven.

El final de ese día supuso el comienzo de una nueva vida, una que vivirían juntos.

En cuanto a los demás, una vez pasó el ajetreo, retomaron el tema donde lo habían dejado. Los gritos podían oírse por todo el castillo. Quien diría que pertenecían a la nobleza. Bueno, genio, porte y dotes de mando no les faltaba, eso había que admitirlo. Y eran insistentes, de eso no cabía duda.

- Por favor, haz que se callen. No me dejan dormir – Cuando Ethan iba a cumplir las órdenes del bello durmiente, éste pareció cambiar de opinión, con un agarre muy tenue lo enganchó de la solapa de su pantalón y lo empujó hacia sí. El movimiento había sido muy suave y débil pues, en esos momentos, Reiv carecía de la fuerza necesaria; pero su mensaje se entendió claramente. Ethan se quitó los zapatos, con cuidado de no lastimar al otro, ya acostado, se tumbó en una esquina. Reiv no tardó en jalarlo hacia él, en abrazarlo y pegarlo lo más que pudo. Ethan, con sus brazos lo envolvió y Reiv apoyó su bracito sano en el pecho del otro. Así se quedaron durmiendo ambos, tapados por las sábanas, dándose un calor muy acogedor. Ahí estaba la familia al completo.


Fin primera temporada Angelus

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