5vs5 Angelus 5vs5. 2ª TEMPORADA_parte_a_capitulo 16

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CAPITULO 16. ¿HAY O NO HAY BODA?



Desde hacía unos meses, el ajetreo, el ruido, las constantes idas y venidas de gente, los rumores, las visitas, los preparativos y un sinfín de las mas variadas acciones y situaciones que hay que añadir, eran palpables y lo más común en un reino, un reino conocido con el nombre de Thorp.
Todo este bullicio se incrementaba en el palacio real y no era para menos. La boda del rey requería la atención de muchísimos factores, ya sean principales y simples retoques y detalles. Todo tenía que estar perfecto. Este era un acontecimiento inigualable; además de ser una unión entre familias, también lo sería entre dos países lo que conllevaba una alianza entre los mismos.
Los gritos que se oían en el palacio principal en el cual residía la nobleza del gran reino guerrero seguido del constante repiqueteo de pisadas apresuradas demostraban que ese día era una jornada como las que se estaban sucediendo en esos seis meses, desde que se diera a conocer el compromiso entre los sucesores a dos importantísimas coronas.
Aun así, el ruido era más molesto que de costumbre y había una razón de peso para ello. Se acercaba la esperada fecha y las cosas debían de estar en su última etapa de preparación y realización.
El silencioso abrir de una puerta se escuchó en la lejanía. La mano que había estado situada en el pomo para abrirla, ahora lo hacía del mismo pero desde el lado opuesto cerrándola y dejándolo escondido en la oscuridad de la habitación. Se apresuró en introducirse en la misma ya que, aunque los sonidos estruendosos que se escuchaban provenían desde sitios remotos, era posible que aparecieran de la nada para volver con sus ataques de histeria.
Pero, al acercarse a una de las esquinas para poder situarse y sentarse ya que las piernas le estaban molestando bastante y, a pesar de no haber hecho un gran esfuerzo físico, se encontraba agotado ya no solo mentalmente sino también físicamente y la fatiga no lo ayudaba en nada; se encontró con algo que, desde luego, no esperaba.
Había una pequeña vela que alumbraba aquel escondite, situado tras unos grandes baúles. La débil luz que emitía era lo suficientemente potente para hacer desparecer algo de la penumbra que reinaba en aquel lugar y lo afortunadamente nimia para que, quien abriera la puerta no pudiera vislumbrarla desde allí.
- ¿Tú también? Si te digo la verdad no me extraña para nada. A mí me tienen ya harto. – EL oyente no pudo sino esbozar una gran sonrisa.
- Bueno, es de imaginar. Es tu boda, ¿o no? - Y se sentó con sumo cuidado al lado de Reiv, que ya estaba apoyado en una de las esquinas formadas por la proximidad entre el baúl y la pared. Estaba inclinado y situado encima de una gran manta colocada en el suelo para, una vez sentado, no notar el frescor que las losas producirían sobre la piel aun y que de seguro traspasaría la tela del pantalón.
- No sabes lo porculeros que son.
- Reiv... – lo amonestó Sakuya por la pronunciación de esa palabrota.
- ¡Pero si es verdad! – Miró con ojos suplicantes a su amigo y rectificó, tras hacer un mohín con su boca, sus palabras- Bueno, son muy insistentes. Que si el traje debe ser así, no más ancho, la camisa debe ser más ancha, no más todavía, debe disimular su vientre… y así todo el día. Ni falta hace decir cuando vienen a que pruebe las distintas tartas o los aperitivos…¡es que encima me los como todos, quiero más y no se cual elegir! Y ¡otra vez a comenzar! Estoy agotado. No puedo más.- La cara que en esos momento lucía Reiv era digna de mofa y Sakuya hizo el intento por no reírse demasiado fuerte. Todo por dos razones. La primera, para delatar sus posiciones. No sería muy bueno que los encontrase cuando ellos no querían; y, después, tampoco quería hacer enfadar a Reiv. El embarazo le había cambiado demasiado las hormonas y tenía bruscos cambios de humor. O le podía dar por llorar, o, al contrario, podía ponerse a gritar y eso podía suceder ante situaciones similares.
Ahí estaba. Con su estómago abultado, de hecho, ya casi entraba en los cinco meses de gestación. Estaba muy mono con esa pancita, oculta tras una gran camisa blanca que le llegaba por los muslos. Lo acompañaban unos pantalones negros que, en sus laterales y recorriendo toda la pata del mismo llegaban a lo vertical de color blanco. Sus pies quedaban adornados por unas deportivas negras en su totalidad. Las cordoneras, en cambio eran blancas.
El contraste entre blanco y negro le daba una apariencia única e incomparable a la de un ángel o un demonio.
- Y, Sakuya, ¿tú por qué estás aquí? – el aludido quedó sorprendido por la respuesta. Reiv añadió antes de que el otro le pudiera contestar:- Y no me vengas a decir que para buscarme porque te la buscas…que no se me olvida. Yo con esas víboras no vuelvo…¡eso! Que se encargue Ethan, que todo es su culpa…como siempre – las los últimas palabras fueron pronunciadas de manera más dulce y suave- bueno, no cambiemos de tema. Supongo que tú no me harías esa jugarreta así que solo me queda que también te estás escondiendo y viéndote solo una persona causaría este efecto en ti.
- Esto…yo…la verdad es que… ¡la verdad es que Shion es un pesado! No para, que si esto no debes comerlo, come esto otro, que si te encuentras bien, esta ropa me gusta más, pareces un ángel, que si ya no podemos acostarnos juntos… - Sakuya terminó su charla de un momento a otro. Se hizo el silencio hasta que Sakuya volvió a retomar la conversación:- ¿he dicho en voz alta lo que estoy pensando que he dicho? – dijo lleno de vergüenza.
- Me temo que sí- contestó Reiv aguantando la risa que por momentos se hacía incontrolable.
- ¡Mierda! – soltó el más mayor.
- Sakuya… -Le recriminó Reiv como venganza por haberlo reñido instantes antes por decir una palabra malsonante.
- ¿Esto es una venganza por lo de antes, verdad? – Sakuya pareció leer los movimientos del pequeño embarazado.
- Sí - articuló sin dudar.
- Me lo temía - convino el otro.
Y, dejando la plática en ese punto, comenzaron a reírse ambos por su suerte. Eso sí, las risas eran aguantadas en su mayoría para evitar ser escuchados desde fuera.
Una vez calmados, Reiv volvió a retomar el diálogo.
- Y bueno, ¿cómo anda hoy la pequeñaja? – tocó el prominente vientre de Sakuya, dándole suaves masajes por todo el mismo. Su recompensa fue notar la fuerte patada del feto contra su mano como respuesta al leve movimiento que había notado. Ensanchó su sonrisa.
- Dentro de lo cabe, no debo quejarme. Ya estoy dentro del último trimestre así que debo de llevar más cuidado en todo lo que hago lo que significa que… El pesado de Shion no me deja en paz – terminó Sakuya.
- El pesado de Shion no te deja en paz- Apoyó Reiv a igual tiempo mientras lo pronunciaba Sakuya. Siempre era lo mismo. ¿Por qué debería cambiar a estas alturas?
- ¿tan repetitivo soy? – dijo entre sonrisas el pelinegro.
- No, es que hablando de Shion esas acciones son las propias y comunes. – contestó Reiv.
- En ello, llevas toda la razón. – apoyó Sakuya.
- Lo que, por cierto, con su personalidad, me extraña que todavía te resistas al matrimonio – terminó por acotar el peliblanco.
- no quiero que se case conmigo por obligación y es por esta pequeñina – tocó su barriga – por lo que me lo pide.
- pero…- intentó pronunciar Reiv. Se notaba a leguas que Shion estaba profundamente enamorado de su amigo.
- pero nada. -cortó Sakuya- Además, no quiero casarme con este panzón. No te ofendas – Sakuya miró a Reiv, el cual hizo un pequeño pero gracioso gesto con su boca.
- No, si no ofendo pero esto es lo que mi destino me ha deparado. – explicó el pequeño. En verdad, Reiv gozaba de la misma amplitud y volumen que el pelinegro, a pesar de la diferencia de meses entre la gestación entre ambos embarazos. Él lo sabía. No hacía falta que le recordaran lo enorme que estaba.
- Ya me lo pensaré después de tenerla. Si me lo pide después… supongo que lo pensaré, quien sabe – indicó el más alto.
- supongo que con eso das zanjado el asunto… por ahora – Sakuya solo sonrió por la respuesta. “Mejor dejar aparte el tema de mi anchura. Me deprime”
Se alegraba mucho por Reiv. Desde que se reconciliaran en el despacho hace meses, todo había ido para bien. Ethan hacía, había hecho y haría todo lo que estuviera en sus manos para suplicar perdón por lo que le hizo al muchacho, un perdón que ya se había ganado. Desde aquella vez no lo había tocado. Lo sabía porque así se lo había dicho el príncipe y Ethan lo apoyaba. Llevaban su relación con tranquilidad y lentitud, con paso firme y seguro. Después de todo, un trauma como aquel no desaparecería tan pronto ni aunque el hecho hubiera sido perdonado y lo hubiera cometido la persona amada. Y es por ello que Ethan avanzaba en lo que respectaba en temas de amor con parsimonia y solo llegaba más allá cuando Reiv se lo pedía, cuando se sentía seguro.
Sakuya, que, todavía permanecía algo reticente en cuanto a Ethan, consideraba que aquella relación le hacía bien al peliblanco. Se alegraba por él. Ya se imaginaba su noche de bodas. Con lo que había avanzado en su terapia, no le extrañaba para nada que esa noche quedaran desvelados por ciertas acciones nocturnas. Bueno, si esa barriga les permitía cierto grado de movimiento, cosa de la que dudaba ciertamente. Sus pensamientos fueron interrumpidos por la voz de Reiv, que le hablaba.
- ¿en qué pensabas que no paras de sonreír tu solo? Das miedo, por si no lo sabías. Bueno no importa, te decía que parece que hoy quien eligió nuestro atuendo se decantó por el ying-yang.
Sakuya reparó en su atuendo por primera vez desde esa mañana y comprobó que tenía razón. Sus prendas también eran blancas y negras. Iba arreglado con un camiseta negra la cual iba adornada con un chaleco de un color blanco roto de manga al hombro, también llevaba unos pantalones anchos negros de la misma tela que la camiseta, unos zapatos blancos y un cinturón, amarrado a la cadera, del mismo color.
- Supongo que será para acentuar nuestros rasgos y disimular nuestra envergadura. El negro estiliza la figura, así que será por eso. Y, en cuanto a que pensaba, se me vino a la cabeza cómo sería tu noche de bodas – puso especial énfasis en esas tres últimas palabras.
Reiv no dijo más. Su sonrojo le caracterizaba.
Pasado un tiempo escucharon ruidos que provenían de la puerta. Alguien la abría para, con mucho cuidado, cerrarla otra vez. Al principio Reiv y Sakuya pensaron que alguien los había encontrado, pero esa persona era muy sigilosa, venía sola y no estaba gritando a doquier. Es por todas aquellas razones que supieron que no podían ser sus perseguidores.
- ¡por fin os encuentro! No sabéis el revuelo que hay allí fuera formado. Supongo que ya os lo suponíais, y que esto ya lo sabréis pero os están buscando. A los dos – dijo el recién llegado.
- ya, y, ¿has venido hasta aquí solo para decirnos eso? Pues gracias – contestó Reiv.
- la verdad… - pero no pudo continuar lo dicho por su amigo ya que unas voces cercanas los hicieron callar.
- ¡señorito Nitsuga! Por favor, necesito que me ayude a elegir el color de los manteles.
- ¡señorito Nitsuga! ¡Necesito que me diga como disponer a los invitados!
- Señorito Nitsuga… - las voces de los sirvientes se fueron alejando hasta que ya, para alivio de varios, dejaron de ser escuchadas.
- ¡y todo por tu culpa, Reiv! Primero vinieron preguntando tu paradero y, tras no encontrarte por mucho que te buscaban, comenzaron a importunarme a mí. Como saben que soy tu mejor amigo… supusieron que lo que yo eligiera estaría conforme a tus deseos. Además, así ya tendrían trabajo adelantado para mi acontecimiento. No tengo suficiente con ocuparme de mis cosas, como para hacerlo con las tuyas. ¡Qué sepas que por muy embarazado que estés no estás enfermo así que sé un hombre y enfréntateles! ¡Cobardica! – Se desahogó Nitsuga, aunque, tan pronto lo dijo se arrepintió. Reiv no llevaba muy bien su embarazo. ¿Sería por su apariencia física? Y sus cambios de humor…
Menos mal que sus suposiciones eran erradas cuando oyó lo que Reiv le dijo:
- Pero, ¿has adelantado bastante trabajo, no? – los tres se pusieron a reír.
- Quien sabe – le contestó Nitsuga – y tú – refiriéndose a Sakuya:- a ti también te están buscando como loco y no solo tu queridísimo Shion.
- ¿eh? No recuerdo que alguien más requiera mi presencia – caviló El mayor.
- quizás tenías revisión de los siete meses y a alguien se le olvidó… - le hizo recordar Nitsuga. Por respuesta, recibió un chasquido de la lengua del otro, símbolo de que, efectivamente, lo había descuidado.
Nitsuga vivía entre sueños. Su relación con Kaito no podía ser mejor. En su dedo anular llevaba la prueba de su felicidad. Irradiaban felicidad, ambos, allí donde fueran. Su matrimonio, ya concertado, se realizaría meses más tarde, justo después de la celebración de la boda del príncipe heredero eirthiano y el rey de Thorp y la unión entre los dos reinos vecinos. Todo no era nada mas ni menos que por protocolo y por urgencia ya que uno de los contrayentes reales estaba de buenaventura y no era conveniente postergarlo demasiado en el tiempo. Más a ninguno le importó. ¡Qué más daba un mes que cinco o seis!
Tras varias horas de pláticas y diálogos, en la habitación había cinco miembros que, entre unas cosas y otras, no paraban de hablar y reír.
Al poco tiempo de aparecer Nitsuga, también lo hicieron Karel y Yuuri. El primero huía de las fiestas y de lo que el tiempo de ocio y la noche podía traer consigo cuando de por medio se encontraba el nombre de Luck. Esos meses habían sido insoportables y placenteros a un mismo tiempo. Era tan agotador … y embriagador. En cambio, Yuuri era un rebelde que le hacía la vida imposible a su “captor” siempre que se le concedía la oportunidad; llegó a ese sitio cuando descubrió que cuatro distinguidos miembros habían desaparecido misteriosamente. No tardó en encontrarlos pues, en varias ocasiones, él también había recurrido a ese sitio buscando silencio y cobijo o, simplemente, para descansar.
Pero no iban a permanecer por mucho tiempo más allí escondidos. Finalmente, tras haber sido revisado el castillo al completo más de una vez, y en todas las ocasiones se evitó entrar en dicha habitación, se llegó a la acertada opinión de que si no habían salido al exterior, debían encontrarse allí dentro.
Una voz sobresaltó a los cinco ocupantes. Habían agotado sus fuerzas de tanto charlar. Debido a la oscuridad reinante en el lugar debido, a que todo estaba cubierto de cortinas y grandes sábanas que impedían que los rayos del sol traspasaran a la misma, se habían quedado dormidos por lo que les fue imposible escuchar el sonido de la puerta al ser abierta ni los pasos de aquellos que ahora también habían pasado a ocupar la estancia.
- Ya se les acabó el día de relax – pero fue súbitamente callado por un brazo que, erguido, le hizo parar el movimiento de sus piernas y callarse.
- Están dormidos, Luck, así que deja de armar tanto escándalo. Es mejor cogerlos y dejar que descansen. Luego ya les recriminaremos su escapada, haciendo que todo el mundo se preocupara. – miró con extremada delicadeza uno de los bultitos allí acurrucados.
- Después de todo siguen siendo niños, Ethan – Shion les defendió. Era normal, estaban en la edad adolescente, no se les podía reconvenir nada. Ellos ya habían sobrepasado la veintena y aun seguían actuando como críos.
- Lástima que no haya traído una cámara – Esta vez, la segunda, Luck habló entre susurros.
-Todavía estás a tiempo si te das prisa – le habló Ethan.
Luck no perdió el tiempo y salió raudo y veloz en busca de algo que pudiera inmortalizar tan bello cuadro. Algo digno de admirar.
- Así callados, todos juntos, es cuando mejor se puede observar su belleza – concluyó Kyo sin poder dejar de admirar tal escena. Parecían cinco pequeños ángeles que habían bajado del cielo para depositarse en el mundo terrenal para que ellos pudieran deleitarse con su hermosura y perfección. Era un regalo divino que no merecían pero que agradecerían eternamente, hasta el fin de los días.
- Cierto – apoyaron los otros tres ocupantes.
- Solo una cosa – Ethan sentía curiosidad por un detalle que no comprendía. Era una tontería, lo sabía, pero le reconcomía no conocer la respuesta – La verdad, Shion, me extraña que Luck se te adelantara en lo de inmortalizar este momento.
- A mi también. – convinieron los otros dos.
Shion, como respuesta, tan solo se encogió de hombros. De todas formas el tendría su foto así que si otro iba a por el material necesario para hacerla, no importaba. Solo había que tener en cuenta los resultados.
- Muy gracioso, Ethan. Como si vosotros no estuvierais atrapados por ellos, ¿Verdad? – Ahí nadie pudo refutar lo dicho por Shion ya que no podía haber había más verdad en sus palabras.
La conversación se dio por zanjada esperando que Luck arribara pronto con la cámara.

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Habían pasado unos días desde la pequeña escapada de los donceles. La foto, cabe decir, fue todo un éxito. Salió bastante bien y cinco copias fueron sacadas ese día a escondidas de los protagonistas, por supuesto.
Reiv ya no tuvo que ocuparse tanto de los quehaceres que se le exigían ya que había llegado alguien que se ocupó de ellos por él. En circunstancias normales se hubiera alegrado de la disminución de su carga pero…
- ¡Qué ya lo sé! No seas pesada. Si te digo que no, es no. No puede ser, que no. No me gustan y no me las pienso comer.
- pero … Reiv, debes comerte esas verduras. No es bueno en el estado en el que estás que no te alimentes bien. Por cierto, angelito … - pero se vio interrumpida cuando se oyó un grito
- ¡No me llames así, mamá! Sabes que me avergüenza que me digas esas cosas - le contestó a su madre.
¿Quién podría soportar las veinticuatro horas a su madre?
- Cariño, no es para tanto. Después de todo aquí solo están rayito de sol, morritos, berrinche y tocinito de cielo. - dijo señalando, mientras decía los graciosos motes, a Nitsuga, Sakuya, Yuuri y Karel. Añadió antes de oír las críticas que morían en la boca de los cinco presentes: - Además, no parecía molestaros antes.
- Madrina, antes teníamos siete años - le dijo Sakuya.
- Sí, y ahora diecisiete y ya veo como os las habéis apañado solos. Os dejo seis meses solos y cuando vuelvo … - señaló las barriguitas abultadas de los dos embarazados - parece que mis enseñanzas no fueron lo suficientemente buenas, me temo.
- Yo todavía soy virgen. - añadió rápidamente Nitsuga.
-Y yo, madrina - apoyó Yuuri.
- Idem - concluyó Karel.
- Me alegra saber que algunos SÍ aprendieron cuando les daba sus lecciones. Chicos, si no os molesta me gustaría hablar con ellos dos a solas.
No tuvieron que decirles esas palabras dos veces. Se levantaron apresurados de la mesa en la que acababan de comer y ya se disponían a salir por la puerta cuando oyeron dos voces al unísono que les daban las gracias por haberse escabullido, dejándolos a solas con el problema que se les venía encima.
- A callar jovencitos. La culpa es vuestra por haberos dejado hacer. ¡Cuántas veces os lo he dicho! ¡Cuántas!
Los otros no hicieron más que mirarlos de manera resignada y salir por la puerta. Después de todo, las reprimendas de la reina de Eirth … era mejor evitarlas si se tenía la oportunidad. Podrían ser llamados cobardes, pero no les importaba. Mejor cobardes que ser reñidos por ella. Si, muchísimo mejor.
Mientras que yuuri, Karel y Nitsuga caminaban por el pasillo, se encontraron con Ethan y Shion, que, nada más verlos, les preguntaron la ubicación de los otros dos donceles restantes.
- En el comedor, aún siguen comiendo. A sabéis, supongo que el embarazo les ha abierto el apetito - Yuuri lo soltó sin ningún pudor.
- Gracias, cuñadito. - Contestó Shion y se dirigieron hacia el comedor para encontrarse con sus pequeñas parejas.
Una vez se perdieron por el pasillo, Nitsuga, que apenas escondía una risita le preguntó:
- ¿por qué lo has hecho? Ya sabes lo que les espera cuando abran esa puerta.
- Es lo justo, ¿no crees? - Fue lo deducido por Yuuri.
- Después de todo los bombos no los hace una sola persona. ¿verdad? - Karel apoyó la acción de Yuuri.
Y los tres empezaron a desternillarse de la risa cuando los dos mayores vieran quien acompañaba a sus retoños. Después de todo, llevaban evitando ese encuentro todo el día.

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Nada más abrir la puerta se encontraron con un panorama, que si no les hubiera afectado directamente, sería digno de mofa. Pero no. En ese caso, en su caso, era todo lo idóneo que se podía ser para llorar. Y, antes de siquiera poder reaccionar ya se disponían a cerrar otra vez aquella madera para irse por donde habían venido. El pasillo, el lindo y acogedor pasillo. Una voz interrumpió su precaria e inconsistente huida.
- ¿a dónde creen qué van jovencitos? Con ustedes también quería hablar yo? Si no les molesta tomen asiento - les dijo la mujer.
- no, si yo ya me iba …- comenzó a articular Ethan
- y yo, la verdad es que tenemos muchas … - añadió Shion
- Eso puede esperar - elevó la voz un poco de forma autoritaria; señaló unas sillas cercanas a la de los muchachos que allí estaban, y que suponían aún comían.
- Si señora - Los dos torpéanos contestaron al unísono. Obedecieron sin chistar y se dispusieron a sentarse.

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- Y, podríais decirme por qué se supone que estamos aquí otra vez si hace unas … - miró un reloj cercano y prosiguió con su charla - dos horas salimos huyendo del mismo sitio.
-Tú mismo lo has dicho Nitsuga. Hace ya dos horas que están allí metidos con la reina y si a eso le añadimos que estoy aburrido y karel también … - pronunció Yuuri - Llámalo curiosidad si gustas.
- Ya claro - Contraatacó Nitsuga.
- no te quejes, Nitsuga, que tú también te mueres por saber que les está diciendo. - pronunció Karel.
- No lo niegues. De otra manera no estarías aquí con nosotros. Apoyados e una puerta intentando oír las voces de aquí dentro - añadió Yuuri.
Nitsuga ya no pudo contradecirlos. Tenían razón pero, no por ello, eso dejaba de ser menos vergonzoso. Y sus mejillas sonrojadas delataban ese sentimiento.
Por fin, comenzaron a dilucidar, entre los murmullo que, hasta ese momento, habían sido indescifrables, una conversación completamente coherente para sus oídos.
Efectivamente, según sus suposiciones, dentro, la riña seguía sin descanso.
- Pero…
- Sin peros, Sakuya. Debes comprender que lo correcto … - Intentó pronunciar la dama
- Sé que es lo correcto y si digo que no, es no. No pienso casarme solo porque estoy esperando un niño. Me rehúso. - Sakuya comenzaba a cabrearse y eso no era muy bueno dado el estado actual en el que se encontraba y, antes de que se le volviera a exigir aceptar el matrimonio se levantó de su asiento y se fue raudo a la salida sin que nadie tuviera el tiempo de reacción necesario para poder evitar que la abriera, echara una furtiva y endemoniada mirada a los fisgones y se fuera hecho una furia por el pasillo, lanzando improperios por sus labios a doquier.
- lo he intentado muchísimas veces, su alteza; pero no quiere creer que lo amo de verdad y que solo quiero desposarlo para darle un apellido al bebé. Es cierto que se lo quiero dar pero aún es mayor la verdad que es por él que quiero hacerlo, porque lo amo. - hizo una pequeña reverencia con su cabeza a todos los presentes y, con mucho más cuidado y tranquilidad salió por el mismo lugar por el que escapó su amante.
- izquierda. Supongo que ya sabes hacia donde se dirige, ¿verdad? - le ayudó Yuuri que, al igual que los otros dos, permanecía en cuclillas al lado de la entrada - Cuídalo. Es muy tozudo pero estoy seguro que te ama con locura. - añadió.
-Gracias - y con una tenue sonrisa despareció por el sitio que Yuuri, momentos atrás, le había indicado.
- ¿ No os he enseñado que es una falta de respeto escuchar conversaciones ajenas? - estaban en problemas.
- Pero … - pronunció Karel
-Solo … - Nitsuga estaba intentando buscar una buena excusa.
- ¿estábamos limpiándola?
- Yuuri … - dijeron al unísono los otros dos espías.
- al menos a mi se me ocurrió algo y no balbuceé una mera palabra - ahí Yuuri llevaba la razón. Era una mala excusa pero, al fin y al cabo, era una.
- Pasad y cerrad la puerta - terminó por decir la reina Millenia.

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Shion se dirigió hasta dar con el acceso a una hermosa habitación. Predominaban los colores blancos y de tonos pastelosos. A él le hubiera gustado que estuviera presente el tono rosa debido al sexo del bebé pero a Sakuya esos convencionalismos le parecían anticuados y no lo consideró adecuado. Entre esos tonos apagados destacaba el violeta y amarillo de las cortinas, del edredón, de las mantas que adornaban la hermosa cuna de madera de roble y los cojines que cubrían la hermosa cama. También tenían ese color las alfombras. El contraste daba al aposento un toque único y distinguido.
En una hermosa mecedora de madera con motivos labrados en la misma y adornados con finas láminas de color dorado, se encontraba el doncel huido abrazando el gran osito de peluche que, en momentos anteriores, habría estado situado en la posición que ahora ocupaba el embarazado.
- Parece ser que este debe ser tu santuario o algo por el estilo . - Sakuya solo le lanzó una mirada para posar su vista, otra vez, en el blandito juguete que se encontraba entre sus brazos - Siempre que te ocurre algo que se sale de tu control, vienes aquí. - otra mirada - Y la verdad no me extraña para nada. - El gesto que Sakuya le dedicó esta vez se suavizó un poco. - A mí también me gusta que vengas. Me gusta, y ¿sabes por qué? - Sus ojos demostraban un pequeño brillo de curiosidad. - Porque siempre que vengo estás tú.
-Shion …
- Te amo y eso no lo podrás cambiar ni tú ni mi hija. Te amaba antes de que ella estuviera y te amaré aún después de que ella esté con nosotros. ¿Por qué no lo quieres entender?
-Shion … solo abrázame, solo por esta vez,¿vale? - shion sabía que sakuya estaba desviando el tema de l conversación pero no le importó en demasía ya que estaba siendo cariñoso y no era momento para desaprovecharlo.

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- Este niño es tozudo como su madre. Cuando se les mete una cosa en la cabeza, casi nunca cambian de opinión. Y en cuanto a vosotros, que sepáis que no se me ha olvidado vuestra falta de cortesía y mala educación.
- Mamá, a todo esto, ¿dónde se ha metido Alan? ¿no ha venido hoy contigo para los preparativos de la boda? Lo digo porque todavía no lo he visto - Reiv cambió radicalmente el tema que llevaba hasta ese momento la conversación.
- Pues si te digo la verdad, hijo, no lo sé. ¿Dónde se encontrará? Dijo algo de ver el edificio y ya no lo he vuelto a ver. Bueno, luego, ya tendremos ocasión de buscarlo, ahora, sigamos con nuestra conversación pendiente.
Cuando de regañar se trataba, nunca dejaba el tema pendiente y encontraba el momento para sacarlo a relucir.
Continuaba la regañina sin poder evitarlo.
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Levantó el cuerpo que estaba sentado en el asiento para acomodarse él en el mismo y depositar el esbelto cuerpo de su pareja sobre el suyo. Lo arropó con sus brazos y con sumo cuidado olió la suave y hermosa fragancia que desprendía su cuerpo.
Se quedaron allí, compartiendo el calor de sus cuerpos y disfrutando de la paz que el silencio les proporcionaba.

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Por el pasillo se oían los pasos apresurados que se paraban por intervalos. Cuando no se escuchaban, se podía distinguir el sonido de un picaporte, otra vez el mismo sonido y la reincorporación de los ruidos de unas botas andando, o, más bien, corriendo.
También se podían distinguir vocecillas a lo lejos provenientes de niñas.
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- Aunque arregléis la deshonra, hubiera preferido que mi hijo hubiera llegado casto al matrimonio porque, Ethan, si me permite el atrevimiento, la manera de cortejar a mi primogénito que, además será rey en pronto, no ha sido ni de cerca la correcta. Como comprenderá, aunque ahora haga lo justo, no, por ello, debo perdonarle su comportamiento … - Millenia fue interrumpida por un grito proferido en la sala.
- ¡MAMA! - la puerta se había abierto de golpe y por ella había entrado un púber que, debido a la carrera a la que de seguro se había sometido, carecía de aliento
- inadecuado - terminó por decir la mujer en un tono demasiado flojo, palabra que bien hubiera servido para el comportamiento reciente de su hijo menor.
-Ayúdame - Y fue corriendo a ocultarse tras las faldas de su madre. No había reparado en la presencia de nadie más hasta que, con miedo, pudo levantar la vista englobando la magnitud de la habitación. Reconoció especialmente la figura menuda de alguien a quien había añorado en ese medio año.- ¡¡¡¡REIV!!!! - Y sin más dejó su escondite para ir corriendo a donde se encontraba sentado su hermano para darle un abrazo. Reiv, sorprendido por la súbita entrada de su pariente, se levantó de su asiento y preparó sus brazos para recibir el otro cuerpo.
-Te he echado de menos, Reiv
- Y yo a ti, Alan. ¿Has crecido, verdad? - empezó a desenredar suavemente los cabellos del menor.
De pronto, el sonido de unas voces interrumpió el adorable momento entre los consanguíneos. Alan rompió el abrazo y se ocultó tras la espalda de su hermano.
- Reiv, sálvame de esas pequeños demonios.
- ¿de quién? - se interesó Reiv. Pero no tardó en descubrir de que es de lo que hablaba el otro.
En la estancia entraron dos pequeñas hermanas gemelas que, con la mirada, buscaron al que había sido su acompañante de juegos todo aquel día. Para ellas, había sido un compañero de juegos, para él, había sido el infierno.
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La respiración acompasada y rítmica le indicó a shion que su enamorado había quedado presa del sueño. Con sumo cuidado se levantó con su carga en brazos, cogió una de las mantas que había en el lugar, la depositó como mejor puedo sobre el cuerpo durmiente y se fue en dirección a la habitación que ambos habían compartido hasta ese día, hasta ese día porque la reina del país vecino no había aceptado ese tipo de relación fuera del matrimonio y, en su presencia, no se prolongaría, y lo depositó en ella. Le quitó el calzado, observó la belleza del que descansaba, lo arropó y se acostó a su lado, sobre las sábanas, para abrazarlo mientras velaba por el sueño de sus dos pequeñas joyas.
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- ¡ALAN! ¡qué comportamiento crees que es ese que te traes! Creo haberte dicho ya cuales son tus obligaciones en cuanto a protocolo y educación se refiere. Espero no tener que recordártelas.
- No se preocupe. Comprendo la actitud de su hijo. Mis hermanas pueden ser muy pertinaces cuando se lo proponen. Es más, lo admiro por haberlas soportado el día entero - Ethan decidió dejar su silencio para defender a su ya pronto cuñado de sus hermanas.
- Gracias - respondió el aludido, que todavía permanecía usando a su hermano como escudo humano.
- Lo lamento muchísimo. Mis hermanas son algo hiperactivas y no aceptan un no por respuesta. ¿Creéis que esa es la actitud correcta con la que se debe tratar a nuestro invitado? - Ethan, tras pedir disculpas en nombre de las gemelas y regañarlas, se dio cuenta de que no había hecho las presentaciones oportunos por lo que se dispuso a hacerlo de inmediato. - Siento enormemente esa falta de cortesía. Estas son mis hermanas pequeñas. Se llaman Natasha y Lena.
Las niñas, intuyendo por la mirada que su hermano les dirigía, saludaron a aquellas dos personas que no conocían dentro de la sala.
- Encantadas - Se distinguieron dos tonos infantiles, femeninos, agudos de diferente intensidad.
- ¡Qué adorables! Yo soy la mamá de Reiv. Me llamo Millenia. Es una placer conocer a tan bellas damas. Aquel de allí, es mi hijo pequeño Alan.
-Debería decir que es un placer conocerlas pero sería mentira - contestó Alan sin temor a sonar desconsiderado por su parte.
-¡Alan sin Rosenberg!
- Antes que mis modales está mi integridad y honestidad, ¿no, madre?
La mujer se quedó sin palabras para poder replicar lo dicho por su hijo. Esa era una frase que frecuentemente decía su familia. La decían sus dos hijos y ya la pronunciaba su marido con anterioridad. “Todo se hereda, ¿verdad? Christopher” pensó con algo de nostalgia la adulta.
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Los días dieron paso a otros días que se convirtieron en semanas. Gracias a la aparición de la realeza del país colindante, la presión por los preparativos se vio considerablemente disminuido.
A falta de unos días ya todo estaba dispuesto para la gran ceremonia. Todos los detalles estaban ultimados, cada una de las cosas necesarias estaba ya dispuesta en su sitio, la ropa, la comida, el servicio, la música,… ya todo estaba listo para que no fallara nada. Ese día tenía que ser perfecto
- ¿Está todo preparado? Mira que no quiero fallos, o lo pagarás con tu vida.
- Si, su alteza. Todo va según el plan. No habrá boda y el muchacho será suyo. De eso me encargaré yo, señor.
- Eso espero, mi querido Jaime por tu bien eso espero.
- Yo también - susurró Jaime de forma que nadie más que el mismo escuchara esas palabras.
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Tras pasar más de medio año lleno de situaciones inverosímiles y de lo más extrañas y dolorosas llegó el gran día en el que dos naciones, dos pueblos y dos corazones se unirían por la eternidad.
- ¿Cómo me veo? Estoy horrible, ¿verdad? Por eso no decís nada. si ya me lo decía yo.¡Parezco un enorme pez globo! - Reiv, que estaba nervioso, se miraba en el espejo para ver como el atuendo, el vestido de novio quedaba en él. A su parecer, estaba horrible y esa impresión se vio acentuada por el silencio que lo acompañó cuando se reunió con sus amigos en su habitación.
- Estás … - comenzó Nitsuga.
- Sí - apoyó Yuuri.
- eso - acompañó karel.
- Quieren decir que estás radiante y que dejarás sin palabras a todos los presentes - terminó por decir Sakuya. Se acercó al novio, lo abrazó y lo besó. En verdad, estaba guapísimo y el traje le quedaba precioso. El conjunto le hacía parecer una pequeña muñequita de porcelana de vientre prominente que el traje no podía disimular del todo aunque lo intentara.
El atuendo se caracterizaba por su holgada camisa negra, de manga corta, de caída lisa y que se caracterizaba no por cerrarse por botones, sino por una cremallera que subía verticalmente por la cadera. Iba acompañado por un conjunto plateado compuesto por unos pantalones y una chaqueta. Ésta última carecía de broches o cualquier cosa que se le pareciera y que sirviera para cerrarla. Era ancha y no se ajustaba al cuerpo. Disimulaba con bastante efectividad el embarazo y le llegaba hasta los muslos en la parte de atrás. Por delante, el corte, descendente desde el centro se curvaba mientras descendía. El material del que estaban confeccionados era uno que permitía transpirar la piel y que no se abrasara por llevarlo en primavera. Todo quedaba remarcado por los zapatitos que decoraban sus pies y las preciosas muñequeras, que había acostumbrado a llevar siempre, negras con motivos plateados.
- Gracias. - Expiró y exhaló el aire contenido en sus pulmones - estoy tan nervioso … ¿Dónde está mamá y Alan?
- Están preparándolo todo allá abajo. De todas formas nosotros seremos tus acompañantes, así que prefirieron usar el tiempo que quedaba para asegurarse de que todo estaba perfecto - Nitsuga le dio la información.
- Bueno, ¿preparado? - prosiguió Karel.
- No - contestó el aludido.
- Pues vamos - Sakuya le extendió el brazo para que, con el suyo, abarcar el del mas mayor. Después de todo, sería él el que lo llevaría hasta el altar ya que era su padrino de bodas, en tanto que Yuuri, Nitsuga y karel eran sus acompañantes de honor. Ese día, en el que eligieron los puestos de cada uno, lo tuvieron que hacer a suertes pues todos querían ocupar el mismo lugar y ninguno se decidía por alguien en concreto. Reiv recordó con una sonrisa esa tarde, perdieron toda esa tarde jugando para ver quien ganaba el puesto que, ahora ocupaba sakuya; aunque, la verdad, se alegraba de que fuera él quien lo llevara hasta su destino.
Sus pensamientos fueron interrumpidos por un golpe en la puerta y un tenue “con permiso” de uno de los sirvientes que diciendo que la reina Millenia con motivo de la boda y presuponiendo el nerviosismo de los presentes, le había ordenado traerles una jarra de fresca agua y unos refrescos acompañados de vasos con hielo para calmar la sed.
Los presentes alabaron la previsión de su realeza, agradeciendo el gesto al empleado y pidiéndole cortésmente el abandono de la habitación.
Cogieron las bebidas y comenzaron a beberlas agradecidos. Todos cogieron los refrescos que se les ofrecieron en la bandeja, menos Sakuya que, debido a que no le gustaban las bebidas con gas, tomó el agua contenida en la jarra y que vertió en uno de los vasos. El agua, a su parecer, tenía un sabor extraño pero le restó importancia y lo acusó a los cambios que la gestación conllevaba.

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- Primera parte del plan cumplida con éxito - habló el susodicho mayordomo, una vez fuera de la sala, por un aparato que emitía ondas a larga distancia a aquel que se encontraba en la otra línea.
- Bien hecho. Retírate, ya no hace falta que estés allí. Ya sabes lo que tienes que hacer ahora, ¿verdad? Y no quiero fallos. Ya sabes que los fallos se pagan con la muerte
- Sí señor - Colgó la comunicación y se perdió por los ahora solitarios pasillos del palacio.
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Una hora más tarde, ya listos para salir con dirección al exterior donde estaba el hermoso altar en donde se oficiaría la ceremonia, Sakuya comenzó a sentir ciertas molestias en el bajovientre y en la parte baja de la espalda que achacó a los nervios por el importante acontecimiento.
En primer lugar, iban yuuri, Karel y Nitsuga, oficiando la caminata, seguidos de Sakuya y Reiv que iban entrelazados por sus manos.
A cada paso que daba, Sakuya notaba como las molestias aumentaban en grado su dolor, haciéndolo cada vez más insoportable.
Una vez fuera, los pasos del mayor de los embarazados disminuyeron de intensidad lo que alarmó un poco al contrayente que lo miró preocupado y le preguntó:
- Sí, no te preocupes. Es que por culpa de esta renacuajo que pesa tanto, las piernas se me cansan antes, así que si no te molesta llegar unos minutos más tarde … - dejó la frase inconclusa. No podía respirar bien, pero no quería que los demás lo notaran. “ menudo momento para indisponerme” pensó con fastidio.
- Sin problemas, el novio siempre llega tarde. Es tradición - sonrió, dando por válidas las razones del otro.
Comenzaron a caminar por la alfombra roja que los separaba del otro novio unos tres metros. Los invitados, sentados alrededor de la misma, voltearon sus rostros para ver a los recién llegados. Todos y cada uno de los cinco miembros que pisaban ese tejido destacaban entre los demás por su singular belleza.
Dos metros y medio …
Pinchazos en su estómago lo hacían estremecerse …
Dos metros …
Tenía que aguantar. Ya quedaba poco …
Un metro y medio …
Ese fue el límite que el mayor de los donceles pudo aguantar antes de pegar un grito que dejó helado a todo aquel que lo oyó para, segundos después, caer desmadejado en el suelo. Estaba prácticamente inconsciente y su cara quedaba enmarcada por un rictus de enorme dolor.
Shion, que ya había encontrado extraño el actuar de su pareja, reaccionó el primero y se tendió a su lado para cogerlo en brazos. Con apremiante angustia, consiguió reunir la voz suficiente para preguntarle el origen del dolor. Éste, mirándolo con lágrimas en los ojos, tan solo pronunció el nombre de la pequeña.
Con horror, palpó una parte de los pantalones para comprobar que ésta estaba mojada y que la razón no era otra que un líquido de color roju oscuro: sangre.
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- El señorito Sakuya está de parto. Me temo que ya no puedo parar las contracciones así que me dispongo a ayudarlo para que la niña nazca.
- doctor, ¿no se puede hacer otra cosa? - preguntó la reina, preocupada por su ahijado mayor.
- Ya es imposible, no puedo parar el nacimiento de la niña. Mi equipo y yo hemos dispuesto todo lo necesario para que no tengamos complicaciones. - Y dirigiéndose al compungido padre, le tranquilizó - No se preocupe, ya casi entraba en los ocho meses y el feto se encontraba en perfecto estado. Le aseguro que todo saldrá bien y que dentro de poco habrá aumentado los miembros de su familia.
Un poco más tranquilos por las palabras del experto médico, del ginecólogo, del partero, dejaron que éste te adentrara en el cuarto para asistir en el parto.
La preocupación que comenzó a aumentar con el abandono del sanitario, reapareció al verlo asomarse por la puerta una media hora más tarde con una cara de cansancio y resignación.
- Doctor, ¿qué ha pasado? - preguntó al borde de la histeria Shion - ¿Le ha ocurrido algo a Sakuya? - El médico negó? - ¿a la niña? - otra negación de cabeza - ¿Entonces? - preguntó alarmado.
- Requerimos su presencia dentro de la habitación. - Shion se apresuró en obedecer lo dicho por el doctor y se adentró por la puerta en dirección a donde estaba su amado. El doctor permaneció inmóvil, seguía parado en la misma posición. - Disculpen mi indiscreción pero, como en estos meses en lo que me he encargado de la supervisión del embarazo del noble Sakuya, creo que es necesario que llamen al cura. - Dicho esto desapareció por la puerta.
Los que ahora ocupaban el pasillo se extrañaron por la petición pero, aún así, mandaron convocar al sacerdote.
La boda se había aplazado hasta no saber el estado de Sakuya y de su hija. Tampoco suponía un mal mayor ya que los invitados que ahora gozaban de un suculento aperitivo en los jardines mientras paseaban por estos, dormirían esa noche en palacio, lo suficientemente majestuoso y espacioso para albergarlos; así pues, no había gran problema si ésta se realizaba al día siguiente.
Shion, al entrar y fijar su vista en la enorme cama que sostenía a aquella belleza, no se pudo imaginar lo que ésta había formado. Estaba bien despierto lo que lo alegró bastante y tenía un suero que se introducía por sus venas por medio de una aguja en una de sus manos.
En cuanto Sakuya reparó en su presencia, su rostro se iluminó con una sonrisa lo que anonadó a Shion que estaba al borde de dejar caer lágrimas de auténtica felicidad.
Con un gesto de su mano le indicó que se acercara a la cama, donde se encontraba recostado. Shion así lo hizo. Obedeció. En cuanto estuvo lo suficientemente cerca del doncel y al alcance de los brazos del mismo, éste, con aquel miembro superior que no tenía la vía, lo atajó, sujetándolo de la solapa del cuello de la camisa que llevaba para acercarlo a su rostro y decirle rechinando los dientes:
- Ya me estás cumpliendo y casándote conmigo porque yo de aquí no me muevo y ella no nace hasta que me hayas puesto un anillo - y con su mano izquierda, aquella con la que no lo sujetaba, movió su dedo anular para dar significación y énfasis a sus palabras.
Shion se quedó sin palabras.
- esto - señaló su panzón - no se hace solo y yo no voy a tener un hijo fuera del matrimonio. ¡Me niego! ¡Todo es tu culpa, mamonazo, cabrón, mala bestia … - continuó lanzando sus “halagos” - No sabes lo que duele esto. - Una contracción. Los sedantes aún no habían hecho efecto por completo y sentía molestias que se agravaban por el estado de agitación en el que se encontraba.
- Pero,… - no sabía que decir - Si eras tú el que no quería … - no pudo terminar de pronunciar la palabra “casarse” porque fue interrumpido otra vez por sakuya.
- ¡Pues ahora sí quiero y quiero, no, exijo casarme ya o aquí no hay bebé ni nada! - Soltó un pequeño quejido.
- Pero … - le alegraba oír de la voz de su ser amado que quería casarse pero sabía que lo hacía por las circunstancias, el parto prematuro, los medicamentos, el miedo, … por ello no era él el que las decía. Y eso, en verdad, le entristecía todavía más.
- lo sabía. Ahora no quieres desposarte conmigo, ¿verdad? Eres … - Shion le tapó la boca.
- No dudes de eso jamás. Por supuesto que me encantaría que fueras mi esposo pero no de esta forma. No piensas con claridad y sé que luego te arrepentirás. Y eso me hará más daño. Si tu respuesta sigue siendo afirmativa después de que esto pase, con gusto aceptaré contraer nupcias con el más hermoso de los ángeles que descendieron del cielo.
- ¡lo sabía! Eres un promiscuo, un mentiroso, un libertino … pues ya te puedes ir con él que no quiero volver a ver tu rostro de infiel en la vida - gritó el muchacho.
Shion no pudo evitar soltar una carcajada al escuchar los reclamos de su pareja. Sakuya, muy al contrario, aumentó su cabreo y le dedicó hermosos pucheros.
- Me refería a ti, tontito. - le aclaró.
- no me arrepentiré. - su voz había vuelto a ser su tono normal. No había gritado ni había proferido frases malsonantes o había lanzado miradas aterradoras. Sus palabras eran seguras y firmes.
- Te … - intentó razonar el más grande.
- Nunca he estado más seguro en mi vida. Por favor - suplicó el que se encontraba recostado en la cama - Te amo y quiero ser tu esposo antes de tenerla. Sé que es egoísta de mi parte pero … - Habló de manera tan atropellada y rápida, sin descanso, que Shion tardó unos segundos en traducir aquellos vocablos en palabras y otros más en comprender la longitud de las mismas.
- ¿Qué acabas de decir?
- No me hagas repetirlo - Sakuya sabía con claridad de lo que hablaba el otro y no haría el teatro de ignorar la pregunta.
- Quiero que lo hagas, que me lo vuelvas a repetir.
-Te amo - le dijo mirándolo a los ojos y sosteniendo su mirada.
- no sabes lo que …
- lo sé, lo sé. No hace falta que me lo vuelvas a hacer saber.
- Y aún así … - se acercó hasta el convaleciente y cuando tuvo la oreja tan cerca de su boca que podría lamerla con su lengua sin apenas sacar a ésta de su escondite mojado, le susurró lenta y concienzudamente. - Te amo. - Y cuando volvió a recuperar la posición inicial, añadió. - Y un día de estos me volverás loco. - Sakuya sonrió.
Iban a añadir algo, pero fueron interrumpidos por el médico, fiel testigo y observador de toda la conversación que habían tenido los tortolitos:
- el sacerdote se impacientará y yo no puedo alargar el tiempo de parto por mucho más así que si quieren estar casados antes del nacimiento de la cría, les aconsejo que dejen las cursiladas para después. - Sin más, hizo pasar al cura y a todos los que aguardaban fuera a la habitación.
Las alianzas, para alivio del médico en especial, se encontraban en el cuello de Shion. Estaban dentro de una cadena, las colocó ahí desde la primera negativa recibida de Sakuya en muda señal de esperanza. Y ahí estaba su aguardo.
Todo en la vida vale la pena.
Fueron informados con rapidez de la situación que había desembocado todo ello. La sorpresa fue palpable en los rostros de todos pero era mejor no intervenir. La situación, desde luego, no era la más idónea; pero esos dos parecían tan convencidos que sería una pérdida de tiempo intentar hacerles cambiar de opinión y aplazar esa locura para un momento más adecuado y propicio.
El religioso se saltó lo menos importante para oficiar tan solo el acto simbólico por el que se decían los votos matrimoniales y el intercambio de las respectivas alianzas.
Tras escasos y rápidos diez minutos, tiempo que duró la boda, se desalojó la sala y solo quedaron los miembros necesarios para asistir el parto.
Durante toda la ceremonia, el médico había estado pendiente de la dilatación y de los latidos, constante vitales tanto del feto como del padre y fue por ello que permitió que ésta continuase.
El nacimiento del bebé aún tardaría varias horas pero, no por ello, su paciente no tenía que descansar.
Lo acompañaban tres enfermeros. Dos se encargarían de la niña en cuanto naciera para examinarla y meterla en la incubadora y, el tercero, lo ayudaría en el parto y estaría más pendiente del papá.
Las horas pasaban con lentitud. Nadie salía para informar de cómo estaba sucediendo todo y eso empezaba por desesperar a más de uno. Sus súplicas por información se vieron paliadas cuando oyeron el llanto de la recién nacida.
La puerta se abrió.
- Felicidades. Ha sido una niña preciosa.
La tensión acumulada hasta esa misma milésima de segundo, hasta que la voz del médico resonó como si de un eco se tratase, desapareció y fue sustituida por un inmenso júbilo y alegría.
- Puedo pasar a … - comenzó a pronunciar el reciente padre de familia.
Un gesto afirmativo de la cabeza fue suficiente para que desapareciera hacia dentro de la estancia, tal y como había hecho horas antes.
Unas miradas suplicantes que pedían por unos minutos y un leve pero paciente “solo unos minutos” bastaron para que se introdujeran también.
Shion estaba ya delante de la pequeña incubadora viendo a la pequeña retoño que dormía plácidamente. Había dos enfermeras atendiendo el estado de la niña. Se acercaron para verla de cerca. Era preciosa, pequeña y bastante larga. Su cabecita estaba poblada por abundante pelo negro. Sus ojitos, ahora cerrados, daban la sensación de ser grandes como los de su padre materno, de su madre. Era bastante grande y sus mejillas estaban sonrojadas lo que contrastaba con la blancura de su piel.
- Ha pesado casi tres kilos lo que es una buena señal ya que ha nacido antes de tiempo. Le felicito. Será una niña muy fuerte - señaló la mujer ante la muda expresión de deleite de los presentes y continuó con su labor.
- Como su papi - Exclamó el acongojado padre. Era tan fuerte como el que estaba descansando en la gran cama tras haber traído al mundo tan preciada carga.
Shion dejó sitio para que pudieran ver mejor a la zagala y él se dirigió a donde estaba su esposo. Buena palabra.
Sakuya estaba adormilado tras todos los sedantes y medicamentos que le habían suministrado para que las contracciones y, en especial, el dolor que éstas le provocarían disminuyeran de intensidad. Tenía los ojos entornados y luchaba por mantenerlos abiertos. Le habían enseñado a su hija nada más que un instante para luego llevarla a la cuna especializada y así evitar que cualquier enfermedad, dado su inmaduro estado, pudiera afectarla. No le había dado tiempo a verla ni tan siquiera y no tenía fuerzas ni para levantarse.
- Shion … - pronunció
- Gracias - le dio un tierno beso en los labios, le mezo los cabellos y los apartó con suavidad de la cara del más joven y le instó - Descansa.
Como si de una orden se tratara, Sakuya se relajó para cerrar los ojos y dejarse llevar por el cansancio.
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Ahora, en el orden de prioridades, una vez solucionado la más importante y viendo que todo había salido bien, se dispuso que había que atender el asunto de la boda. Prepararlo todo para que se pudiera celebrar al día siguiente. Así pues, Ethan, la madre de Reiv y todo los demás salvo Yuuri, que se quedaría esperando a que su hermano despertara, Shion, cuya presencia era indiscutible y Reiv, que era aconsejable que descansara también ya que todo el tumulto le podía haber afectado y siempre era mejor prevenir que curar. Nitsuga se quedó con ellos para asegurarse de que todo marchara como hasta ahora ya que, de los que no se fueron, era el que permanecía en más calma.
Los mencionados pudieron quedarse en la habitación con los dos preciosos durmientes. En una esquina de la grandiosa morada habían unos majestuosos y caros sillones en los que podían descansar y charlas mientras tanto; pero el ajetreo de ese día pudo con ellos y la comodidad de los muebles hizo que se quedaran dormidos casi al instante de acomodarse en ellos.

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El A.T.S encargado del cuidado y revisión del primerizo padre, con una excusa, salió fuera de las cuatro paredes que servían de descanso a muchos para comunicarse por un aparato.
- Segunda parte del plan completada con éxito. Ahora es el momento.
- En cinco minutos estaremos allí - masculló la otra voz desde la otra línea.
Ahí acabó la conversación.
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Shion despertó de golpe. Se había quedado dormido sujetando una de las manos de su pareja. Un apretón de su mano le arrebató del sueño. Sakuya le indicaba con la mirada una dirección. Comprobó pasmado que allí, en la habitación había unas personas que no deberían estar. Desconocidos y como vestían no eran invitados perdidos de la fiesta. Iban armados y sus rostros estaban cubiertos por pasamontañas que dejaban ver tan solo los ojos y la boca.
- ¿Qué…? - empezó a formular la cuestión pero un golpe en su nuca lo calló de pronto.
- Mejor, hablamos nosotros. ¿Te parece? Tú mantente calladito si no quieres que les suceda algo. - pronunció uno de los individuos.
Shion, algo adolorido por el palo dado a traición, no tuvo más remedio que obedecer. Echó una mirada al entorno para ver que el equipo médico estaba atado y amordazado, al igual que Reiv, Nitsuga y Yuuri. Había cuatro hombres custodiándolos, otro estaba apostado donde se encontraba su primogénita y el que habló se había situado al otro lado de la cama y estaba, con sus asquerosos brazos, rodeando a Sakuya. El gotero peligraba con caerse debido al abrazo que el hombre había creado. Estaba de pie en el lado opuesto, mientras que Sakuya, todavía algo confuso por la situación por el suministro de las medicinas, se encontraba con las rodillas hincadas en el borde de la cama soportando ese brazo en su cintura, que la cubría en su totalidad. Estaba tan débil que no pudo zafarse del agarre, ni siquiera intentarlo.
- Lástima que te hayas levantado. El angelito y yo íbamos a pasar un buen rato, ¿verdad, amorcito? - momento que aprovechó para lamer la mejilla de Sakuya que se encontraba plagada de las gotas saladas que el asustado e impotente menor desprendía y que tenían su origen en los ojos. Shion se levantó de la silla en la que había estado depositado y, con la inercia del movimiento, la dejó caer hacia atrás, haciendo ésta ruido al chocar contra el suelo.
- Cuidado, fiera. No querrás que le pase algo a la mocosa - Lanzó una mirada hacia la incubadora donde se encontraba riendo sátiramente otro de esos malnacidos.
- te mataré - siseó furioso y cabreado al ver que no podía hacer nada.
- De verdad es una verdadera lástima no poder llevarte con nosotros. Serías un lastre, bonito - Besó en los labios a sakuya que no pudo ni alejar el rostro para evitar que esos labios rozaran los suyos. Tan solo pudo llorar con más fuerzas. No contento con eso, metió su mano libre por debajo del camisón que portaba el pelinegro tocando a doquier cada resquicio de piel que se mostraba conforme subía el brazo y, con él, la prenda que el más joven portaba.
Shion ya no pudo aguantar más y dispuesto para tirársele al tipo encima para matarlo pero, antes de que siquiera pudiera alcanzarlo algo a gran velocidad atravesó su cuerpo. Sintió un gran ardor en el pecho.
-Te lo dije - oyó mientras se dejaba caer en el pavimento de la habitación. Pudo observar la cara de su marido teñida de horror, de un gran y enorme miedo. Tan solo pudo ofrecerle una llana y sencilla sonrisa antes de caer en la inconsciencia.
El tipejo volvió a hablar:
- Debemos irnos ya. Habrán oído el disparo. Cogedles y marchémonos - Los otros obedecieron sin chistar al momento. - No sabes la pena que me da no poder llevarte. Una verdadera lástima. - Volvió a besar al maltrecho muchacho que no paraba de llorar para desaparecer con sus amigos y con su hermano por el umbral.
“Pronto, pronto estarían allí. El disparo lo habría escuchado alguien. Seguro, ¿verdad?” Sakuya ya no pudo más. Demasiadas emociones fuertes para un solo día. Pero no se dejó vencer. Como pudo se quitó el suero que se conectaba con su sangre a través de la vía para, tras varios intentos funestos, levantarse como le fue posible. Se acercó al cuerpo de su esposo.
Aún respiraba. Aún había esperanzas.
Lloró. Lloró por todo lo que había pasado. Solo eso le permitía descargarse de todos aquellos sentimientos que, incontrolables, le invadían.
Taponó la herida de su pecho con sus manos, mientras intentaba que sus ojos estuvieran abiertos … Solo tenía que esperar, seguro que vendrían a ayudarlos. Seguro.
La diabólica inconsciencia se apoderó de él sin que pudiera negarse o evitarlo. Se desmayó.

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- ¿Qué mierda es lo que quieren? - gruñó en cuanto tuvo oportunidad Reiv. La rabia y la impotencia ardían por toda la sangre que recorría su cuerpo
- cuidado con esa boquita, pequeño que ese vocabulario no viene contigo. - Se acercó insinuante a su prisionero y, con voz suave y penetrante, contestó su pregunta: - lo que parece querer todo el mundo … - hizo una pausa para tan solo pronunciar, muy lentamente, dos palabras - A TI.




Continuara.

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