5vs5 Angelus 5vs5. 2ª TEMPORADA_parte_b_capitulo 17

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CAPITULO 17. PALABRAS DE SALVACIÓN

- No te mueras.
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El sol ya estaba haciendo acopio de desaparecer y esconderse tras las grandes montañas que se erigían a lo lejos y que se perdían entre las enormes nubes que, orgullosas, cubrían el regio cielo. Aquello solo era una muestra de que la persecución sería más complicada pues los rastros serían mucho menos visibles a la luz de una luna que aquella noche no aparecería en su total y precioso esplendor, que con los rayos que el astro rey profería de día.
El silencio era roto tan solo por el ruido de cascos y de las ruedas de una carreta. Llevaban toda la tarde galopando sin parar y el resentimiento por la dura y rápida huida se podía entrever entre los que formaban el reducido grupo.
Habría cerca de diez hombres en ese grupo. Cada uno montaba su propio caballo. Iban resguardando una carreta que, desde fuera, daba la impresión de transportar mercancías y que, por su aspecto exterior, ésta había sido utilizada durante bastante tiempo. Estaba vieja y daba la impresión de romperse en cualquiera de las irregularidades del terreno. Pero todo aquello distaba de la realidad pues casi toda ella estaba reforzada por duro y resistente metal.
- Pararemos aquí por un momento para que los animales puedan descansar y aprovecharemos para cambiar de monturas – dijo el que abría la marcha.
Tras diez o quince escasos minutos reemprendieron la marcha sin tan siquiera ver el estado de la hermosa carga que llevaban.
No había tiempo para preocuparse por minucias. Debían llegar al cauce del río y a la consiguiente protección de las montañas antes de que la noche impidiera la correcta visión del camino y, por ello, la ralentización del viaje.
Después de todo, estaban siendo perseguidos. No podían permitirse tal pérdida de tiempo.
Espoleó sin miedo el caballo para que aumentara de velocidad pues, al fin y al cabo, el animal no estaba cansado ya que hacía nada que se había montado en él.
Un buen plan. Caballos de reserva que les evitaría el agotamiento Terminal de sus monturas.
En verdad, una excelente y desagradable buena idea.
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- ¡Por favor, no!
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Las mordazas, aquel trozo de género que cubría por completo sus bocas y que, por lo tanto, impedía en su totalidad el habla de los prisioneros, de los invitados forzosos que, incómodos, se encontraban atados y encerrados en el interior de aquel vehículo de ruedas tirado por corceles.
El interior se caracterizaba por la madera, creadora y protagonista ineludible del artefacto y por la tela que, junto a la primera, cubría la parte superior de la forzosa estancia. Además, todo está recubierto en todo el perímetro por inhiestas y fuertes vigas de metal que daban al lugar movible la clara y verdadera función del vehículo: la de una prisión cuyo único propósito era pasar desapercibido a ojos ajenos, por untado, y ser un buen mecanismo para retener personas en su interior, por el otro. Y cumplía satisfactoriamente, por el momento, ambas misiones.
A pesar de no estar sus ojos tapados, a Reiv, Nitsuga y Yuuri les era imposible tener una vista del exterior lo que los tenía completamente aislados y desorientados; y, mucho menos, conocían a aquellos que manejaban a los caballos si es que lo hacía alguien ni el número de los mismos. Simplemente no podían, pues tan solo podían contemplar el gris de los barrotes y el blanco opaco del material textil.
Una perfecta jaula de la que no podían escapar.
A todo ello, había que aunar que ni siquiera podían ayudarse de su fuerza física para intentar buscar una salida por las ataduras que les impedían el movimiento, tal y como habían estado desde que salieron de las dependencias reales del castillo, propiedad de Ethan. El último paisaje conocido desde su secuestro. El único.
“Ethan” – pensó Reiv con desánimo. El día no podía haber salido peor. “ Y todo por culpa de estos … de estos … desgraciados! – maldijo. No pudo sino recordar con melancolía e, incluso, en cierta forma, con culpabilidad, la situación en la que habían dejado el lugar “Sakuya” “Shion” “lo siento” – dijo para sus adentros aun a sabiendas que su perdón no les llegaría. Ojala. Ojala se encontraran bien. De otro modo, en la vida se lo perdonaría. Jamás.
Notaron la súbita parada de su transporte. La marcha se vio detenida por segunda vez en la tarde. La primera vez fue de apenas unos minutos. Ésta, no tendría por qué ser diferente. No obstante, en esta ocasión, la parada sería permanente.
Nitsuga, Yuuri y él se miraron expectantes, ansiosos y, sobre todo, temerosos a la espera de la abertura de su presidio la cual dejaría entrar el puro ambiente del exterior a aquella celda claustrofóbica, ya de por sí, agobiante.
Nitsuga tenía el ceño fruncido y aunque no parecía haber llorado, su cara lo delataba. Se estaba haciendo el fuerte. Por él, por Yuuri y por el bebé. Su semblante era serio y pensativo, decidido pero, en el fondo, inseguro y aterrado.
“No hace falta que seas fuerte por nosotros. Juntos. Lo haremos juntos, Nitsuga. No es malo llorar. Llorar te hace más fuerte, te hace más persona. Desahógate”
Yuuri, por su parte, tenía los ojos bastantes rojos, acuosos, y, en su rostro aun quedaban las visibles razones de por qué los tenía así. No había podido evitar derramar regueros de lágrimas de sangre. No podía pensar en otra cosa que no fuera su hermano. Su sobrina. O, incluso, en el tonto, impulsivo, idiota … de.. – Yuuri rió por tal comentario mental bajo la mordaza y los demás, a pesar de ello, lo pudieron notar por las arrugas que el intento de sonrisa habían surcado su rostro – o, incluso, en su cuñado.
El sonido de las llaves, el ruido de la cerradura y el chirrido de los goznes les indicó que la puerta metalizada que los separaba d lo que había fuera, estaba abierta. Enseguida entraron por ella varios hombres que, no sin cierta delicadeza, los sacaron de allí tras haberles vendado los ojos. Por lo poco que pudieron vislumbrar antes de que perdieran el sentido de la visión momentáneamente por la colocación de la tela, denotaron la oscuridad propia y característica de la noche.
Era de noche.
Habían estado moviéndose toda la tarde, aproximadamente, unas siete u ocho horas. Al menos ese dato les servía de una vaga orientación, al menos conocían que, por la caminata que habían sentido allí encerrados que, aun por muy presurosos y que por mucha rapidez que se hubieran dado, que aun …
Se encontraban en el reino de Thorp.

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- ¡Por dios! No me dejes solo. Yo no voy a criar a nuestra hija solo, ¿me entiendes? ¡No pienso hacerlo! Y, ¿sabes por qué? Porque si no despiertas, me moriré detrás tuya. Y supongo que no querrás ser el culpable de dejar sola a …

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La partida había salido apenas unas horas después de saber que, en el castillo, habían irrumpido unos visitantes no deseados y que se habían llevado algo que no les pertenecía.
La rabia, el dolor y la aprehensión eran sentimientos aflorados y en continuo aumento, que, pululaban e impregnaban el ahora denso y solidificado ambiente que a su alrededor se cernía.
Los recuerdos. Los dolorosos recuerdos que los acechaban. No podían evitarlo. El panorama que se encontraron... y aún así …
FLASH BACK
- Pero, ¿qué de-mo-nios…? – las palabras murieron en su boca.
Pasos corriendo detrás suya, voces que, como la suya y pisadas que, del mismo modo que la suya, callaron súbitamente. Silencio. Eso fue lo único que no calló, lo único que se mantuvo impasible al observar la escena que se encontraba delante de ella.
- ¡Dios mío! – su congoja y asombro era tal que no distinguió de quien provenía ese sonido. Reconocía esa voz, le era conocida; en esos momentos, le era prácticamente imposible procesar, con la suficiente coherencia, la información que su cerebro había recibido de su tímpano y asignarle una cara, un nombre a esas palabras pronunciadas. Le fue material e internamente imposible.
En una esquina se encontraba el servicio sanitario que se encargó, satisfactoriamente, del parto de Sakuya, atados y amordazados. Su situación era visualmente favorable. No había sangre a su alrededor, no, al menos, en su perímetro. No parecían tener heridas lo que corroboraba la falta de la misma. Además, la estancia estaba algo desordenada más eso no preocupaba a nadie de los presentes en lo más mínimo.
Cerca de donde se encontraban los médicos y sus ayudantes, había una pequeña incubadora. Desde su posición, aún en el umbral de la puerta, no podía ver a la niña que allí se encontraba o, que, al menos, allí debía estar. No podía. No quería. Se negaba a acercarse y ver que e bebé no se encontraba, que había desaparecido,… pero temía todavía más que estuviera, que su diminuto y frágil cuerpo estuviese … allí … pálido … Temblaba, sus piernas se negaban a avanzar, a obedecer las órdenes que su mente le mandaba para hacerlas caminar.
Sonidos.
Gemidos.
Sollozos.
Hasta ese momento no había reparado en ellos. Habían estado todo el tiempo, pero no los había escuchado.
El llanto inundó la sala, insonorizado hasta esas milésimas de segundo, por los oídos de los adultos. ¿Un bebé? Era el lloriqueo de un recién nacido. Ethan interrumpió sus nefastos pensamientos. En verdad, y, aunque en otra situación no lo fuera, para su desencajado, trastocado sentir, para su equilibrio emocional, aquello fue el sonido de la esperanza, como si hubiera sido cantado por los mismísimos ángeles.
Antes de que pudiera darse cuenta y reaccionar, por su lado, pasó una brisa acompañada por una figura humana, femenina, que se acercó corriendo a la pequeña criatura que demandaba atención.
- ¡Karel! – la madre de Reiv que ahora tenía a la hija de su ahijado mayor y de Shion, callada, entre sus brazos, avisó al muchacho que, como casi todos los inquilinos de la habitación, seguía en estado de shock.
Karel pareció entender lo que la mujer quería que hiciese y, rápido y veloz, se acercó a desatar a los paramédicos y que estos se encargaron de aquello que los había dejado paralizados.
- ¡Kyo! - gritó - ¡Ayúdame! – Era tal el temblor de sus manos que se le hacía complicado desatar los nudos. El aludido, enseguida, fue a ayudarlo en dicha tarea. Primero con las mordazas, posteriormente, con las ataduras.
Cerca de la cama, en el suelo, yacían dos cuerpos inmóviles, inconscientes. Uno de ellos apenas vestía un fino y, en un principio, blanco camisón. Ahora, el mismo, ajado, estaba teñido en grandes proporciones, de rojo. El pelinegro se encontraba levemente recostado sobre otro cuerpo. Una de sus manos estaba enlazada en la del otro, mientras que la contraria se encontraba en el pecho ajeno. Su cara, triste y con tintes que denotaban dolor y no un dolor solo físico, sino otro más profundo y doloroso, uno alojado en su alma. Su faz estaba tan cerca como le era posible de la cara del que se posicionaba bajo suyo. El rostro de éste último era mucho más pálido y blanco que la del más joven; y el dolor era claramente palpable en él.
Parecían dos amantes unidos aún después de la muerte, juntos en la eternidad de la muerte. Por la eternidad.
Una voz interrumpió el escrutinio que de ahí estaban haciendo:
- Por favor, podrían ayudarme a levantarlos y colocarlos en la cama – preguntó el médico aunque más que una petición, la frase tenía una clara inclinación de mando, como si de una orden se hubiera tratado. Este fue el médico responsable y mandamás durante el nacimiento de la hija de Shion. Había sido el primero, por razones evidentes e indispensables, al que Karel y Kyo habían liberado.
Tras esas palabras, tras quedar literalmente anonadados por la vista de tal escena, hermosa y fatal a un tiempo, por fin, después de esos minutos transcurridos desde que abrieran el picaporte, despertaron de ese trance autoinducido por el padecimiento sufrido al ver a su amigo “muerto” y a su esposo, recostados, bañados en agua roja fuego, en el frío suelo.
Fueron lo más rápido que su cuerpo les permitió e intentaron separar a Sakuya del que, por hacía más de unas horas, era su marido; pero, éste, todavía dormitando, se negaba a ser separado del adulto. En su subconsciente, se negaba a dejarlo.
Es entonces cuando notaron con asombro como, a pesar de no estar despierto, la mano ajena situada en el pecho de Shion, en su torso, presionaba con fuerza una herida consiguiendo con ello para la hemorragia en gran parte.
El titular, inclinado, había tomado las constantes vitales de ambos sujetos con satisfacción. Al menos, seguían con vida. Había que tratar cuanto antes la lesión que la bala había producido en el pecho del lugarteniente. No sabía cuan grave y cuantos daños le había ocasionado, pero sus signos vitales cada vez eran más difusos y lejanos. Había que darse prisa si querían salvarlo.
Con cuidado e ignorando las leves súplicas del joven doncel, los apartaron.
Kaito, con sumo cuidado, lo cargó en brazos, en tanto que Ethan y Luck cogieron al más pesado y herido.
- mmmmm – unos pequeños balbuceos salieron de la boca del pelinegro doncel.
- ¿Sakuya? - Kaito, que lo llevaba en volandas, pudo oír el tenue sonido.
- ¿eh? - contestó al escuchar su nombre a lo lejos.
- ¿Estás bien?
- ¿eh? – volvió a repetir. Su mente, ahora confusa, empezó a rememorar los sucesos acaecidos e, incorporándose bruscamente y todo lo que pudo, gritó: - ¡Shion!
- ssshhhh – intentó tranquilizarlo: - Está bien. Sería imposible que te dejara solo. Se pondrá bien.
Sakuya, demasiado cansado para decir nada más, se dejó embargar por el calor que emanaba el prometido de su amigo Nitsuga.
“¿Dónde estarían? ¿Se encontrarían bien?”
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- El señorito Sakuya se encuentra en perfecta condiciones; aunque hemos tenido que volver a suturar las heridas que el alumbramiento le ocasionó porque los puntos habían cedido y también hemos tenido que tratar las lesiones de su brazo, unos cortes que han necesitado de puntadas debido al desgarro que le ha proferido la aguja cuando se desprendió violentamente de la vía que le habíamos puesto. Ahora está descansando tras el suministro de un fuerte calmante. Se encontraba demasiado nervioso y el estar alterado en su estado actual no era, para nada, beneficioso.
En cuanto al señor Shion, he salido para decirles que estamos haciendo todo lo que podemos. Tan solo solicitarles que acomoden una habitación cercana a ésta para el recién parturiente y su retoño ya que no los podemos tener por más tiempo en la habitación.
- No habrá ningún problema – contestó serio Ethan.
- Entonces, con su permiso, me gustaría que los trasladaran con la mayor brevedad posible.
Así lo hicieron. Apenas cinco minutos después, el durmiente Sakuya y su hija estaban en la habitación conexa donde estaban operando de urgencia a Shion.
- La situación del señor Shion es bastante delicada. La bala no tocó el corazón pero ha perforado un pulmón. Hemos conseguido para la hemorragia. Hacemos lo que podemos, pero no puedo prometerles nada. Ha perdido bastante sangre y no sé si el corazón podrá aguantar. En verdad, lo lamento.
Se volvió a introducir en la improvisada sala de operaciones, cerrando tras de sí la enorme madera para continuar con su trabajo: salvar una vida.
Un golpe resonó hueco en el pasillo. La pared había sido tintada por unas marcas rojas que destacaban sobre ese fondo claro.
- ¡mierda! ¿Cómo ha podido pasar esto? – gritó Kyo. Se sorprendieron. Kyo no perdía los estribos de esa manera, Kyo no mostraba sus sentimientos, no se dejaba controlar por estos. Observaron que la situación le afectaba sobremanera, como al resto.
- No es momento de lamentaciones, es momento para vengarnos – soltó furioso Karel.
- Karel … - reprochó Millenia, que acababa de salir de los aposentos de Sakuya.
- Primero debemos saber que ha pasado y asegurarnos que, al menos, se los llevaron – pronunció Kaito.
- Habrá que esperar para preguntarle a un médico o a que Sakuya despierte – explicó Ethan.
- Perderemos mucho tiempo – cuestionó Kyo.
- Tan solo deberíamos despertar …
- ¡Me niego! Mi ahijado necesita descansar después de todo lo que ha tenido que soportar en esta dura jornada. Me rehúso completa y total… - Pero sus reniegos fueron interrumpidos por otra voz que, tenue y dulce, se pudo escuchar a pesar de ser un susurro.
- Se los llevaron – susurró el recién llegado – y no pude hacer nada por impedirlo – sollozó. Se miró sus manos para volver a repetir una palabra: - nada – las lágrimas abundaban y empapaban sus paliduchas mejillas, descendiendo hasta su fino cuello.
- Vamos, pequeño, no es tu culpa – Millenia lo abrazó.
- Ella tiene razón. Más culpa tenemos otros. Descansa. Los traeremos de vuelta. – apoyó a su futura suegra.
- Sí, y tú estarás esperándonos en la puerta, con tu niña en brazos y con un Shion orgulloso, inflando su ego, mostrando una gran sonrisa por lo afortunado que se siente – Luck intentó animar un poco los de ácidos ánimos con una pequeña broma que pareció surtir efecto.
- ¿Es una promesa? – preguntó lloroso.
- Es una promesa – Alguien formalizó dicha promesa con su voz. ¿Quién? Quien sabe ¿Todos? Lo dijo una, pero su palabra valió por todos y para todos.
Esa era una promesa que ninguno pensaba romper.
FIN FLASHBACK.
La noche se cernía peligrosa sobre ellos. Aquello dificultaría la tarea de perseguirlos.
Kyo miró al rastreador que los guiaba. Notaba como los secuestradores habían intentado borrar los rastros y parecían haberlo hecho muy bien. De hecho, él ni notaba la dirección en la que iban sus pisadas. Nunca había sido muy bueno en eso. Volvió a mirar al explorador y, seguidamente, observó el despampanante y recio rostro de Luck. Denotaba lo orgulloso que se encontraba.
“En verdad no mentía al decir que era el mejor” – pensó: - “Yuuri” “No hay por qué preocuparse. Es fuerte. Aguantará hasta que vayamos a rescatarlos. Seguro”
- Si mis previsiones no son inexactas, se dirigen hacia las montañas – Karel dio la información, mientras, arrodillado, dibujaba una serie de trazos sobre un mapa del terreno sobre el que caminaban.
FLASHBACK
Tras haber pasado cerca de tres horas y de saber que, al menos, habían conseguido estabilizar el estado de salud de Shion, de dejar a Sakuya en compañía de Millenia y de otros miembros femeninos residentes en la fortaleza, fueron a ultimar los detalles que los harían partir y preparar lo más esencial para ir en busca de aquellas asquerosas sabandijas ladronas.
- Yo voy a ir se oponga quien se oponga. Soy el mejor rastreador que encontraréis en esta tierra.
- Pero… - intentó refutar Ethan.
- No seas condescendiente – prosiguió – Ninguno. Ahora no importa si soy un doncel o el “amigo especial” de alguien. Yo también soy un luchador y uno nato. Dejad que haga aquello en lo que soy el número uno.
- De acuerdo. Alístate.
- ¡Luck!
- Ya lo tengo todo preparado – sonrió el más bajito.
Algunos lo miraron con cara de asombro. ¿Es que ya tenía decidido de antemano el ir con ellos?
- Os lo había dicho, ¿no? Lo de ir quisierais o no – siguió sonriendo.
- Entonces, ¿nos vamos? – correspondió la sonrisa de su pequeño cabezota.
- Me temo que sí – zanjó Ethan.
FIN FLASHBACK.
- ¿Cuándo crees que podremos darles alcance? – cuestionó airoso y preocupado Ethan.
- La noche será un problema – añadió Kaito mirando el ahora estrellado cielo sin poder evitar rememorar las noches junto a su prometido.
- No os preocupéis por eso, me hago responsable; mejor prestad atención a nuestros acompañantes.
- ¿eh?
- Nos están esperando en este punto – Karel señaló una zona en el mapa – Por las pisadas y ramas rotas supongo que no son demasiados. Calculo que entre nos diez y quince hombres, no más .Supongo que son una distracción para detenernos e impedirnos el paso.
- Y todo esto, ¿cómo …? – preguntó sorprendido, al igual que muchos, Kyo.
- ¿qué como lo ha sabido? – Karel sonrió – Os dije que era el mejor, ¿o no? Yo nunca bromeo e lo que a asuntos tan serios se refiere.
“Engreído” – pensó con orgullo su “amigo especial” tal y como antes se había referido a él mismo Karel.
- Muy bien, ¿lo habéis escuchado todos, verdad? Estad preparados. – Ethan volteó la cabeza para ver a los hombres a los que había mandado llamar para que los acompañaran. Los mejores. Había varios hombres, todos a caballo cuyo número debía oscilar entre los veinte. Se trataba de una avanzadilla. Más atrás, en los lindes que separaban el bosque de los prados y que daban inicio a las enormes cordilleras con sus numerosos valles verdosos, había alistado un vasto ejército de a pie preparado para cualquier emergencia. La retaguardia. Además, el castillo también había sido reforzado en seguridad por si, en la ausencia de ellos, se fraguaba un ataque al mismo.

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Se tropezaron varias veces mientras eran conducidos debido a la rapidez con la que los hacían andar a un lugar, para ellos, desconocido.
No veían. La venda se los impedía.
Finalmente, la caminata paró y, tras ser obligados y jalados hacia lo que les pareció el interior de algún lugar, les quitaron todo aquello que les impedía hablar y ver. Estaban en lo que parecía se una tienda de campaña.
¡¿Un campamento!?
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- Las promesas hay que cumplirlas, ¿no es verdad? ¡Pues conmigo has hecho un juramento eterno, así que no tienes excusas para incumplirlo!

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- Nos dividiremos en tres grupos. Karel, ¿estás completamente seguro de que se esconden en este claro, ocultos en los árboles colindantes?
- Completamente – aseguró – Un poco de confianza por vuestra parte no me vendría mal. En otras circunstancias y bajo otros caracteres, podría, incluso, hasta sentirme insultado y menospreciado – hizo un amago de broma para suavizar la tensión.
Luck sonrió ante el comentario, al igual que Kaito y Kyo. Ethan quedó ligeramente sorprendido por la contestación.
- Bueno – carraspeó - Henkins, retrásate hasta donde están los demás, y avísales de los guerrilleros que están apostados ahí delante. Diles que avancen hasta situarse en el bosque – El soldado asintió fehaciente y de inmediato partió, separándose del grupo. Ethan, por su parte, continuó dando órdenes – Kyo tu llevarás al primer grupo. Al este. Kaito, tú los sorprenderás por el oeste. Luck acompaña a Karel para que siga con el rastro hasta dar con el asentamiento del enemigo. Supongo que acamparán. A la mínima muestra de peligro que encontréis, volved. ¿Has oído? ¡Volved! Es una orden.
- Si, señor – dijo Luck
- Antes de la medianoche habremos dado con su paradero – añadió el castaño – señor.
Estaban comunicándose mediante su jerga militar.
- karel … confío en tu palabra. No me falles – terminó de dialogar Ethan, que se disponía, con el grupo restante, de hacer de señuelo.
- Sí, señor. – Partió, al lado de Luck dispuesto a encontrar a sus amigos.
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Todavía tenían inmovilizadas sus manos a la espalda, pero, al menos, sus piernas estaban libres. Aún en silencio, echaron un vistazo al lugar. Era una tienda de campaña bastante grande. El suelo estaba cubierto por una alfombra al completo. En el centro se erigía un enorme poste de madera que servía de soporte para todo el conglomerado. La estancia parecía ser el compendio de un dormitorio y un despacho en un mismo espacio, sin ser separado por paredes. En este caso, esa función la realizaba un precioso dosel del mismo color que los tapices del suelo. Ellos se encontraban en lo que parecía tener la función de centro de reuniones ya que al frente suyo estaba una mesa ovalada y bastante alargada con varias, bastantes, sillas mullidas, tapizadas con lo que parecía ser terciopelo. También había un sofá de unas seis plazas aproximadamente que se encontraba a escasos pasos de donde habían sido depositados.
Hasta ese momento, los tres habían permanecido callados, observando, estudiando el salón. Estaban solos.
- ¿estáis bien?
- Si a todo lo que hemos pasado se le puede decir bien …
- Yuuri, Nitsuga solo quería saber como nos encontramos. Te recuerdo que no eres el único que lo está pasando mal así que no seas tan borde con nosotros. - reclamó Reiv.
- Lo siento
- No pasa nada, lo comprendo. - El sitio en el que habían sido dejados era sobre el suave pavimento y aun seguían ahí - ¿por qué no mejor nos sentamos en este sillón?
- No sería mala idea. Tengo el culo cuadrado y me duele mucho, mucho - repitió Yuuri.
- en eso tenéis razón. Estoy bastante cansado. - sonrió el príncipe.
Nitsuga y yuuri pudieron levantarse, dentro de lo que hay que esperar de una situación como esa, con las manos atadas a la espalda, con bastante facilidad; después de todo tenían una preparación bastante notable. Ese no fue el caso de Reiv. Su embarazo dificultaba un tanto la acción.
- ¿podríais dejaros de reír? - los otros no podían articular ningún sonido que no fueran carcajadas. Se estaban destornillando de la risa en pos del preñado - ¡Qué dejéis de reíros! - Reiv hacían nefastos intentos por incorporarse pero todos ellos los hacían caer otra vez. No importaba cuantas veces lo intentara, siempre volvía al sitio de origen. A eso había que añadir que a él la situación también le parecía muy graciosa, así que si el grado de dificultad ya era mucho de por sí, había que aunarle los intentos por parar la descontrolada risa.
- Es que… es… - no podía parar de reír.
- Además, tampoco podemos serte de mucha ayuda. Por cierto, ¿qué tal vas? - Nitsuga, con esta pregunta, se refería al feto.
- Pues bueno, no ha dado muchos problemas. Es un niño bueno - sonrió Reiv. Si hubiera podido, habría pasado una manito por el vientre para tranquilizar a su campeón y tranquilizarse él mismo con el gesto. - bueno, ¿os vais a quedar ahí mirando y mofándoos o me vais a ayudar?
- Nos va a ser un poco difícil - bromeó Yuuri.
- Si quieres, yo te ayudo - Aquella voz desconocida no esperó una respuesta y como si de una afirmación se tratara, cogió al embarazado de la cinturilla y de uno de sus brazos, que se encontraban a la espalda. Sin prácticamente ninguna dificultad, lo alzó del suelo.
Era un tipo bien vestido, joven, no debía superar los treinta años, con ropas caras pero listas para afrontar una batalla. Iba armado. A simple vista llevaba una espada atada a su cintura y una pistola que se cernía sobre uno de sus muslos. Tenía el pelo muy corto, en punta, de color negro. Sus ojos eran rasgados, de labios gruesos y nariz aguileña. Había que admitir que era atractivo. Detrás de él había otros tres tipos más.
- Tomen asiento, por favor. Sería descortés de mi parte no ofrecerles asiento. - dijo el mismo hombre - ¡Qué maleducado! Todavía no me he presentado. Soy …
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- Si no voy errado, lo que buscamos tiene que estar por aquí. ¿Alguna idea? Tú debes conocer mejor los parajes y escondrijos de estas montañas, ¿me equivoco?
- Si no recuerdo mal, cerca del gran río, había un terreno protegido por montañas. Aquí – señaló Luck – A unos quinientos metros aproximadamente.
- Muy bien. Asegurémonos y regresemos – le contestó Karel.
- Pero antes…
Luck no esperó respuesta verbal del otro y asiéndole suavemente de la cintura, lo atrajo hacia su cuerpo, lo abrazó, envolviéndolo bajo su complexión fuerte y sin mediar palabra se agachó para atrapar los dulces y ansiosos labios del más pequeño. El beso, desde el comienzo, fue apasionado, furioso. Luck se volvía loco cada vez que la probaba y en segundos coló su lengua en la cavidad ajena. Karel respondió el beso gustoso.
Pronto el calor del fogoso beso, exigió un contacto más íntimo. Luck coló sus manos bajo el suéter que llevaba el castaño, dando suaves masajes en la espalda de éste lo que ocasionó que Karel gimiera, dentro del beso, por los escalofríos que eso le provocaba.
Luck comenzó a acostar al doncel sobre la extensa superficie de verde que ocultaba el camino de tierra casi en su totalidad cuando, de pronto, escucharon una voz.
- A tu padre le va a dar algo cuando se entere – De los alrededores apareció la silueta difusa de alguien. De allí provino esa frase ¿Un muchacho?.
- ¡¿Papá?! – dudó Karel.
- ¿papá? - Luck no salía de su asombro. En ese lugar, solos, dejados de las manos de Dios y, ¿la pura casualidad había hecho que los descubriera el progenitor de su pelirrojo?
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- Tomás Dono, rey de Wolfs. Encantado de conocerles, príncipe Reiv y sus señorías Nitsuga y Yuuri.
- lamento decirle que no compartimos dicho placer. – replicó Reiv.
- Además, ¿quién le ha permitido la osadía de llamarnos por nuestro nombre? – añadió Yuuri.
- Esos modales, pequeña estrella. Creí haberte enseñado mejor a tratar a tus mayores, ¿o no? – dijo uno de aquellos hombres.
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- ¿papá? – volvió a repetir incrédulo Luck por si sus tímpanos no habían escuchado bien lo que Karel acababa de pronunciar. Si bien ese muchacho que ahora veía ante sus ojos era una réplica exacta de Karel, más bien parecía su hermano, no su papá.
Pero, ¿qué edad tendría que tener? Luck no le echaba más de veinte y no se podía tener un chico adolescente con esa edad, ¿verdad? La cabeza del mayor quedó hecha todo un lío. ¡Eso no era posible!
- Hola, enano
“¿enano? Pero si Karel le saca varios dedos” – pensó Luck mientras escuchaba la charla padre - hijo que estaba presenciando y oyendo.
- Sabes que odio que me llames así, papá.
- No te enfades, renacuajo.
- ¿otra vez? – gritó sin medir su tono de voz Karel.
- ssshhh, no grites. Hay centinelas apostados en varios puntos. Creí enseñarte a ser mejor espía.
- Recuerda papi, que eso no se me dio nunca bien, y que seguí los pasos de padre. Para eso estás tú, el mejor espía de Eirth. ¡Qué digo! Del mundo entero… - Karel se lo pensó mejor y volvió a decir - ¡no! Del universo.
“¿Desde cuándo Karel tiene ese comportamiento tan infantil? Bah, cosas de niños por llamar la atención de sus padres”
Karel echó una fugaz aunque asesina mirada a Luck, que sonrió nervioso.
“es imposible que supiera lo que estaba pensando, ¿verdad?” – Volvió a reír nervioso.
- Papi, te presento a Luck, mi… - no supo decir las palabras exactas para describirlo así que desistió de hacerlo – Procede del reino de Thorp.
- Encantado – sonrió el padre. Incluso sus rasgos faciales eran iguales. Era imposible negar el parecido familiar. ¡Si parecían dos gotas de agua! – Soy el papá de Karel. Mi nombre es Gabrielle, pero me puedes decir Gaby. Ya sé, nombre de chica, pero que le vamos a hacer. Por cierto, ¿qué hacéis aquí? Este sitio es muy peligroso.
- ¡¿es verdad?! ¡Papá, han secuestrado a Reiv, Yuuri y Nitsuga! – Recordó Karel – Y ya dicho, ¿qué haces tú aquí?
- ¿Qué acabas de revelar?
La conversación se vio interrumpida por sonidos, ruidos que se acercaban peligrosamente a su posición.
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- ¿qué? ¿Quién eres tú?
- ¿No me recuerdas? Que mal, Yuuri, acabas de romper mi corazón, si es que sé donde lo he puesto – se carcajeó el sujeto, risa que fue acompañada por los demás desconocidos. El individuo en cuestión añadió: - Con lo bien que nos lo pasábamos.
FLASHBACK
- No, déjame. – Yuuri estaba desesperado por quitarse a su profesor particular de encima. Le estaba asustando y aquel juego no le gustaba.
- Pero sí te gusta. No seas enclenque, niñita – lamió el lóbulo de la pequeña oreja.
- No, no me gusta ¡Déjame! ¡Padrino!
- Cállate – gritó el mayor para, seguidamente, romperle la camiseta al infante y manoseaba el impúber cuerpecito.
FIN FLASHBACK
- Tú – dijo Yuuri con rabia.
- Veo que sí que me recuerdas.
- Pero… Yuuri – Nitsuga había interrumpido la conversación. Veía como su amigo aguantaba infructuosamente las lágrimas que comenzaban a descender de por su ahora pálidas mejillas.
- ¡No es posible! – bramó Yuuri.
- ¡Te condenaron a muerte! – añadió Reiv.
- Es evidente que no morí.
- Ruphert – susurró el pelirrojo.
- El mismo – aludió el recién nombrado.
Nitsuga sintió el deseo imperioso de proteger a sus dos amigos y, atrayéndolos, los abrazó protectoramente.
Tan inmersos estaban en sus propios demonios internos que no notaron cuando las cuerdas dejaron respirar sus muñecas y la sangre pudo circular por ellas, otra vez. El inminente moratón sería prueba fiable de ello.
- Pero mira lo que tenemos aquí – dijo un tercer hombre.
- Otro buen manjar. Intentas hacerte el valiente protegiéndolos, ¿eh? – Se acercó insinuante el cuarto sujeto para decirle a Nitsuga – Pero, ¿quién te protegerá a ti? – Dada la cercanía de Reiv y Yuuri, estos también alcanzaron a oír la última frase.
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Apareció una figura masculina, sola. La silueta era alta, debía medir más o menos lo mismo que él, robusto, bien plantado.
“Un cuerpo a cuerpo. Será una pelea igualada” – ideó Luck, preparándose mentalmente para la futura pelea.
- Kein – mencionó de forma floja Gaby.
- ¿Padre también está aquí?
Gaby no pudo sino sonreír alegremente a su hijo para indicar a su marido donde se encontraban.
- Gaby, ¿has conseguido …? – pero se paró abruptamente al contemplar la figura conocida que se erguía tras su esposo. - ¿Karel? Pero, ¿tú no estabas de visita, no te habías ido a otro país con …? ¡Mierda! Gaby, ¿cómo se llamaba ese sitio …?
- Thorp.
- ¿Dónde estamos?
- en Thorp, cariño - Gaby encontraba la situación demás graciosa.
- ¡Mierda! - así que no era tan imposible que su hijo se encontrara frente suya. Estaban en el mismo territorio, después de todo.
- ¿eh? – Tanto Luck como Karel se quedaron sorprendidos.
- Al menos eso nos dijeron por cartas – Karel comprendió que no los quisieron preocupar con lo que pasó meses atrás ya que si se enteraban querrían volver de la misión que se les había encomendado, cosa de por sí no aceptable por lo que hubieran debido hacer su trabajo pensando en su seguridad lo que de seguro los distraería.
- Cariño, han secuestrado a Reiv, Yuuri y Nitsuga. Por eso están aquí – aclaró Gaby
- ¿qué? – contestó Kein – “¿qué habrá pasado durante esas visitas?” Kein nunca se había caracterizado por ser tonto y sabía que allí, en ese asunto, había algo más. No sabía que, pero conocía que cuando volviese se enteraría. La paciencia era una virtud. Prosiguió hablando tras recuperar la frialdad propia del perfecto soldado: - Supongo que no habéis venido solos. Reunámonos con ellos – ordenó.
- Pero…
- Tu papá tendrá todo el material necesario del interior del campamento, así que no es seguro ni sensato discutir aquí – terminó por acotar Kein.
- Síganme - habló Luck con una seriedad inusitada en él, aunque estaba hablando con sus futuros suegros por lo que no era de extrañar dicha actitud.
- ¿Quién …? – Gaby no le dejó terminar de formular la cuestión.
- Luck, un “amigo” de tu hijo – le dijo a su marido con doble sentido para darle un ligero beso en la boca y marcharse del lugar.
Kein no quedó contento con la respuesta y Karel y Luck se sonrojaron por la misma.

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Una muchacha del servicio se acercó con la recién nacida en brazos que lloriqueaba a una habitación.
Cuando se disponía a llamar a la puerta, fue interrumpida:
- ¿dónde va, señorita? – curioseó la reina consorte de Eirth.
- Su alteza, la niña está berreando y he pensado … y como el señor me dijo … - observó la joven mucama.
- Ve a las cocinas y diles que preparen la toma de la chiquilla. Yo me encargaré. No es momento de que molesten a mi ahijado con algo que yo misma puedo hacer.
- Como ordene – recitó educadamente la zagala para depositar al bebé en brazos de Millenia y marcharse a cumplir la orden dada.
En el momento en que Millenia se disponía a marcharse, el sonido de algo abriéndose le hizo impedir continuar el paso.
- No te preocupes, madrina, yo le dije a la chica que la trajera cuando fuera su toma. No quiero dejar mi papel de papi solo por este tonto que quiso hacerse el valiente – sonrió pero era una sonrisa que no podía ser más que triste.
- Pequeño… - suspiró – Enseguida te traigo la toma.
- Gracias – Sakuya volvió a entrar en la habitación donde reposaba su marido con la hija de ambos en brazos que, como si de un milagro de tratara, calló de súbito cuando fue depositada entre los dulces brazos de su papá.
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Durante el tiempo que les llevo buscar aquel lugar, la batalla había tenido tiempo de sucederse y terminar.
Entraba ya bastante la noche. El amanecer se aproximaba.
Efectivamente, la incursión había finalizado y cabe decir con éxito. Había habido algunas bajas pero la mayoría se encontraban con simples rasguños a lo sumo. Ese ataque sorpresa los había favorecido en demasía y todo había que agradecerlo a la intervención de Karel.
Había bastantes prisioneros de los que luego se encargarían de interrogar.
Una vez pasada la tormenta, Ethan mandó otro soldado para dar la noticia al resto de su tropa y de evitar de los prisioneros que ahora se encontraban atados a los diversos árboles. No había tiempo que perder con estos. Más tarde se encargarían de transportarlos.
Ahora tan solo esperan con bien el regreso de Karel y Luck.
- Mi señor, se acercan cuatro personas de a pie por el sur – gritó uno de los soldados apostados en su turno de vigilancia.
- ¿cuatro? – repitió Ethan.
- ¿Reconoces al lugarteniente entre alguno de ellos? – inquirió Kyo.
- No, mi señor. Desde aquí no puedo distinguir bien sus caras, pero… - dudó: - No estoy seguro, mi señor pero diría que es posible que fueran ellos.
Rezando porque así fuera, se prepararon en posición de ataque. Si no eran ellos, desde luego, que eran unas personas bastantes suicidas.
- ¡Qué recibimiento es este! – gritó desde las sombras Luck. Su voz fue reconocida. ¡Quién no lo podría reconocer!
- Me alegra que estéis bien – continuó Karel.
- A nosotros también nos alegra que hayáis vuelto – aseguró Kaito.
- Hay que darse prisa – cortó uno de los acompañantes.
Karel pudo ver las caras inquisidoras y titubeantes de los altos rangos thorpianos y se dispuso a sacarlos de dudas.
- Permitidme que os presente a mis padres. Ellos son Kein, mi padre y este es mi papá, Gabrielle – Les presentó.
- Gaby, si no es mucha molestia.
- Papá, padre, ellos son el rey Ethan y sus lugartenientes… - fue interrumpido por su padre.
- Sabemos quienes son.
- Cariño, deja que tu hijo termine las presentaciones. Lo que acabas de hacer es de muy mala educación – Gaby solo recibió un bufido por parte de Kein. – Disculpen los modales de mi marido. Hace tiempo que no tenemos contacto con nuestro país y encontrarnos aquí a nuestro hijo, con ustedes, nos ha pillado por sorpresa. – se disculpó.
- ¿Por sorpresa, dices? ¡Es que no te das cuenta que nuestro hijo, nuestro único hijo que es un doncel está solo rodeado de varones! – Volvió a lanzar un gruñido – Y luego hablas de modales.
- ¡Kein!
- Kein nada. Esto es intolerable. Y sé que aquí hay algo que todavía no sé, incluso sé que tú me estás escondiendo algo – Quedaron estupefactos. Ese hombre era más o menos de su estatura y tenía un fuerte carácter. Resolvieron que sería mejor no tenerlo como enemigo.
- Pero… - intentó refutar Gaby.
- No eres bueno mintiendo
- Pero… yo no te… - no le dejó terminar.
- U ocultando cosas, Gaby.
- ¡Vale! Tú ganas. Pronto vas a tener yerno, ¿contento? Y no te digo lo que he visto porque si te digo lo que he visto no te lo vas a creer. – Gaby, cuando se ponía nervioso, empezaba a repetir palabras y hablaba muy rápido y más si este estado lo ocasionaba su pareja.
- ¡Qué?! – miró de forma fulminante a Luck, que había permanecido tan callado como los otros ante la discusión que se había formulado entre el matrimonio.
- ¡No lo mires así! Te recuerdo, mi pequeño maridito, que tú no eres diferente a él, a ellos – aludió y paró la retahíla de palabras que su marido estaba por formular para continuar – Primero te casaste con un jovencito de catorce años; segundo, lo hiciste obligado; tercero, porque estaba embarazado. ¿Piensas que todos están cortados con la misma tijera que tú?
Nadie contestó.
- Y no quiero que pienses que con esto te estoy regañando y que todavía no te perdono el que solo quisiera aprovecharte de mi inocencia, que quisieras pasar un rato a costa de mi cuerpo y de mis sentimientos…
Muchos allí se avergonzaban por lo que decía el doncel mayor.
- Te quiero y sé que me quieres, pero no puedes censurar algo que tú hiciste en su momento como yo no puedo regañar a Karel por nada de lo que quiera hacer ya que no tengo la autoridad para ello, ¿comprendes?
La culpabilidad era palpable en más de un sujeto presente en ese monólogo que, aunque no fuera una reprimenda, había calado en sus pensamientos.
- Dejemos esta conversación de lado. Necesito que me contéis que ha ocurrido en nuestra ausencia. Por ahora solo quiero saber todo lo relacionado con el secuestro. Podemos ser de ayuda. Llevamos vigilando a ese noble desde hace más de un año.
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- Muy bien, señores, creo que nuestro acuerdo ya esta finalizado. Aquí tienen los premios que les prometí. – confesó el rey.
- ¿premios? – titubeó Nitsuga que, aunque temblaba de miedo, todavía abrazaba a sus dos compañeros.
- En la vida no hay nada gratis
- Bueno, angelitos va siendo hora de que se despidan.
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- Entonces, deben encontrarse aquí, en el centro del campamento. Será difícil sacarlos de allí pero debemos hacerlo ya. No os imagináis lo peligroso que es ese tipo y lo repugnante y asqueroso que puede llegar a ser. – Se levantó, besó al padre de su vástago y se dispuso a marchar.
- ¿a dónde crees que vas?
- Ya os he dado toda la información necesaria para que planees una buena estrategia. Sé que lo conseguirás, pero no creas que me voy a quedar esperando mientras mi ahijado y mis sobrinos están en peligro pudiendo hacer algo por evitarlo. Tengo una tapadera y puedo infiltrarme entre ellos.
- ¿Sobrinos? – susurró Luck.
- Mis padres y los de Reiv, Sakuya, Yuuri y Nitsuga era muy amigos por los que somos como una gran familia. Además, mis padres son los padrinos de Nitsuga. – aclaró Karel no solo a Luck, sino también a Kaito, Ethan y Kyo que se encontraban apostados alrededor.
- ¿no será muy peligroso? – intervino Ethan.
- ¡claro que lo es! Por eso, esta noche iba a abandonar su puesto. Ya teníamos suficiente información – repuso Kein.
- No cambiaré de opinión y lo sabes.
- Papi… - llamó Karel.
- karel – dijo a su vez Gaby.
Karel se acercó a su papá y le susurró: - Cuando vuelvas, te lo presentaré formalmente. Y no te preocupes, no hemos pasado de los preliminares. – Gaby tan solo pudo reír coqueto.
Kein no supo por qué pero aquello le produjo un leve dolor de cabeza por lo que sabía pasaría después de todo aquello.
- ¡Suerte! – Kaito le dio un apretón de manos a la copia exacta de Karel.
- No te arriesgues. Estaremos allí poco antes de que el sol llegue a su máximo esplendor. Te lo aseguro.
- Lo sé. Además, confío en la fuerza de estos guerreros de Thorp. Por cierto, antes de irme, una pregunta… - pensó Gaby- Ethan, ¿verdad?
- Sí, dígame.
- ¿Cómo conseguisteis que Reiv se dejara ver?
- Bueno, la verdad… - titubeó el rey thorpiano.
- El anillo me lo dice todo. Felicidades. Lástima que no pudiera acudir.
- ¿Cómo…? – comenzó a cuestionar.
- ¿Qué quieres decir, Gaby? – le preguntó Kei.
- ¿No es obvio? Soy el mejor. – esa era una respuesta muy Karel. En verdad, esos donceles se parecían.
- No me querrás decir que Reiv y el rey de Thorp… - comentó incrédulo el padre del pelirrojo. – No me lo puedo creer.
- La verdad es que la boda estaba planeada para hoy pero nos interrumpieron – explicó el novio.
- No me lo puedo creer. Reiv – rió por la ocurrencia – Tan solo faltaría que Sakuya tuviera un hijo, con la aberración que tiene por quedarse embarazado, al igual que Reiv por su belleza.
La mayoría que había en la reunión quedaron anonadados y perplejos.
- Mejor ni preguntes – acotó Gaby, que ya salía por la puerta. Kein lo siguió hasta que abandonaron el campamento para despedirse apropiadamente de su consorte.
- Ten mucho cuidado y permanece alejado de él - dijo con odio en la voz.
- Te quiero – aprovechó el momento para atrapar esos labios que conocía tan bien entre sus dientes y morderlos lo que pudo ya que la enorme altura entre ellos se lo impedía. Kein se agachó para facilitarle el trabajo. Tras lo que a ambos les pareció apenas unos segundos se separaron reticentes.
- Continuaremos cuando vuelva. – Gaby desapareció entre las sombras que producían la vegetación.
- Ya, pero, ¿mientras tanto que hago con mi problemilla? – musitó a la nada.
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- ¿qué ha dicho? – habló Nitsuga.
- Sabes perfectamente lo que hemos querido decir – dijo con lujuria uno. Claro que lo sabía. Perfectamente.
- Pero, ¡no pueden! ¡No les dejaré! – negó con su cabeza dando énfasis a sus palabras, dándose fuerza para permanecer fuerte sin derrumbarse ante la desesperación.
- ¿Y quién lo va a evitar? – dijo Tomas, el maldito miembro de la realeza de Wolfs.
- Reiv está embarazado.
- Obvio – contestó de mala gana éste.
- El médico aconsejó que no debía someterse a emociones fuertes porque eso le podría provocar un parto prematuro – replicó rápidamente Nitsuga.
- Y… eso quiere decir que… – se interesó Tomas.
- Pues su embarazo es de alto riesgo y como ve su estado ya es avanzado. Un aborto no es factible.
- ¿Por qué? – interrumpió.
- Se desangraría – contestó veloz.
- Además, tampoco es conveniente que mantenga relaciones – Reiv se tensó ante lo dicho.
- Entiendo - contestó malhumorado el moreno
- Otra cosa, Yuuri…
- ¿Qué ocurre con él también? ¿También está embarazado y corre peligro de desangrarse? – se mofó Ruphert.
- Ambos sabemos que no – se envalentonó Nitsuga. Yuuri trató de detenerlo pero Nitsuga le impidió el habla. Los salvaría a como diera lugar. – Lo que ocurre es que Yuuri…bueno, que…tiene una enfermedad contagiosa que no le gustaría tener – La cara de Yuuri y de Reiv era de completo tabú.
- Puede estar mintiendo – mencionó Ruphert.
- Puede que sí o puede que no – Nitsuga introdujo la duda. Sin un médico que confirmara sus palabras, esos tipos no podrían hacerles nada a Reiv o a Yuuri. Se notaba a leguas el esfuerzo que habían hecho por conseguirlos. Al menos, los mantendría a salvo hasta que llegara ayuda.
- Hemos aguantado por años, por unas horas mas no pasará nada; pero como nos hayas mentido te aseguro que querrás estar muerto cuando acabe contigo – sentenció el monarca.
- Y, en cuanto a ti, ¿algo que debamos saber? – dijo hipócritamente uno.
Tanto Nitsuga como los otros sabían que otra excusa los alertaría de que mentía. Se sacrificaría por sus amigos.
“Lo lamento tanto, Kaito”
- No, ninguna, salvo que son unos asquerosos degenerados y depravados hijos de mala madre. - escupió
- Pues entonces, un placer pasar esta noche contigo pequeño – se lamió uno de los acompañantes.
- Un placer – le secundó el otro tipejo. Ninguno había sido presentado.
Los tipos le agarraron para llevárselo del lugar, pero él se libró de los brazos de estos para volver a acercarse a sus amigos, depositó en la mano de Yuuri su anillo de compromiso, el cual no se había quitado en ningún momento desde que Kaito le propuso matrimonio.
- Decidle que lo amo y que siempre lo amaré.
- Nitsuga, ¡no! – los tres muchachos lloraban inconsolables.
- Decidle que no lo culpo por nada
- ¡No! – Yuuri se levantó del suelo en el que todavía reposaba para enfrentarse a aquellos que los querían separar. No dejaría que se lo llevaran; pero no pudo evitarlo.
Habían sacado sin poder evitarlo a Nitsuga, al cual de segura le harían algo que no pudieron evitar y que le marcaría para siempre. Además, sus palabras sonaban a despedida y Reiv las conocía muy bien, conocía exactamente esa sensación. Se tocó su antebrazo. Fue entonces que notó que en algún momento esos hombres los habían desatado. A los tres pues recordaba los bracitos temblorosos de Nitsuga abrazándolo protector.
- ¡NITSUGA!
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Sintió un dolor enorme que le embargaba hasta casi hacerlo insoportable. Tenía calor y sus brazos y piernas le pesaban. Intentaba abrir los ojos, pero le era imposible.
¿Dónde estaba? ¿ Qué había pasado?
Oía voces, reclamos pero no podía distinguir lo que estos decían.

Una voz…
Le era conocida…
Sollozos, le dolía escucharlos y saberse culpables de ellos.
Hizo un esfuerzo tremendo por despertar.
¿Cuánto tiempo llevaba así? ¿Segundos, minutos, horas? ¿Días?
Sentía el cuerpo entumecido, pero sabía que no debía estar por más tiempo invadido por ese sopor que lo dejaba atontado y lo abstraía de la realidad.
Con suma dificultad abrió los párpados, encontrando muy cerca de su rostro el de su pequeño doncel.
Ningún despertar había sido tan bueno como los que tenía cuando contemplaba el bello rostro dormido de su esposo.
“Esposo. Que hermosa palabra. ”
Las imágenes entonces fueron agolpándose en su desastrosa y desordenada mente.
Se alegraba estar de vuelta.
Unos débiles llantos lo trajeron otra vez a la realidad, alejó el adormecimiento y observó como Sakuya despertaba ante los intentos de atención de su papi o quizás tan solo era un aviso para su papi, para que despertara porque padre se había levantado de la siesta.
La pequeña estaba en su incubadora de la que no era conveniente que saliera salvo para comer o para otras necesidades básicas.
Antes de que Sakuya dijera nada, en un tenue murmullo de voz que Sakuya entendió por el movimiento de labios del mayor, Shion pronunció:
- He vuelto.
- Bienvenido a casa.
Continuara

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