5vs5 Angelus 5vs5. 2ª TEMPORADA_parte_b_capitulo 18

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CAPITULO 18. EL RESCATE.


- ¿me ha mandado llamar, mi señor?
- ¿Dónde estabas?
- el campamento, mi señor, es muy grande.
- No has contestado mi pregunta.
- ¿Es esto un interrogatorio, mi señor? ¿Me trata como a un enemigo para ser tratado así?
No contestó a las preguntas. Se acercó peligrosamente, bordeando el enorme escritorio para llegar hasta la zona opuesta en la que se encontraba su subordinado. Además, atajó la posible huida de la menuda figura que, orgullosa, se erigía ante sí.
- Fait… - amenazó cuando vio el intento del otro por separar y hacer mayores las distancias entre ambos. Se deleitó con su figura. Era un personaje bajito, delgado pero con un cuerpo digno de los dioses, de ojos y pelo castaños.
- Mi señor, no me gustan que me vigilen, que duden de mi lealtad y de mi trabajo. ¿Tan mal lo he hecho hasta ahora? Si es así, considero oportuno que me lo digáis y me marcharé por donde he venido para no volver.
- Fait – siseó ya de más furioso por la contestación anteriormente recibida: - Nunca te voy a dejar marchar así que no subestimes tu suerte y mi paciencia.
- Lo sé, mi señor – el menor hizo una rígida y leve reverencia – Lo sé – repitió en un susurro.
El otro cortó la conversación para calmar la ira que fluía ya incontenible por sus venas y que hacía hervir su sangre, para no golpear al atractivo insolente. Ya más calmado prosiguió:
- Intentémoslo otra vez, Fait, ¿qué has estado haciendo que es tan importante como para ignorar mi llamada? – recriminó. Sin esperar la respuesta por parte de la boca ajena, terminó por acortar las distancias que los separaban para plantarle un beso que, de inmediato, intentó convertir en algo más apasionado introduciendo su lengua en la otra cavidad bucal.
El castaño reaccionó algunos segundos después del comienzo del contacto lo que fue aprovechado por el otro individuo para profundizar la caricia. A pesar del anona miento inicial, cuando observó el aumento de intensidad, reprimió un grito de sorpresa y de desagrado para después, con ambos brazos, tratar de separarse de ese cuerpo que empezaba a envolverlo e inmovilizarlo. La lengua intentó abrirse paso entre sus blancos dientes, momento que aprovechó para separarlos brevemente más sí lo suficiente para atrapar con ellos, el intruso y morderlo.
Cuando emitió algún que otro improperio, fue cuando Fait consiguió liberarse de la tortura que el beso le provocaba. La otra figura humana lo empujó bruscamente en dirección a la gran mesa que se erigía tras ellos, golpeándole en el transcurso de la acción con el borde en la espalda, dejándole algo aturdido y adolorido. El otro aprovechó esa distracción para, ahora sí, ahondar el contacto húmedo que antes se le fue impedido. No pudo evitarlo.
Se dispuso a separarlo por segunda vez usando la fuerza física. Su acción fue frustrada al ser otra vez empujado, acostándolo sobre el mueble y por el agarre de sus finos brazos en torno a las muñecas, jalándolas y colocándolas, ambos, contra la fría madera, a la altura de su cabeza. Para evitar que también pataleara, colocó su cuerpo entre sus piernas, dejando estas, abiertas, a cada lado de su robusta anatomía. Se debatió pero, inmovilizado de esa manera y siendo considerablemente menos fornido, le fue imposible. Probó liberarse de ese toque forzado hincándole los incisivos, más esa vía de escape no le valió en esta ocasión ya que el mayor, pendiente de esa posible reacción, actuó más rápidamente, haciéndolo antes. Mordió el labio del joven haciéndolo jadear por la sorpresa inicial y por el daño posterior.
La sangre de ambos impregnó sus salivas.
El beso terminó tan abrupto como comenzó.
En cuanto vio que la presión en sus miembros superiores disminuyó lo suficiente como para poder soltarse, lo golpeó y escapó del agobiante abrazo. Ahora, los dos estaban de pie.
Su respiración era errática y de la comisura de sus labios caía un hilillo de sangre producto de la reciente herida que le había ocasionado. Levantó su vista y vio la asquerosa y lasciva sonrisa que le regaló. En la comisura de su boca también había sangre, que bien podría ser de uno y otro.
- ¡Ni se te ocurra volver a hacer eso! - le gritó histérico una vez consiguió recuperar la capacidad de hablar.
- Eres mío - dijo de manera muy posesiva. El rasguño en su lengua le dificultaba un tanto la charla
- Nunca. Recuerda que me contrataste y que tan solo estoy aquí por el dinero. En cuanto cobre, desapareceré - replicó.
- a mi lado, podrías tener todo el que quisieras.
- ¿Cómo tu ramera? No, gracias - respondió.
- Ramera… - repitió pensativo - No lo había visto así.
- No soy segundo plato de nadie, mi señor - pronunció deliberadamente.
- Ya te lo expliqué, ¿no? Quiero teneros a ambos. Estoy enloquecido por el chico, pero tu también me atraes. Te trataría como a un rey - rió por la alusión - Tan solo tienes que aceptar. - Sonrió - No serán eso celos, ¿Fait?
- Ni en tus sueños, Tomas - pronunció por vez primera su nombre durante la conversación. El aludido tan solo ensanchó la sonrisa - ¿Para qué me llamaste? - cambó radicalmente de tema. La conversación y, sobre todo, la situación se le estaba yendo de las manos. Era peligroso permanecer mucho más tiempo a su lado.
- ¿Dónde estabas cuando te mandé venir? - preguntó el rey Tomas.
- Inspeccionando los alrededores. Era eso lo que estaba haciendo y fue por ello que no pudieron localizarme con anterioridad. - para hacer creíble su coartada, sacó de uno de los bolsillos de su pantalón un mapa que, hecho a mano, mostraba todo el relieve físico de la zona. Se lo tendió para que lo cogiera.
El rey de Wolfs, Tomas, lejos de tomar el papel, volvió a cernir su mano sobre la más diminuta y lo atrajo hacia sí.
- Piénsatelo. Sería el mejor de los amantes - se deleitó con el cuerpo maduro, perfecto y delicioso que tenía tan cerca.
“Eso es lo que tú te piensas, desgraciado”- rememoró los momentos al lado de su pareja. Él sí que era un muy buen amante.
Antes de que pudiera replicar, vociferó un nombre, un desagradable nombre.
- ¡Ruphert!
El tipejo accedió a la estancia para saber el motivo por el cual había sido llamado. Miró embelesado el cuerpo de Fait y fijando su vista en el rey, soltó:
- ¿cuál es su orden, su majestad?
- Lleva a Fait con los prisioneros. Él se encargará de acompañarlos en tanto nos marchamos. Aún así, dispón a varios soldados en la salida para protegerlos.
- como ordene. Con su permiso - hizo la pertinente reverencia y se dispuso a escoltar al tercer residente en la sala.
- Creo, mi señor, que yo solo me bastaría para hacer de niñera de dos críos. Veo lo poco que confiáis en mí.
- no confío ni de mi sombra, así que no seas melodramático. - Añadió cuando se disponían a salir. - Piénsatelo. - susurró al oído de Fait, que hizo una mueca disimulada, tras lo cual le dio vía libre para disponerse a cumplir lo que le acababa de ordenar.
“Solo un poco más, solo tengo que aguantar un poco más” - pensó mientras salía de esa pesadilla. Aunque ya no sangraba, tenía el labio hinchado y le punzaba. “Kein” Se tocó el corte con sus dedos. Tembló ante el contacto. Qué asco le había dado sentir aquel sabor en su paladar.

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Tras ser separados de Nitsuga tan abruptamente, fueron trasladados a otra tienda de campaña, más pequeña, humilde y sencilla.
Cuando fueron transportados, pudieron ver el campamento ya que, al llegar, les fue imposible. Observaron la amplitud del mismo, no era muy grande, tampoco era pequeño. Parecía una avanzadilla de algo de mayores dimensiones. Había soldados y bastantes caballos. Una zona cercada y más caballos pastando libremente por ella. Yuuri y Reiv vieron un posible medio de escape si conseguían llegar sin ser cogidos hasta allí. En una parte, había agua. Un barco allí anclado. Lo pudieron divisar a lo lejos. Árboles que les servían de protección y armas. Parecía ser un buen fortín.
Recogieron todos los datos que les fue posible antes de introducirlos en su nueva “cárcel”.
No los ataron, ni amordazaron. Tan solo los depositaron dentro de aquella habitación, amueblada tan solo con una simple mesa, algunas sillas y grandes cojines desparramados en una esquina.
- ¿Vías de escape?
- Los caballos - contestaron los dos.
- El mar, desechado. Tan solo nos meteríamos en la boca del lobo. Todavía tenemos la ventaja de estar en Thorp -
- Completamente de acuerdo. Además, en mi estado no aseguro que conseguiría llegar muy lejos. Me hundiría.
- No seas tan pesimista - bromeó. - Además, tendemos a flotar, así que bastaría con que te hicieras el muerto.
- que consuelo. - borbotó Reiv. - Más que eso, tenemos que encontrar a Nitsuga.
- No lo he visto mientras caminábamos. Ni a él, ni a los que se lo llevaron.
- Ni yo.
- ¿Cómo lo vamos a encontrar? - preguntó serio Yuuri.
- No lo sé.
Pasaron allí discutiendo sus posibilidades unas horas antes de oír movimiento fuera. Callaron. Ruidos de voces y de pasos que se acercaron hasta la tela que hacía las veces de puerta.
La tela fue separada por unas manos conocidas. Ruphert pasó e hizo el ademán de sostener la misma para dar paso a otra persona más en la habitación.
“¡¿el tío Gaby?!”
- Fait, aquí están los chiquillos. El embarazado es el heredero de Eirth, el otro, un antiguo alumno - lanzó una carcajada. - Yuuri - ese nombre en los labios de ese hombre, le produjo espasmos inquietantes.
“¡¿Fait?! Pero, ¡sí es el papá de Karel!. ¿Qué está ocurriendo?”
- Gracias - contestó cortante, antes de que alguien de los presentes soltara algún comentario que empeorase su situación. Fue despachado con la misma rapidez con la que entró.
- Hola, pequeños - dijo en voz baja tras asegurarse de que estaban solos y que nadie estaría espiando su conversación.
Reiv y Yuuri se lanzaron corriendo a los brazos ya abiertos de Gaby para ser confortados por estos. Tenían miedo. Estaban aterrorizados. Reiv estaba embarazado y Nitsuga… los habían separado. Después de todo seguían siendo meros adolescentes. Era normal que estuvieran asustados y que colapsaran en algún momento. Esa situación ya era difícil para un adulto como para poder ser soportada con total entereza por unos niños.
- Ya estoy aquí. No hay por qué preocuparse. - Notó la humedad de las lágrimas llenas de sentimiento contenidas por sus no tan diminutas cargas. Los dejó desahogarse.- ¿Y Nitsuga? ¿No estaba con vosotros?
- Se lo han llevado, se lo llevaron dos tipos y no sabemos donde está.
- ¿Qué? - Gaby no se imaginó que los distanciarían. Ello complicaba las cosas un poquito más
- Tenemos miedo de que le pase algo. Esos… no parecían tener muy buenas intenciones.
- Esos tipos que me decís, ¿cómo eran?
- Altos, morenos, uno delgado, el otro mas robusto. No dijeron sus nombres.
- Tienen que ser altos rangos porque, cuando llegamos, estaban al lado del rey y junto con ese que ha entrado un momento contigo antes - añadió Yuuri.
- Creo que sé quienes son. Debo buscar a Nitsuga. - caviló Gaby.
- ¿Pasa algo malo, verdad? - sollozó el panzón.
- Por cierto, ¿embarazado? - otro problema añadido. Los dos muchachos tan solo mostraron una amplia sonrisa.
- Ahora que caigo, tío Gaby, ¿por qué preguntaste por Nitsuga si no te dijimos nada y por qué estás aquí?
- siempre tan observador y analítico Yuuri. ¡Te pareces tanto a mí!
- Gracias, tío Gaby.- su conversación, que estaba yéndose por lindes adversos, fue interrumpida por un carraspeo de Reiv que los miraba incrédulo.
- Desde luego, sí que sois iguales - concluyó el príncipe.
- Mi misión, ¿la recordáis, verdad? Era de infiltración. Lo demás, os lo contaré cuando estemos a salvo, junto los demás
- ¿junto con los demás? ¿Te has encontrado con…?
- Sí, y debo decir que tu tío está más que sorprendido por tu boda, aunque nada comparado a cuando te vea con tremenda barriga. Ahora me voy a ir a por Nitsuga. Kevin y vuestros “amigos” - enfatizó - estarán aquí pronto. Les di toda la información necesaria sobre este lugar. Sabrán sacarnos de aquí en un pis pás.
- Antes de irte, Ruphert trabajaba en el castillo, ¿cómo no te reconoció?
- ¡Es verdad! – afirmó Yuuri.
- Durante aquellos meses, sois pequeños para recordarlo, pero ya os lo contaré. Tan solo que no salí de casa mucho, bueno, no salía para nada. Las veces que nos vimos siempre eran en casa. – zanjó el tema. Había temas más importantes por los que preocuparse que simples recuerdos del pasado, aunque rememoró las imágenes de la depresión por la que pasó y que contribuyeron a su auto encierro. Una mala época.
Al salir del toldo para ir en busca de su ahijado, se encontró con la imposibilidad de ir más allá. Los guardias le impidieron el paso.
- Vuelva adentro.
- ¿qué? ¿Sabéis quién soy? Yo no soy ningún prisionero para que me retengáis aquí sin mi permiso.
- Son órdenes de su alteza. Nos han ordenado no dejarlo salir, señor Fait. Lo sentimos mucho.
“más lo voy a sentir yo“- tentó de pronunciar más solo dijo - Solo cumplís órdenes. Bueno, al menos podría alguno de vosotros traer algo de comida y de bebida para divertirnos un rato - dijo maliciosamente.
- Pero… estamos trabajando. Si se enteran…
- No tienen por qué enterarse, ¿verdad? - recalcó meloso, mientras una de sus manos se paseaba insinuante por su pecho, descendiendo lentamente hasta llegar a su bajo vientre. Allí paró y retiró su mano lo que ocasionó un quejido de protesta por parte del otro hombre. - Claro, si queréis.
- No creo que pase nada por unas copitas - comentó el otro.
- Bien dicho.

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- Lo más importante es sacarlos de allí. Ya después nos encargaremos de ellos.- Kein tenía el gran papel donde ubicaba el campamento enemigo, sus dimensiones y datos que les fueran de ayuda. Todos habían sido conseguidos gracias a las investigaciones de su esposo.
- Muy bien. Entonces, ¿cómo lo vamos a hacer?
- Según estas fuentes, no deben ser muchos. De otra manera hubieran llamado demasiado la atención y eso habría puesto alerta a los demás países. Su modo de huída más factible es por el río. Gaby, en sus informes, efectivamente, nos informa de la presencia de un navío.
- Pero…
- Nuestra prioridad es la liberación de mi familia.
- Para nosotros, Reiv y los demás forman parte de nuestra familia - aclaró Karel, también presente en la reunión de los altos mandos de Thorp en la que se encontraba su padre.
- Está muy bien defendido. Será difícil entrar sin ser vistos.
- ¿Una distracción? – preguntó Kaito.
- Sería lo más conveniente – convino Kein. – Así, podría entrar una avanzadilla que los buscara aprovechando el alboroto que causaremos.
- Y, ¿por dónde entraremos? – se interesó Kyo.
- Por la entrada principal – Se asombraron ante tal afirmación.
- ¿Cómo?
- Tus tropas están aquí ya, ¿verdad? – Una afirmación de cabezas - Y han traído consigo a los prisioneros, ¿me equivoco? – Otro asentimiento - ¿Qué os parece tener como prisionero al rey de Thorp? – Caras de incredulidad. Esa fue la respuesta a la última pregunta.

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- Siempre he dicho que estas pastillas son las mejores. – Con cuidado de no haber sido visto, depositó a los inconscientes y borrachos soldados recostados en las paredes de la tienda de campaña dando la imagen, de lejos, de que seguían haciendo su trabajo. Bajó sus gorras para que no se delatara el tinglado. – Volveré en seguida. Creo que sé donde tienen a Nitsuga. No os mováis de aquí – Tras recibir una respuesta de los inquilinos, se marchó con sumo cuidado de no ser visto.
Sabía donde se podían encontrar esos individuos. Debía darse prisa. También conocía la fama que se gastaban. Apresuró el paso hacia la tienda de campaña que era de ellos, primero casi trotando para luego comenzar a correr hacia aquella dirección
Había pasado demasiado tiempo.

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El campamento apenas quedaba a media hora. Se habían parado lo suficientemente lejos para no ser detectados por los guardias y lo suficientemente cerca para evitar una larga caminata.
Los prisioneros, cogidos tiempo atrás, ante la posible reducción de pena si colaboraban, les había contado todo lo que sabían de la misión que les habían encomendado. Hombres. Nombres. Armas. Ropa. También habían conseguido gente que los suplantara. Constitución y complexión similares.
El plan estaba en marcha. Era arriesgado pero el único lo bastante inesperado como para poder funcionar.
- Menos mal que teníamos explosivos. Según el mapa de los puntos clave que mi esposo ha realizado, si nos posicionamos aquí, aquí y aquí – señaló los sitios en cuestión, causaremos alboroto, además de dejarlos sin armas pesadas, sin caballos y dividiremos sus tropas.
- Buen plan.- Kaito observaba la estrategia que habían ideado. Pronto los rescatarían. Pronto.
- Gracias – agradeció el varón eirthiano.
- Ya lo tenemos todo listo, su alteza – apareció un hombre vestido como el enemigo y preparado para adentrarse en territorio hostil.
- Alístense. Saldremos dentro de cinco minutos.
- A sus órdenes, señor – desapareció de sus vistas.
- Entonces, nos fragmentamos en cuatro grupos, ¿no, padre?
- Exacto. Tú, Karel, irás con el grupo que se adentrará. En cuanto encuentres a tu papá y a tus amigos, salgan. No mires atrás. El grupo de distracción será el más reducido. Los otros dos, tendrán más grosor.
- Yo me encargaré de las armas. – vaticinó Kyo.
- Y yo liberaré a los caballos. – Tanto Kyo como Kaito, deseaban adentrarse en el campamento a buscar a los donceles, pero también sabían que la consecución correcta de la táctica, saber cumplir su parte, garantizaría su seguridad. Eran piezas en el tablero. Una buena jugada garantizaba la muerte del rey. Jaque mate.
- Para mí, la mejor parte.
- Hacer de rehén también es un trabajo duro. No te quejes – Luck acompañaría a su explorador. Así lo habían decidido él y su padre con anterioridad. Todavía tenía una conversación, seria, muy seria, cuando todo acabara. ¿Enfrentar a un suegro cabreado? Mejor no pensar en las broncas que tendría que soportar más tarde.
- Vosotros dos – dijo refiriéndose a Kaito y Kyo – saldréis ya hacia vuestros puestos. A mi señal, comenzad con las explosiones y las bombas de humo. Vosotros entrad cuando – miró A Luck y a Karel – reine la confusión. Muy bien. Suerte a todos y os espero de regreso.
- Padre…
- Yo acompañaré al prometido de Reiv. Ten cuidado. Si te pasara algo… - Karel abrazó a su padre y abandonó el lugar junto con los demás para alcanzar sus respectivas posiciones.
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- Ya deben haber tenido el tiempo suficiente.
- Pues que se abra el telón. Empecemos con la obra y no hagamos esperar al público.
- Como diga, su alteza.
- Mejor, llámame Ethan. Después de todo, pronto seremos “familia” – recordó la palabra que el otro usó antes.
- Kein. Muy bien, Ethan, demos espectáculo.
Colocó los grilletes sin cerrarlos y, junto a unos diez soldados, todos disfrazados, emprendieron el camino hacia el acceso de la fortaleza.

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Corrió hasta prácticamente quedarse sin aliento. Sin esperar a recuperarlo, se adentró en el recinto que había quedado delante suyo.
Miedo a lo temido.
Horror ante lo esperado.
- ¡Soltadle, hijos de puta!
Reaccionó inmediatamente. Se lanzó contra aquellos dos para separarlos del cuerpo inconsciente y desnudo de su ahijado. Todo su cuerpo, amoratado, estaba lleno de heridas, unas secas y otras todavía sangrantes.
- Mira, pero si es Kait.
- ¿¡Qué te importa lo que hagamos con este crío?! O… ¿es que has venido a unirte a la fiesta? – su tono de voz, al recitar la última pregunta, fue más meloso. – Hace tiempo que te tenemos ganas, Kait.
- Si os acercáis, desearéis no haber nacido. Que no os quepa la menor duda. – Gaby advirtió sus propósitos con palabras, aunque deseaba que se acercaran para poder descargar su furia e impotencia a golpes contra ellos.
- Con tu cuerpo…
La pronta pelea fue interrumpida por el sonido de varias explosiones. Unas más cercanas. Otras, un poco más lejanas.
- ¿Qué demonios ha sido eso?
Salieron para comprobar el caos que se había formado en el cuartel. Todo era humo y caos.
“Ya ha empezado el show” Sacó de sus botas de planta baja, negras y que tapaban gran parte de sus piernas, dos cuchillas. Ganas de cortarles el cuello en horizontal no le faltaron. Se abstuvo y con el mango de las mismas, les golpeó en la nuca con tal fuerza que los dejó de inmediato inconscientes.
Cogió la desgarrada ropa de Nitsuga, colocó la blusa sin botones que lo taparía ligeramente y los pantalones. No los abrochó. Además, lo envolvió con una de las sábanas de la cama y se dispuso a salir en busca de Reiv y Yuuri.
Debido a los focos de batalla y al peso muerto entre sus brazos, no alcanzó a ir muy lejos. Estaba cansado, agotado. Por suerte, se encontró con siluetas conocidas no muy lejos de donde se había escondido. Tenía que darse prisa y alcanzarlos. Gritar no serviría de mucho. Había demasiado alboroto para que lo escucharan. Tan absorto estaba en pensar una forma de llegar a ellos que no reparó en la presencia que se agrandaba por los matorrales situados alrededor suya.

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- ¿Qué…? – Salió cuando oyó todos los estruendos. El rey wolfsiano descubrió, atónito, que los estaban atacando.
- Los mocosos nos están atacando.
- ¡Eso ya lo he visto, idiota! - Ruphert se mordió la lengua para no contestar por el insulto recibido. - Sígueme.
- ¿a dónde vamos?
- Es bueno ser precavido, ¿no lo crees así, Ruphert?
Y antes de que alguien los interceptara, fueron hacia su salvoconducto de salida en caso de que las cosas se complicaran.

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- ¡Jesús! Qué susto me has dado - Gaby se hubiera tirado literalmente a los brazos de su marido sino fuera por su ahijado, al que había estado cubriendo con su cuerpo.
- ¿No sabía que eras tan…? - las palabras murieron en la boca de Karel al distinguir a la persona dentro del bulto de sábanas.
Karel se dio cuenta antes que Luck y corrió a ayudar a su papa que mostraba ya claros signos de cansancio. Luck, por su parte, había permanecido quieto, en su lugar, perplejo.
- Será mejor llevárselo de aquí - comentó.
- ¿cómo ha podido suceder esto? - Karel lloraba y no podía más que preguntarse qué habían hecho malo para el tratamiento que recibían.
- Cálmate, Karel, todavía no sabemos que tan grave sea lo que le ha pasado. Por el momento, debes permanecer fuerte por él, ¿de acuerdo?
- Si estuviera enamorado de ti, te diría lo mucho que te quiero y te abrazaría como un loco - Dentro, en el fondo de su ser, sabía que esas palabras no eran ciertas, solo que todavía no se había dado cuenta, o, mejor todavía no quería darse cuenta porque ya era sabedor de sus propios sentimientos - Gracias.
Luck, el más alto con diferencia, alzó al muchacho y lo estrechó entre sus brazos.
- Me encargaré de protegerlo con mi vida. Es el prometido de uno de mis mejores amigos y el compañero de mi futuro.
Tras la sorpresa al oír esas palabras y el sonrojo correspondiente, Karel asintió.
- Creo que sería mejor que fuera yo. Mientras vosotros quedaros resguardados del fuego cruzado.
- Te acompaño, Karel. Tú no sabes donde se encuentran y tardarías más. Además, no creerías que dejaría a mi hijo, a mi único hijo solo en medio de este salvajismo - Gaby contestó la negativa que vio en los ojos del otro.
Antes de que nadie más pudiera replicar, se marcharon en busca de Reiv y Yuuri. Sin embargo, al llegar no encontraron rastro de ninguno. Habían desaparecido.

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Tras haber liberado a los caballos sin ser divisados y armar alboroto en uno de los francos, habían ido creándose paso hasta bastante el interior del campamento, llegando hasta donde se encontraba Ethan que, gracias al factor sorpresa, ya se habían deshecho de la guardia. También vio a los hombres que estaban terminando de reducir los ya casi inexistentes focos de rebelión y a Kein. Todos estaban bien, sin apenas rasguños en general. Y que había sido un buen plan.
Ahora solo faltaba reunirse con Kyo y con Luck. Esperaba que todo fuera les fuera bien.

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Kyo había llevado a cabo con perfección su parte del plan. Y según éste, tras conseguir acabar con el bastión de aquella zona, debían reunirse para formar el robusto de soldados. Así lo iba a ordenar cuando vio a una persona de cabellos rojos que se debatía como loco para evitar ser jalado. Aunque no lo oía bien, sabía que estaba gritando.
“¿Cuándo aquella cosa no gritaba?”
Mandó a sus hombres seguir con la línea trazada. Corrió para impedir el paso del personaje que arrastraba a Yuuri.
- Creo que el pelirrojo no desea ir contigo.
- ¡Kyo! - Yuuri se alegró de verlo, ahí parado, frente suyo, rescatándolo, tanto que omitió el apelativo con el que acababa de referirse a su persona.
- Me importa un pepino lo que desee él o lo que creas tú. - Ruphert lanzó al doncel en dirección a Kyo. En ese momento en el que él lugarteniente lo atrapaba, el fugitivo tramposo sacó un arma y, sin pensarlo, jaló del gatillo.
Kyo había observado la maniobra que el otro había realizado y, previniendo la trayectoria del proyectil, protegiendo a Yuuri, se lanzó al suelo. A pesar de ello, la bala impactó en su muslo, en la parte exterior, apenas rozando la carne, abriéndose paso hasta salir por el lado contrario por lo que la misma se llevó consigo parte de la piel.
El aullido de Kyo demostró el dolor que le causó ese desprendimiento, aunque no hubiera dañado gravemente la pierna. Yuuri se removió inquieto. Ese grito le había puesto los nervios de punta.
Ruphert, habiendo errado el tiro, lanzó el arma al suelo cabreado por la falla y se dirigió espada en mano contra el thorpiano aprovechando su ventaja. Kyo paró la espada que se dirigía hacia su cabeza con la propia, aun envainada. Golpeó con su pierna sana, la pierna contraria. El otro individuo trastabilló, momento que agradeció para poder levantarse, movimiento dificultoso por el dolor adherido a su muslo derecho.
Kyo era más grande y poseía mayor destreza en el manejo de la espada. Así lo confirmó Ruphert para su desgracia. Dirigió su mirada hacia Yuuri. Tan hermoso.
- Una excelente putita, ¿no piensas lo mismo?
- ¡Bastardo! - Kyo, durante la contienda, había recibido un corte en el abdomen, producto de un tropiezo al doblársele la pierna dañada. Ruphert no estaba en mejores condiciones. Tenía varios tajos regados por su cuerpo.
- Y un cuerpo endemoniado, era y es tan perfecto… - increpó cansado el malvado.
- ¡Cállate!
- ¡Kyo! - Yuuri había dejado pelear a Kyo, observando en silencio pues sabía que, de otro modo, solo estorbaría. Pero, cuando vio que Ruphert se dirigía corriendo hacia donde había tirado el arma en un gesto inconsciente y rabioso, corrió para alcanzar el arma antes. Lamentablemente no llegó a tiempo y quedó a unos centímetros de Ruphert. Su mueca le desagradó.
- Si no eres mío,… - No le dio tiempo a apuntar a Yuuri, ya que, una espada atravesada en su corazón lo imposibilitó. En realidad, lo impidió para siempre. Murió de inmediato, con los ojos abiertos y con aquella cara de sorpresa adornando su rostro.
Kyo, pulverizado, se tiró al suelo. Iba a preguntarle al eirthiano como se encontraba, pero su cuestión murió en sus cuerdas vocales para escuchar los bramidos y alaridos que éste empezó a lanzar a los cuatro vientos:
- ¡Un médico! Rápido, que alguien venga. ¡Socorro!
- Yuuri, que no es nada, solo un pequeño rasguño. - Ni caso.
- ¡Socorro! ¡Necesito ayuda! Joder, ¿es qué nadie quiere escucharme?
“¡Cómo para no escucharte! Con los gritos que estás pegando… el problema es que tú no me escuchas a mí”- pensaba resignado e ignorado Kyo.
- ¿ves? Ya casi no sangra.
- Se le van a salir las tripas, el hígado… ¡lo que tenga ahí dentro!
- ¿no crees qué exageras un poco?
- ¡No! - Al menos había escuchado lo último que había pronunciado. Era un logro el poder ser escuchado entre tanta tontería.
Una idea cruzó por la mente retorcida de Kyo:
- Me muero… - puso un tono falso de agonía, que, para los oídos de Yuuri, fue bastante real, tanto que hasta se lo creyó.
- eso. ¡Qué alguien nos ayude que Kyo se mue-re! - uno, dos,… - ¿¡Quéeeeeeeeeeee!? No, ni se te ocurra. No te vas a morir. - Por fin, desde que terminó la disputa, Yuuri se había dignado a dejar la histeria y se había acercado al sitio donde se había dejado caer Kyo, enervado y hastiado. Lo miró.
- Veo una luz... - kyo estaba aguantando las risas que pugnaban por salir de su garganta.
- No, a la luz ni la mires. ¡Ni se te ocurra! Tú a la oscuridad, que hace más fresquito y se está mejor.
- Ya no puedo más… - Añadió a la agonía, una voz de ultratumba, susurrada, carente de fuerza, que ameritaba su estado de “moribundo”
- Por favor… - La voz quebrada Yuuri casi le hace desistir de la broma pesada de la que era protagonista.
- Ya no puedo respirar…
Tosió para dar credibilidad a su papel y aguantó la respiración. Cuando se disponía a abrir los ojos para dar por finalizada la diversión, se quedó parado. Unos labios rozaron los suyos. No pudiendo permanecer por más tiempo inmóvil, rodeó con sus potentes bíceps, el cuerpecito recostado a pocos centímetros por encima del suyo y terminó por salvar las distancias, dejándolas nulas. Yuuri se sorprendió, se asustó. Su intención había sido la de insuflarle aire para intentar salvarlo. Ahora caía en la burla.
Intentó romper el beso pero estaba atorado en ese abrazo de hierro y cuando se dispuso a reclamarle, Kyo logró ahondar el beso introduciendo su lengua. El otro acabó rindiéndose a los sentimientos encontrados en ese beso. Mordió sensualmente la lengua que jugaba a entrar en su boca y la tocó con la suya, jugando. Rompió el beso para morder los labios del mayor, pasó su lengua por ellos, lenta y parsimoniosamente hasta que Kyo ya no aguantó el papel pasivo y tomó el control total del contacto.
Se separaron cuando el aire les hizo falta.
- ¡Idiota! ¡Eres un desalmado! - Yuuri se puso a llorar y eso le dio mayor coraje. Kyo se sintió un poco culpable. Intentó quitar las lágrimas que aparecían en sus ojos. La culpabilidad se esfumó en cuanto Yuuri le apretó la herida del costado y del muslo. Venganza, dulce venganza.
- Lo siento, Yuuri - se disculpó - No me escuchabas y... pues, no se me ocurrió otra cosa para que me hicieras caso… - La risa de Yuuri le hizo sentir tonto.
- ¿Sabes? Es la primera vez en todo el tiempo que estamos juntos que me gastas una broma. Una de muy mal gusto, por cierto - Kyo se sonrojó.
- La verdad no lo había hecho antes. En cualquier caso, nunca se me había pasado por la cabeza.
- Bueno, es momento de cambiar de parecer, ¿no opinas lo mismo? - Yuuri enfatizó la última frase, recalcando el doble sentido de ésta.
Kyo entendió cada una de las palabras. En su verdadero significado. Sonrió. Por fin había avanzado un paso sin retroceder dos.
- Yuuri - dijo tras unos minutos, una vez calmado el ambiente.
- Dime.
- ¿Qué relación tenías con ese tipo?
- Fue mi tutor durante unos meses… - Yuuri, esperando los refuerzos puesto que él solo no podría cargar con Kyo y éste no podía caminar con su herida, empezó a contarle lo sucedido con Ruphert. Fue allí cuando entendió el trato tan contrapuesto de Yuuri.
Ahora entendía aquella doble personalidad de Yuuri. Ahora podría ayudarlo y ser el soporte que el chico necesitaba.
- Pero, que sepas todo esto no quiere decir nada, ¿eh?
- Claro, claro.
- ¡No me des la razón como a los tontos!
- Entonces, ¿qué? Te hago caso o no. Decídete.
- Dos bromas seguidas no es bueno ni para ti ni para mí. Y que yo caiga tan fácilmente en ellas, definitivamente no es bueno para mí.
Kyo rió ante tal ocurrencia.
- Definitivamente no es bueno.
¿Kyo riendo tan abiertamente? El fin del mundo. Pero esa risa era contagiosa y le daba desasosiego y tranquilidad. Dejó que Kyo apoyara su cabeza en sus piernas, utilizándolas de respaldo y mesó los rubios cabellos oscuros a la espera de la aparición de sus compañeros. Kyo, gustoso, se dejó hacer, esperando que aquella caricia durase mucho tiempo, eternamente.

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Habían conseguido reducir el contingente rival. Se habían reunido. Reiv no aparecía por ningún lado. Según lo dicho por Yuuri que había quedado en manos de Ruphert, había sido arrastrado por el rey. Imaginaron hacia donde podrían dirigirse.
Llegaron para ver como Tomas tenía sujeto a Reiv y lo llevaba consigo. Andaban marcha atrás, en dirección a donde estaba el barco.
- ¡Suéltalo! - había vociferado Ethan, acompañado por gran parte de sus huestes. La situación ya estaba controlada. Bajas poco numerosas y un gran número de prisioneros habían sido cogidos, estando a buen recaudo. Cabe decir que muchos de ellos tan solo se habían limitado a cumplir órdenes y por ello, había que darles el beneficio de la duda. Tendrían un juicio justo cuando las cosas se aclararan y la situación se normalizara.
- ¿Me crees tan estúpido? Mejor, alejaos. Me sentiría tremendamente triste si por vuestra culpa, tuviera que… - Con la pistola que llevaba, acarició la mejilla de Reiv, que pegó un respingo debido al contacto con el frío metal.
- No saldrás vivo – A pesar de la amenaza proferida, obedeció. Obedecieron y se alejaron del rey y de su prisionero lo suficiente para que el otro quedara conforme.
Empezó a subir la pasarela de madera que, situada detrás, llevaba a la cubierta del barco. Todo el trayecto lo hizo observando a las figuras, furiosas, que quedaban en tierra. Una vez pisó la superficie del transporte por mar, con una de sus piernas hizo caer la rampa al mar. Ya no había acceso posible al barco.
- Mi señor, todo está dispuesto para zarpar.
- Muy bien, Fait. Zarpemos. Encárgate de llevarlo a un camarote y que no salga de allí por ningún motivo.
- Como ordenéis, mi señor – Gaby, aprovechando su todavía no descubierta coartada, afortunadamente, subió poco antes que el rey, mientras éste había cogido a Reiv como rehén, para rescatarlo. Fue por ello que los demás obedecieron a la petición de Tomas. Todos habían visto a Gaby subir.
- Espero que no te hundas – bromeó, mientras, con cuidado y muy disimuladamente, lo llevó de regreso hasta la baranda. El barco apenas avanzaba. La orilla apenas estaba a unos metros. No hacía falta nada más que unos minutos. Era el momento idóneo para escapar.
- ja,ja – Reiv
- Fait… - Tomas se había dado cuenta, demasiado tarde, de la jugada de su subalterno.
Reiv ya había saltado. Bueno, Gaby lo había empujado ya que al muchacho le había entrado aprensión ver las distancias que los separaban del río.
- Gaby, mi señor, es Gaby – Orgulloso de dar a conocer su verdadero nombre ante ese hombre. Estaba subido a la balaustrada, pero, por una bala que rozó su hombro, cayó violentamente por la borda, golpeándose contra la superficie acuosa.
- ¡Gaby! – nombró Kein que, junto a Ethan se habían lanzado al agua en cuanto vieron a Reiv ser empujado. El rey thorpiano se encargó de su embarazado prometido. Estaba en buenas manos. Él, nadó en busca de su esposo. Estaba inconsciente. Rojo. Agua tintada de ese color. Había sangre tintada. Se asustó y entre gritos y disparos, consiguió sacarlo hacia donde se encontraban las tropas. Ethan ya había salido don Reiv que también había observado, asustado, la caída de su tío. Como todos. Al menos él estaba a salvo.
- ¡Alto el fuego! – Desde esa distancia, con el barco en movimiento, ya más veloz, las balas no les alcanzarían. Además, el otro bando también había parado de disparar.
- Con que Gaby, ¿eh? Bonito nombre. Te pega. – Lanzó una carcajada escalofriante - ¡Volveré! – gritó percibiendo la imagen desde la altura que le proporcionaba la coraza de madera. Oyeron el sonido traído por el viento.
“Y yo esperaré ese momento. Que no te quepa la menor duda” – fue el pensamiento de más de uno, abrazando a sus tesoros.
- Kein, me haces daño – despertó.
- Oh, perdona. ¿Te duele algo? – Lo depositó en el suelo y rasgó parte de la camiseta para detectar la lesión. – Solo te ha rozado. No es nada.
- Pero es lo suficiente. ¡Como escuece!
- Quizás sería bueno darle algunas puntadas. - Un chico, que portaba el material médico, se acercó a una orden de Kein y depositó el maletín a uno de sus costados. Sacó aguja, hilo y alcohol con el que desinfectó el palo de metal.
- ¡Qué te las dé tu padre! Quita esa aguja de mi vista o vas a saber lo que es una cosida de verdad.
- Gaby, no seas niño.
- Niño, ¡tu padre!
- Y anda con mi padre…
- Puedo decir lo que quiera de tu padre.
- No seas quejica, Gaby. – Kein ya había introducido el hilo por el ojal, lo que había puesto más nervioso al más bajito. Pero, ¿si lo era un pequeño corte?
- Es tu última oportunidad o dejas eso o…- Más vale maña que fuerza.
- o, ¿que? – desafió.
- ¿no te lo imaginas? – coqueteó. Kein no se molestó en volver a replicar. Tiró por los aires todo lo que tenía, ni siquiera los guardó en su sitio.
- ¡Ya está! – Cogió una gasa, varios trozos de esparadrapo, limpió la herida con agua oxigenada y la tapó. - ¡Listo! Pero ni se te ocurra dejarme sin sexo. Sabes lo mal que lo pasé la última vez. ¡Un mes! Quien en su sano juicio aguanta un mes sin intimar… – empezó a suplicar ante la altanera mirada de su pareja.
- No seas niño… - empezó a decir. Los dos sabían que las tornas habían cambiado. Ambos sabían quien era siempre el ganador.
La mayoría observó divertida la riña entre los padres de Karel. Éste se moría de la vergüenza y Kaito sostenía entre sus brazos a su destrozado pretendiente. Así había sido desde que se encontró con Luck que le había pasado al muchacho sin decir un solo vocablo.

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El estado delicado de cuatro de los integrantes, ocasionó la búsqueda de algo que hiciera las veces de carruaje, que pudieran reconstruir ya que ni Reiv, por su embarazo, ni Nitsuga, por sus heridas, podrían aguantar todo la travesía de regreso a caballo. Tampoco lo harían Gaby que se resentía del hombro y Kyo, incapacitado para la larga caminata. Tardaron casi un día en poder encontrar algo útil. Una carreta. También consiguieron víveres y agua potable. Todo estaba preparado para volver.
Nitsuga, desde que despertó, se había pasado la mayor parte del tiempo solo. No permitía que nadie se acercara, que nadie le hablara.
Yuuri le había dejado la sortija a su vera cuando observó que era incapaz de dársela en la mano. Rehuía el contacto ajeno. Temblaba.
Permanecía solo. En el río, bañándose o en la orilla, contemplando sin ver el agua azulada. No quería comer ni beber. Se había convertido en autómata. Y la presencia que mas daño le hacía tener cerca era la de Kaito, que tuvo, a pesar de su reticencia, que hacer caso de las recomendaciones. Tenía que darle tiempo. Todo se arreglaría cuando volvieran a casa.
Antes de tomar camino, de vuelta, cogió un objeto. Lo estrechó entre las palmas de sus manos. Allí quedó la marca de su forma.
El regreso a casa se llenó de silencio. No tenía nada que ver con el espléndido rescate que habían realizado. A pesar de su victoria, no habían ganado.
Nitsuga, en cuanto llegaron a su destino, se bajó del carruaje y se marchó hacia los jardines sin decir nada a nadie, sin ver ni oír ni escuchar nada y a nadie.
- ¿Nitsuga? - pregunto inquieto Kaito.
- Lo siento, pero ya no puedo casarme contigo – Lloraba incontrolablemente. Le tendió el anillo de compromiso, el cual significaba su próxima unión para la eternidad, y con lágrimas en los ojos, se alejó corriendo del que sería el amor de su vida, el único.
Kaito no supo como reaccionar. Simplemente, no reaccionó de ninguna manera.
- No te des por vencido – Una sombra apareció tras su espalda y apoyó su mano en el codo del peli castaño.
- Gracias, Ethan.


Continuara...

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