5vs5 Angelus 5vs5. 2ª TEMPORADA_parte_d_capitulo_20

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CAPITULO 20.EL LAZO ROJO DE LA VIDA. UN PORVENIR

El fresco vaivén del viento, frío, limpiaba la atmósfera. Había una congregación de personas en medio de la naturaleza, en un descampado adornado mediante un lustroso edificio de madera, de escasa anatomía, que tan solo gozaba de techo y del armazón de madera y enredaderas colocadas estratégicamente en el mismo haciendo el papel de una pared inexistente; un camino rojo, de tela satinada, que llegaba hasta él, hasta los pies del monumento donde ya se encontraba el religioso. Bancos de piedra situados a los lados, haciendo un semicírculo imitando las gradas de un anfiteatro y blancas maderas enmarcando el lugar. Una carpa, blanca, abierta llena de deliciosos manjares y una fuente englobaban el paradisíaco lugar de fábula.
Las sillas ocupadas, el novio esperando al lado del cura y el desposante, radiante, caminando por el hilo rojo hasta el final de su destino.
Una sonrisa, una madre radiante, una familia feliz, unos amigos insuperables, unos hombres, sus descendencias, el mundo… que todos sean testigos.
Una ceremonia.
Solo tú y yo.
- Estamos aquí reunidos el día de hoy para celebrar el matrimonio de su alteza el rey Ethan Luc Van Diel, ilustrísimo general de innumerables tropas y vencedor de incontables batallas y su alteza el príncipe heredero del reino vecino de Eirth y futuro rey consorte del territorio de Thorp Reiv Christopher Remusant, ambos súbditos de dios que …
- … Y con el poder que me ha sido dado yo os declaro esposos. Puede besar al novio.
Ese es el sonido de la consecución del camino impuesto. La felicidad que todo ser busca incansablemente, incesantemente hasta el último de sus días: la felicidad plena, lo que se conoce como la mitad del alma perdida y que, hasta que no encuentras, no eres sino más que una mínima parte de ti mismo.
Ethan no esperó que la petición del sumo sacerdote fuera dicha otra vez y, con sumo gusto, besó al que, por fin y tras muchos inconvenientes, era su marido y también el nuevo rey consorte de Thorp.
Los vítores no tardaron en dejarse oír, así como los aplausos, los cumplidos, las risas, las alegrías… y el llanto de una pequeña que había sido despertada ante el creciente barullo que se estaba formando en la hermosa y gran catedral de estilo gótico con grandes arcos ojivales, adornada por inconmensurables vidrieras que daban al entorno, junto con las estatuas de piedra algo desgastadas por el tiempo y la erosión, una imagen de majestuosidad.
Tras unos arduos meses y más que uno u otro gran inconveniente, dos reinos vecinos habían sido unidos a través de un contrato matrimonial de por vida. Una alianza, en términos más refinados. Pero aquello iba más allá, era el amor triunfante ante las crueles pruebas del destino.
Un sentimiento más fuerte que la vida, más poderoso que los designios divinos.
Ethan tras darle un húmedo y apasionado contacto labial, bajó su cuerpo arrodillándose y dando un leve pico al abultado vientre donde estaba creciendo y a punto de ver la luz del sol su pequeño heredero al trono. Ese gesto tan emotivo sacó más de unas apremiantes palabras cargadas de emoción.
Reiv sonrió. Sus mejillas estaban sonrosadas y sus ojos brillaban como nunca lo habían hecho. Su felicidad era plena.
Tras todo lo ocurrido hacía recién dos semanas, y, tras pasar por grandes alborotos debido al protocolo y a la boda frustrada, ese había sido el tiempo mínimo que se habían procurado para poder llevar a cabo, por fin, una boda íntima donde solo estuvieran las personas más cercanas a los novios. Quince días son lo que habían pasado desde el primer intento fallido de ceremonia.
La mayoría de los invitados se habían quedado en palacio todo el fin de semana y habían podido disfrutar de todos los festejos que la boda acarreaba. Es verdad que alguno no pudieron hacer acto de presencia por mucho tiempo y ausentarse de sus deberes, más eso no les impidió preocuparse por la situación que, frente a los ojos más importantes del mundo, había provenido, mediante mandatarios que se hospedaron en lugar suyo, familiares y correspondencia. La fatídica situación tan solo se prolongó un fin de semana, tres fatídicos días de búsqueda, justo el tiempo que se prolongaba la celebración antes de que la feliz pareja partiese de viaje de nupcias, cosa que nunca pudo darse.
Durante la angustia que el miedo causó, la reina sustituta Millenia se encargó de atender a todos los presentes y supo dar el talle que las condiciones requirieron.
El día que llegaron la mujer se asustó al ver el estado de algunos recién llegados. Iban en una carreta: su hijo, Nitsuga… Se preocupó demasiado, pero quien no lo haría al ver a sus pequeños en ese estado. Puede ser que una madre, una mujer con instinto materno tienda a exagerar… todo es posible. Con bien, solo fueron sustos que se solucionaron en el término de una semana.
Y en ese momento…
- Gracias a todos por acudir a este evento que, debido a una serie de desdichadas circunstancias, no ha acabado como todos hubiésemos querido. Quiero agradecerle su comprensión y colaboración. Gracias a todos. Espero que durante su estancia en Thorp lo hayan pasado bien. Tan solo, y repito, darles las gracias, que acepten este pequeño obsequio de nuestra parte y una pequeña anotación en donde queda explicado todo de manera breve y escueta. Allí queda todo aclarado. Por último, tan solo decir que hemos decidido, como motivo de dichos peligros, volver a celebrar este acaecimiento en la más privada intimidad - Tras aquel discurso emitido por un cansado Ethan, tras llegar de la incursión, las personas, abandonaron el lugar, a la mañana siguiente, deseando una pronta recuperación. Se mostraron sumamente sorprendidos y comprensivos con todo. Bueno, la gran mayoría. No todos los individuos son buenas personas, pero eso era algo que se sabía incluso antes de existir el mundo como tal.
Así fue como se preparó todo otra vez para esta vez sí poder desposarse mediante la unión de lazos, el intercambio de alianzas y emitir la promesa de amor eterno hasta más allá de la muerte ante los ojos de todos.
- Oye, parad ya o no quedará nada para esta noche - los novios dejaron de darse arrumacos para acercarse a sus amigos que esperaban, ansiosos, felicitarles. Primero, los padres y familiares más cercanos tenían el privilegio de ser los preferentes en desearle buena nueva por lo que la madre de Reiv, su hermano pequeño, sus padrinos y tíos, sumado a las dos pequeñas revoltosas que habían sido damas de honor. Cabe decir que el comportamiento de ambas fue impecable, un honor del que, gratamente, se sorprendió su consanguíneo mayor. Luego, según el protocolo antiguo aplicado por la nobleza, y por normas de cortesía, era el turno de los donceles y de las damas. Los hombres varones, adolescentes y los que formaban parte del ejército eran los últimos en hablar con los recién casados.
Tocaba esperar.
- Creo, Shion, que eres el menos adecuado para decir eso - intervino Luck. Todos rieron. Tras el gran susto que les hizo pasar a todos.
- No seáis así conmigo. Recordad que soy una persona convaleciente. - Shion intentó mostrar lástima. No lo consiguió. Una mala jugada.
- Eso no te lo crees ni tú - apoyó Kaito.
- ¡Oye! - se quejó el aludido.
- Tú lo que tienes es una envidia que te mueres - atacó con gracia Kyo donde más dolía. Debido a las heridas que también le habían inflingido debía caminar apoyado en una muleta.
- Touché - Shion hizo un movimiento, como si le clavaran una flecha en el corazón - Tocado y hundido.
- Si ya hasta le has cogido el gusto a lo de ir en silla de ruedas.
- Ni que lo digas. - Shion mostró, dando unos golpecitos a las ruedas de su artefacto, su conformidad e utilidad del mismo. - Además, no os podéis ni imaginar lo feliz que estoy y lo que le tengo que agradecer a esta herida.
- ¿Por? - pregunto uno de los thorpianos.
- No me creeríais si os lo dijera con palabras. - El momento de demostrar la veracidad de sus vocablos no tardó en darse. Su esposo se acercó hasta el grupo.
- ¡Shion! - Sakuya se arrimó hasta su marido, depositó un urgente beso en los labios de éste y dejó entrever la carga que había llevado entre sus brazos - Hola - saludó a los soldados con una radiante sonrisa. Éstos enmudecieron. Sí que demostraba ahora sus emociones. - ¿Qué les ocurre? Están… - susurró en el oído de Shion.
- No, nada. Dime
- ¡Ah! Es verdad, cariño. - “¿Cariño? ¿Dónde habían quedado los insultos que siempre le dedicaba?”-¿Te puedes quedar un momento con Clío mientras les doy la enhorabuena? No quiero que se vuelva a poner nerviosa como en la ceremonia, que no paraba de balbucear. - Sakuya todavía recordaba con vergüenza como su pequeña, en medio de la ceremonia, en el silencio de la sala o cuando solo recitaba el sacerdote, quería hacerse notar. Era un bebé. Qué más podía hacerse.
- Con sumo gusto. Trae aquí a mi princesa. - El doncel moreno obedeció gustoso.
- Gracias. Te quiero y ten cuidado, ¿vale? - volvió a besar a su pareja y besó la frente de su hija. Con ello, se dispuso a irse, incluso caminó varios pasos, pero lo pensó mejor, dio la vuelta, antes de marcharse, replicó: - Es una muestra de mala cortesía no saludar a un doncel y ya ni digamos cuando se quedan con la mirada fija y perdida en él.
“¡Ese sí era el Sakuya qué conocían!” - Por un momento más de uno se asustó.
- ¡Os lo dije! - Shion se reía de las caras tontas que todavía no habían desaparecido del rostro de sus amigos. Kyo era el menos sorprendido.
- la verdad es que con Yuuri paso algo bastante similar.- Kyo recordó con cariño el instante en su memoria de cuando formalizó su relación con el rubio. Ahora sí podía decir en voz alta y sin miedo a equivocarse que eran novios, con todo lo que ello implicaba.
- ¿Qué? ¿Es que hace falta estar al borde la muerte o medio mutilado para que te reconozcan? ¡Karel! - Luck desapareció del grupo en busca del pelirrojo.
- Éste sí que no tiene remedio. - Kaito miraba entrañablemente su alianza de compromiso.
- Pobre Karel. - no podían estar más de acuerdo.
- Bueno, cambiando de tema, ¿no os parece preciosa? - mostró a la pequeña Clío que, con sus grandes ojos abiertos, se chupaba graciosamente, haciendo ruiditos, el dedo pulgar. Una criatura preciosa.
- la verdad es que es muy linda. - dijo Kaito.
- Estáis pensando en vuestros propios hijos, ¿verdad? - Shion supo que eso mismo es lo que habían pensado.
- ¿Cómo…? - preguntaron tanto Kaito como Kyo.
- Porque ser padre es lo más bonito que me ha pasado después de convertirme en marido - sonrió.

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- ¡Felicidades! Estás guapísimo - Millenia no podía estar más segura de sus palabras. Su hijo estaba radiante. Es verdad que su traje no estaba tan logrado como el anterior, pero le daba ese aire tan juvenil que le favorecía. Una camiseta negra, ajustada a su cuerpo de manga al codo, acompañada con una holgada camisa gris de costuras y botones dorados, tan solo abrochada hasta donde sobresalía el enorme vientre. Un pantalón a juego, sencillo, y unas botas de planta baja, que también formaba parte del conjunto, de color negro, formada por finas correas y cordones que alternaban el plateado y el dorado. No había que olvidarse de las muñequeras, una más larga que la otra. Una tapaba simplemente la muñeca, en tanto la restante, partiendo del pulgar alcanzaba el comienzo de la prenda superior.
Por supuesto, el atuendo de Ethan era bastante similar. Había apostado por algo sutil, cómodo y familiar. Él llevaba una blusa blanca, ancha con un chaleco negro, pantalones y zapatos del mismo color.
Una bonita pareja que merecía la felicidad que estaban teniendo que tanto habían ansiado.
También fueron felicitados por sus hermanos y por la familia postiza de Reiv, bien, aunque no tenían sangre común corriendo por sus venas, tenían el derecho a ser reconocidos como tales.
Ethan había tenido el placer de conocer a los padrinos de Nitsuga, no bien así a sus padres, que habían llegado poco más de dos semanas atrás y no había tenido muchas oportunidades de parlar con ellos. Notaba la tensión palpante entre ellos. A pesar de estar cogidos de la mano, el más bajo en altura, el doncel, tenía el rostro bastante pálido, como si quisiera vomitar. Notaba como no aguantaría mucho más el contacto. Así fue. Ethan notó que, en cuanto se marcharon para ser saludados y congratulados por los compañeros de su esposo, se soltó del agarre y observó, poco después como se alejaba, solo, hacia la maleza y, como, segundos posteriores, le seguía una masculina figura.
Problemas matrimoniales que Ethan, en verdad, esperaba que solucionaran.
“Y creo saber de quien es la culpa”- El rey dejó ese tema de lado para volcarse en su ceremonia y en la placidez que todo aquello le provocaba.

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- Ahora vuelvo, Necesito aire - Una vez más aislados y pasando más desapercibidos, Daniel le comunicó a Gaby su deseo de estar solo para que no se preocupara cuando no lo encontrara entre las demás personas.
- ¿Te acompaño? - más que una pregunta, parecía una afirmación. Daniel le había contado todo, todo lo que había sufrido. Las acusaciones, la pelea, los golpes, la huida, la soledad, la pérdida de su hijo … No sabía exactamente lo que era eso, pero él sufría también por los hijos que nunca pudo tener. Ésta no era oportunidad para auto lamentos.
- No hace falta. Necesito un poco de soledad, para pensar. - La boda le traía dolorosas remembranzas. Su propia boda, su felicidad, su embarazo, el nacimiento de su hijo… y todo en compañía de Nitsuga. En verdad, dolía.
- ¿Estás seguro?
- No te preocupes. - Más no contestó la pregunta - En cinco minutos estoy de vuelta. Palabra. - De esa forma, su mejor amigo, reticente aún, le dejó marchar.
Daniel se alejó un poco de la fiesta. No tenía ganas, de con su malhumor, de chafar la alegría de los demás. Nitsuga, vigilante, aprovechó la oportunidad.
- Daniel - lo llamó. Estaban entre unos árboles, rodeados de setos. Cerca había un banco. Un sitio bastante introspectivo.
- Creo que este no es el momento para que hablemos.
- Daniel - Su nombre pronunciado por esos labios tan deseados y al mismo tiempo igual de odiados, caló dentro de su alma - Entonces, ¿cuándo será el momento para ti? Llevas huyendo de mí, de esta conversación… ¿cuánto? ¿Seis meses, siete, ocho?
Sin palabras para rebatir la verdad que su marido acababa de soltarle, el papá de Nitsuga quiso huir, como lo que venía haciendo últimamente, escudándose en alguno de los presentes al pequeño festejo de celebración. Un agarre en su brazo le impidió hacer aquello que su mente le pedía, le exigía a gritos:
- Pero, ¿qué…?
- Basta de huir. Eso se acabó.
- ¿Imponiendo tu voluntad, Nitsuga? - expresó con rintintín - Recuerdo que eso se te ha dado bien siempre.
- Daniel, no quiero que discutamos. Quiero, imploro hablar contigo.
- ¿Por qué ahora sí? ¿Qué ha cambiado en este tiempo para que ahora quieras hablar?
- Daniel… - Sabía que el ser perdonado por su esposo sería difícil, pero estaba hablando de su pareja y no permitiría que acabara así. Nunca. Ni en un centenar de años. Sería paciente. Aguardaría.
- Siempre se te ha dado mejor actuar y luego pensar en lo que has hecho.
- Te amo.
- Yo también te amo y sé que jamás lo dejaré de hacer
- ¿Pero? - Nitsuga sabía que había algo que Daniel quería decir.
- Pero hay veces que ya no hay vuelta atrás, que mirar hacia el pasado no sirve de nada, que el futuro no es sino una prolongación de ese tiempo rebasado que no quieres evocar. De verdad, ya estoy cansado.
- Lamento que pienses así, pero te juro - lo asió suavemente de los hombros para encarar su mirada y prosiguió: - que no me voy a rendir en lo que concierne a ti.
El contacto varonil le acongojó.
- ¡No me toques! - se exaltó Daniel.
- ¿Tanto te repugno que no consientes que te toque? - Aquello le dolía. No le contestó. - Contéstame.
- Si me repugnara todo sería más fácil. No, no me repugna, me duele cuando me tocas. Me, me recuerda…- le concedió su deseo. - Todo me recuerda a ti, a él, a ellos - Le costaba hablar. Le hacía daño.
- ¿Por qué no me cuentas que pasó? ¿Dónde…? - señaló el poco abultado estómago de su esposo, sin tocarlo, evitando así otro posible rechazo que, en esta ocasión, no podría soportar.
- ¿te refieres al hijo que no quisiste reconocer como tuyo por tus enfermizos celos? - Evocar la figura de su hijo neonato fue demasiado - Eso qué te importa a ti. - Borró con rabia una furtiva lágrima.

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- Es mejor que los dejes hablar a solas.
- No voy a permitir que le haga más daño. - Gaby había visto desaparecer a Daniel y a Nitsuga de la comida y se preocupó.
- Tampoco permitas ser el causante de no ser capaz de recuperar la sonrisa. Se equivocó. Yo me equivoqué, muchos de estos muchachos se han equivocado. Su deber es enmendar su error e intentar ser perdonados. Permite al menos que lo intente, Gaby.
- ¿Desde cuándo, Kein, eres tan…?
- ¿romántico, gallardo, inteligente, sensato?
- … tan cursi?
- Gaby, tú sí qué sabes como hacer cumplidos.
- Pues entonces, tenemos suerte de no necesitarlos - Acto seguido los padres de Karel se fundieron en un arrumaco húmedo.

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- Esa preocupación, ¿a qué viene ahora? ¿Ahora crees en mis palabras de que el fruto que crecía en mi vientre es tuyo?
- ¿Crecía? - Nitsuga reparó en el tiempo de ese verbo, en pasado, usado por Daniel.
- Exacto, crecía. No lo soportó, no pude protegerlo. Fui un mal papá y fracasé en cuidarlo - Estaba llorando
- Daniel… - Nitsuga no quería creer en el significado de lo que le estaba confesando.
- lo perdí. Sufrí un aborto hace poco más de un mes.


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- Por cierto, todavía no había encontrado el instante para decírtelo.
- Es algo sobre tu visita médica. Todavía no me has dicho qué te dijo. ¿Anemia? Me lo temía.
- algo parecido. Quitarme fuerzas, me las quita.
- Gaby, estás dando muchos rodeos. ¿Qué te dijo? ¿Algo por lo que deba preocuparme? - Kein reflejaba en su rostro muestras alarmantes.
- Espero que no
- ¿Espero que no? Gaby… - tono de advertencia.
- Es que todo depende de cómo te tomes la noticia. Ya sé que somos mayores, bueno, tú eres ocho años mayor que yo, pero tampoco es tanto, no tengo tantos años. A los treinta y dos… ¡peores cosas se han visto!
- Gaby, cálmate. Deja de balbucear tan rápido, respira y dime de una buena vez que narices te ha dicho el médico.
- ¿Recuerdas aquella vez hace tres meses, en el pueblo, en la posada?
- claro que lo recuerdo. A la mañana siguiente, no podías moverte, pero ¿eso qué tiene que ver al caso?
- Mira que eres lento para lo que quieres. Felicidades, tigre. Todavía estás en forma.
- Y aún lo dudabas. - Se enorgulleció. Añadió sensual - Si te apetece nos perdemos un rato y te lo… ¿Eh? - Kein empezaba a caer en la cuenta. - ¿en serio?
- En serio.
- ¿De verdad vamos…? ¿Me dices que vamos…?
- Sí, estoy en cinta.
- Pero, ¿cómo…? ¿Tuyo y mío?
- Creo que ya sabes cómo y por supuesto que es nuestro. Ven - kein se dejó guiar. Gaby tomó su mano y la depositó en su barriga, reafirmando las palabras que acababa de decir - Me has hecho más feliz de lo que en la vida he soñado ser. Eres lo más maravilloso que me he encontrado en una fiesta, me has dado un hijo maravilloso y ahora me darás otro.
¿Otro hijo? Cada uno de los sonidos que cada vocablo de cada una de las consonantes y vocales resonó en su mente. Hacía tiempo que se había hecho, que ambos, se habían hecho a la idea de que solo podrían tener un vástago. Tener otro haría que la vida de Gaby corriera peligro y…
Su rostro se ensombreció.
… Y eso no lo permitiría mientras estuviese en su mano impedirlo.
- Sé lo que estás pensando Kein y te puedo asegurar que no me voy a deshacer de tu segundo descendiente. - A pesar que la conversación rozaba ya la discusión, ninguno había elevado la voz y entre los presentes, pasaban desapercibidos. El don para infiltrarse.
- Gaby, sabes que lo deseo con toda mi alma, más aún sabiendo que por mi culpa, que, por dejarte preñado siendo tan joven, te dañé, causándote muchos problemas, casi te pierdo. Por tener a Karel, casi mueres en el parto. No lo aguantaría, sin ti no hay nada.
- Pero volví y lo volvería hacer una y mil veces. Además, lo más difícil era quedarme en estado. Han pasado, cuánto, diecisiete años acostándonos sin protección y es, tanto tiempo más tarde, cuando el milagro se hizo. Recuerdo cuando los médicos dijeron que, prácticamente, había quedado estéril, que habría una posibilidad entre un millón de volver a ser padres. Aquí está. Es más, son tres meses de embarazo y no lo he perdido. Mira todo lo que ha pasado en ese tiempo y está aquí. No morirá. Y yo tampoco.
- Gaby… - dijo rendido - ¿siempre sabes qué decir en cada oportunidad?
- He tenido tiempo para prepararme y convencerte. - sonrió mientras era abrazado por su gran y fuerte marido.
- De ahora en adelante completo reposo,…
- sí, querido
- Acudirás cada mes, no cada dos semanas, mejor, que sea cada semana a una revisión médica,…
- Si, querido
- Y yo te acompañaré. Quiero estar informado
- Si, querido
- ¿Me estás dando la razón sin escuchar ni una palabra de lo que te digo, Gaby?
- Sí, querido - Gaby calló súbitamente. La frase de Kein resonó en su cabeza, palabra por palabra. “¡Maldita sea!” - Creo que esa respuesta era no, querido - suavizó su voz.
- Creo que sí - La de Kein, sin duda, no era suave.
- será mejor si…
- ¿si ideamos un castigo adecuado para un esposo inconsciente?
- Yo había pensado otra cosa - miró alrededor, observando una fiable forma de escape.
- No hay forma de escapar, pajarito.
- kein… te lo ruego - su voz sonaba por segundos cada vez más aguda. Estaba siendo conducido hacia donde se encontraba el gentío y allí pararon.
- ¿Alguien lo sabe? - susurró Kein.
- ¿el qué? - preguntó solícito Gaby.
- Lo de tu embarazo.
- No.
- Prefecto - Gaby se asustó más sí cabía por la respuesta. “¿Es qué pensaba regañarlo delante de todos y aprovecharse para ello que nadie sabía de su estado? Jamás le perdonaré tal humillación”
Kein hizo un movimiento para silenciar y comenzó a emitir un discurso.
- En primer lugar, quiero felicitar a los novios. Espero que seáis felices y que gocéis de un matrimonio como el mío.
- Lo solucionaremos en privado, por favor. - sollozó. Estaba colorado.
- Que ese hijo te haga tan feliz y te sientas tan orgulloso de él como yo lo estoy del mío - Karel se sonrojó al igual que su papá materno.
- ¡No!
- Ethan espero que Reiv te haga tan feliz como Gaby me lo ha hecho a mi, con dos hermosos hijos: Karel y mi futuro.
- No me… azotes - la última palabra prácticamente la silabeó. Estaba atónito.
- Quiero anunciarles que Gaby esta esperando a mi segundo sucesor
- ¿Qué…? - Gaby estaba perplejo. No había esperado ese anuncio.
- ¿En serio pensabas que maltrataría al amor de mi vida? Qué poco me conoces. Debería darte vergüenza. - sonrió malicioso
- te lo compensaré esta noche - esa proposición subió el libido de Kein, impaciente porque llegara la oscuridad.
En tanto recibieron las congratulaciones por el nuevo bebé en camino.

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- ¿Qué ruido es ese?
- No te preocupes. Seguramente sea kein. Supongo que Gaby ya le dio la noticia.
- ¿Qué noticia? - preguntó curioso Nitsuga.
- La misma que yo te di hace unos meses y que negaste delante de mí así te juré y perjuré que era tuyo. Me arrodillé y supliqué.
- ¿Está embarazado?
- Sí, están esperando un bebé y Kein se lo ha tomado tal y como imaginaba.
- Pero, ¿cómo…? - Nitsuga ignoró la segunda parte del comentario.
- Un milagro - suspiró. Era tiempo de exteriorizar todo lo que había guardado esos meses - Ni te imaginas lo contento que me puse cuando me enteré. No tardé ni una milésima en llegar a ti para comunicártelo, para demostrarte mi amor por ti, el fruto de ello. No creí que las cosas se desarrollarían así.
- Daniel… creo que tenemos que hablar sobre ello.
- ¿Sobre qué? Sobre que por tus celos creíste que el hijo que esperaba no era tuyo. Lo llamaste bastardo y a mi, ¿qué fue lo que dijiste? ¡Ah, sí! Que era una vulgar putita que se contorneaba delante de cualquiera para seducirlo y que le dieran por el culo. Fue algo así, ¿verdad?
- Daniel, basta. No recuerdes ese día.
- ¿La verdad duele, Nitsuga?
- Lloré, supliqué, me arrodillé sobre tus piernas, besé tus pies y tan solo recibí golpes. Y luego…
- ¡Dije que basta Daniel! - exhortó.
- ¿Qué pasó luego, Nitsuga? - Estaba enervado, fuera de sí - Me cogiste con suma dulzura del suelo, limpiaste mis heridas, me depositaste en el lecho y…
- No sigas, te lo suplico.
- si lo que querías, qué hablásemos. ¿Qué paso luego, Nitsuga? - repitió, esta vez gritando con el alma desgarrada - ¡Contesta!
- Te hice mío. Sabía que no lo deseabas pero lo hice de todos modos. No te negaste pero tampoco participaste. Estabas ido y yo no quise darme cuenta. Esa mañana desapareciste.
- Supongo que no te preguntarás el por qué
- No.
- Entonces, ¿por qué me seguiste?
- Un perdón.
Un carraspeo interrumpió la plática.
- Disculpen que les interrumpa, pero Nitsuga estaba preocupado. Se ha ausentado bastante y me ha solicitado que los buscara. En realidad quería venir él, pero, tal y como suponía, no quería que los viera discutiendo en su situación. - Kaito, ante los reclamos de su prometido, había ido a buscar a sus padres. Sabía que había algo raro entre ello y acababa de enterarse del porqué. Hubiera deseado equivocarse.
- ¿Has escuchado algo? - Daniel hubiera deseado que la respuesta fuera negativa.
- Lamento decirles que lo suficiente. - contestó, sin embargo, Kaito.
- No se lo digas a nadie y menos a mi estrella
- Tiene mi palabra.
- Gracias. Eres un cielo de zagal. Mi hijo y tú habéis tenido mucha suerte. Regreso a la fiesta. Con permiso - Daniel desapareció hacia el sitio de donde provenían las voces.
Nitsuga se disponía a seguir la figura cuando la voz del muchacho lo paró:
- Incluso, el ser más enamorado del mundo puede errar alguna vez. No se rinda. Él lo sigue amando. Lo he notado en su mirada.
- Lo sé, lo sé. - Se acercó al chico y golpeó su hombro: - estoy orgulloso de tenerte en la familia pero, por tu bien, espero que tú no te conviertas en algo como yo.
- Solo puedo asegurarle una cosa: nadie esta más enamorado de su hijo que yo. ¿No le parece suficiente para darme la oportunidad de intentarlo?
- Gracias, muchacho.
- suerte con su intento de reconquista. Si me permite decirlo, mi suegro parece de armas tomar.
- entre nos, no lo parece, lo es. - rió - me caes bien, chico, quiero decir, Kaito. Espero que pronto podamos hablar en circunstancias más favorables. - Desapareció.
- Yo también, señor, yo también. - y los siguió hasta legar al festejo.

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- Gracias por ir por ellos.
- Sabes que haría cualquier cosa por ti - Nitsuga se dejó abrazar por Kaito. Esperaba que la situación de los padres de su novio se resolviera favorablemente.
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- Luck, no sé cuántas veces más quieres que te lo diga. No voy a quererte más si eres herido. Solo conseguirás que me cabree.
- ¿Por generarte preocupación?
- Por ser tan idiota de llegar hasta ese punto.
- mira que eres malo - Luck se portó de manera aniñada.
- Y tu bruto.
- ¡Espera!
- ¿Qué?
- ¿acabas de decir que no me querrás más?
- ¿He dicho yo eso? ¡Mierda! - lamentó Karel.
- Sí lo has dicho y conseguiré que lo vuelvas a hacer.
- Buena suerte.
- Por cierto - pronunció meloso Luck - ¿No deseas que tu hermanito tenga un sobrino de su edad? Así podrán jugar y crecer juntos
- ¿Y si es niña?
- Me da igual. La querré igual.
- ¡Me refiero a mi hermano! Puede ser niña, no solo niño.
- ¡Ah! Me es indiferente. He usado el masculino como género universal y no por distinción de sexos. En todo caso, no te has quejado cuando he dicho que quería que tuviéramos un hijo. Tú y yo - recalcó.
Karel no refutó. N verdad, esa idea, en su cabeza, no le pareció del todo mala; pero no se lo diría a Luck. Al menos, no todavía.

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- me cuesta mucho trabajo separarla de ti. No tiene ni dos semanas y ya la mimas demasiado. ¿Es eso posible?
- Vivo para complaceros, mi amo. - Sakuya se avergonzó por lo dicho ya que despertaba en él ciertas pasiones - Eso me recuerda a cuando te tengo que complacer en muchos sentidos… - Shion estaba bastante complacido con aquella reacción tan graciosa.
- ¡por dios! Cállate. Nadie tiene por qué enterarse de lo que hacemos en la intimidad de nuestra recámara, ¿no crees?
- En todo caso, ¿has podido dormirla con tanto alboroto? - Shion cambió de tema, de su querido Sakuya a su hija Clío. Sus dos grandes tesoros, las luces de su vida.
- No te preocupes. Duerme cuando tú y yo peleamos. Esto no es muy diferente, ¿no crees?
- Pero nosotros discutimos desde el cariño. - Shion, desde su posición sentada, tocó el culo de su pareja. Ante la muda respuesta del pelinegro, declaró: - mucho tiempo de abstinencia. Deseo estar dentro de ti ya.
- Y yo deseo estar dentro de ti.
- No sabes lo caliente que me pone cuando dices esas cosas.
- Por eso lo hago, porque te conozco y porque sé que todavía te queda una semana más de reposo.
- Imagínate lo que haré cuando finalice. Te las haré pagar todas una a una.
- Esperaré ansioso. No me defraudes.
- ¿Alguna vez lo he hecho?
- mmm… - lo pensó - no, no tengo queja. - Se acercó para demostrar su fogoso amor con una muestra de cariño - Te amo.
- Bien sabes que yo también.

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- ¿Te duele mucho la pierna? Has estado demasiado tiempo en pie.
- No es nada importante. No te preocupes.
- ¿Y quién te ha dicho que lo estaba?
- No hace falta que me lo digas. Lo sé.
- Creído. - como respuesta, recibió un beso de Kyo. Un espléndido beso de Kyo, interrumpido por un grito.
- ¡Salido! ¡Deja de comerte a mi hermano, literalmente! - Sakuya, hermano mayor, en acción ultradefensiva.
- Y más que me voy a comer - Y Kyo, echando leña al fuego.
- Y tú, Shion, ¡no te rías!

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El día fue bastante ameno y lleno de risas. El espectáculo estuvo servido. Muchos acabaron rendidos y se durmieron nada más tocar la almohada. En cuanto a otros, la fiesta no había hecho sino comenzar…
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- Ha sido un día ajetreado.
- Y que lo digas. Los pies me están matando, estoy cansado y tu hijo no para quieto.
- se parece a su padre.
- ¿a cuál? - Ethan no contestó sus palabras y le sacó la lengua en un acto egoísta y de niño pequeño, mientras se dirigía al cuarto de aseo para desnudarse. - Todavía no me contestas - Reiv lo vio desaparecer por la puerta. Sabía que se encontraba en esa estancia, anexa al dormitorio común, pero el no verlo lo ponía nervioso. Esa situación, lo que sabía y deseaba que ocurriese lo estaban poniendo nervioso y no lo podía evitar por más que quisiese.
Por su parte, Ethan abandonó la habitación para aclarar sus acalorados pensamientos obscenos. Le costaba recordar que su marido, una bonita palabra, estaba en los últimos meses de gestación. No paraba de repetírselo, más esas palabras eran relegadas cada vez que recordaba el menudo y bien formado cuerpo del doncel, muy abultado en su parte intermedia.
La verdad estaba más enorme que lo que un muchacho en su tiempo de gestación debería estar. Aun así, aquello no obnubilaba la belleza del pequeño ni aplacaba ni un milímetro su lívido. Por desgracia para él.
Se desnudó y se introdujo en la bañera de gigantescas dimensiones que previamente había sido llenada de agua, en su justa temperatura, por algún sirviente de palacio mientras estaban despidiéndose de los invitados que todavía festejaban los acontecimientos recién acaecidos.
El agua rebosaba y golpeó las paredes macizas cuando pequeñas olas ante el movimiento que el cuerpo humano realizó mientras se acostaba en la tina.
Ethan cerró los ojos. Le dolía la cabeza, Se ensimismó por lo que no notó el bullicio que el líquido hizo cuando otro cuerpo se introdujo en él ni momentos atrás cuando emergió en el cuarto de aseo ni cuando se desnudó. Y, por ello mismo, se asustó al oír su voz tan cerca suya:
- Ethan - pronunció Reiv - ¿Qué sucede? ¿Pasa algo malo conmigo? Ya no me quieres porque… - se ruborizó.
- No digas eso en broma. Con el trabajo que me ha costado ganarme tu amor, ni en mil años lo volvería a menospreciar por nada. - Interrumpió la frase de su amado. - Te amo - continuó. - Te amo como nunca he amado y amaré a nadie salvo a ti. Por siempre.
- Yo también te amo.
- Para la eternidad.
- Por siempre jamás.
Observando que más sílabas y frases sobraban, se fundieron en un vigoroso beso, en tanto juntaban sus pieles para profundizar el contacto. La barriga le impedían maniobrar bien así que Ethan, a pesar de los que fuero interno le gritaba, lo cogió por debajo de los hombros, asiéndole por las axilas y lo depositó en una de las esquinas del mueble. Hay que decir que la bañera estaba construida incrustándose en el suelo por lo que Reiv ahora estaba sentado en el piso. De esa forma suplían la distancia que los separaba y quedaban, prácticamente, a la misma altura.
Abrieron los ojos. Se observaron. Se dijeron con la mirada todo aquello que querían expresar sin palabras y que era mejor no hacerlo.
En todo el movimiento realizado, nunca cortaron el roce de sus labios. Los largos y angulosos dedos hacían arder la piel del contrario por allí por donde pasaban, inquietos, anhelantes, lascivos. Se tocaban con apremio y con cierto grado de brusquedad, hosquedad de la que no parecían percatarse. La urgencia se materializaba en la rojez que empezaba a aparecer en ambas figuras.
Separaban sus labios para segundos después volver a unirlos. La pasión se cernía en el ambiente, tensaba el aire e impedía el discernimiento de cualquier otra cosa.
Las grandes manos descendieron lo que ocasionaron un salto del amante más chico. El rey thorpiano paró los movimientos de sus miembros superiores, dejándolos allí donde habían quedado, en las caderas del doncel.
- ¿Reiv…? - tanteó Ethan.
- Yo… no sé… de verdad que no sé que
- No pasa nada - abrazó el menudo cuerpo con su poderos abrazo. A pesar de la envoltura debido a la preñez del adolescente, era lo bastante grande cómo para estrecharlo sin problema alguno. Dispuso una de sus extremidades bajo sus posaderas y lo alzó. El agua les cubría hasta medio pecho. El eirthiano, como respuesta, lo rodeó tanto como le fue posible con sus piernas.
- No sé que… qué me ha pasado - balbuceaba dudoso.
- Tranquilo.
- Ethan, no puedo dejar de temblar. - Depositó su cabeza en un de los hombros del guerrero.
- Ya, relájate. - Lo asió para infundarle tranquilidad mientras masajeaba la espalda del joven realizando suaves movimientos musculares que abarcaban desde el singular cuello hasta las redondeadas nalgas,
- mmm - ronroneó - La verdad es que esto funciona.
- ¿Lo dudabas? - Se oyeron unas risitas provenientes de dos tonos de voz distintos, uno más grave que el otro, que era un tanto más agudo.
- Te quiero.
- Reiv… quizás todavía no es tiempo
- Te amo - Y silenció a Ethan con otro contacto, ésta vez mucho más lento, exquisito donde se tomaron el tiempo de degustarse, de mostrarse su cándido y puro amor.
- ¿Estás seguro?
- Como nunca en la vida.
- Reiv, todavía tiemblas. Mejor lo dejamos aquí.
- Sí, tiemblo pero no compares estos temblores con el miedo - Se acercó al lóbulo de la oreja del mayor para susurrarle: - Estos temblores son de excitación. - El aire que expulsaba con cada sonido y que golpeaba el oído del mayor, sumado a la lamida que llevó a cabo al terminar de hablar creó un escalofrío de puro placer en Ethan, que no pudo evitar demostrarlo con un gutural clamado, despertando, a un tiempo, otra vez, su hombría.
Sin tiempo a reponerse, Reiv bajó una de sus manos al pecho musculoso de su marido para juguetear con unos de sus pezones.
- Reiv… - dijo ronco. Su autocontrol no aguantaría mucho y esa era la última advertencia y le rubio lo sabía.
Reiv cesó el movimiento, más dejó la mano allí todavía, acercó su rostro de tal forma que sus bocas prácticamente se rozaban y sus respiraciones se confundían. Sacó su mojada lengua, pasándola por sus labios empapando, saboreando los otros tan cercanos a los suyos.
- De verdad, quieres que lo dejemos aquí cuando estoy tan caliente, sudoroso y clamante por amor - Su voz era totalmente lujurioso. Era absolutamente embriagador, libidinoso.
“¿Desde cuándo el enano es tan…?” - Ethan ya no pensaba coherentemente. Sus barreras habían sido sobrepasadas.
Ya no había marcha atrás. El tiempo para detenerse… sencillamente ya no existía.

Continuaron allí por donde lo habían dejado instantes antes. En esta ocasión, Reiv se dejó hacer.
Ethan llegó hasta el miembro más pequeño y lo masajeó, lenta, pacientemente arrancando gemidos entrecortados y acallados por su boca que lo volvían loco. Su miembro purgaba y latía peligrosamente a cada sonido, a cual de ellos más atrayente y bello. Reiv rompió el beso para poder suspirar con plena libertad. Su cuerpo sudaba, al igual que el de ethan. Sentía vergüenza por su desnudez, pero se recordó a si mismo que aquello dejó de importarle hace muchísimo tiempo. Se dejó ir por las caricias tan expertas que estaba recibiendo y que lo estaban volviendo loco.
Una patada del neonato rompió la magia de golpe. Ethan lo notó pues ésta se realizó cuando masajeaba el bajovientre. La sintió.
Paró de súbito.
¿Qué estaba haciendo?
Reiv se asustó. Su reacción.
- ¿Por qué…? - Reiv estaba intentando recuperar un poco del aire que le faltaba cuando pronunció esa pregunta.
- No podemos.
- ¿Por qué? - repitió Reiv al borde de las lágrimas. Estaba a punto de llorar.
- no quiero hacerte daño. Estás casi en el último trimestre de gestación y ya han sido muchas emociones. Lo menos que quiero es que nuestro hijo nazca prematuro y todo por un calentón.
- Pero no sabes qué calentón.
- ¿Reiv? - preguntó incrédulo.
- No me vas a dejar de esta forma. - Señalo su erección.
- ¿Has oído algo de lo que te acabo de decir?
- Sí.
- Entonces… - Intentó separarse, pero el muchacho se lo impidió. - Reiv, esto no es una broma. Puedo esperar. Podemos esperar.
- Quiero placer y lo quiero ya - ordenó mandón.
- Reiv… - amenazó.
- Ethan… - suspiró - Parece mentira que no teniendo experiencia alguna sepa de otras formas de placer que tu has parecido olvidar.
- Y con eso quieres decir… - volvió a posicionarse en una postura sugerente, comprendiendo a donde quería llegar su pequeño. ¿Cómo no se había dado cuenta?
- No habrá problema si no hay penetración. Tendremos cuidado, ¿si? - imploró con sus aguamarinas y con su carita de ángel.
- Alguna vez te han dicho lo irresistible que puedes llegar a ser.
- Continuamente. Ahora bésame y termina lo que empezaste.
Ethan rió.
- No sabes lo que me pone cuando usas ese vocabulario para mandarme.
- Creo que sí lo sé. - Reiv notaba la enorme excitación de su marido en sus nalgas.
Colocó el cuerpo otra vez en el borde y allí, los dos juntos, se masturbaron cuanto quisieron, juntos, primero uno, el otro, hasta que no pudieron más.
- Eres delicioso.
- ¡Ethan! No te tragues eso.
- ¿Por qué?
- Es mi… - no consiguió decir la palabra “semen”
- Y es tan delicioso como tú. Vamos - lo ayudó a salir para encaminarse a la habitación. Ya fuera de la ducha, cogió un albornoz que colocó sobre el deseado cuerpo, ahora lleno de chupetones e hizo lo mismo con él; posteriormente lo cogió en volandas y se fueron a la cama.
- Eres delicioso. - Se posicionó encima, bocabajo, sin dejar caer su peso, apoyándose en sus antebrazos para tal motivo entre los cuales estaba su preciosa carga.
- ¿Qué vas a hacer? No doy para más. - Reiv estaba adormilado y sus ojos apenas se encontraban entreabiertos, mirándolo.
- No te preocupes. Tú no vas a moverte. Tan solo disfruta.
- ¿más? No creo poder aguantarlo.
Ethan no respondió. Se agachó hasta tener a mano las intimidades del otro para con su lengua empezar a masajear la punta del tronco. Con sus dedos tocaba los testículos, agarrándolos, presionándolos en todo su grosor para después rozarlos nimiamente. Reiv, a pesar del cansancio debido al ejercicio anterior y a su inexperiencia, elevó sus caderas para premiar rapidez. Aquella parsimonia le incitaba aquere más, mucho más.
- Más rápido.
- ¿Te gusta?
- Sabes… bien… que… sí - respondió el menor entrecortadamente.
Ethan no lo hizo esperar más y lamió en toda su longitud el pene para luego introducirlo completamente en su cavidad bucal. Desplazó una de sus manos hacia el trasero para masajearlo mientras continuaba con su labor.
Se lo sacaba para volver a introducirlo o para, mientras subía para besar aquellos sabrosos labios, tocar el glande con sus dedos, presionándolo lo suficiente para recibir aquellos gemidos que tanto le gustaban.
Ethan sabía que estaba a punto de eyacular por lo que lo volvió a meter en su boca, tocando sus testículos con una mano mientras la otra la depositaba en uno de los muslos haciendo un masaje ascendente y descendente.
- Ethan… - suspiró jadeante.
Se lo tragó todo. No se dejó ni una gota. No quería desperdiciar ni una siquiera. Sonrió. El espectáculo tan sensual que se representaba ante sus ojos era sin igual.
Besó las inglés y así con cada parte del cuerpo, deteniéndose más en unas que otras hasta llegar a la cara, en la cual se esmeró por más tiempo. El cuello, los pómulos, los ojos, la nariz y la boca. El otro recibió la atención con ésta abierta. Su lengua no paró quieta y así estuvieron, jugando dentro de ellas otro rato. Apenas se separaban nos segundos para coger aire y volver a empezar con la guerra entre el dominio por el beso.
- Tengo sueño - pronunció cuando supo que podría hablar sin tartamudear. Esa noche había acabado con todas sus fuerzas y no había sido para menos. Tan solo lamentó una cosa. No haber podido albergarlo en su interior. Habría más oportunidades. Seguro. Y sabía que lo disfrutaría como nunca.
- Duerme. Velaré tu sueño.
- te amo.
- Y yo a ti. - Besó los labios, tan solo un roce, de su ya durmiente esposo y se perdió en el aseo para aliviarse.


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Unas molestas punzadas despertaron al rubio, que estaba abrazado, desnudo, al lado de su amante, con el que había pasado una noche estupenda.
Miró hacia la ventan. Las cortinar, a pesar de estar corridas, peleaban con las flechas solares que querían entrar vigorosas y brillantes a través de ellas.
Ya era de día.
Se incorporó en la cama y, no pudiéndolo evitarlo, gruñó un quejido ante el inminente dolor que le aquejaba.
- Reiv, ¿ocurre algo? - Ethan se estaba desperezando.
- Me duele.
- ¿Dónde te duele?
- La barriga. Me pincha. - Otro dolor punzante y otro alarido como consecuencia.
Ethan se asustó. Cuando se disponía a llamar al servicio para que fueran a por el médico, el sonido de la voz de Reiv lo detuvo:
- Ya ha pasado. No hace falta.
- De todos modos, para asegurarnos será mejor llamar al médico. - No obtuvo respuesta. Reiv se quedó pasmado. Sus ojos, fijos, miraban las mojadas sábanas.
- Creo que deberías darte prisa en llamarlo. - Ethan iba a obedecerlo ciegamente. Aquel rostro no auguraba nada bueno - Ethan. - volvió a llamar.
- Dime - dijo presuroso.
- Ponte algo de ropa encima.
- ¿eh? - Hasta ese momento, se había paseado como dios lo trajo al mundo por la estancia - Tienes razón. - Cogió una de sus batas y corrió hacia la puerta para abrirla y para solicitar la presencia del sanitario urgentemente.
Continuara...

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