Tiempo_al_tiempo_capitulo_2_lo_que_mal_empieza...

By 13:23:00

Antes de poner el capitulo segundo de esta historia, quiero agradecer a dark princess por se la beta de este fic. GRACIAS guapa.

Bueno, y, a continuación, el capitulo:



CAPITULO 2- LO QUE MAL EMPIEZA…


Todavía no sabía lo que le había impulsado a salir ese día, ese fatídico día, para ser más precisos. Ni él mismo se lo podía explicar. Primero ese parque lleno de niños felices, jugando y riendo con otros infantes mientras sus padres, atentos, les perseguían con la mirada, cuidando y velando por sus retoños.

Ante ese recuerdo, inconscientemente te llevó una de sus manos al vientre con tan mal fario que, sin haberlo meditado, golpeó su muñeca lesionado con el sofá de su casa.

Segundo, aquel aparatoso accidente, que bien acababa de recordar y aun persistía con ese dolor atroz. Situación de por sí embarazosa y enrevesada el chico que, sin querer, lo empujó resultó ser el hijo de Potter, un compañero de su internado al cual odió desde el principio hasta el último año escolar.

Si ello le parecía horripilante y un golpe de mala suerte, el lugar en el que acabó le convenció de que aquello había sido obra del mismísimo diablo que parecía haberse ensañado con él y con su vida. De más, estaba mencionar la palabra destino o sino, el hospital. Ese lugar de paredes tan blancas como la cal, donde imperaba el ruido y el ir y venir constante de personas, donde todo es agobio y prisas. Por supuesto que lo conocía bien. Se había pasado los últimos años viviendo a tiempo parcial en una de sus plantas, en esas incómodas camillas, con ese adusto camisón destapado en la parte trasera y comiendo esa comida, si la podía calificar de ese modo.

Y, por supuesto, no debía olvidarse de Blaise. Su querido mejor amigo. Nunca y repitiendo esa palabra hasta la saciedad, hubiera imaginado, era impensable, que llegaría el día en el que Potter y el estuvieran de acuerdo. No es que le importara, pero, si era a costa suya, la cosa cambiaba drásticamente. Y tanto. Todavía recordaba el calvario que había pasado en el hospital para que lo dejaran marchar.

FLASHBACK

- Perdonad, no quiero molestar - Los dos adultos le miraron extrañados - ¡Qué diantres! -Potter le miró acusador y recordó al niño que estaba en la sala. Le lanzó una mirada asesina con sus preciosos ojos grises e hizo como si nada hubiera pasado con anterioridad - Sí que quiero molestar y regruñir, gruñir, despotricar, si es posible. Os recuerdo que estáis hablando de mí, que estoy presente, que no me habéis pedido opinión. Gracias. No, no quiero y no me voy a ir a vivir a su casa - Recalcó elocuentemente, mientras señalaba al susodicho con el dedo. Y cuando observó las bocas abiertas de los dos morenos a punto de replicar, agregó antes que ello - Punto final. No hay nada más que hablar.

- Pero… - dijeron ambos al mismo tiempo.

- Draco… - finalmente fue Blaise quien tomó la palabra, con el permiso silencioso de la mirada de Harry Potter - Con esa muñeca no vas a poder hacer nada, además, por si se te ha olvidado, te recuerdo que la otra apenas es funcional.

- ¡Blaise! - Estalló Draco Malfoy. Aquel era una parte de su pasado que no quería sacar a relucir, ni tan siquiera recordar y, encima, que Harry y su hijo estuvieran presentes no le hacía ni la más mínima gracia. El niño seguro que no había entendido nada de lo dicho, era demasiado pequeño para comprender tales palabras, pero, Harry, por mucho que le hubiera gustado creer y rumorear en el internado Hogwarts no era tonto. Siempre supo que el ser policía era vocación suya, insinuó recordando la escena de esta tarde con la placa que lo acreditaba como funcionario.

Harry no dijo nada, tomó notas mentalmente para recabar información y poder estudiarla con detenimiento. La intriga lo mataba, empero preguntar no le serviría de nada. Miró a Draco, también a Blaise y desechó la idea de un interrogatorio amistoso. Sería como hablar con la pared. Sí, de seguro le sacaba una confesión al muro que veía, en el que colgaba un gran cuadro donde se veían muchas fotos minúsculas de promoción, que a algunos de ellos una sola palabra que le esclareciera el asunto.

Harry, a su pesar, tuvo que admitir la lealtad que se olía en el aire del habitáculo.

- bueno, sí, pero, ¿cómo que no te vas a ir con ellos a vivir? ¿No ves que no vas a poder hacer nada?

- No seas melodramático, Blaise. Contrato a alguien por unas horas y ya está. Además- Pronunció con retintín, pues ya no tenía caso ocultarlo si Blaise lo había desvelado a voz en grito - Si he podido arreglarme con un brazo medio inútil, podré hacerlo con…

- El problema es que es una muñeca escayolada y ese brazo tuyo lisiado. Son dos y no uno solo como te venías arreglando tú solo - intervino Potter.

- Hazme un favor, Potter - Y, a continuación, deletreó cada una de las letras de la siguiente palabra, vocalizándolas muy bien y con la boca bien abierta pues de sus cuerdas vocales no salió sonido alguno - Muérete.

Harry sonrió. Le hizo gracia aquello y agradeció el gesto al mismo tiempo. Había sido una enorme consideración hacia el pequeño.

- Yo también te quiero - Mirada asesina como respuesta gracias a esa “confesión” de Harry.

- Bueno, no nos desviemos, Draco. Entonces, ¿por qué?... - volvió retomar el tema el médico.

- Y dale con lo mismo. No es no y punto. No te tiene que importar ninguna otra razón.

- Draco, esas rabietas pueden funcionar con tu madre o cuando eras un niño. Ahora no, así que compórtate de acuerdo a tu edad y danos una razón lógica - Harry asintió ante ese discurso.

- ¿Niño? ¿Te parezco un niño? - Harry comprendió que el otro moreno había dicho algo inapropiado. Su rostro se lo confirmó - Pues bien, es Potter. No me he llevado con él bien desde nunca, hace mucho tiempo que no sé nada de él, no lo conozco y no me quiero ir de mi casa, mi único resquicio de paz. Puede que esas razones no te valgan a ti, pero, me da igual pues son perfectamente coherentes para mí que, al fin y al cabo, es lo que me importa.

- De verdad que no quise decir eso, Draco - Se disculpó Blaise ante su torpeza.

- No importa - Draco intentó suavizar la situación en la que había acabado la conversación, ahora más cercana a discusión que a un intercambio pacífico de palabras - En serio, no hace falta que todos me tratéis como una muñeca de porcelana. No me voy a romper.

- Yo pondría eso en duda, Malfoy - Otra vez esa irritante, varonil y atrayente voz. ¿Acababa de hacer un cumplido a Potter? Draco quedó paralizado ante ese fugaz pensamiento, porque era fugaz y pasajero, algo que no se volvería a repetir.

Por supuesto, hasta que no le pasara otra vez ya que con la conciencia y el cerebro no se puede jugar y hacer apuestas. Al final, el primer instinto, básico, es el que cuenta.

- ¿Te recuerdo lo que te dije antes?

- ¿Lo de que me quieres? - dijo Harry.

- Bueno, si ya están hechas las curas pertinentes, me gustaría irme a descansar - ignorando lo antes dicho.

- Draco…

- No voy a ceder en cuanto a esto - Terció el adulto herido.

Caras de resignación.

- Bueno, en fin, dentro de tres días ven para hacerte una revisión de rutina. Así comprobare si el vendaje está lo suficientemente sujeto, si la mano está hinchada y asegurarme de que no haya algún huesito roto.

- Lo haré - habló triunfante por su victoria. Añadió: - Y James, me encantará que vengas a visitarme a casa cuando gustes. - Draco mostró sus blancos dientes, acarició la cabeza del chiquillo, que recibió la caricia, gustoso y que pareció complacido ante tal afirmación

Ya, con la puerta abierta se giró a Potter diciéndole:

- Te será fácil encontrar mi dirección, ¿verdad? Y si no, que te la diga Blaise. En lo de que James será bien recibido hablaba en serio. Debo admitirlo, Potter. Es un niño encantador - James, que entendió eso, sonrió radiante.

- Ya, pero… - Harry lo miró graciosamente - ¿Y yo qué?

Draco no contestó y desapareció por la puerta creyendo, ingenuamente, que ya todo estaba resuelto y que podría volver a su austera blanca soledad y su inquietante silencio roto por el gotear del grifo de la cocina y de los sonidos que se filtraban por las ventanas entornadas.

Demasiado ingenuo. Demasiado orgulloso y seguro de que acatarían sus deseos. Quizás hubiera funcionado en tiempos pasados pero ahora ni estaban en Hogwarts ni eran niños para manejarse entre ellos tan fácilmente.

Harry miró a su pequeño vástago y luego dirigió su mirada hacia su también amigo Zabini para hacerle saber su desesperación:

- Y, ahora, ¿qué puedo…? - El sonido del metal golpeando la mesa de cristal lo interrumpió para, por curiosidad, saber qué era el objeto que había producido tal ruido.

¿Una llave? Esa pregunta formulada por su mente, seguramente, se reflejó como si con tinta escrita sobre un papel se tratara, en su rostro ya que sin una palabra suya, Blaise le respondió.

- Sí, una llave, de la casa de Draco - Harry enarcó una ceja - No me mires así. Draco no ha cambiado tanto como crees desde nuestro tiempo de estudiantes. Ahora pude parecerlo pero es igual de orgulloso, pretencioso, mandón y pulcro como antes, solo que ni él mismo lo cree.

- Y, por eso…- le instó a continuar. Abrazó a James, que se movía inquieto. A pesar de ser tan obediente, un niño tan pequeño como él, que no entendía nada de lo que hablaban, le cansaba. El chaval se acomodó, acurrucándose entre los brazos de su padre.

- Hice una llave de la puerta principal de su casa para poder entrar, incluso si me negaba el acceso a ella sin problemas - terminó por confesar.

- Bueno, él dijo que no se iría a vivir a mi casa, pero no dijo nada de la suya, ¿verdad?

- Qué elocuente por tu parte, Potter. Tergiversando todo a tu favor.

- Gracias, es parte de mi trabajo. - Harry Potter cogió a su hijo en brazos y se levantó para marcharse a su hogar para recoger lo necesario y mudarse a la morada del rubio.

Zabini lo acompañó hasta la salida

- Antes de que se me olvide, Blaise, tú y yo tenemos una conversación pendiente. No creas que no sé que hay algo oscuro y oculto, que no me gusta nada, detrás de todo esto.

- Harry, ¿alguna vez dejas tu vena detectivesca en el armario? - Y le dio a su ahijado una pirueta escondida en uno de los bolsillos de su bata blanca.

- Nunca - sonrió Harry.

- Ya me lo imaginaba - replicó el otro moreno - Harry, antes de que te vayas - detuvo al padre - Ahora no puedo decirte que le pasa, lo prometí; pero, lo haré de ser necesario. Cuídalo, no está en la plena capacidad de sus funciones psicológicas.

- No te preocupes. Lo tendré, lo tendremos en cuenta.

Zabini quedó en el rellano de la puerta observando a la pareja desaparecer entre los pasillos del hospital atestados de gente.

¿Había sido la mejor idea mantener su promesa y no decirle nada a Potter, y más en estos momentos, que se dirigía a lo de Draco, él, un hombre, acompañado por un niño chico? Su conciencia de doctor le decía que no era nada conveniente, pero, la del amigo, rogaba porque Harry y James consiguieran lo que nadie, en los últimos tiempos, había logrado.

Ver a Draco, al auténtico Draco.

Todavía tenía mucho trabajo que hacer. El tiempo le diría sí hizo lo más idóneo para Draco, para Potter, para todos.

Esperaba, no, deseaba que así fuera. No podía fallar, no ahora, no con estos protagonistas.

La historia no se repetiría.

FIN FLASHBACK

Seguía pensando que él era el que peor había salido parado. Sin duda.

Y la dulce voz que clamaba por su atención lo demostraba.

FLASHBACK

Llegó a su casa en tiempo record. Nada más salir de las enormes puertas correderas del gran edificio, corrió hacia la zona donde aguardaban los taxis después de asegurarse que llevaba la cartera consigo y, por lo tanto, el dinero con el que pagaría la carrera al finalizar el mismo.

- Buenas, ¿a dónde le llevo? - A Draco no le pasó desapercibida la mirada del taxista. A su vez, al tiempo que le respondió la dirección de su destino, le echó una de sus miradas “amorosas” que venían a decir “Deja de mirarme o te arranco lo ojos. Quedas advertido” a lo que el hombre se sonrojó al ser descubierto en el hilo de sus macabros pensamientos y arrancó rumbo a aquel lugar.

- Son trece libras, señor - Draco Malfoy le dio el importe y, sin esperar respuesta,

- Su cambio, ¿señor? - El chofer vio como el muchacho desaparecía por el camino asfaltado hacia un gran apartamento.

- Quédatelo - respondió desganado - Es lo único de lo cual puedo decir que estoy sobrado - ¿ese tono había sonado resentido, dramático tal vez? Draco se lamentó internamente por esa demostración débil de su persona.

- Pero, ¡aquí hay cien! - expresó incrédulo, señalando el billete pero no quiso que su cliente se arrepintiera así que le dio las gracias en tanto volvía a insertarse dentro de la circulación vial.

Vio desaparecer el vehículo. Volteó la mirada y se encontró con la vivienda. Era elegante, de grandes ventanales que alegraban la casa y dejaban entrar la luz dando la imagen de una casa luminosa, espaciosa, aún más, y feliz. Lamentablemente, no le gustaba. Ese no era su caso particular.

Aún así, debía admitir que a su otro yo le hubiera encantado. Era de lujo, con todo lo que uno pudiera desear. Un amplio jardín, cubierto de césped, interrumpido por un caminito asfaltado que llevaba directamente al umbral de la puerta principal, enorme y de madera, con cristaleras translúcidas que formaban dibujos abstractos sobre su contorno. La fachada era plateada con piedras incrustadas de color verde que brillaban con los rayos del sol, completada por hermosos adornos entorno a las ventanas, puertas, esquinas y otros detalles similares de color negro azabache, resaltando el decorado final. Tenía dos pisos, un garaje de dos puertas, de fácil uso y con mando a distancia. Claro está que estaba repleto de lujosos y rápidos coches, cortesía de sus progenitores. Hacía tiempo que no sentía gozo ante la conducción.

Dejo de echarle un vistazo a la casa desde fuera y cogió las llaves que golpeaban su muslo, dentro de los bolsillos. La introdujo en la ranura y entro a casa.

- Hogar, dulce hogar.

Antes de cerrar el portal, miró a la lejanía, como buscando algo. Y ahí estaban los guardaespaldas que su padre, emperrado, había contratado para salvaguardar su seguridad. Un poco tarde. Esos mismos a los que había dado esquinazo unas calles antes de llegar al concurrido parque de ese día.

Ya se estaba haciendo de noche. La tarde caía y el aire se ralentizaba y enfriaba el ambiente.

Cerró el rectángulo de madera, aislándolo del exterior.

Ese día había menguado todas sus fuerzas, se tendió en el cómodo sofá, encendió la tele y, sin ser consciente de ello, en algún momento se quedó dormido.

Creyó oír voces, ruido y el sonido de la puerta abierta. Imaginaciones suyas, se dijo. Estaba muy cómodo y no quiso volver al mundo real.

- James, ven aquí y no hagas ruido. Deja que duerma, debe estar cansado.

Esa era la voz de… despertó de repente al reconocerla y se sentó abruptamente en el mueble mullido.

- Potter - siseó - ¿Qué haces aquí? - Omitió el “demonios” por deferencia al niño.

- Nunca comentaste ni prohibiste que nosotros nos mudáramos a tu casa mientras durara tu tratamiento.- Harry rió angelicalmente.

La cuestión había sido que cuando se recostó en el sofá no recordaba haberse tapado con la manta que ahora se le deslizaba por las piernas.


FIN FLASHBACK

Habían pasado casi dos semanas desde ese día y no había conseguido que la familia de dos miembros de los Potter se fuera a su casa para dejarle viviendo la suya propia, solo, en la suya.

Llevaba ignorándolos todo ese tiempo, encerrado en su habitación la mayor parte del mismo, como un ermitaño gruñón y fiero. Pero, al contrario de lo que esperó, eso no amedrentó a ninguno. Es más, Draco aún cree que les dio alas para acercarse más. ¿Es que los Potter tenían un gen masoquista o qué? ¿Cuánto pero son tratados, más te quieren? Una vez se tentó de intentar portarse “bien” como Harry alguna que otra vez le dijo, pero no era tan valiente. Si se comportaban así cuando era malo, no quería comprobar lo que pasaría si era “bueno”. Un escalofrío le recorrió la espalda, desde la base hasta la nuca. Sí, mejor no tentar su destino. Era jugar con fuego. Y, como bien se sabe, cuando juegas con las llamas, te arriesgas a quemarte; y, si te quemas, te quedará una marca imborrable que te recordará por qué no debías haber jugado con el rojo ardientemente cálido.

FLASHBACK

- Papá.

- Dime James.

- ¿Te acordas del cuento ese que habían tantos niños grodos y feos y… mmm… reondos? /¿Te acuerdas del cuento en el que habían tantos niños gordos y feos y redondos?/

- ¿Te refieres a los enanitos del cuento de Blancanieves que tanto te gusta?

- ¡Sí!

- Y, ¿qué pasa con él?

- Daco paece el nanito guñón. /Draco parece el enanito gruñón/- Tanto Harry como Draco se atragantaron con la comida - ¿Sabes? ¡Me gusta musso! /¿Sabes?¡me gusta mucho!/

Draco, impotente, vio como el infante le abrazaba con gran fuerza, como si no quisiera dejarlo marchar. A pesar de todo, no pudo evitar sonreír, gesto que escondió en cuanto se dio cuenta que lo había formado.

Lástima que no fue el único en darse cuenta de aquella mueca en su cara. Y la otra persona que lo vio, quiso que se repitiera. Consideró que quedaba perfecta en su rostro, divina, propia de un ángel y no esos ojos alicaídos y ese entrecejo siempre fruncido, en un conjunto apagado y triste.

Se quedó con ganas de volverla a ver. Esa y muchas veces más.

Pero, ¿Por qué quería ver a Malfoy sonreír? Esa faceta suya nueva sobre el rubio le extrañó sobremanera, es más, no le desagradó en lo más mínimo.

Más tarde, recompensaría a James por ese premio tan especial.

Desde luego.

FIN FLASHBACK

- Zeño Daco, ¿queres ser mi nuevo papi? /Señor Draco, ¿quiere ser mi nuevo papi?/ - soltó de repente James.

A pesar de ser un crío de tan solo tres años y no saber lo que lo que acababa de salir por su boca significaba, a pesar de saberlo, Draco, a él esa frase le afectó muchísimo. Conocía, de sobra, cabe añadir, que un niño de su edad decía las cosas sin pensar, sin hacer daño, sin quererlo; más eso no impidió que un nudo se le formara en la boca del estómago y las lágrimas pugnaran por salir y escapar de la cárcel que formaban sus ojos.

James, asustado porque había hecho algo malo, pero sin conocer el motivo aún de su posible castigo, llamó, elevando la voz, a su padre que estaba preparando la cena de ese día.

Harry, ante ese tono tan imperante y lastimero, acudió enseguida. La cocina estaba cerca del comedor y dio gracias a ello porque escuchar esos desgarradores sonidos provenientes de su primogénito lo angustiaron demasía, viéndose incapaz de subir apenas un par de escalones de tenerlo que hacer.

- ¡James! ¿Qué ocurre…? - allí estaba Draco, llorando, tendido en el suelo enmoquetado.

- ¿Draco? - Éste, vulnerable, solo lo abrazó y así se quedó hasta que el sueño lo venció. Harry lo cubrió con sus brazos, James a su costado sin decir, ninguno, nada, completa y absolutamente nada. El moreno lo acomodó sobre su regazo y lo levantó consigo.

- James, no es tu culpa. Draco está mal, así que le tienes que dar muchos mimos. Vamos a recostarlo en su cama, ¿De acuerdo?

- Sí - al menos no tendría castigo.

Esas dos semanas de austera convivencia le sirvieron para saber cada rincón, donde estaba situado cada mueble, cada estancia, cada habitación así que no se perdió para encontrar la recámara del dormido rubio, al tiempo que recordó cuando Draco le dijo que esa era su habitación, o lo que le había agregado, “Territorio vedado, Potter”

Abrió la puerta. Era la primera vez que estaba pisándola. Era hermosa. La cama era grande, espaciosa, enorme, dos grandes ventanales, hasta el suelo, la enmarcaban, un gran armario, un tocador, dos sillones, hermosas estanterías repletas de libros y lo que le extraño: numerosos marcos de fotos, en principio no sería raro si no estuvieran vacíos, todos y cada uno de ellos. No había ni una solo foto, ni siquiera una suya.

Lo acostó, lo arropó y, mediante un impulso, le dio un suave beso en los labios, casto y sin segundas intenciones.

- Este será nuestro secreto, ¿Verdad, James? - susurró cerrando ya la puerta de la estancia.

- Sí, papi.

- Por cierto, James, ¿qué le dijiste a Draco antes de que perdiera los nervios?

James se le contó y Harry quedó asombrado por aquello. Sin poder evitarlo, imaginó como sería la vida si fueran ellos tres.

Bajaron a la primera planta para cenar y acostarse después.

Ya era tarde.

Mañana sería otro día.

Ya en su cama, habitación que compartía con su miedoso hijo, recordó:

- ¿Draco no tenía mañana revisión con Blaise en el hospital para ver si el hueso está soldando bien y cambiarle el vendaje? - dijo a la nada.

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- Blaise, ¿A qué no sabes qué, cariño?

- Si no me lo dices, cómo lo voy a saber.

- Mi madre me ha dicho que dentro de unas dos semanas, mi hermano estará de vuelta.

Blaise se incorporó en la cama de un movimiento brusco que asustó a Ron, que se encontraba abrazado al pecho desnudo de su marido.

- ¿Ocurre algo, Blaise? - preguntó alarmado. El otro negó con la cabeza, intentando mostrar tranquilidad, y se colocó en la posición inicial que había tenido con su esposo.

- Y, ¿Cuál de tus hermanos viene? - En la cabeza de Blaise Zabini solo rondaba un nombre, el único que no quería oír salir de la linda boca de su pelirrojo.

Por el bien de muchos, rezó porque sus oídos no atrajeran los vocablos que formaban aquel sustantivo propio.


Continuara...

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