5vs5_Angelus_5vs5_parte_g_capitulo_23

By 3:47:00

CAPITULO 23. El otro Prólogo

- Alan, no tardes mucho y date prisa, que la ceremonia está a punto de comenzar. ¿No querrás llegar el último? Ese es el derecho por excelencia del novio.

- Mamá, enseguida salgo. Adelántate tú, que pronto me reuniré contigo en el convite. Es más, me estás poniendo demasiado nervioso - la reina consorte, en desempeño hasta que su primogénito tuviera al edad correspondiente para ejercer sus funciones como heredero al trono de Eirth. Estaba preciosa, lucía radiante y joven, vivaz y alegre. Se encontraba hablando a través de la puerta, cerrada, que lo separaba de los aposentos de su hijo menor. Había acudido allí por el retraso de éste. No estaba preparado y su hermano se desposaba con el rey de la tierra en la que estaban hospedados, con el dueño de ese hermoso castillo secundario. - “Mierda” ¿por qué narices no se abrocharán estos malditos botones?

- Alan, te he oído - Sonrió - Me pregunto si quieres batir tu propia marca de cuantas palabras malsonantes puedes decir en tan solo una frase. Esa boquita, jovencito.

Oyó otra de esas palabras en la lejanía, lo que le permitían sus oídos escuchar a través de la madera y después un alto y claro: “Si, madre. No volverá a ocurrir”. Hasta que vuelva a pasar - pensó resignada.

- De acuerdo - accedió Millenia - esperaré por ti en nuestro reservado. Si no te veo allí en diez minutos, mandaré a un sirviente por ti. No tardes, Alan. No me gustaría ese desplante por tu parte.

- No te preocupes. Si no fuera por esta camisa que no se quién demonios la inventó, no

¿Cuánto había tardado en volver a pronunciar esas vulgares palabras desde que le dijo que no lo volvería a hacer? - Resignación. No sabía desde cuándo esa predilección de su hijo por ese malsano vocabulario.

- ¿Te ayudo?- preguntó , sabiendo de antemano la respuesta de su retoño.

- No hace falta, madre. Y, por favor, deja de distraerme - demandó esa voz sin cuerpo.

Desde luego, ser madre requería de mucha paciencia…y amor. No había que olvidar aquella palabra mágica. El amor incondicional que lo perdona todo.

Dio la vuelta y se dirigió hacia fuera. Los preparativos iban de maravilla. Todo estaba listo y dispuesto. No, por nada, había sido ella la encargada de que así fuera.

Contenta se fue dejando consigo el resonar de sus preciosos zapatos de tacón sobre la tarima.

“Seguro que estás tan orgullosa de ellos como lo estoy yo cada día, cada hora, cada minuto y segundo de mi vida. Son nuestro orgullo, ¿verdad?”

Sus otros pensamientos, una conversación entre ella y su difunto marido, se opacaron con los múltiples y variados sonidos, ruidos que representaban las últimas prisas, el bullicio de los invitados, la música,…

Y cada vez eran más claros, más fuertes, más bulliciosos.

Después de todo, ¿cuándo una boda ha sido silenciosa antes de comenzar la solemne y religiosa misa ?


---------------------------------------------------------------------------------


Tanta era su prisa por llegar a tiempo, pensando mientras corría atravesando lo que ahora le parecía un jardín demasiado grande, lleno de gente, sumado a la rapidez con la que pasaba las manillas que marcaban los segundos del tiempo, hizo que no prestara atención salvo a las regañinas que su madre le iba a proferir en cuanto lo viera aparecer, que, en su carrera estrepitosa, golpeó con una pared que no debía estar allí. Al menos, esa fue la conclusión a la que llegó Alan.

Eso no era una pared. Era tan dura como una, pero de menor tamaño.

“Desde luego, no es una pared porque… ¿desde cuándo, una pared tiene manos que te rodean?”

Alan concluyó que ninguna pared era móvil ni funcional, así que mucho menos tenía extremidades de ese calibre. Y así lo demostró cuando, con cuidado y casi con miedo, bueno, no miedo pero si un inexplicable y profundo respeto, lo tocó. Tanteó aquel cuerpo fornido, duro, tentador.

Levantó su vista. Y lo vio. El hombre más atractivo y con los ojos más atrayentes, negros, al igual que su pelo, muy corto, con esa mirada astuta y oscura que jamás había visto en su vida. Su flequillo estaba de punta, la parte de atrás lacia, apenas llegaba a tapar parte de sus orejas.

Su estómago dio un vuelco.

Había podido comprobar el tamaño y dureza de sus músculos. De solo imaginar que todos ellos fueran iguales que los que había podido palpar de su vientre…

Se sonrojó ante su atrevido pensamiento.

Para aquel hombre, tampoco pasó desapercibido.

¿Quién no podría fijarse en un muchacho tan bello, con ese precioso pelo negro, con dos mechones más largos, enmarcándoles el suave, fino y sonrosado rostro, esos ojos, de un amarillo antinatural tan decididos e indomables? Parecía demasiado joven, pasaría sin problemas por su hijo; podría esperar un tiempo, podría, más no quería. Conocía que con el tiempo no se puede andar jugando. Lo quería para él y lo quería ya. Y, cuando había tomado una resolución definitiva, muy pocas personas y situaciones le podían hacer cambiar de posición.

Tenía que ser uno de los invitados a la boda de su hermano. Aquel traje parecía hecho a su medida, negro, ceñido a su cuerpo en las parte oportunas, no llevaba la chaqueta puesta por lo que pudo ver su blusa blanca y su chaleco a juego con el conjunto. Pero, se asombró, nunca lo había visto por las cercanías él supuso que, tal y como había creído escuchar de su madre, solo estarían los miembros más cercanos a la pareja. Claro, pensó, después de todo sigue siendo una boda real. Acertó. Por mucho que se quiera un despojamiento íntimo, la reina y todos los consejeros estimaron oportuno mandar a los miembros más destacados de la sociedad de los cinco una invitación, eso sí, algo apresurada. Convino que ese hombre debía ser uno de los que pudo asistir al evento o, quizá, si que conocía a Ethan, su futuro cuñado.

“¡Es verdad! ¡La boda! Me va a matar” llegó con demasiado retraso” - Demasiadas alas había dejado Alan a su imaginación para volar tan lejos. Por ello, recibiría un castigo por parte de su madre.

Desde luego, llegaría tarde a la boda. Sin lugar a dudas. Se dio la vuelta, ignoró la presencia del otro sujeto para caminar o, más bien, correr hacía la dirección donde estaba la gente. Pero, de pronto, paró el hilo de sus pensamientos, interrumpido por una grave y gutural voz:

- Bueno, niño, ¿no vas a pedir disculpas? - Estaba muy pendiente del varón como para procesar aquella respuesta. ¿Lo malo? Que no fue el único en saber de su reciente y creciente debilidad.

El desconocido cambió su seria expresión del rostro por otra más… no era posible describirla con palabras pero, se acercaba mucho a una que rozaba lo sensual, se acercaba hasta rallar la maldad. El brillo de sus ojos así lo describió.

Lástima que Alan no fuera tan perspicaz como el individuo sobre el que pesaban más años de vida y de experiencia.

Eso encendió la furia de Alan que se paró, giró 360º y enfrentó, con él, su mirada cabreada para responderle por tal grosería:

- ¿Perdona?

- Lo que has oído, niño. No creo tener que repetírtelo

- ¡No soy ningún niño! - exclamó presuroso.

- Lo que tu digas - Se estaba divirtiendo con ese niño y mucho - niño.

- Mire, señor “yo me creo superior” deja de decirme eso o… - Alan dudó sobre qué decir - o haré que te comas esto, te lo atoraré en la garganta y veremos si podrás volver a hablarme de ese modo - Había querido coger su espada, si bien no estaba. La había olvidado encima de su colcha. Como sustituto, cogió lo primero que su mano agarró. Y, ¿qué fue eso? Su propia mano. La blandió como si de un objeto ajeno a su cuerpo fuera.

El señor desconocido quedó sorprendido ante esa amenaza, no coaccionado, ni mucho menos, pero sí, cabe decir que muy gratamente, atónito. Desde luego, alguien con ese vocabulario, aseguró, era imposible que perteneciese a la clase alta.

- Con ese vocabulario, debes de ser de la servidumbre del castillo - Dijo cuando su apoplejía pasó, se había desmadrado de la risa hasta dolerle el estómago. Había sido muy graciosa la escena de la mano, moviéndola y haciendo con gestos, lo que le largó vocalmente.

Alan, entonces, vio con horror la retahíla de vocablos no propios de su naturaleza, ya pronunciados por su sucia boca y cambió su expresión por una más tímida y arrepentida.

- Bueno… -¿Qué decir? Podía decir la verdad y que este individuo le creyera o no; en todo caso, llegaría a tímpanos de su madre y, a la sazón de dicha razón sumado a su retraso, quedaría encerrado en su habitación de por vida. O, podía mentir. - sí - Afirmó. - mintió. No lo volvería a ver, así que no hacía falta pensar demasiado. Uno, no obstante, nunca sabe cuando una mentira se puede volver hacía uno mismo.

- Interesante - masculló con un tono ¿meloso?. Sí, meloso. Alan, más despierto que muchos niños de su edad y de gran inteligencia, desapercibida por ser el “segundo”.

De hecho, nadie se había dado cuenta de sus progresos como guerrero o de sus pausados aunque visibles cambios físicos.

Pasaba desapercibido, algo que ya no sucedería más, aun en contra de sus propios designios.

- ¿Qué?

- no he visto otro sirviente tan descarado e interesante como tú - contestó sin tapujos.

- Ni yo nadie tan maleducado como vos - añadió Alan - Y no me trates de tú por muy sirviente que sea merezco respeto.

- Como usted mande - Concedió galán. Dobló parte de su pecho hacia delante, con el brazo derecho cubriendo su corazón e hizo una simple reverencia. Ese chaval tenía genio. ¿Cuánto tardaría en domar a esa bestia salvaje?

Alan no replicó pues escuchó las campanadas que anunciaban el inicio de la ceremonia


- Se fue sin siquiera despedirse - murmuró.

- Hénya - llamó a la persona que había estado resguardada y escondida de la vista del muchacho.

- Dígame.

- Ya hemos terminado nuestra búsqueda.


- Perdone mi intromisión, ¿está seguro?¿no te parece algo joven para el propósito que se propone?

- Bueno, mejor tenerlo conmigo que no encontrarlo jamás. Además, eso no ha sido impedimento… para ninguno de lo dos - añadió juguetón.

- Tiene razón. Así pues, ¿lo atrapamos, mi señor, aprovechando la multitud?

- ¿ahora? No. - Respondió el que había tropezado con el hermano de Reiv - La noche será nuestra máxima aliada. Con la puesta del sol, después de la celebración, todos estarán descuidados y no se darán cuenta de la pérdida de uno de sus sirvientes.

- Efectivamente, señor. - Contestó el paje que había aparecido momentos después de que se perdiera la pequeña figura de Alan entre los cuerpos humanos.

- Avisa a Leo y Tayon. Que se preparen para marchar esta madrugada. Diles que nos vamos de caza y, seguidamente, volveremos a casa.

- Como ordene, su excelencia.

- ¿Hénya? - Pronunció el nombre de su sirviente personal, su confesor, su mejor amigo. Se habían criado práctica y totalmente juntos y su relación no distaba casi nada de la de dos hermanos. Solo se diferenciaba en la consanguinidad, ellos no compartían por sus venas la misma sangre. Aunque, ¿quién dice que la familia, la verdadera, deba partir de los lazos de sangre para que esté unida?

- ¿si?

- Llámame Iker. - Contestó el moreno de ojos negros a su benefactora. Llevaba un bonito vestido color azul claro, con encajes de un tono mas oscuro, a juego con una pequeña torera de corte al codo, ribetes dorados y pespuntes del mismo color. Combinaba perfectamente con la piel oscura de ella y su ahora medio recogido cabello. Le gustaba más cuando lo llevaba libre, tal y como era.

- Pero señor, no lo creo conveniente, al menos no en público.

- Como mi sirvienta deberías obedecer mis órdenes, ¿me equivoco? - Siguió el juego de su también morena amiga. Ésta, en vez, de negros tenía los ojos marrones caoba y su pelo, rizado, era más largo que el suyo. Ambos eran altos, de porte noble y regio; aunque la figura de ella tenía más curvas y zonas mas voluptuosas y femeninas.

Su respuesta fue un guiño y el sonido de una carcajada.

Iker recordó el pequeño cuerpo alejándose de su vista y lo imaginó haciendo otras cosas. Le encontró varias y muy gratas funciones para el mismo que le producirían grandes sesiones de placer.

Se relamió el labio con anticipación.

Su búsqueda había terminado y, determinó, no había podido ser mejor.

Después de todo, aunque no lo supiera, había elegido a alguien de sangre real como su futuro amante.


-----------------------------------------------------------------------------


- Luego hablaremos tú y yo, señorito. ¿Qué horas son estas de llegar? - demandó explicaciones.

- Estamos aquí reunidos el día de hoy para celebrar el matrimonio de su alteza el rey Ethan Luc Van Diel, ilustrísimo general de innumerables tropas y vencedor de incontables batallas y su alteza el príncipe heredero del reino vecino de Eirth y futuro rey consorte del territorio de Thorp Reiv Christopher Remusant, ambos súbditos de dios que …

- Madre, este no es el lugar ni el momento. Está hablando el sacerdote

- Tienes razón. Aun así, te recuerdo que tenemos una muy seria conversación pendiente. - resolvió tajante.

Alan pudo posponer aquella bronca de Millenia lo que supuso dos ventajas a su costa. La primera que el cabreo de su madre, sabiendo que no se le olvidaría, estaría más calmado; y, segundo, que podría inventarse una buena excusa que diera, que llamara la compasión de ella durante la dichosa plática.

- Alan.

- Si madre - Creyó que su madre había decidido no posponer ese “diálogo”

- ¿Dónde está la espada de gala que dejé sobre tu cama esta mañana?

Y, extrañamente, Alan se sonrojó al evocar aquella silueta masculina y firme de momentos atrás sin saber que, en dicha escena, había marcado su futuro no muy lejano.


-------------------------------------------------------------------------------


- … Y con el poder que me ha sido dado yo os declaro esposos. Puede besar al novio.

“¡Por fin había terminado el cura de parlotear” - especuló aliviado.

- Oye, parad ya o no quedará nada para esta noche - Oyó que decían aunque Alan no pudo distinguir de quién provenía la voz por no estar prestando la oportuna atención. Agradeció esa intervención. Sus ojos eran aún jóvenes para observar tan ardientes besos y demostraciones de amor algo subidas de tono.

Se separaron para empezar a saludar a sus amigos y, supuso Alan, al resto de los invitados como educados y elegantes anfitriones.

Así, no se dio cuenta cuando la pareja se acercó hacia ellos, hasta que su madre habló.

- ¡Felicidades! Estás guapísimo - Millenia no podía estar más segura de sus palabras. Su hijo estaba radiante. Es verdad que su traje no estaba tan logrado como el anterior, pero le daba ese aire tan juvenil que le favorecía. Una camiseta negra, ajustada a su cuerpo de manga al codo, acompañada con una holgada camisa gris de costuras y botones dorados, tan solo abrochada hasta donde sobresalía el enorme vientre. Un pantalón a juego, sencillo, y unas botas de planta baja, que también formaba parte del conjunto, de color negro, formada por finas correas y cordones que alternaban el plateado y el dorado. No había que olvidarse de las muñequeras, una más larga que la otra. Una tapaba simplemente la muñeca, en tanto la restante, partiendo del pulgar alcanzaba el comienzo de la prenda superior.

Alan admitió orgulloso lo precioso que estaba su hermano enfundado en esos ropajes. Luego, echó una mirada a su cuñado. También lucía guapo.

Una digna pareja.

Tras unos momentos de cavilación, descubrió que su hermano lo miraba fijamente.

- Perdona, Reiv, ¡felicidades! No estaba pendiente. - se apresuró a disculparse.

- No te preocupes por eso, hermanito -Alan se sintió extraño por ser, otra vez, observado de manera tan fija - ¿Cuándo te has cortado el pelo?

- ¿Te has dado cuenta?

- ¡Por supuesto! - en su voz había algo de indignación - Soy tu hermano mayor. No pienses que dejaré de preocuparme por ti - Tocó, revolviendo el pelo de su hermano con la palma de su mano.

- ¡Reiv! - nombró Alan, sonriendo desde lo más profundo del alma.

Desde la lejanía, unos ojos no lo perdieron de vista. Cabe añadir, que dicha mueca, que había iluminado el rostro del muchacho, le satisfizo tanto que no se preguntó como los reyes podían tratarlo con tanta confianza. Por su cabeza pasaron muchas posibilidades pero desechó todas aquellas que pudieran impedir sus resueltos planes. Considero que sería el paje de alguno de ellos, supondría del doncel recién casado.

- Entonces… - Reiv esperó por la respuesta tras esas risas.

- Ayer. ¿Te gusta? - su voz era soñadora y alegre.

- Te hace parecer más niño

- ¡Reiv! - Esa palabra hizo, otra vez, que se acordaba de aquel tipo con el que había tropezado. ¿Por qué lo recordaba tan seguido? - maldijo el pequeño de los Remusant.

- Estás precioso, Alan - Intervino Ethan - Por cierto, Reiv y yo queríamos felicitarte por ser un alumno muy aplicado. Tu hermano quería decírtelo pero le daba vergüenza - Recibió un codazo por parte de su preñado esposo.

Y así estuvieron un buen rato, hablando y gastándose bromas.

Toda la tarde.

Sin poder evitarlo, en algunos momentos, miraba alrededor para percibir su presencia. Lamentablemente, no lo encontró y eso, no pudiendo explicar el por qué de su comportamiento, le irritó.

Quería volver a verlo. Dictaba desde lo profundo de su ser.


-------------------------------------------------------------------------------


A pesar de que los novios ya habían abandonado, al igual que mucha otra gente, el jolgorio; todavía quedaba otro tanto pululando por los alrededores por lo que su madre estaría atareada hasta, con un poco de suerte, cerca de la medianoche.

- Quizá si me hago el dormido cuando, si lo dispone, venga a conversar conmigo, la posponga - Estaba hablando solo, en voz alta. Estaba paseando por el parque para poder estar tranquilo y en paz. Las gemelas, abordándolo sin descanso en cada ocasión que podían

- Hola, niño. ¿No sabes que es peligroso andar solo a estas horas?

Esa voz había sonado tan cerca de su cara que, sin quererlo, pegó un tenue brinco y un escalofrío recorrió su piel, erizando los vellos de su nuca y brazos.

- ¿Para un sirviente? No lo creo. - concluyó seguro de sí mismo Alan.

- ¿Crees que a los hombre solo nos interesa el dinero? - Alan comprendió lo que quería decir con eso. Por ello mismo, decidió dar por terminada la plática para marcharse del lugar. El otro vio reflejada sus intenciones en sus movimientos físicos de manos y pies, en su ahora algo acelerada respiración. Trató de tranquilizarlo. - No pretendía asustarte. Lo lamento - Esa disculpa pareció sorprenderle. Se mantuvo quieto, en lo que él supuso un permiso para que continuara hablando - Solo exponía hechos. Eres demasiado confiado o inseguro de tus propias virtudes.

- ¿Por qué?

- Te subestimas - ignoró la pregunta del pequeño. Alan no objetó ni criticó tal afirmación.

El silencio fue roto por el personaje mayor.

- ¿Tu nombre?

- No sería más cortés decirme primero el tuyo si quieres saber el mío.

- Es verdad, perdona mi malos modales. Soy Iker y estoy aquí para llevarte conmigo … - No permitió réplica alguna - Así lo quieras tu o no.


Alan no pudo decir nada más, ni pedir explicaciones ni darlas. Lo había confundido con otra persona. Quizá si hubiera dicho la verdad esa mañana… ya no hay sitio para los posibles. Aquello era lo que había pasado y no había lugar para lamentaciones.

No se había dado cuenta de las tres personas que, junto a ellos dos, estaban presentes. Un fallo de percepción que le costaría su libertad y su libre albedrío para decidir su vida y cómo vivirla a su antojo.

Cuando fue a abrir la boca algo en ella hizo que no pudiera.

Su mundo se oscureció y no pudo pensar en nada más.

Se había desmayado.

Su último pensamiento.

“ ¿Se darán cuenta de que me he ido? ¿Vendrán a buscarme? ¿Será demasiado tarde? ” Todas frases sin respuesta que denotaban su soledad, incertidumbre y desconfianza hacia sus seres queridos. Y la última que pensó fue contraria, contestando y reciclando todas las demás

“seguro que vienen por mí. Me quieren. ¿por qué no hacerlo?”

- Eres demasiado confiado, niño. Ya te lo había dicho - dijo aquella voz.

- ¿Volvemos a casa? - cuestionó otra, también de hombre.

- Por supuesto, estoy deseando regresar a Mirthil. Nos espera un largo viaje de regreso.

Ya no pudo recordar ninguna parte más de la conversación pero sí lo suficiente para saber que se había metido en grandes problemas. Su subconsciente también se había rendido.


------------------------------------------------------------------------------


El problema fue que esa mañana Reiv entraría en labor de parto. Alan no lo sabía y se haría conclusiones un tanto inexactas, aumentando la llama de su dolor y de su odio…

… por mucho, mucho tiempo.
Continuará...

También te puede interesar:

0 divinos comentarios